365 días para ser más culto (26 page)

A
finales de la década de 1960, Stanley Milgram, un psicólogo de la Universidad de Yale, realizó una serie de estremecedores experimentos sobre la obediencia. Demostró así cómo una situación puede imponerse a la conciencia individual de una persona. Sus hallazgos han servido para explicar las grandes atrocidades de nuestra época: el Holocausto, la matanza de My Lai y el genocidio de Ruanda.

Milgram extrajo a los sujetos de su experimento de todos los estratos sociales: abogados, bomberos, obreros… Todos aceptaron cobrar 4,5 dólares por hora a cambio de participar en un estudio sobre aprendizaje y castigo. Un médico con bata blanca les conminó a actuar como «profesores»; debían leer una lista de palabras que un «alumno» debía asociar con otras desde otra habitación en la que no se lo podía ver pero sí escuchar. Si el alumno se equivocaba, el profesor debía castigarlo con una descarga eléctrica, cuya intensidad iría incrementando con cada respuesta incorrecta. El primer nivel estaba catalogado como «descarga leve de 15 voltios». El último, como «peligro, descarga fuerte de 450 voltios».

El verdadero experimento consistía, por supuesto, en ver qué nivel de castigo estarían dispuestos a administrar. A los 180 voltios, el alumno (en realidad, un actor) gritaría para decir que no podía soportar más el dolor. A los 300, se negaría a seguir con el experimento. A los 330, sólo habría silencio. Para sorpresa de Milgram, el 65% de los sujetos llegó hasta el final, los 450 voltios, aunque se les dijera que el alumno tenía problemas de corazón. Muchos parecían muy alterados (sudaban mucho, se mordían los labios), pero instigados por el experimentador de bata blanca continuaron pese a sus escrúpulos morales.

El hallazgo de Milgram horrorizó a la comunidad científica de los años sesenta, tanto por sus cuestionables métodos éticos como por sus terribles resultados. Pero su investigación demostró a las claras cómo gente normal puede ser inducida a cometer actos inhumanos simplemente por la presencia de una figura de autoridad. Milgram descubrió también que cuanto mayor fuera la distancia psicológica del sujeto respecto de su víctima, más probable era que siguiera las órdenes hasta un final fatal. Si el profesor sólo leía las preguntas pero no administraba las descargas, el 90% concluía el experimento; pero si tenía que tocar al alumno para castigarlo, sólo el 30% llegaba hasta los 450 voltios.

Los
Conciertos
de Brandeburgo
,
de Johann Sebastian Bach

E
stos seis conciertos, compuestos por Bach cuando vivía en Cöthen, fueron creados por encargo del margrave de Brandeburgo en 1721. Cinco de ellos están compuestos por tres movimientos, rápido-lento-rápido, y el otro (el primero) cuenta con seis, incluidas dos danzas. Son célebres por la ambiciosa combinación de los instrumentos solistas y su elegante contrapunto. Además se los considera como la combinación perfecta del imperioso estilo barroco alemán y el gusto alegre de compositores como Antonio Vivaldi.

El primer concierto (escrito para un violín solista, tres oboes, cuerdas, fagot y 2 trompas) sigue la estela de un dinámico diálogo entre las dos trompas y dentro del resto de secciones de viento de madera. El segundo (para trompeta, flauta dulce, oboe, violín solista y cuerdas) hace uso de todas las permutaciones posibles de solista. El tercero emplea grupos de tres violines, violas y violonchelos como solistas, junto con las cuerdas orquestales. Es Poco habitual porque los solistas interpretan a menudo la misma parte que la orquesta que toca por detrás. El quinto es para violín solista, flauta, clavicordio y cuerdas; y el sexto para dos violas solistas, cuerdas orquestales bajas (sin violines) y violonchelo. Las secciones en las que toca toda la orquesta se llaman
tutti
(todos juntos) y se alternan con otras en las que suena el instrumento solista acompañado sólo por el continuo.

El concierto número cuatro es probablemente el más reconocible de todos y constituye la quintaesencia de la pieza barroca. Escrito para un violín solista y dos flautas dulces solistas, cuerdas y continuo, su movimiento rápido sigue de forma estricta la forma del
ritornello
de Vivaldi, con sus
tutti
recurrentes y sus fuertes cadencias. Su segundo movimiento es un andante de forma libre. El
presto
final es al estilo de una fuga: Bach componía temas largos y luego los imitaba en otras partes, superponiéndolos de forma sucesiva.

Argumentos sobre
la existencia de Dios

A
unque mucha gente (tanto creyentes como ateos) exponen sus razones sobre la existencia de Dios, ningún argumento puede ser probado. Sin embargo, los filósofos lo han intentado ya desde Aristóteles.

Hay tres tipos de argumentos sobre la existencia de Dios. El primero se denomina ontológico y se debe al filósofo medieval san Anselmo de Canterbury (1033-1109). La teoría de san Anselmo era más complicada, pero el fondo fundamental del argumento ontológico es el que sigue:

Dios es el ser más perfecto posible. (Definición)

Es más perfecto existir que no existir.

Si Dios no existiera, entonces carecería de una existencia perfecta. (De ii)

Por tanto, Dios existe. (De i e ii)

El segundo tipo de argumento sobre la existencia de Dios es cosmológico. Su razonamiento básico consiste en que todo lo que existe debe tener una causa, una causa que a su vez no tiene causa. La primera causa debe ser Dios, porque sólo Él puede existir sin tener una causa. Una variante de este argumento asegura que todo excepto Dios es contingente o lo que es lo mismo, todo lo demás podría no existir, pero cualquier causa contingente requiere de una causa en sí misma necesaria, y esta causa es Dios.

El tercer tipo es el argumento del diseño, que no es tan riguroso en cuanto a la lógica se refiere como los otros dos. De acuerdo con este razonamiento, el mundo tiene características cuya mejor explicación es la hipótesis de que fueron creadas por un diseñador inteligente. Entre estas características se suele citar la armonía de las leyes físicas que hacen la vida posible, la adaptación de los organismos a su entorno natural y el hecho de que los humanos sean seres inteligentes con conciencia de sí mismos.

La cábala

L
a cábala, o lo que es lo mismo, el misticismo judío, explica los numerosos misterios de esta religión. Busca encontrar respuesta a cuestiones que van desde el motivo por el que Dios creó la Tierra y a los seres humanos hasta la razón por la que, si Él es bueno, existe el mal en el mundo. Intenta alcanzar descubrimientos místicos a través de la interpretación hermenéutica de la Torá y el Talmud, con el objeto de hallar la verdad mística (el ascenso hasta Dios).

Constituye un eje central de la cábala la noción de que Dios tiene dos formas: una en la que se manifiesta para crear la Tierra y otra que es completamente imposible de conocer. Entre ambas naturalezas divinas hay diez
sefirot
(fuerzas creativas), que median entre ese Dios imposible de conocer y el Dios que se manifiesta. Los practicantes de la cábala creen que se puede influir sobre estas fuerzas para llevar hasta la Tierra poderes divinos como la compasión o el juicio. Según la cábala, cada letra de la Torá posee un poderoso significado que es posible descifrar.

El texto más importante de la cábala es el Sefer ha-zohar, o simplemente Zohar. Esta obra fue «descubierta» más que escrita por Moisés ben Shem Tov de León, en España, en el siglo XIII. Ben Shem atribuyó la obra a un rabino del siglo II. El texto es, como otros pertenecientes a la cábala, casi incomprensible a menos que el lector posea un profundo conocimiento de la Biblia hebrea.

Aunque la cábala prosperó durante la Edad Media, su amplia difusión actual se debe a su expansión durante el siglo XVIII, que comenzó con el movimiento jasídico. Hoy en día ha aparecido en muchos titulares de la prensa porque numerosos famosos han abrazado su práctica. Sin embargo, la mayoría de los expertos insisten en que esta versión de la cábala, que consiste en hechizos espirituales, piedras y collares, constituye una degeneración respecto de la verdadera práctica tradicional.

El Renacimiento italiano

E
l Renacimiento italiano, que se originó en la ciudad de Florencia a finales del siglo XIV y alcanzó su cenit durante el reinado de un gobernante local llamado Lorenzo el Magnífico, fue un período de tremendos cambios políticos, religiosos y artísticos. Como su propio nombre indica, fue percibido por los intelectuales como un redescubrimiento de las artes, que llegaba tras lo que algunos consideran un período de mil años de estancamiento cultural en Europa que comenzó con la caída del Imperio romano.