Read Roehuesos - Novelas de Tribu Online

Authors: Bill Bridges y Justin Achilli

Tags: #Fantástico

Roehuesos - Novelas de Tribu (10 page)

BOOK: Roehuesos - Novelas de Tribu
8.82Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—¿Americanos? —dijo en inglés con acento extranjero.

—Sí —respondió Carlita levantándose y dirigiéndose hacia Grita Caos—. ¿Quién eres tú?

—Yo soy Halaszlé. Bienvenidos a Szeged.

Capítulo ocho

—Les oí hablar —dijo Ojo de Tormenta levantándose del suelo con esfuerzo—. A los murciélagos. Sé lo que dijeron, “¡Secretos! ¡Estos tienen secretos! ¡Un festín de secretos!”.

—¿Qué quiere eso decir? —dijo Julia examinando los cortes que las colas aquellas le habían hecho al traje de chaqueta, ahora manchado de sangre—. ¿Qué secretos?

—No lo sé —dijo Carlita arrodillada sobre el cuerpo de Grita Caos—, pero no puedo despertar a Grita Caos. Esa cosa consiguió quitarle algo de un mordisco. Quizá esté envenenado. —El Garou caído estaba totalmente quieto, como sumido en un profundo sueño.

—Mi madre —dijo el extraño Garou que se había presentado como Halaszlé (que sonaba a “halaslai”)— es una
boszorkany
. Quizá pueda ayudarlo. Por favor, si le lleváis puedo guiaros hasta ella, ¡pero debemos irnos de la Umbra!

Julia se puso rápidamente al lado de Grita Caos y todos la tocaron, incluido Halaszlé que miraba a todos lados preocupado de que algo más saltara del río antes de que pudieran escapar. A los pocos segundos Julia los llevaba de vuelta al mundo material con el brillo de la pantalla de su PDA iluminándole el rostro.

Aquí el río corría tranquilo y la noche estaba callada. No se oían ningún rugido distante ni chirridos de murciélagos y a esta hora no pasaban coches.

Hijo del Viento del Norte y Carlita se agacharon para levantar a Grita Caos. La forma humana de éste no pesaba demasiado pero los dos se cambiaron a la forma Glabro para tener más fuerza. Halaszlé los llevó al otro lado del puente, hacia el centro de Szeged guiándolos por las calles de Hidutca hacia el Barrio Judío. Una mezcla de edificios clásicos y barrocos le daban a aquella ciudad una gran belleza estética.

Ojo de Tormenta, todavía en forma de lobo, olisqueó el aire y miró a todos lados con recelo, luego los miró a ellos y siguió andando.

—No es nada, creí que había olido el río, pero sólo era la brisa.

—Aquí llega hasta muy lejos —dijo Halaszlé al tiempo que seguía guiándolos.

—Bueno, ¿y qué demonios eran esos murciélagos? ¿Y de dónde saliste tú? —dijo Carlita.

—No sé lo que eran —dijo Halaszlé—. Ya los había visto antes y tenía mucho miedo. Vienen de río abajo, donde vive ahora el mal. En cuanto a mí, oí que algo me llamaba desde el mundo de los espíritus, me resistí pero me pudo la curiosidad. Sólo iba a mirar un poquito pero entonces os vi a vosotros y a esas cosas.

—Grita Caos también oyó algo —dijo Carlita—, por eso nos pasamos. Algún Wyrm de esos debe haber estado divirtiéndose a costa de nuestras cabezas.

—El mal es muy fuerte aquí últimamente —dijo Halaszlé.

—Siento no haberlo mencionado antes —dijo Julia—, pero gracias por tu ayuda. ¿Eres miembro del túmulo de aquí?

Halaszlé frunció el ceño como si no entendiera la pregunta.

—¿Túmulo, dices? Aquí no hay ningún túmulo. Sólo unos cuantos Garou viviendo como podemos.

—Pero si acabamos de llegar por un puente lunar. Nos caímos a ese río.

Halaszlé abrió mucho los ojos.

—Ah, ese túmulo. Ya entiendo. No creí que todavía funcionara, pero puesto que estáis aquí, supongo que debe funcionar.

—Un momento —dijo Hijo del Viento del Norte—. ¿Me estás diciendo que sabéis que hay aquí un túmulo pero que no lo usáis?

—Es verdad. No nos atrevemos. Verás, la piedra del camino está enterrada en el río, en algún sitio y ahora el río está corrompido, veneno de cianuro que viene de más lejos, río arriba. No nos atrevemos a entrar a buscar la piedra del camino así que lo dejamos estar. De todas formas es un túmulo maldito.

—¿Y eso por qué? —preguntó Julia—. ¿Está corrompido por el Wyrm?

—Oh, no, por lo menos todavía no. Quizá pronto lo esté, de momento resiste. Pero los Señores de la Sombra, los que lo construyeron hace mucho tiempo… —se paró para mirarlos a todos de arriba abajo, como si se preguntara a quién pertenecía su lealtad tribal— lo maldijeron antes de perderlo a manos de los Colmillos Plateados. Trajo muchas inundaciones al Tisza hasta que los Colmillos lo abandonaron después de la Gran Inundación del siglo pasado. Desde entonces no lo ha reclamado ningún Garou.

—Disculpa —dijo Julia—. No quiero ser maleducada pero necesitamos saberlo, supongo. ¿A qué tribu perteneces?

—¿Yo? Oh, yo… esto, soy lo que llaman un Roehuesos —parecía avergonzado de decirlo.

—¿En serio? —dijo Carlita—. ¡Yo también! No sabía que hubiera aquí alguno de los nuestros.

Halaszlé la miró sorprendido, contemplando de arriba abajo aquel cuerpo duro.

—¿Tú? Tú pareces… llena de confianza. Aquí no somos así, ¿cómo es que no te intimidan las otras tribus?

—¿Intimidarme? ¿A mí? No llegará ese día. ¿Cómo es que tú sí lo estás? ¿Dejas que te mangoneen?

—Bueno, no es fácil enfrentarse a los Señores de la Sombra.

—¿Te lo ponen difícil? Tu lucha es mi lucha, hermano.

—¡No! No, si no están aquí —dijo agitando las manos como para indicar la ciudad que los rodeaba—. Están en Budapest. Yo vengo de allí, pero no les gustaba que yo estuviera allí así que me vine aquí con otros como yo. Madre Sárköz nos acogió.

—Así que no es tu madre de verdad la persona a la que nos llevas —dijo Julia.

—No, es nuestra líder. Es la Roehuesos más anciana entre nosotros.

—Vaya —dijo Carlita—. Nosotros también llamamos a nuestros mayores “madre”, o “padre”.

Halaszlé sonrió al oír eso y se quedó un rato callado. Pasaron por un parque, un lugar majestuoso de árboles que se elevaban imponentes por encima de monumentos y estatuas.


Széchenyi tér
—dijo—. Dormimos aquí a veces, cuando hace buen tiempo. Botond, el restaurante de allí —señaló hacia un lugar situado en la esquina, con una terraza fuera pero ahora cerrado debido a lo tarde de la hora—, es donde se puede encontrar muchas veces a un Morador del Cristal llamado
Nagy Pénz
.

Los llevó al otro lado de la calle, a la izquierda y luego subiendo por otra calle en la misma dirección por la que estaban caminando.

Señaló hacia una plaza con dos grandes sinagogas, una de estilo clásico más antiguo y la otra construida con un estilo Art Nouveau asombroso.

—No está lejos, sólo bajando esta calle por aquí.

—Por cierto —dijo Carlita—. Yo soy Hermana Guapa; tienes un nombre muy interesante, Halaszlé. ¿Significa algo?

—Ah, sí. Mi nombre significa Sopa de Pescado.

Hijo del Viento del Norte no pudo evitar echar una carcajada, Carlita lo fulminó con la mirada pero Halaszlé parecía contento de haber contribuido a mejorar un poco el humor del grupo.

—¿No vas a preguntarnos por qué estamos aquí? —preguntó Ojo de Tormenta.

—Siento curiosidad, sí, pero esa es una pregunta que debe hacer Madre.

Les llevó a una hileras de casas en un barrio más pobre que las calles de las que venían pero que todavía parecía fuerte y bien mantenido. Llamó a una puerta con una serie de toques cortos y largos tan rápidos que los miembros de la manada no estuvieron seguros de poder repetir.

Se abrió una ventanita en medio de la puerta y se asomaron dos ojos enterrados en una piel anciana cubierta de arrugas. Los ojos parecieron asentir y la ventana se cerró, la manada oyó el sonido de unos cerrojos que se pasaban y se abrió la puerta. Una gran mujer húngara les esperaba en aquel estrecho recibidor.

—Entrad, entrad —les indicó con un gesto impaciente.

Tan pronto como entraron la mujer cerró la puerta y pasó de nuevo los cerrojos. Les señaló entonces un pasillo hacia una salita contigua a la cocina. Llevaron con cuidado a Grita Caos por el estrecho pasillo, entraron en la habitación y lo depositaron sobre el sofá.

Halaszlé habló en húngaro con la anciana. Parecieron tener una corta discusión que, sin embargo, terminó con Halaszlé sonriendo y la madre desapareciendo en la cocina.

—Va a coger sus hierbas, ayudará a vuestro amigo.

La anciana salió enseguida de la cocina con una bandeja de té humeante y una vieja bolsa de cuero. El té lo colocó en la mesa al tiempo que le decía algo a Halaszlé, que se apresuró a echarlo en tazas. La bolsa se la llevó a Grita Caos, se inclinó sobre él y le levantó un párpado para observar el ojo. Murmuró algo que sonó a palabrota y rebuscó en la bolsa hasta sacar un manojo de hierbas que le puso sobre el pecho. Sacó otro puñado, esta vez de unas hierbas diferentes y las echó directamente en la lámpara de aceite que había sobre una mesita al lado del sofá. Las hierbas se empezaron a quemar inmediatamente llenado la habitación con un terrible hedor.

—¡Agg! —dijo Julia—. ¡Qué mal huele!

Madre habló mientras se sentaba en una silla al lado de la mesa y aceptaba la taza de té que le ofrecía Halaszlé.

—Madre dice que es bueno para él —dijo Halaszlé repartiendo tazas de té—. Ha visto su enfermedad antes y dice que no hay cura, pero las hierbas le calmarán el alma.

—¿No hay cura? —dijo Hijo del Viento del Norte—. ¿Está segura? Tiene que haber algo que podamos hacer.

Halaszlé tradujo y luego Madre habló en mal inglés.

—No cura. Yo nunca veo cura, pero es nuevo. ¿Quién sabe? Yo solo veo sufrirlo humanos, no Garou. Quizá él sanará.

—Gracias por intentarlo —dijo Julia—. Se lo agradecemos mucho.

Madre agitó la mano con un gesto de rechazo.

—¿Intentar? Yo no pude nada. No me deis gracias.

Les miró a todos como si los evaluara uno a uno.

—¿Tenéis hambre? Tengo una olla de
halpaprikás
al fuego.

Halaszlé gimoteó como si casi estuviera salivando.

—Mi favorita. Sopa de pescado con pimienta húngara.

—Entonces tomaré un poco —dijo Carlita—. Todos tomaremos un poco.

Nadie opuso resistencia al ofrecimiento de Madre y minutos después estaban sentados o de pie por la habitación con un tazón de sopa de pescado calentándoles las manos y encantados con la situación. Llevaban horas sin comer nada y aquel brebaje picante sabía delicioso. Cuando le preguntaron, Madre sólo dijo:

—Es receta especial. Enseñaron los espíritus de pimienta húngara —y luego le dio un ataque de risa.

—Madre sólo está tomándoos el pelo —dijo Halaszlé—. Todo el mundo sabe que los espíritus de la pimienta húngara son unos tacaños y no comparten sus secretos tan fácilmente.

Ninguno consiguió adivinar si Halaszlé estaba bromeando.

—Halaszlé —dijo Madre—. Eres maleducado, enséñame tus amigos.

—Oh —dijo Halaszlé—. Claro. Mis amigos, esta es Madre Sárkös. Por favor, presentaros vosotros mismos.

Carlita se dio cuenta de que, excepto ella, ninguno le había dicho a Halaszlé cómo se llamaba todavía. Éste había depositado una gran confianza en ellos sin ni siquiera saber sus nombres o afiliaciones tribales. Carlita se presentó la primera, recalcando que también era una Roehuesos, lo que pareció impresionar a Madre. Luego se presentaron los otros, cada uno diciéndoles su nombre y la tribu a la que pertenecían.

Madre pareció interesarse sobre todo en John Hijo del Viento del Norte.

—¿Un Wendigo? Nunca he visto un Wendigo antes. Nunca hay Wendigos en Hungría. Bienvenido.

Hijo del Viento del Norte se inclinó.

—Gracias. Si aquí son todos tan hospitalarios y generosos, consideraré a Hungría una gran nación entre los Garou.

Madre sonrió pero era una sonrisa incómoda.

—Halagas, pero no conoces a Señores de la Sombra aquí bien. Conocerás.

Ojo de Tormenta cambió a la forma humana y empezó a hablar.

—Estamos en una misión muy importante para la Gran Asamblea que manda el margrave Yuri Konietzko. —Los ojos de Madre se estrecharon al oír esto, pero no interrumpió—. Hay un gran mal que se está despertando en Serbia al que le da poder el río Tisza, ahora manchado. Se llama “Jo” y hemos venido a detenerlo.

Madre emitió un siseo cuando se mencionó el nombre.

—¡Está bien que no sabéis todo su nombre! Estamos demasiado cerca, hasta oír su nombre dicho le da fuerza.

—¿Entonces le conoces? —dijo Julia—. ¿Puedes decirnos dónde encontrarle?

Madre miró a Julia como si fuera una loca que se hubiera metido en su casa.

—¿Por qué ibas a hacer eso? ¡Eres lobezno! ¿Por qué no es Konietzko aquí?

—Tiene otros problemas que solucionar —dijo Hijo del Viento del Norte—. Además, formamos parte de una profecía, una tercera manada que triunfará donde las otras dos fracasaron. El Uktena nos ha unido con ese propósito.

Madre agitó la cabeza, estaba claro que estaba perdiendo la paciencia con ellos.

—Cachorros. No sabéis qué es esto. ¿Uktena? Sé de Uktena, espíritu poderoso del río. Pero él está lejos y el Tisza está cerca. No tiene hijos aquí, ¿cómo puede ayudar al Tisza? ¿Con profecía? Ninguna profecía sabe que es esto. Es cosa antigua, incluso los ancestros olvidan esta cosa. Yo sé sólo porque yo hablo con criaturas que huyen del lugar que despierta. Ratas, pájaros, bichos. Ellos saben más, huyen de eso.

—No lo entiendes —dijo Julia—. No tenemos elección. Es la obligación que nos ha impuesto la Nación Garou.

Madre empezó a hablar en húngaro, un largo torrente de palabras que escupía sin descanso y terminó dándole la espalda a la manada para mirar fijamente la luz parpadeante de la lámpara de aceite, como si estuviera recordando algo muy antiguo.

Halaszlé habló muy nervioso, como no queriendo perturbar más la escena.

—Bueno, dice que la Nación Garou está llena de tontos y siempre lo ha estado. Mencionó nombres concretos pero no creo que haga falta traducirlos; además, son sobre todo Garou de por aquí. Sin embargo dice que os va a ayudar, aunque ha visto a demasiados lobeznos a los que han mandado a morir para disfrutar haciéndolo.

—Gracias Madre —dijo Carlita—. No eres la primera anciana Roehuesos que ayuda de mala gana a un puñado de cachorros a que los maten. Mi propia anciana no quería enviarme aquí, pero tampoco es que tuviera mucha elección. Además, eso no es lo importante, aquí no se puede escoger, ni tú, ni nosotros: No siendo Garou.

Madre asintió con la cabeza y pareció decidida sobre el tema.

—Convocaré a otros. Todos los de zona, un consejo. Allí podéis preguntar sobre bestia y donde encontrarla.

BOOK: Roehuesos - Novelas de Tribu
8.82Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Ice-cream Man by Jenny Mounfield
Storm breaking by Mercedes Lackey
Get Smart 6 - And Loving It! by William Johnston
04 Naked Games by Anne Rainey
Finding Emilie by Laurel Corona
The Rift Uprising by Amy S. Foster
The Heat of Betrayal by Douglas Kennedy