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Authors: Jens Lapidus

Tags: #Policíaca, Novela negra

Una vida de lujo (37 page)

BOOK: Una vida de lujo
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Dejaron que Thomas forzara la puerta del loft; estaba vacío. Alguien se había llevado los muebles, desmontado las estanterías, sacado el yacusi, incluso se habían llevado el telefonillo de la ducha y el grifo del lavabo. Natalie tenía que preguntar al abogado quién tenía derecho a vender el piso. Formalmente, estaba a nombre de un testaferro. El abogado lo sentía: el piso ya estaba vendido; en breve entraría a vivir el nuevo dueño. Nadie sabía adónde había ido a parar el dinero de la venta y no había forma de dar con el testaferro.

Pero también había puntos de luz, pistas. Entre otras cosas, la policía había requisado las grabaciones de las cámaras de seguridad de casa. Después del atentado contra él en el aparcamiento, Stefanovic había instalado un montón de ellas; todas guardaban las grabaciones durante cuarenta y ocho horas. Göran pidió a Thomas que sacara las grabaciones.

De nuevo: gracias a la carta de amenaza a los jodidos polis.

Thomas analizó el material. Natalie casi había esperado ver a algún asesino profesional deslizarse por los matorrales con un rifle en las manos. En cambio, vio otra cosa que le sorprendió: varias veces, durante los dos días, aparecía un Volvo verde que pasaba por delante de la casa.

Se culpaba a sí misma. Solo se acordó al ver las grabaciones: había visto el Volvo verde en el aparcamiento antes del atentado. Tal vez podría haberlo visto también cerca de su casa en una ocasión. Debería haber estado más atenta, debería haber podido avisar a su padre de que se estaba cociendo algo.

Thomas vigilaba continuamente a los tipos con los que Melissa Cherkasova quedaba en diferentes hoteles. La propia Natalie había estado en su coche en la calle delante de la casa de la bielorrusa un par de veces. Apuntando sus horarios de entrada y salida en un cuaderno. Persiguiéndola como podía.

Thomas había sacado más información sobre ella.
Thank God
[54]
por sus viejos colegas en la policía. Melissa Cherkasova tenía un permiso de residencia permanente en Suecia. Llevaba seis meses casada con un hombre sueco de cincuenta años; era así como había llegado al país. No tenía antecedentes penales, pero cuatro años antes había sido procesada por fraude. Thomas pidió la sentencia. Parecía que Cherkasova se había hecho con los números de DNI y de las tarjetas de crédito de dos tipos suecos, y después había comprado billetes de avión a Bielorrusia y Francia con su dinero. Lo interesante: ninguno de los dos querellantes había querido denunciarla, sino que el fraude fue revelado por la empresa de las tarjetas. Cuando llegó la hora de la sentencia, ni siquiera se presentaron ante el tribunal; Cherkasova salió sin cargos. No estaba empadronada en la calle Råsundavägen, 31, donde Natalie la había visto, sino en una dirección de Malmoe, en la casa de una mujer con un nombre bielorruso. Pero pasaba tanto tiempo en el domicilio de Estocolmo que resultaba evidente que esa era su casa. La mayor parte del tiempo se quedaba en casa. Por las noches iba a algún hotel de vez en cuando, y un par de veces la vieron hacer la compra. En alguna ocasión acudió a un chalé de Huddinge, y una vez Natalie la vio pasear con otra mujer que tenía un perro. Por lo que pudieron comprobar, nunca volvió al piso de Radovan en Söder. Además: nunca la vieron quedar con nadie que tuviera pinta de chulo. Tampoco encontraron anuncios en Internet donde ella figurase. Ni Thomas ni ninguno de sus excolegas de la policía pudieron encontrar nada en los expedientes que dijera que Cherkasova fuera una prostituta. Tal vez no tuviera nada que ver con el asesinato. Podría ser una quimera.

Por otro lado: los hombres con los que ella quedaba eran interesantes. Thomas vio un total de seis tipos en tres hoteles diferentes de la ciudad. Siempre venían solos. Cherkasova siempre venía sola. Uno era el británico, y sobre él no pudieron encontrar gran cosa, trabajaba para un fabricante de aviones en Inglaterra y vivía solo en Londres. Otro era el tipo del Sheraton, a cuya habitación Cherkasova acudió cinco veces durante el verano. Dos eran hombres suecos más jóvenes; estuvo tres o cuatro veces con ellos. Los últimos dos parecían indios o algo parecido, ella estuvo cuatro veces con cada uno de ellos.

—Esto no es como un libro o una peli —dijo Thomas—. Esto es de verdad. ¿Sabes lo que significa eso? Que paso la mayor parte del tiempo colgado del teléfono, en mi coche o delante de una pantalla. Y odio los ordenadores.

A Natalie le gustaba Thomas. Pensó: «Es un expoli, pero no habla como un poli. Habla como un ser humano».

Thomas trabajaba con precaución. Esperaba en la calle junto a los hoteles. Cuando salían los hombres, ya de madrugada, los seguía hasta sus casas. Vivían por toda la ciudad. Consiguió las direcciones de todos menos del tipo del Sheraton; él era más precavido. Siempre salía por alguna puerta lateral del hotel. Thomas no conseguía pillarlo. Uno de los suecos más jóvenes se llamaba Mattias Persson, tenía veintinueve años, trabajaba en una empresa de informática, vivía desde hacía cuatro años con una chica a la que le llevaba ocho años. El otro sueco vivía en Örebro y era soltero. Uno de los hombres con aspecto de indio se llamaba Rabindranat Kadur, cuarenta y nueve años, autónomo en el sector textil, casado desde hacía veinte años con una mujer sueca. El otro hombre no era indio, venía de Irán, se llamaba Farzan Habib. Cuarenta y cinco años, trabajaba como agente de viajes y llevaba ocho años divorciado de su mujer. Thomas no encontraba nada raro con aquellos puteros, pero seguía insistiendo en su intuición: le decía alto y claro que el tipo del Sheraton era interesante. El tipo que tomaba tantas precauciones.

A finales de julio, Natalie estaba a punto de dejarlo.

Una mañana había sonado el móvil de Natalie. Una llamada del Skype. Thomas. Su madre estaba desayunando en la cocina. Natalie salió al jardín. Nunca cogía esas llamadas dentro de casa.

—Qué tal, soy yo.

Salió su cara en la pantalla. La oficina en la que estaba: estanterías desordenadas, papel pintado hortera y una pobre iluminación. Se limpiaba los dientes con un palillo mientras hablaba. Si su padre lo hubiera visto, habría colgado el teléfono inmediatamente. Según él, limpiarse los dientes con palillo era algo que únicamente hacían los drogadictos y los vagabundos de los bares de Belgrado, gente que no había comprendido la importancia de limpiarse los piños, gente que nunca había ido al dentista en su vida. Era una cuestión de estatus para su padre: unos dientes buenos eran lo mismo que un nivel socioeconómico bueno.

—Hoy he dado un paso importante —dijo Thomas—. Uno de mis contactos reconoció la foto del hombre del Sheraton. El tipo se llama Bengt Svelander, tiene cincuenta y dos años. No vive en Estocolmo.

—Fantástico. ¿Sabes algo más de él?

—Esa es la cuestión. Ese tipo no es un tío cualquiera. Es político desde hace muchos años, es parlamentario, está en un montón de comisiones y chorradas de esas.

—Joder.

—Es un tío con poder. Voy a vigilar a ese cabroncete.

Natalie se levantó. Vio su cara en el espejo del baño de la universidad. Llevaba allí veinte minutos. Lollo y Tove estarían preguntándose adónde habría ido. Ya había terminado de maquillarse. Los rastros de las lágrimas estaban eliminados. La fachada había recuperado un aspecto digno.

Abrió la puerta. Fuera: la sala de historia. Las estanterías de alrededor llenas de libros sobre el Imperio romano. El auge y la caída del imperio de los Kranjic.

No, no se trataba de una caída en el caso de su familia. Tenía a Göran. Tenía a Thomas.

Natalie volvió a su mesa en la biblioteca de la universidad. Las chicas seguían en su sitio. Los mismos libros, las mismas posturas, el mismo ángulo de sus cuellos. Lollo levantó la mirada.

—¿Dónde has estado?

—No me encontraba bien.

—Vaya. Si quieres hablar, me lo dices.

—Nada, no te preocupes. Gracias.

—¿Por qué no vamos a tomar un café? Estos procesamientos ya me están trepando por el pelo. Estropeando mis nuevas mechas. Por cierto, ¿te gustan?

Bajaron a la Trean, la cafetería que estaba en el tercer rascacielos de la universidad. Las escaleras estaban en el centro de la biblioteca: una exhibición delante de las narices de los pobres filósofos, historiadores de las ideas y lingüistas que nunca llegarían a ligar con tías como Natalie, Tove y Lollo. Natalie notó cómo su teléfono vibraba en el bolso. Era una llamada Skype.

Se disculpó. Se apartó unos metros. Vio cómo Tove y Lollo la miraban raro. Metió el auricular en el oído. Vio la cara de Thomas. Contestó susurrando.

—Soy yo —dijo.

—Sí, ya lo veo.

—Otro paso importante. Esta vez un paso de
gigante
.

Natalie contuvo la respiración. Hacía tres semanas que había identificado al putero político. Esta llamada parecía ser algo parecido.

—Estuve vigilando a Svelander —dijo Thomas—. Lo seguí hasta la ciudad. No había quedado en un hotel. Se fue al Gondolen, ya sabes, el restaurante de lujo junto a Slussen. ¿Te suena de algo?

Naturalmente, a Natalie le sonaba el restaurante. Había estado allí varias veces con sus padres.

—Sí, lo conozco.

—Sospechaba que sí. Porque tu padre solía llevar a gente allí. Así que el político entró en una sala privada. No sé con quién estuvo cenando. Pero sí vi cómo salía un viejo y querido amigo del restaurante unos minutos después de que Svelander saliera.

—¿Quién? —Natalie tenía una sensación de
déjà-vu
. La misma sensación que hacía tres semanas cuando Thomas había vigilado al putero.

—Stefan Rudjman. Stefanovic.

—Joder.

—Y además, veinte minutos después vi cómo Stefanovic entregaba un sobre a un tal Johan
JW
Westlund. ¿Sabes quién es?

—No.

—No es que sea alguien importante, si preguntas a cualquiera. Acaba de salir de la cárcel, condenado por un delito grave de tráfico de drogas. Pero si preguntas, por ejemplo, a Göran, él sabría muchas más cosas sobre JW. Es conocido como blanqueador, consejero y organizador de aquella parte de la economía que cubre el espectro que va desde el gris oscuro hasta el negro azabache. Trabaja con Mischa Bladman, el dueño de la asesoría MB Redovisningskonsult. ¿Lo comprendes?

—Sí.

—Fueron ellos los que ayudaron a tu padre, por ejemplo, con la sociedad
holding
y la cuenta bancaria de Suiza.

Natalie no tomó café con las chicas. En lugar de eso, salió.

Respiró el agradable aire de septiembre. Los estudiantes iban y venían delante de ella. Ella no se movía.

Sentía cómo una especie de energía le atravesaba el cuerpo. Göran había dicho que ella era la que elegía el camino; había llegado a un cruce de caminos. Podía seguir estudiando Derecho, pasar tiempo con las chicas, llorar la muerte de su padre y seguir investigando poco a poco lo que le había ocurrido. Fingir que la vida era como antes.

O, si no, podría empezar a hacer algo importante. Empezar a actuar por su cuenta. Canalizar el dolor.

Notaba cómo la sangre fluía por sus venas, cómo le latía el corazón. Notaba cómo el aire enfriaba su cerebro sobrecalentado. Ella era fuerte; era la hija de su padre. Tenía demasiada fuerza como para seguir el camino de siempre. Su padre había abierto otra vía. Ahora le tocaba a ella recorrerla.

Tomar el control. Tomar el poder.

* * *

FUERZAS ARMADAS

Denominación SWEDEC

Centro de munición y dragado de minas de las fuerzas armadas

383883:2011

Gestor/contratante

Técnico de la Policía Judicial Lennart Dalgren

Sección Técnica de Estocolmo

Investigación preliminar

K-2930-2011-231

Identificación de granada de mano

Objeto
:

Se ha encargado a SWEDEC la identificación de un objeto. La consulta llega de la autoridad policial de Estocolmo y se refiere a una granada de mano, así como otros explosivos utilizados en la calle Skeppargatan de Estocolmo. La policía ha enviado fotografías y fragmentos para su identificación. Las fuerzas armadas contestan con extractos de la base de datos de EOD IS acerca de la construcción y el funcionamiento de los mismos.

Identificación del objeto de munición
:

El objeto de munición ha sido identificado como:

Tipo de munición: granada de mano

Modelo: M52 P3

País de origen: antigua Yugoslavia

Otros fragmentos explosivos han sido identificados como:

Tipo de explosivo: material explosivo moldeable, conocido como carga plástica

Tipo: Semtex

Fabricación: Semtin Glassworks

País de origen: República Checa

Estimación
:

Las fotos adjuntas y los fragmentos señalan de manera inequívoca que se trata de una granada de mano de modelo M52 P3 de la antigua Yugoslavia. Alrededor de la granada, es probable que se hayan colocado aproximadamente mil gramos de carga plástica del tipo Semtex.

Descripción de la construcción
:

M52 P3

M52 P3 es una granada de mano fabricada con el propósito de detener a un atacante, dejarlo fuera de combate o matarlo. No tiene usos civiles. El modelo en cuestión es pequeño y manejable; 56 mm de diámetro, 105 mm de alto y con un peso de alrededor de medio kilo. El casquillo de la granada está lleno de trotyl (100 gr). La granada tiene una fragmentación dirigida. Es lisa por fuera, pero por dentro cuenta con trazos fresados. Cuando la granada estalla, se desprenden los trozos, puede romperse tanto en fragmentos grandes como pequeños. El peso de los fragmentos es de 2,5 gr. La cantidad de fragmentos es 150 y llevan una velocidad de 1.400 metros por segundo. Si la granada de mano estalla en el suelo y no hay objetos protectores de por medio, hay un riesgo considerable de fallecimiento.

Semtex

Semtex es un tipo de carga plástica compuesta por hexógeno y pentilo. Es una masa parecida a la del pan que se puede aplicar y moldear según la necesidad del usuario. La carga plástica cuenta con usos civiles, por ejemplo, en la demolición avanzada de grandes inmuebles. Semtex, de la marca registrada Semtin Glassworks, se suministra en forma de cartucho, cubierto de una funda de papel. La velocidad de detonación de la masa es de 7.800 metros por segundo y tiene una densidad de 1,5 kg/dm3. Para detonar la masa normalmente se utiliza un detonador adherido a una mecha de pólvora. Es difícil provocar la explosión de la masa, por lo que en condiciones normales proporciona un alto nivel de seguridad. Sin embargo, en una explosión de la potencia de la de una granada de mano, la masa se enciende y estalla inmediatamente.

El procedimiento en el suceso objeto de investigación
:

El procedimiento más probable es que el autor del crimen ha sustituido el pasador de la granada de mano por un alambre, colocado por debajo del percutor. A continuación, el autor del crimen ha aplicado la carga plástica tanto debajo de la granada como encima de ella, para después colocarla delante de la rueda delantera derecha del coche, de modo que el alambre quede apuntando oblicuamente hacia la rueda. Esta acción puede llevarse a cabo de manera muy rápida. Probablemente, el autor del crimen solo ha tenido que acercarse al coche, agacharse y colocar la granada con la carga plástica aplicada. Cuando el coche ha comenzado a rodar hacia delante, el neumático ha desplazado el alambre y, dos segundos más tarde, la granada y la carga plástica han estallado. La explosión se efectúa en un punto por debajo de la parte trasera del coche, puesto que el coche ha tenido tiempo para rodar aproximadamente dos metros.

Un procedimiento alternativo es que el autor del crimen ha hecho rodar, o ha tirado, la granada con la carga plástica debajo del coche. Sin embargo, esta manera de proceder habría expuesto al autor del crimen a un serio peligro de resultar herido durante el ataque. Tampoco explica la presencia de rastros de alambre que se han encontrado en los alrededores del lugar del crimen.

Con toda probabilidad, una granada de estas características sin una carga plástica aplicada habría tenido serias dificultades de atravesar el chasis del coche con la fuerza necesaria para causar heridas mortales al conductor o al pasajero. Por lo tanto, la utilización de la carga plástica indica que el autor del crimen cuenta con sólidos conocimientos de explosivos, efectos explosivos y detonaciones dirigidas.

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