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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos I: La prueba del héroe (26 page)

BOOK: Agentes del caos I: La prueba del héroe
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—Los créditos estafados se aprecian el doble que los que se ganan.

—Eso es muy bonito, pero no me lo trago. No dudo que los créditos influyeran en tu decisión, pero sabes tan bien como yo que hay cosas más importantes en juego.

—¿Qué es más importante?

—La Nueva República va a perder esta guerra, y no se gana nada estando en el bando de los perdedores. Juega bien tus cartas, Reck, y los dos estaremos entre los ganadores.

—Mentiría si te dijera que no me parece una oferta tentadora —dijo Reck—, pero puesto que no te ha resultado difícil encontrarme, eso significa que el SINR tiene a la Brigada de la Paz bajo vigilancia.

—Eso déjamelo a mí.

—A ti… ¿Y cuándo voy a saber quién eres?

—Cuando llegue el momento… y yo lo decida.

Reck respiró hondo.

—Vale —dijo al fin—. Estoy dispuesto a intentarlo.

—No lo lamentarás —la telbun hizo una breve pausa—. La desertora y su compañera van a ser reubicadas en Bilbringi, a bordo de una vieja nave de transporte llamada
Reina del Imperio
. Te daré los planes de viaje y te mantendré informado de cualquier detalle adicional en cuanto los averigüe. Pero sugiero que las interceptes antes de llegar a Bilbringi.

—Eso déjamelo a mí —dijo Reck, satisfecho de poder igualar el marcador.

—Una cosa más: no digas ni una palabra sobre cómo has obtenido esta información, ni siquiera a tus superiores yuuzhan vong. De momento, esto debe quedar entre tú y yo, y tus dos colegas.

—Me parece bien…, al menos durante un periodo de prueba. —Sé que no me fallarás, Reck.

Una mano tocó el hombro de Reck, se oyó el roce de la tela, y la telbun se levantó.

—Seguiremos en contacto. Ni se te ocurra seguirme.

Reck se quedó quieto, pero no dejó de mirar de un lado a otro, buscando a los compinches de la telbun. Al ver que nadie se levantaba para seguir a la cubierta figura por la salida trasera del restaurante, se giró hacia Ven y Wotson.

¡Rápido! ¡Seguidla!

Reck iba a un paso de distancia tras ellos cuando salieron por la puerta de atrás, para llegar a un estrecho patio completamente lleno de telbuns idénticamente ataviadas.

C-3PO se apresuraba a cruzar las áreas de despegue del principal espaciopuerto de Ord Mantell, cuando el aullido de las sirenas indicó el fin de la alarma. Los escudos defensivos habían protegido la ciudad del ataque aéreo, pero hacia el norte, en los conocidos vertederos del planeta, densas columnas de humo negro se elevaban hacia el sucio cielo.

—Gracias al hacedor —murmuró C-3PO mientras caminaba—. Gracias al hacedor.

El ama Leia se había ocultado con su leal guardaespaldas noghri, y le había encomendado la misión de comprobar si la nave había sufrido daños durante el ataque yuuzhan vong, y lo cierto era que no. Pero otras naves sí habían sido alcanzadas, y la visión de sus cascos calcinados y perforados provocó en C-3PO un temblor descontrolado.

Se estremeció al pensar en el destino que habría sufrido si la flota de la Nueva República no hubiera repelido el ataque enemigo. Quizás habría acabado en una montaña de escombros, o, peor aún, en el fondo de un pozo lleno de androides incinerados, como el que había visto en Rhommamul tras un breve pero inquietante encuentro con el difunto Nom Anor.

—Tu existencia me ofende —le había dicho el agitador político, con una mirada conminatoria que se quedó grabada a fuego en el núcleo de memoria de C-3PO.

Una cosa era ser evitado por los gotal, cuyos sensibles órganos sensoriales tendían a sobrecargarse con la energía que manaba de los androides, y otra muy distinta era ser escogido para la desactivación o la aniquilación. Por supuesto, ha habido casos donde un androide resultó ser el culpable de instigar sentimientos anti-androides, como cuando el androide supervisor MerenData EV, al servicio de Lando Calrissian, en Bespin, destruyó la cuarta parte de la población androide de la Ciudad de las Nubes. Pero los actos repugnantes de EV-9D9 no eran típicos de un comportamiento androide.

Y, lo que era más, ¿qué podrían haber hecho los androides, o un único androide, para llenar de tanto odio a Nom Anor? Buscando precedentes, el único desprecio semejante hacia los androides que recordaba C-3PO provenía de humanos que se veían forzados a llevar prótesis. Pero también había muchos humanos a los que no les afectaba el tener partes artificiales. C-3PO no podía recordar ni un solo comentario del amo Luke en contra de su mano artificial.

¡Era todo tan desconcertante
!

C-3PO había estado demasiado cerca de la aniquilación en varias ocasiones. Los guerreros tusken le habían despojado de un brazo, los imperiales y los manifestantes de Bothawui le habían amputado traumáticamente los miembros en la Ciudad de las Nubes, el monolagarto kowakiano de Jabba
El Hutt
le había sacado un ojo… Pero siempre acababa reensamblado tras cada calamidad. Lo habían reprogramado y regenerado, lo habían bañado en aceite (un tanque de bacta para androides) y lo habían pulido para devolverle su esplendor áureo.

Esas resurrecciones periódicas hacían que la desactivación fuera algo inconcebible o, al menos, difícil de imaginar. De hecho, el fin de la existencia era ser apagado de forma permanente… eternamente. Pero ¿cómo podía ser eso posible? ¡Qué tortura debía de ser padecer una desactivación forzosa a manos del enemigo!

—Estamos todos malditos —murmuró C-3PO—. Sufrir es el destino final de todos los seres vivos, metálicos o no.

¿Pero por qué resultaba tan terrible la perspectiva de ser desactivado?

¿Acaso el temor se debía al deseo desesperado de permanecer activado, de mantener la consciencia indefinidamente y a toda costa? ¿O se debía a un apego extraordinario a la existencia? Un apego que, de vencerse, se llevaría consigo todo los temores a dejar de existir…

La revelación le dejó confuso durante unos momentos. Se detuvo bruscamente en medio del campo de aterrizaje de permeocemento, lo que provocó que otro androide de protocolo que iba detrás chocara contra él.

—¡«E chu ta» lo serás tú! —dijo C-3PO, devolviendo al otro androide el comentario.

Los nervios, se dijo a sí mismo mientras reanudaba su camino. No mostrar respeto ante alguien que había visto todo lo que él había visto, que había viajado tanto, que había acumulado tanto conocimiento desde su primer empleo como programador binario de montacargas…

Sus fotorreceptores se centraron de forma inesperada en el amo Solo. Conversando con… un ryn, nada más y nada menos.

C-3PO se acercó rápidamente a ellos y no pudo evitar darse cuenta de que el amo Han y el ryn tenían una pinta horrible, así como la nave de la que evidentemente acababan de salir, acompañados por una mezcolanza de seres abatidos y una unidad R2 de cabeza roja. De hecho, el amo Han y el ryn no hablaban, más bien discutían.

—Nos vemos —dijo el ryn a modo de despedida cuando C-3PO se acercó.

—No si puedo evitarlo, colega —dijo Han, dando a entender que no le tenía en mucha estima.

—¡Amo Solo! —dijo C-3PO, saludando con el brazo estirado—. ¡Amo Solo!

Han se dio la vuelta, lo vio y esbozó una sonrisa, ni mucho menos tan sorprendido como C-3PO esperaba que estuviera. Después de todo, sabía que el ama Leia y él estaban en Ord Mantell. Igual había venido en su busca.

—Amo Solo, está usted herido —exclamó C-3PO al ver la sangre seca en sus manos y su cara.

—Podría haber sido mucho peor —respondió Han con su habitual aprecio por los comentarios obvios—. ¿Dónde está Leia, Trespeó?

—Pues se encuentra en el Hotel Grand en estos momentos, señor. Han lo pensó un momento, entrecerrando los ojos al mirar a C-3PO.

—Supongo que no cabe la posibilidad de que no le menciones que te has encontrado conmigo.

C-3PO inclinó la cabeza perplejo.

—No, supongo que no es posible —dijo Han, respondiéndose solo. Suspiró—. En ese caso, creo que lo mejor será que me lleves ante ella.

Capítulo 18

Sigo sin poder creer que estés aquí —dijo Leia mientras aplicaba un parche transdérmico de bacta a una quemadura algo fea que Han tenía sobre la ceja derecha. Estaba sentado en el sofá de la elegante habitación de hotel de Leia, y su mujer se inclinaba sobre él mientras C-3PO permanecía en segundo plano, silencioso. Olmahk y Bsbakhan se habían apostado en la puerta—. ¿Dónde está tu amigo Roa?

Han habló apretando los dientes.

—Ésa es una excelente pregunta, Leia. Fue absorbido por una especie de serpiente gigantesca que resultó ser una nave yuuzhan vong que dio un bocado a la
Rueda del Jubileo
.

Leia le puso las manos en los hombros.

—Oh, Han, lo siento.

—Quizá sólo haya sido capturado —dijo Han—, pero eso podría ser hasta peor —apretó la mandíbula y agitó la cabeza de un lado a otro.

—¿Conseguisteis lo que teníais que hacer? —preguntó Leia, cautelosa. Han la miró a los ojos en el espejo de la sala.

—El enemigo nos interrumpió.

—Lo siento mucho —Leia apartó la mirada y volvió a su tarea con el parche de bacta—. ¿Qué vas a hacer ahora?

Han se levantó de repente y se alejó unos pasos, quitándose el pelo de la cara con las manos.

—No sé. Supongo que ir a buscarlo.

Leia le contempló, incrédula.

—¿A buscarlo? ¿Y cómo piensas hacerlo?

Han negó con la cabeza.

—Todavía no lo sé —miró a Leia y frunció el ceño—. ¿Qué quieres que haga, que finja que no ocurrió nada?

—Claro que no. Lo que quiero decir es…

Han agitó una mano.

—Tampoco espero que me entiendas.

Leia cruzó los brazos y frunció el ceño.

—¿Crees que no sé lo que significa perder a un amigo?

Han alzó la mano.

—No necesito que me cuentes otra vez lo de Alderaan o lo de Elegos A’Kla…

La mirada de Leia relampeagueó.

—¿Te has vuelto loco? ¿Cómo te atreves a decir eso?

Han la miró a los ojos.

—Ten cuidado, Leia —le advirtió—. No estoy de humor.

Leia se agarró el cuello, preocupada.

—Y yo, claro, no quiero añadir mi nombre a la lista de gente que ha hecho enfadar a Han Solo.

Han se giró y lanzó una mirada a C-3PO.

—Tiene bastante mal genio para lo pequeña que es, ¿no te parece, Trespeó?

C-3PO se le quedó mirando.

—Perdone que le pregunte, señor, pero…

—¿Vas a volver a Coruscant con nosotros? —preguntó Leia, poniéndose los puños en las caderas.

Han negó con la cabeza.

—Como ya te dije, a Roa y a mí nos interrumpieron.

—Y no tienes intención de decirme de qué va todo esto.

Han se encogió de hombros.

—¿Qué fue del hombre que prefería una pelea directa antes que andar con secretitos?

Han frunció el ceño y abrió la boca.

—¿Quién anda con secretitos?

Ella frunció el ceño, decepcionada.

—Has cambiado, Han.

—¿De qué estás hablando? —protestó él—. Yo soy el mismo de siempre. Resistente al tiempo, resistente al clima, inoxidable.

—¿Eso crees? —Leia le cogió por los hombros y le giró para que se mirara en el espejo—. Mírate bien.

Han se quedó callado un momento.

—Eso no son los años, son los pársecs.

Leia resopló desesperada.

—A veces eres exasperante.

Él rió, burlón.

—Sí, supongo que hubieras preferido casarte con algún jugador profesional de bolazona en vez de con un contrabandista, ¿no?

Leia apretó los labios enfadada.

—Para nada —señaló a la ventana—. Es un peligro que andes vagabundeando por ahí. Por lo que sabemos, los yuuzhan vong saben quién eres. Puede que hasta hayan puesto precio a tu cabeza.

—Yo no vagabundeo por ahí, Leia.

—Entonces cuéntame lo que estás haciendo.

Han iba a decir algo, pero se calló y comenzó de nuevo.

—Sabía que era un error venir aquí —murmuró.

Leia dio un paso atrás, totalmente abatida. Esta vez interrumpió a Han cuando él comenzó a hablar.

¿Sabes lo que creo, Han? Que deberías dar vueltas alrededor de Coruscant hasta que tengas claro todo esto. En serio.

Han asintió con los labios apretados.

—Quizá tengas razón, Leia. Quizás eso sea lo mejor.

Ella no hizo amago de detenerle cuando Han cogió su mochila y salió de la habitación. Pero apenas se cerró la puerta, se echó en la cama, pareciendo aturdida.

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