Read Todos nacemos vascos Online

Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Diego San José,Kike Díaz de Rada

Tags: #Humor

Todos nacemos vascos (15 page)

BOOK: Todos nacemos vascos
10.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Amigo de las cenas

Es incuestionable que estamos ante el primer vasco confeso. Jesús organizaba cenas constantemente. Siempre que tenía que decir algo a los amigos, los reunía en una mesa como buen
gourmet
. Además, hay un detalle que nos habla de la socarronería de Jesús: le gustaba bromear diciendo que era su Ultima Cena. Igual que cuando un chiquitero se acerca a la barra del bar para pedir «la última».

En fin, se puede decir más alto pero no más claro: Jesús era vasco. Además, si no le convencen las explicaciones, piense que es Hijo de Dios, que también es vasco. Bueno, es Hijo y Padre al mismo tiempo y Espíritu Santo. ¡Qué lío! Esto sólo lo puede haber organizado un vasco.

La Iglesia vasca
L
OS OBISPOS VASCOS

Los obispos vascos son una institución más misteriosa que la familia Addams. Nadie sabe ni siquiera cuántos son, mucho menos cómo se llaman y, sin embargo, están periódicamente en boca de todo el mundo. ¿Cómo lo consiguen? Gracias a las pastorales.

Ha habido pastorales de los obispos vascos que han dado más horas de tertulia radiofónica que los kilos que ha engordado Ronaldo cada vez que vuelve de Brasil o que la formación del once definitivo de la selección española de fútbol. Incluso han provocado más horas de debate que la polémica sobre la herencia de Encarna Sánchez. Y, por supuesto, muchísimas más horas que la adicción a las drogas de Maradona.

Y es que los obispos vascos pastoreando no tienen precio. Por ahí les sale la vena rural, esa vena que nos ha hecho famosos como los mejores pastores del mundo entero. Y como los caseros, los obispos son muy astutos. Ni sí ni no, sino todo lo contrario, y aquí doy y aquí quito, a ver dónde está la bolita… Desenterrar el sentido profundo de una pastoral es más difícil que averiguar qué casero tiene razón en un pleito por lindes.

Y claro, qué mejor para un tertuliano ocioso que unas declaraciones nacionalistas envueltas en humo de cirio y perfume de incienso. Aunque no entienda ni jota de su contenido, analizar una pastoral es una ocasión inmejorable para recuperar el mito del «cura separatista», recordar una vez más que ETA nació en un seminario (como se encargó de propagar uno de los más eminentes tertulianos habidos y por haber) y de constatar que Setién se va de potes con Clemente y Arzalluz.

Sin gabinete de relaciones públicas, sin gente que les lleve el asunto de la prensa, sin una campaña previa de publicidad… y aun así, cada vez que los obispos publican una pastoral, se monta un revuelo. Con diferencia, son los vascos que más seguidores tienen fuera de Euskadi. Muchos más que el mismísimo Karlos Arguiñano, que ya es decir.

E
L SEMINARIO

A estas alturas del libro, esperamos que le hayan quedado claros algunos conceptos básicos: aquí se come de cine, se bebe de miedo y se folla de pena. Como destino de turismo sexual, el País Vasco no vale un duro.

Y es que hemos sido un país muy católico, muy practicante y, sobre todo, muy misionero. San Francisco Javier ha marcado lo suyo, y san Ignacio, también. Los vascos hemos sido viajeros de la fe, hemos recorrido el mundo abriendo
euskaletxeas
y centros misioneros. Estamos en todos los puntos del planeta, por eso hay más apellidos vascos en las misiones del Tercer Mundo que en la guía de teléfonos de Bilbao.

¿Y de dónde salían tantas y tantas vocaciones eclesiásticas? Fundamentalmente, del seminario. El seminario fue la ikastola del pasado, con la diferencia de que en el seminario los curas eran curas, y no ex curas, como en las ikastolas. Entonces el mundo era más pobre y pagar la educación de los hijos, una tarea más ardua; por eso se mandaba a los hijos a desasnarse al seminario, para que de paso aprendieran una profesión con mucho futuro: misionero.

La importancia del seminario se puede medir también de forma cuantitativa. Euskadi tiene más metros cuadrados de seminario por habitante que ningún otro país en el mundo. Ni siquiera Irlanda, ni el mismísimo Vaticano, ni tampoco la católica Polonia, tierra del Papa, nos hace sombra en ese terreno.

En Euskadi tocamos a diez metros cuadrados de seminario por habitante. Es decir, que uniendo una cuadrilla se iguala la superficie de un campo de fútbol. Para que se hagan una idea, en la Alemania unificada apenas llegan a los cuarenta centímetros cuadrados por habitante, o lo que es lo mismo, a una baldosa de seminario por barba. En el País Vasco, sin embargo, tenemos seminarios como el de Derio, en el que cabe la población del 99 por ciento de los pueblos de Álava. Se levantó con un optimismo y una confianza que el futuro se ha encargado de desmentir. Lo mismo pasa con el seminario de San Sebastián, donde cabrían miles de estudiantes para cura y solamente hay tres ecuatorianos, de rostro aceituno y sonrisa blanquísima.

En la construcción de los seminarios vascos se cruzó el espíritu evangelizador con el espíritu industrial. En realidad, son enormes factorías de hacer curas en serie para exportar vascos al Tercer Mundo.

Desde luego, no todos los que iban al seminario acababan en las misiones: algunos abrían una editorial de textos vascos, otros se dedicaban a la crítica literaria, muchos sermoneaban en radio o en televisión, los más daban clases de latín en el instituto y el resto se hacían cocineros. La cultura vasca le debe mucho al seminario. Su influencia se nota sobre todo en esa untuosidad frailuna que conservan en sus maneras tantos intelectuales, en lo mucho que nos gusta sermonear y en lo poco que nos gusta que nos sermoneen.

¿
P
ARA SER VASCO ES NECESARIO TENER UNA TÍA MONJA?

No es imprescindible, pero ayuda mucho. Como acabamos de ver, «lo vasco» tiene origen divino, y esto nos condiciona, queramos o no. Es muy difícil encontrar una familia vasca que no tenga una monja o un cura sentados alrededor de la mesa en la cena de Nochebuena. Se podría ir más allá y decir que casi todos los vascos somos un poco curas o monjas; incluso podríamos considerar que no es un pueblo laico del todo. De hecho, cada vez que se coge un tren de cercanías en el País Vasco, hay por lo menos una monja en el vagón.

Cogiendo al azar a un grupo de personas en la calle, casi siempre encontramos a un ex jesuita. Por ejemplo, la diferencia entre
discurso
y
sermón
no está muy clara para la mayoría de nosotros. Algunos políticos vascos lanzan sermones en lugar de discursos, al igual que hay curas que parecen dirigirse a votantes más que a feligreses. Al campo del Athletic de Bilbao se le llama «la catedral», y nos consta que se han enviado al Vaticano solicitudes de beatificación para Julen Guerrero o Miguel Indurain. Definitivamente, dentro de cada vasco habita un misionero, un peregrino o el fundador de una ONG.

La cábala vasca
L
OS NÚMEROS Y LAS DIFERENTES MANERAS DE LLAMAR AL TERRUÑO

Sorprende que un país tan preocupado por la denominación de origen, por el
label
de calidad y por cualquier etiqueta que asegure la autenticidad de los productos tenga tantas denominaciones para referirse a sí mismo. Concretamente, cinco. Los amigos de fuera siempre acaban preguntando: «¿Cómo hay que decir: Euskadi, Euskalherria, País Vasco, Comunidad Autónoma Vasca o Vascongadas?». Es una cuestión peliaguda. Claro que con esto de los nombres, los propios vascos hemos tenido desde siempre un jaleo considerable. ¿Quién no ha conocido a un Pedro de toda la vida que de golpe y porrazo pasa a llamarse Pello para acabar llamándose Peio? Ejemplos sobran. Por otra parte, tener cinco formas de denominar a una persona es normal: tomemos un nombre al azar… Antonio, como el Banderas. Pues Antonio Banderas, en Málaga o en América, solo puede llamarse Antonio o, como mucho, Toño, en plan diminutivo, pero dependiendo de la latitud en la que haya nacido, entre nosotros, los vascos, puede llamarse Antonio, Toño, Antxon, Andoni y, si ha nacido cerca de Las Landas, Antoine.

Es la magia del número cinco. No me pregunten qué tiene, pero tiene algo: cinco nombres para las personas, cinco formas de llamar al País Vasco, cinco aeropuertos… Desde luego, esto último sí que debería resultar sorprendente: tenemos un aeropuerto por provincia. Estadísticamente, es la media más alta del mundo. Sin embargo, ni aun así han mejorado las comunicaciones interprovinciales. Nuestros aeropuertos tienen la particularidad de que no podemos volar de una provincia vasca a otra sin hacer escala en Madrid o Barcelona.

E
L SIGNIFICADO DE LOS NÚMEROS VASCOS

Los números son algo muy especial para los vascos. Y debemos decir que se nos dan muy bien. Los números son a los vascos lo que el baloncesto a los jugadores de la NBA. Sólo hay que pensar que hemos sido capaces de levantar el sistema de cooperativas sin discutir por dinero. En ese campo, donde todo el mundo fracasa, se enfada y acaba echando pestes del resto, el vasco triunfa. Si aplicásemos esa filosofía de la vida a todo lo demás, hace tiempo que habríamos acabado con nuestras diferencias.

La significación de los números entre los vascos es también particular, de manera que el uno, pongamos, no sólo representa al uno. Representa más cosas. ¿Cuáles? Vamos a verlo.

El uno

Equivale a la unidad fundamental, según la famosa ecuación 4+3 = 1. Explicar por qué 4 + 3 en Euskadi no dan 7, sino 1, es tan complicado como intentar desentrañar el famoso «tres en uno» (tres personas en un solo Dios verdadero) del catecismo. Misterios de la fe. Se cree en ellos o no se cree.

El dos

Representa la pareja, pero sólo la de mus, no la matrimonial, que responde más bien a la fórmula 1 + 1, en la que cada cual sigue a su bola. No, el dos significa una compenetración total, una entrega sin fisuras, una confianza sin límites que sólo es posible en una pareja de mus.

El tres

El tres es, como su nombre indica, tres cosas: una putada, una alegría y un estado transitorio.

Es una putada porque no es cuatro.

Es una alegría porque por fin nos hemos puesto más de dos de acuerdo en algo que no sean los negocios: hemos dialogado. A esto se le llama «tripartito».

Es un estado transitorio, porque seguramente este tripartito fastidia tanto que harán lo que sea para que nos peleemos.

El cuatro

El número favorito de cualquier vasco: la partida de mus. Ya les hemos explicado que las comidas, las cenas y los demás compromisos sociales deben organizarse a partir de este número maravilloso, haciendo múltiplos de manera que nadie quede excluido de la partida en la sobremesa. Las cenas se clasificarían, según el número de participantes, en las siguientes categorías:

Cuatro = partida.

Ocho = semifinal + final.

Dieciséis = campeonato.

El cinco

Ya hemos visto la importancia del cinco en las fórmulas para denominar al país o a las personas. Cualquiera puede llamarse de cinco maneras diferentes. Tal vez, esta identidad múltiple sea la responsable de que resulte tan difícil contar a los asistentes a las manifestaciones.

El cinco es también el número de la amistad. No en balde los vascos sellamos nuestra amistad chocando los cinco.

Por otra parte, el cinco es el número de la rima fácil. Hay que tener cuidado para no acabar una frase con él, porque de inmediato le soltarán esta lírica respuesta:

—¿Quedamos a las cinco?

—Por el culo te la hinco.

El seis

El seis representa el mínimo indispensable de individuos que pueden configurar una cuadrilla de chiquiteros. Con menos no se hace bulto, y los miembros de la cuadrilla parecen cuatro gatos.

El siete

El siete no existe, pues ya hemos dicho que 4 + 3 = 1.

El ocho

El ocho representa la música popular, el orfeón de circunstancias, el coro que alegra las sobremesas: el
ochote
. Es el número redondo, porque incluye cena, partida de mus con semifinal y final, cánticos populares de ayer y de hoy y un grupillo adecuado para acudir más tarde al puticlub. Lo dicho, la perfección. Además, el ocho nos permite hacer equipo de
soka-tira
, ya saben, ese deporte en el que ocho individuos tiran de una cuerda intentando mover a otros ocho que tienen enfrente y que tiran en sentido contrario. Éste es el deporte que mejor nos caracteriza a todos los vascos sin excepción.

El ocho es también el número de la
vasquitud
sin fisuras: los ocho apellidos vascos demuestran que el Rh negativo lleva bailando una
trikitrixa
en nuestra sangre desde los tiempos de nuestras bisabuelas.

De nueve en adelante

El resto de los números sirven para hacer cuentas, como en cualquier lugar, salvo el trece, que es el número que llena de remeros una trainera.

Epílogo
¿Se puede dejar de ser vasco?

La respuesta es sí, se puede dejar de ser vasco. E incluso podemos decir que es relativamente fácil para aquellos que no han tenido conciencia de serlo hasta ahora. Pero para aquellos a quienes les tocó la dicha de ser vascos y darse cuenta de ello, la cosa ya es otro cantar.

Lógicamente, no es lo mismo nacer en Escandinavia que en el Gohierri. Por mucho que a uno le tire la pelota de niño y no vea piedra que no quiera levantar, si le empiezan a hablar en un idioma mucho más fácil que el euskera, le pasean todo el día en un Volvo familiar y le atiborran de salmón ahumado y de huevas de pescado, pues pasa lo que pasa, que el niño se ablanda, se echa a perder y acaba prefiriendo la sauna al frontón, el edredón de plumas a las mantas, el vodka al pacharán, y el gorrillo de colorines a la
txapela
. Eso sin contar con la relajación de las costumbres y el famoso dicho «más tiran dos tetas que dos carretas». Y así, poco a poco y como quien no quiere la cosa, uno va desoyendo la llamada de la tierra, y se va haciendo el sueco.

Ahora, si a uno le toca nacer en el País Vasco, la suerte está echada. Será vasco para toda la vida y no podrá zafarse de ello. Aunque a los dos días se lo lleven a Paramaribo y resida allí durante cuarenta años, si alguien le pregunta de dónde es, dirá: «Yo, de la Guayana, pero nací en Bilbao». Para que quede claro.

Alguien dirá: «Eso pasa en todas partes». Y nosotros le responderemos: «Pues no». En Madrid, por ejemplo, renuncian a la identidad de entrada: no hay nadie de Madrid. Los gallegos se resisten, incluso se llevan la casa gallega con ellos allí donde van, pero al final acaban cediendo y se hacen de cualquier sitio. Incluso es posible dejar de ser catalán; ahí está el caso de Carod Rovira, que ha acabado siendo vasco.

BOOK: Todos nacemos vascos
10.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Secrets of Casanova by Greg Michaels
Tainted by Brooke Morgan
Love, Stargirl by Jerry Spinelli
Hidden Legacy by Sylvie Kurtz
The Paladin Caper by Patrick Weekes
Tweet Me by Desiree Holt