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Authors: Bill Bridges y Justin Achilli

Tags: #Fantástico

Roehuesos - Novelas de Tribu (5 page)

BOOK: Roehuesos - Novelas de Tribu
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Cosa que no se podría deducir de este pequeño episodio, se preocupó Madre Eldridge. La pubertad no estaba siendo demasiado agradable con Hermana Guapa y las únicas personas que congeniaban con ella eran los pervertidos callejeros que no sabían lo que era y deseaban desesperadamente meterse en… bueno, cualquier cosa, jovencitas incluidas. Todavía parecía que el cuerpo de Carlita se hubiera declarado la guerra a sí mismo, con la piel sufriendo aún acné juvenil y su vigor Garou curándole los granos casi a la misma velocidad que se le formaban. La cría comía constantemente, sin duda para evitar que ese horno de metabolismo digiriera el cuerpo que lo sustentaba. Debía tragar dos veces más de lo que come un chaval normal de su edad, y eso que los chavales normales eran pozos sin fondo.

—Lo siento, Carlita —le tosió Madre Eldridge a nadie en particular—. Las cosas van a ponerse peor antes de empezar a mejorar.

Capítulo tres

Sobre el océano Atlántico, acercándose a España:

Carlita hizo una mueca y miró con los ojos entrecerrados a Grita Caos, que le había dado un codazo despertándola de un susto.

—¿Qué? —dijo la chica cansada y enfadada.

—Eh —dijo Grita Caos con aire de disculpa—. Tengo que ir al baño, déjame pasar.

Carlita puso los ojos en blanco y se levantó al pasillo mientras Grita Caos se deslizaba a su lado para dirigirse a la parte de atrás del avión. Carlita se volvió a sentar pero esta vez cogió el asiento de Grita Caos, en el medio, al lado de Ojo de Tormenta, que todavía dormía profundamente; miró a John y Julia, John estaba dormido pero Julia estaba viendo la película. Carlita sacudió la cabeza y le echó un vistazo a la pantalla. Un crío llorando. No entendía como alguien podía soportar ver semejante chorrada, así que cerró los ojos intentando dormirse otra vez. No podía olvidarse de Hoja Frágil.

Dios. Maldito sea. Hoja. Frágil.

Tampa, semanas antes:

Mientras rondaba por el boun, Carlita vio a Hoja Frágil, en la forma Lupus, salir del túmulo. No era un sitio demasiado atractivo, sólo un montón de árboles famélicos en la Península Pinellas, pero cumplía su función. El clan de la Bahía Herida era sorprendentemente multitribal, tenía la esperable mayoría de Roehuesos y Moradores del Cristal (al ser un túmulo bastante urbano) pero también acudían a él unas cuantas tribus de nativos americanos, especialmente los que tenían herencia Tocobago, ahora poco más que una simple nota histórica a pie de página.

Pero de todos los Garou, era con Hoja Frágil con el que Carlita quería tener unas palabritas; mañana averiguaría exactamente que penitencia le había conseguido Hoja Frágil con su treta, pero hoy quería saber por qué. Se había escondido durante horas entre los pinos, justo fuera del perímetro del túmulo, esperando a que esa patética basura traidora saliera arrastrándose. No había querido atravesar el boun, no cabía duda de que el Maestro del Rito se daría cuenta de que estaba allí (si es que no lo sabía ya, gracias a los espíritus que entraban y salían revoloteando del lugar, menudos loritos).

Cuando Hoja Frágil salió a paso largo, Carlita se transformó en su propia forma Lupus escuálida y larguirucha, teniendo mucho cuidado de mantenerse a favor del viento con respecto a él para poderse seguirle por el olor si lo perdía de vista.

Carlita siguió a Hoja Frágil durante una media hora, hasta asegurarse de que estaba lo bastante lejos del túmulo para “hablar” a su manera sobre ciertas cosas con el metis. Éste parecía ir algo más despacio, así que la loba se le acercó más por atrás para que no pudiera verla cuando le entrara.

De un salto Carlita echó a correr hacía Hoja Frágil lanzándose por el aire y transformándose en Crinos. Del sitio donde lo tenía en la cintura sacó la daga de colmillo dedicada. Hoja Frágil la oyó saltar por el aire demasiado tarde y se tiró un poco hacia un lado al tiempo que extendía las pezuñas y se agachaba con la esperanza de superar con esa táctica a lo que fuera que le había seguido.

Carlita aterrizó con fuerza sobre el sorprendido Garou y oyó un satisfactorio
crack
que debía provenir de una pata trasera. Instintivamente Hoja Frágil asumió su propia forma Crinos, nervuda y de pelo rojo, pero para cuando había adoptado la forma de batalla, Carlita ya le había puesto toda una batería de garras alrededor de la garganta y le había posado la daga de colmillo justo debajo de un ojo.

—Muévete y te quedas más flojo de lo que ya eres.

—Hermana Guapa, yo…

—Ahora hablo yo. Yo pregunto, tú contestas.

Hoja Frágil cambió de forma de nuevo, esta vez a Homínido para poder hablar con más elocuencia y demostrar su sumisión. Siguiendo su ejemplo, Carlita cambió a Glabro manteniendo la ventaja en fuerza y tamaño (de hecho, estaban más equilibrados pero Carlita supuso que la pierna rota de Hoja Frágil le mantendría respetuoso, por lo menos hasta que se curase en un minuto o así) y también mantuvo la daga cerca de la mejilla del hombre.

—Ahora, cachorro, vas a contarme todos los motivos que tengas para explicar esa treta tuya —dijo Carlita con voz áspera, los labios y la lengua glabros se esforzaban para formar las palabras—, o te voy a sacar el ojo y cauterizártelo con gusanos dentro.

—¡Tenía que encontrar un voluntario! ¡Necesitaban un voluntario! Todo lo que hice fue darles a alguien que hiciese lo que ellos querían. Necesitaban a alguien que ayudase.

—¿Quién? ¿Y para qué es el voluntario?

—Oí a Madre Eldridge y Garras de Venganza hablar sobre ello. Algo sobre un Garra Roja y un Contemplaestrellas, una profecía y una tercera manada. Necesitaban a alguien para la tercera manada.

—¿La tercera manada de qué?

—No lo sé.

—¿Y entonces por qué carajo me convertiste a mí en voluntaria, cabrón?

—Yo no te convertí, te convertiste tú. Yo sólo te di la oportunidad.

Carla se estaba enfadando cada vez más. Los labios formaron un gruñido y presionó un lado de la daga contra el ojo de Hoja Frágil.

—No sabes para qué es, ¿pero quieres que lo haga yo? No sabes lo que pasa ¿y necesitas que yo me ocupe de ello? No tiene ningún sentido. Dame más para continuar o te vas a arrepentir.

—Creí que no me escucharías.

Carlita soltó la garganta de Hoja Frágil pero le mantuvo pegado al suelo sujetándolo con las rodillas por los hombros y conservando la daga en el ojo.

—Lo vi en un sueño. Un espíritu pez vino a mí y me dijo que “
En la tercera manada los jóvenes defenderán el equilibrio
”.

—No me jodas. ¿Un
algo
vino a ti en sueños?

—Sí, te lo juro, y entonces, cuando oí a Madre Eldridge y Garras de Venganza hablar sobre el Contemplaestrellas y el Garra Roja y su tercera manada, supe que era algo más que un sueño. Era una profecía de verdad. Los espíritus peces son servidores de Uktena. ¡El propio Uktena es el patrón de esa tercera manada!

—Estás peligrosamente cerca de empezar a soltar blasfemias, A-Punto-De-Ser-Tuerto.

—Es verdad, yo pertenezco a la tribu Uktena, sé de lo que estoy hablando.

—¿Y qué tengo yo que ver en todo eso?


Los jóvenes defenderán el equilibrio
. Eres la Garou más joven que conozco y eres una Philodox. Tú eres la joven y el equilibrio del mensaje del espíritu pez. Y tampoco es como si pudiera ir a decirte… “Tuve un sueño y un pez me dijo que tenías que presentarte voluntaria para algo que va a ocurrir pronto”.

—Exacto.

—¿Ves? Tenía que conseguir que te presentaras voluntaria. Tenía que asegurarme de que los otros veían quien era la mejor elección para ese trabajo.

—¿Y cuál es ese trabajo?

—Eso no lo sé.

—¡Hijo de puta! ¿Me metes en no se qué y ni siquiera sabes qué va a pasar?

—Yo no pongo en duda a los espíritus. Si no tienes que ser tú, ya se presentará otro.

—Mierda. Por eso nunca confié en ti, Hoja Frágil. Un poco de honestidad habría conseguido mucho más.

—Selene no me escogió por mi honestidad. Sólo lo dices porque eres una Philodox y si tuvieras la oportunidad de presentarte voluntaria podrías haberte arrepentido. Así no te queda más remedio que hacerlo.

Con los labios doblándose de pura rabia, Carlita rozó con el lado afilado de la daga la parte superior de la mejilla de Hoja Frágil.

—Vas a dejar que tome mis propias decisiones, pipiolo. Con peces sueños o sin ellos, sé cuidar de mí misma.

—Eso ya lo se —contestó Hoja Frágil mientras la sangre se acumulaba en el corte y le rodaba por la cara. Iba a dejar una cicatriz y sin duda esa era la intención de Hermana Guapa, pero tenía que admitirlo, si no estuviera tan encantado con su propia brillantez para urdir la artimaña, probablemente estaría algo más que disgustado si le hubiera ocurrido a él—. De hecho eso espero. Será lo único que te devuelva viva a casa.

—Si estás intentando halagarme, lo único que estás haciendo es cabrearme.

—No, Hermana Guapa, hablo en serio. Sé que no nos llevamos bien, pero no se trata de eso. Te respeto, respeto tu categoría y respeto que tú sabes mucho más sobre ciertas cosas de lo que yo llegaré a saber jamás. ¿Por qué no puedes tener la gentileza de respetar lo que yo sé?

Hermana Guapa se inclinó hacia atrás y quitó las rodillas de los hombros de Hoja Frágil.

—¿Sabes qué, Huesos de Cristal? Eso sonó a algo que podría haber dicho yo. Sólo que yo lo diría cuando no acabo de joder a alguien para que acepte una búsqueda de una visión de mierda para la que ni siquiera he tenido la buena educación de ver la visión en cuestión. —Se levantó y le extendió la mano a Hoja Frágil convirtiéndose de nuevo en Homínido al hacerlo.

—Piensa en esto también, Hermana Guapa. Tú también jodiste el rito de iniciación de Luna de Invierno, ahora va a tener que pasarlo de nuevo y quizá esta vez Garras de Venganza piense en algo de verdad con lo que retarlo. Y le servirá de lección, menudo capullo. —Hoja Frágil se sacudió las hojas y la suciedad que tenía encima.

—Eso también. Pero hazme un favor.

—¿Qué?

—No me hagas más favores.

Y con eso Carlita entró caminando en el pinar. Mañana se iba a determinar qué papel iba a jugar ella en la profería de aquel lunático.

No era un club tanto como una sala de billares y parecía no cerrar nunca a pesar del hecho de que los permisos para vender bebidas alcohólicas le deberían secar los grifos durante al menos seis horas al día. Claro que, quizá ese fuese el secreto: el Club Social Eldridge no tenía permiso para vender bebidas alcohólicas, cosas más raras se habían visto. Con aquel flujo imparable de malos escabrosos y gente un tanto más civilizada de los barrios bajos que atravesaban la pista de baile pasando por las mesas de billar y saliendo por la puerta de atrás, cualquier cosa era posible.

Carlita llevaba un tiempo siendo una fija del local. No era una gran jugadora pero se llevaba bien con Oliver, el jefe de la sala de billar y si estaba en el Eldridge y no estaba hablando con Madre, estaba comiendo tres cestas de onduladas (no preguntes con qué aceite las fríen) y pegando tacazos con Oliver.

Carlita le saludó con la mano.

—Hola, Hermana —saludó él a su vez, y ella se dirigió a la parte trasera. Unos cuantos de los caballeros de los billares la miraron con ojos golosos pero ella les devolvió la mirada emitiendo tanta mala leche como cualquiera de ellos. Después de pasar la última mesa de la sala (ocupada por media docena de chicos blancos que pasaban más tiempo discutiendo que jugando al billar), Carlita atravesó unas puertas al estilo de un salón del oeste y entró en el bar. Madre Eldridge estaba en una mesa con aquel “novio” con el que llevaba mil años, Earl. Estaban jugando al póquer.

—Qué hay, Madre, hola, Earl. —Se acercó furtivamente a la mesa, al lado de ellos, al mismo tiempo que le hacía una seña a la camarera enseñándole los tres dedos de siempre.

—Qué hay, Lita —dijo Earl sin molestarse en levantar la vista de las cinco reinas que tenía en la mano—. ¿Quieres entrar?

—No con la jugada que llevas. Madre, está haciendo más trampas que un hijo de puta.

—Y que lo digas, y tampoco es que esté llevando un juego justo —la risa se le convirtió en un ataque de tos.

—Yo creía que esa mierda sólo pasaba en los dibujos animados y en las películas, Earl.

—El que no se arriesga, no cruza el río. Diría que estamos jugando al Sudor Mejicano, pero no quisiera ofender.

—Na, soy puertorriqueña. —Earl era como tener tío lerdo, razonó Carlita, era bastante agradable, pero sólo se preocupaba por sí mismo. No entendía por qué Madre le permitía ser su… bueno, lo que fuera.

—No te pongas muy cómoda, Carlita. Tenemos que ir a un sitio.

—Bueno, ¿puedo por lo menos esperar por mis patatas?

—Cógelas para llevar.

Madre Eldridge conducía una vieja y ajada Chevy que Carlita había bautizado con el apodo del Pervertidor Móvil. Aquella cosa tenía un aspecto horroroso, era toda blanca con una ventana de plástico en forma de lágrima en los dos lados de la parte de atrás. Madre la había comprado por nada y con sus magníficos dones de Roehuesos, el antiguo laboratorio de metano sobre ruedas jamás había necesitado ni un día de reparaciones, lo cual era una hazaña notable dado que lo había comprado como unos quince años antes y nunca le había cambiado el aceite, ni el líquido de transmisión, ni el de frenos y había llenado el tanque de gasolina exactamente una vez, durante un día caluroso e incómodo del verano de 1993 en el que estaba totalmente borracha por culpa de un asqueroso chiste de la Parentela disfrazado de licor de fresas.

—Deberías hacer que Doria hiciera fritos de calabacín en vez de patatas fritas —propuso Carlita distraídamente, buscando por la ventana los coches de policía que, si tenían dos dedos de frente, pararían a la Chevy en cuanto la vieran—. Estas onduladas saben asquerosas.

—Dices lo mismo de todo.

—Y digo bien con todo.

Madre no había dicho a donde iban pero quedó claro muy pronto. Después de aproximadamente media hora, la mayor parte de la cual estuvo ocupada por una incansable tos, aparcó la magullada furgoneta en el aparcamiento a corto plazo del aeropuerto. Salió de la furgoneta con Madre, Carlita intentando contenerse para no escribir “lávame, cerda” en la suciedad del lateral de aquel Chevy gigante.

Madre abrió las puertas traseras y sacó un pequeño bolso de viaje. Parecía que lo habían comprado por diez centavos en el todo a cien. La cremallera estaba rota y sujeta con una cuerda pero Carlita vio una muda de ropa dentro. Madre se dirigió a la terminal.

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