INGRID: LA MUJER QUE ME ARROJÓ A UNA NUEVA REALIDAD
Sin embargo, mi Realidad no tardó en estremecerse. La encargada de provocar esto fue Ingrid, una austriaca de belleza deslumbrante de la que me enamoré en el acto la primera vez que me sonrió.
Su cara le habría permitido destacar como elfa en la película de El Señor de los Anillos. Su cuerpo, por otra parte, combinaba las curvas y la dureza de una chica Playboy con la tez clara y suave que imagino a Blancanieves. Lo más impactante de todo era el azul de sus ojos, sus labios y, según pude comprobar más tarde, sus pechos.
Además, tampoco hablé mucho con ella, pero las pocas veces que lo hice me sorprendió su jovialidad, ingenio y sentido del humor.
Pero no voy a relataros toda la historia de este desengaño amoroso. A fin de cuentas, no es el momento ni el lugar para hacerlo. Os diré solo que, tras varios días, mucho esfuerzo y grandes dosis del mejor de mis ingenios, logré arrastrarla conmigo una noche hacia la playa.
Junto a la orilla logré besarla y experimentar el placer de sentir sus labios comunicándose con los míos en un código secreto de caricias. Logré arrebatarle la camiseta, el sostén y sentir su piel contra la mía en un abrazo. Logré acariciar su busto desnudo, logré sentir en mi boca sus pezones encarnados como pequeños frutos del bosque y…
—Ich kenne nicht
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—dijo de repente. Y fueron esas las palabras que, sin yo saberlo, estaban ya serrando los andamios y vigas sobre los que se edificaba mi universo.
Cuando le pregunté cuál era el problema, me hizo saber que no podía porque estaba enamorada del Mellao. También me confesó que, aunque había accedido a venir a la playa conmigo por despecho, estaba demasiado implicada con él emocionalmente como para poder mantener una relación sexual con cualquier otro hombre.
UN UNIVERSO EN CRISIS
Ya podía oír los crujidos de ese universo mío resquebrajándose.
Pues, si en ese momento hubiese caído un meteorito sobre la arena, hubiese salido de él un hombrecillo verde con antenas y se hubiese puesto a bailar un zapateao al ritmo de sus propias palmas, puede que no me hubiera afectado demasiado. Lo que estaba oyendo ya sonaba bastante a ciencia ficción. Pero incredulidad no era todo lo que experimentaba. Aparte de eso, me sobrevino una punzada de dolor cualitativamente distinta a todo lo que había sentido hasta entonces.
¿Ridículo? Entiendo que pueda parecértelo. Pero lo cierto es que Ingrid era la mujer a la que más había deseado en varios meses. Y, en la ya de por sí desequilibrada vida de un animador, este tipo de cosas pueden adquirir un peso extraordinario y terminar jugando un papel decisivo.
Sea como fuere, me guste o no confesarlo, aquello tuvo un impacto sobre mí que recordaré de por vida.
Pero sigamos con la historia…
Esa noche me eché sobre la cama con el corazón roto, incapaz de dormir o masturbarme. Algo curioso, puesto que intenté ambas cosas durante horas.
Por primera vez en mucho tiempo, me encontraba totalmente extraviado. De nuevo.
En los días sucesivos, mi primera reacción fue albergar un resentimiento indescriptible hacia el Mellao. En teoría, había madurado lo bastante como para estar por encima del odio en los casos en que un rival me arrebataba una mujer. Sin embargo, en el caso del Mellao era distinto. Era como si a mi amor propio le resultase inaceptable que alguien a quien había estado compadeciendo hubiese sido capaz de superarme en el Juego de la Atracción.
También intenté despreciar a Ingrid y ridiculizarla en mi imaginación, pero sin demasiado éxito.
Ahora me alegro de no haberlo hecho. Si hubiese insistido en ridiculizarla por su mal gusto, pronto el ridículo lo habría hecho yo cuando, belleza tras belleza, decenas de mujeres hubiesen desfilado ante mis narices para confirmar el mal gusto de Ingrid.
LA ACTITUD QUE ME ABRIÓ LOS OJOS
Pero, como digo, por suerte pronto abandoné esta actitud pueril. Empecé entonces a comprender que toda mi reacción había sido un claro síntoma de inmadurez. Bien analizado, el hecho de que el Mellao lo tuviese todo en su contra y aun así me eclipsase no lo hacía peor, sino mejor. No lo hacía más odioso, sino más admirable.
Y, a fin de cuentas, ¿qué estaba yo haciendo allí? ¿A qué había ido a aquella isla? ¿No había ido a aprender de los mejores?
Quizás ahora el maestro indiscutible se había puesto él solito ante mis narices. Y a mí no se me ocurría nada mejor que desperdiciar la oportunidad y el privilegio con una rabieta de crío malcriado.
Debía, por tanto, recuperar la frialdad. Y, ante todo, me urgía desvelar la verdad. Descubrir si el Mellao era ese maestro que durante tanto tiempo había estado buscando.
¿Eran, pues, ciertas todas sus fabulas? ¿Podía un fanfarrón de la peor especie como él ser amado apasionadamente por bellezas que quitan el aliento? ¿Podía ser cierto que vivía día a día fantasías sexuales sobre las que la mayoría de los hombres no se atrevían ni a fantasear?
En cualquier caso, se trataba de algo que averiguaría pronto.
Empecé a prestar especial atención a este personaje y no tardé en descubrir que la verdad había estado presente delante de mis ojos todo el tiempo. Simplemente, como tantos otros, no había sabido o querido verla.
EL IMPACTO DE UN GRAN MAESTRO
Ahora que la aventura de la playa me había abierto los sentidos, me resultó fácil conocer y hablar con muchas de las mujeres, a cuál más atractiva, que habían compartido experiencias sexuales con él. Todas suspiraban por el Mellao y se lamentaban de que este no les dedicase un poco más de tiempo y atención.
Las había que volvían de sus países y reservaban habitaciones en nuestro hotel solo para verlo. Las había, incluso, que intentaban conseguir trabajo en el hotel.
De hecho, si el Mellao había pecado de algo, era de modesto. Su éxito real sobrepasaba sus historias. Y, desde luego, se encontraba muy por encima de lo que yo había considerado concebible en el pasado.
Como es de esperar, algunas de mis sucesivas conquistas habían estado ya con él. Con el tiempo, aprendí a neutralizar esto y volverlo en mi favor. Llegué hasta el punto de acribillarlas a preguntas sobre él. Por fin, había logrado dejar el ego a un lado y centrarme únicamente en aprender.
Pronto, mi índice de éxito aumentó explosivamente. A veces, incluso por encima del de aquellos tíos con «ventajas». En cuanto al Mellao, me dediqué a cultivar con él una bella amistad a lo largo del verano y a exprimirlo tanto como me resultaba posible. Esto no fue en absoluto difícil, ya que él disfrutaba compartiendo su filosofía sobre la seducción.
Lo irónico era que decenas de chicos habían tenido antes la oportunidad de hacerlo y de beneficiarse como yo de sus conocimientos. Sin embargo, ellos habían preferido permanecer en el orgullo de su ignorancia y no ver la realidad. Yo, por el contrario, me beneficiaba más y más de su compañía. Llegó el momento, incluso, en que había aprendido lo suficiente del Mellao como para darle más de una sorpresa en alguna ocasión que otra, aunque por lo general él seguía superándome.
Lo importante es que aquel fue, a pesar de lo duro del trabajo, un verano inolvidable. Un verano que, como podéis ver, terminaría por marcar el resto de mi vida.
Si no hubiese sido por el Mellao
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, puede que nunca hubiese encontrado la motivación necesaria para profundizar en el estudio de esta disciplina hasta el grado en que lo he hecho.
EL PRINCIPIO DE UN NUEVO RUMBO
Como digo, el Mellao me hizo creer en algo más. Y, si bien un año y pico atrás mi única meta había sido la de cambiar mi vida y mi relación con las mujeres, fue a raíz de su amistad que una nueva posibilidad empezó a perfilarse sobre el horizonte.
Había muchos hombres que gozaban de un gran éxito con las mujeres. Lo que quizás escaseara un poco más eran hombres capaces de entender los principios de su éxito. Hombres capaces de llevar la síntesis de su atractivo hasta sus componentes más básicos y de dar con la fórmula magistral que permitiese a otros hombres servirse de ella para alcanzar resultados similares.
Hacía falta esa fórmula, esa pócima mágica capaz de hacer de la seducción una materia tan asimilable como cualquier otra.
Desde que me separé del Mellao, yo no he dejado de perseguirla. Hiciera lo que hiciera, me encontrase donde me encontrase, se convirtió en mi principal obsesión. Una obsesión que me ha acompañado desde entonces. Una obsesión que me ha llevado a seguir buscando, a prolongar mi investigación y a descubrir realidades que no creía que existían.
Entre ellas, quizá la más importante haya sido dar con otros hombres que —algunos antes, otros después y otros simultáneamente— han consagrado parte de sus vidas a buscar y perseguir lo mismo que yo.
Te hablo, querido amigo, de lo que en el mundo de las Artes Venusianas se conoce por La Comunidad Aven
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LA COMUNIDAD AVEN
La Comunidad Aven es otra de las razones de que este libro exista, tal y como lo ves en el ejemplar que tienes entre tus manos
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La razón es simple.
Ciertamente, yo ya había llevado a cabo importantes descubrimientos sobre el juego de la seducción por mi cuenta. Lo había hecho tanto gracias a mis propias experiencias como a la investigación de individuos excepcionales a los que he tenido el honor de conocer personalmente.
Sin embargo, me encontraba solo en esto, y estaba intentando edificar una nueva ciencia desde cero. O eso creía.
Cuando entré en contacto por vez primera con la Comunidad Aven, sentí algo parecido a lo que debieron sentir los nativos americanos cuando entraron en contacto por vez primera con una civilización tan avanzada como la europea. O lo que sentiría la humanidad en su conjunto si, de repente, lograse comunicarse con una cultura alienígena que se encontrase en un estado de desarrollo muy superior al nuestro.
Una vez los encontré, carecía de sentido seguir trabajando en solitario. ¿Qué razón había para seguir descubriendo la rueda cuando ellos ya cooperaban en la construcción de máquinas de vapor? Pues, el tiempo que yo había pasado trabajando en solitario, ellos lo habían dedicado a colaborar dentro de un gigantesco equipo. De hecho, los tentáculos de la comunidad se estaban extendiendo rápidamente, hasta alcanzar prácticamente todos los rincones civilizados del mundo.
La única razón por la que, en un principio, la gente de algunos países como el nuestro se había quedado fuera, era porque no éramos anglófonos. Es por ello —y porque el conocimiento se compartía a través de Internet, herramienta a la que apenas tenía acceso durante mi época de animador— que yo descubrí la Comunidad Aven más tarde de lo que hubiera deseado.
SEX CODE, EL MANUAL DEFINITIVO
Lo que yo hice fue similar a tratar de construir un automóvil en la edad media y encontrarse, de repente, con que en otros reinos están utilizando tecnología occidental del siglo XXI para hacerlo.
Sin embargo, aunque mi descubrimiento de la Comunidad Aven llegó demasiado tarde como para cambiar mi vida, pues ya lo había hecho, llegó lo suficientemente temprano como para influir profundamente en el enfoque y material de mi obra.
Por ello, si antes me hubiese gustado presentarla como una rareza insólita capaz, no obstante, de cambiar tu vida con las mujeres, ahora debo presentarla de otro modo. Debo presentarla como un científico más de la comunidad de científicos que se dedican al estudio de esta disciplina.
Y, como ocurre en todas las comunidades de científicos, en algunos casos mostraré un acuerdo rotundo con algunas de las teorías y principios más en boga. En otros, en cambio, discreparé con ellos y defenderé mis propias teorías. Si bien, en la mayoría de los casos, me limitaré a estructurar todo el conocimiento de que dispongo —ya provenga de la Comunidad, ya de mis propios hallazgos— y a ofrecértelo a ti, querido lector, del modo en que piense que más puede beneficiarte.
Así, muchos de los principios que aprenderás en este manual están inspirados en las enseñanzas de Bastian, a quien cariñosamente hemos llamado el Mellao. Otros son producto de mi propia experiencia y reflexión o de la de otros Aven que se han dado a conocer en la comunidad.
Pero si hay algo en lo que creo que tanto Bastian, como los otros Aven, como yo, estaríamos de acuerdo, es esto: lo que vas a aprender es pura dinamita. No es solo que funcione, o que pueda cambiar tu vida. Simplemente, se trata de una auténtica revolución, de todo un bombardeo de conocimientos sobre el arte de atraer y seducir como, con toda probabilidad, no hayas soñado que pueda existir siquiera.
Es por ello, querido amigo, que Sex Code es el manual definitivo. En el momento en que escribo estas líneas, puedo decirte que hay muy pocas obras que condensen tanto conocimiento en un solo volumen. Y, desde luego, no hay una sola en español que no se encuentre a años luz de la que tienes entre manos.
De hecho, esta es la peculiaridad fundamental de Sex Code: su riqueza.
LA PECULIARIDAD DE SEX CODE, SU RIQUEZA
Ten presente que hasta ahora no has visto nada igual. Con este libro, nace un nuevo género. Razón por la que, las referencias con que cuentas hasta ahora, no te servirán.
Es por ello que te recomiendo que lo abordes con una actitud completamente nueva. Te lo digo con toda sinceridad.
Para entenderlo, trata de imaginarte lo siguiente:
Supón que eres un hombre de alguna tribu primitiva que aún no ha descubierto el fuego. En tal caso, si alguien tratara de ofrecértelo y explicarte en qué consisten sus principios, ¿cómo te sentirías? Ahora bien, si fueses el mismo hombre primitivo y alguien, en lugar de ofrecerte el fuego, te ofreciese y explicase la pólvora, ¿cuál sería tu reacción? ¿Y si en lugar de con la pólvora lo hiciese con la electricidad? ¿Y qué me dices si, prescindiendo de ello, pasase directamente a ofrecerte la tecnología digital, aun cuando no conocieses nada de lo citado anteriormente?
Pues bien, querido lector, el hombre medio se encuentra en la misma situación que el nativo de aquella tribu, al menos en lo que respecta a la atracción. Y lo que yo quiero ofrecerte se encuentra un tanto adelantado para su tiempo.
CÓMO SERVIRTE DEL MANUAL
Sex Code no es un manual sobre el éxito con las mujeres. Es la Biblia del Éxito con las mujeres.