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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos II: Eclipse Jedi (10 page)

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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Desde alguna parte del verdoso paisaje fantasmal le llegó el arrullo de un ventripájaro. Luke sabía que aquel melodioso sonido era producido por el pájaro para marcar su territorio y alejar a sus rivales. Escuchó con más atención y captó el sonido de otras criaturas que forrajeaban o cazaban en busca de comida. La Fuerza decidía de esa forma que algunos sobrevivieran y otros murieran. La muerte en la Naturaleza, sin un propósito malévolo, no tenía un Lado Oscuro. La serpiente de cristal buscando una presa no podía compararse con lo que había hecho el Emperador durante su cruel reinado, ni con lo que hacían ahora los yuuzhan vong. Luke se había preguntado, casi desde el principio de la invasión, cómo sería la vida a los ojos y oídos de los yuuzhan vong.

Contempló fijamente la niebla. Era como si alguien hubiera levantado un velo brumoso ante sus ojos. Le llegaron imágenes de insectos que se disfrazaban de hojas, ramitas y flores florecientes, de animales pequeños que se mimetizaban entre la variada basura del lecho del bosque.
Camuflaje,
pensó Luke.

Engaño, sigilo, disimulo…

Los yuuzhan vong estaban arrasando la galaxia como una de las impredecibles tormentas que azotaban Yavin 4. La fe que depositaban en sus dioses era como la de Palpatine en el Lado Oscuro de la Fuerza. Y, aun así, pese a todo el mal que personificaban, no eran Sith, no eran emisarios del Lado Oscuro. La obediencia ciega proporcionaba una justificación hasta para sus actos más horrendos. No era su fe lo que les convertía en siervos del mal, sino su necesidad de imponer esa fe en los demás y destruir perversamente a todo lo que se interpusiera en su camino. No reconocían la luz o la oscuridad porque, en cierto sentido, existir era una ilusión para ellos. Al despreciar los valores intrínsecos de la vida, ésta sólo merecía ser vivida poniéndola al servicio de los dioses, y la recompensa por ese servicio sólo podía recogerse en la otra vida.

Cuando Luke o cualquier otro Jedi intentaron captarlos mediante la Fuerza, descubrieron que los yuuzhan vong sólo transmitían vacío, estaban desprovistos de la animada luminosidad que envolvía a todas las cosas vivas. Y si la Fuerza no fluía a través de ellos, ¿sería posible que no existiera en la galaxia en la que habían evolucionado? ¿Podía ser la Fuerza algo específico de un lugar concreto, como si fuese una ocurrencia evolutiva única en el universo? ¿O acaso la Fuerza se limitaba a estar ausente de los yuuzhan vong… y de sus armas vivientes, claro, que eran poco más que extensiones de sí mismos?

Con toda probabilidad, Mara había caído víctima de una de esas armas —una enfermedad propagada por los yuuzhan vong—, y aunque su dominio de la Fuerza había mantenido en jaque a la enfermedad cuando otros sucumbían ante ella, Luke no estaba completamente seguro de que la Fuerza hubiera sido decisiva en la batalla de Mara. No, cuando su reciente recuperación se debía a un antídoto proporcionado indirectamente por los yuuzhan vong.

Engaño, sigilo, disimulo…

A pesar de toda la curiosidad que sentía por los invasores, Luke comprendía que derrotarlos era algo imperativo. Si esa derrota no conllevaba el total exterminio de los yuuzhan vong, mucho mejor, ya que así obtendría respuesta a algunas de sus preguntas. Pero, hasta entonces, los Jedi estaban obligados a ayudar en la guerra que asolaba la galaxia. La forma de cumplir con el compromiso que tenía todo Jedi para con la paz y la justicia era un problema que todavía estaba asimilando.

El críptico murmullo de la Fuerza lo devolvió a la realidad. Se dio cuenta de que su visitante había dejado de hablar hacía rato, y se giró para enfrentarlo.

—Lo siento, Talon, ¿qué decías?

Talon Karrde sonrió débilmente. Pero, en lugar de seguir la conversación donde había quedado, acarició las puntas de su oscuro bigote y continuó observando al Maestro Jedi con franco interés.

—¿Sabes, Luke? A menudo me he preguntado cómo se ve el universo a través de los ojos de un Jedi. Solía decirme a mí mismo que no erais muy diferentes a un sacerdote de H’kig o a un ithoriano que ha oído la llamada, pero que en vez de venerar a H’kig o a la naturaleza, adorabais a la Fuerza. Pero las comparaciones son odiosas. Veis cosas que los demás no vemos, o no sabemos ver, y esas cosas no son sólo producto de una mentalidad cultivada por los Jedi para vivir en una realidad separada de la nuestra. Veis el corazón de la realidad, y ésa es una habilidad que condiciona vuestros actos. Los ojos azules de Karrde chispearon.

—Te he visto tomar decisiones que yo no podía entender en aquel momento, pero que después resultaron ser correctas. Y lo mismo puedo decir de Mara. Y como alguien que siempre se ha enorgullecido de manejar información privilegiada, me preguntaba si tomabais esas decisiones basándoos en datos a los que yo no tenía acceso, o si la Fuerza os daba la habilidad de manipular la realidad según vuestras necesidades… según el dictado de vuestras visiones. Siento ese tipo de verdad en ti, pero no estoy seguro de que también pueda aplicarse a Mara —Karrde soltó una corta risita—. Lamento no haberte conocido cuando eras joven y vivías en Tatooine, antes de convertirte en alguien que se lo piensa todo dos veces antes de actuar. No digo que Mara no lo haga también, pero la Fuerza parece impulsarla a actuar de forma más intuitiva.

Luke se quitó ceremoniosamente la capucha de su atuendo Jedi.

—Mara y yo somos distintos pero complementarios… como lo son Anakin y Jacen. La Fuerza tiene diferentes aspectos, y no todos los Jedi se centran en el mismo aspecto. Mis Maestros me regañaban por mirar siempre hacia el futuro sin verlo realmente.

—¿Tu padre podía ver el futuro? —preguntó Talon cuidadosamente.

—Mi padre no era el vidente sino la lente —Luke permaneció en silencio por un momento, después sonrió enigmáticamente—. A propósito, si Mara hubiera sabido que venía a Yavin 4, habría pospuesto su visita a Coruscant.

—¿Más análisis?

—Al contrario. Se niega a ser escaneada, examinada o evaluada por nadie.

—Entonces ¿está curada? ¿Funcionó ese elixir mágico que le dio Solo?

—No era un elixir…, eran lágrimas. Y nadie se atreve a pronunciar la palabra «cura», ni siquiera Mara. Le insté a que no tomase el antídoto hasta que pudiéramos estar seguros de que no era potencialmente peligroso, pero se negó. Insistió en correr ese riesgo.

Talon asintió con la cabeza.

—Su intuición. Pero ¿tú no estás convencido?

—La Sacerdotisa yuuzhan vong que pidió asilo político era un arma enviada para asesinar a tantos Jedi como pudiera congregar cerca de ella —explicó Luke sin dejar de mirar fijamente a la selva—. El ser que viajaba con ella, Vergere, no era yuuzhan vong, pero eso no significa que no sirviera a sus intereses.

—El elixir podría formar parte del plan —dijo Talon—. Puede que los yuuzhan vong quisieran que esa Vergere diera la impresión de estar de nuestra parte para que no dudáramos de la eficacia de la sustancia que le entregó a Han.

Luke no dijo nada.

—Pero Mara ha mejorado.

—Está más sana de lo que lo ha estado en todo el año pasado —admitió Luke—. Y contenta… Tanto como yo.

—Si empeora, si el efecto resulta ser sólo temporal…

—Los elementos de las lágrimas de Vergere no pueden ser reproducidos. Las reacciones químicas son tan confusas como todo lo que sabemos de los yuuzhan vong. Sólo podemos esperar que el efecto sea permanente.

—Sabes que haría lo que fuera para ayudar a Mara —apuntó Karrde—. Buscaré a Vergere y, si hace falta, le arrancaré más lágrimas.

—Gracias, Talon —respondió Luke sonriendo—. Se lo diré a Mara de tu parte, aunque sospecho que ya lo sabe.

Reemprendieron el camino hacia el Gran Templo. A un lado del sendero, una docena de jóvenes Jedi entre los cuatro y los doce años de edad observaba una demostración técnica del empleo de la Fuerza a cargo de Tionne y Kam Solusar. Luke hizo una pausa para observar cómo uno de los niños mayores, Tahiri, intentaba imitar las manipulaciones de Kam.

—Yavin 4 ha permanecido indetectable, pero los yuuzhan vong están cerca, en Obroa-Skai, y puede que nos veamos obligados a evacuar a todo el mundo a un planeta más seguro.

—Me sorprende que todavía no hayan marcado a Yavin como objetivo.

—Estamos proyectando una ilusión —explicó Luke—. Es algo que aprendí de los fallanassi.

Los ojos de Talon se estrecharon ante la revelación.

—Por eso insististe en guiarme cuando entramos en el sistema de Yavin.

—Tus ojos hubieran contradicho lo que indicaban los instrumentos de la nave.

Talon chasqueó la lengua y se rió.

—De dominar yo mínimamente esa técnica, no habría tenido que dejar Myrkr, donde los árboles formaban una barrera natural contra los escáneres —sonrió ampliamente—. Pero, claro, ya lo sabes…

—Sí —admitió Luke sin mostrar ninguna expresión—. Y a pesar de eso, el gran almirante Thrawn te encontró. Dado que el compromiso de los Jedi aumenta paralelamente al conflicto, pronto no seremos suficientes para mantener el espejismo y tendremos que enviar a los niños a otra parte.

—Si necesitas ayuda con ese problema, házmelo saber —ofreció Talon sin dejar de contemplar a los niños.

—Lo haré.

No habían dado ni diez pasos cuando Karrde preguntó:

—¿Es verdad que murió un Jedi en Gyndine?

—¿Te refieres a Wurth Skidder? —precisó Luke—. No estamos seguros que haya muerto. Leia estuvo allí hasta el final e insiste en que Wurth se quedó deliberadamente.

—¿Dejó que lo capturasen?

—Quizá quería unirse a la resistencia de Gyndine.

—No conozco a Skidder, pero he oído rumores —apuntó Karrde moviendo la cabeza—. ¿Es la persona adecuada para ese trabajo?

Es habilidoso.

—Ser hábil es importante, pero… ¿es afortunado?

Luke no contestó la pregunta.

—Ahora, como tantos de nosotros que han perdido amigos y familia, ansía venganza. Era amigo íntimo de Miko Reglia y de Daeshara’Cor.

—Bueno, no hay nada malo en dejarte motivar por la venganza… si eso te permite obtener resultados.

La expresión de Luke indicaba lo contrario.

—¿Estás en contra?

—Digamos simplemente que no vemos el mundo desde la misma perspectiva.

Siguieron caminando. Por encima del rumor procedente del río que fluía más allá del Gran Templo llegaron fuertes voces que debatían apasionadamente.

—Parece que hay división en nuestras filas —comentó Talon mientras se acercaban a la sala común del Templo.

—Seguro que son Jacen y Anakin.

—Complementándose entre sí, no hay duda.

Cuando Luke y Karrde entraron en el amplio espacio débilmente iluminado, Jaina ya se había situado entre sus dos hermanos con los brazos extendidos. Un puñado de otros Jedi, incluidos Kyp Durron, Ganner Rhysode, Streen, Lowbacca, Kenth Hamner y Cilghal, los contemplaba con interés. Al descubrir a Luke, R2-D2 empezó a dar pequeños botes piando y trinando, apoyándose en una pata y luego en otra.

—Sólo estaban… esto…, discutiendo la invitación de Anakin para visitar la estación
Centralia
—explicó Jaina.

Luke paseó su mirada de Jacen a Anakin, para volver al primero.

—Terminad la discusión.

Jacen frunció el ceño encarándose con su hermano pequeño.

—Te lo diré una vez más, y no pienso repetirlo:
Centralia
es esto —asió la empuñadura del sable láser que colgaba de su cinturón—, pero a una escala gigantesca. Suponiendo que la estación pueda volver a ser operativa, sólo debería ser utilizada como defensa.

Anakin resopló de cansancio.

—Y yo también te digo por última vez que estoy completamente de acuerdo.

—Entonces, manténte alejado de Corellia —replicó Jacen—. No te involucres en el restablecimiento de
Centralia
o de los repulsores hiperespaciales. La primera vez eras un niño… Todos lo éramos.

Anakin soltó un bufido.

—Olvidas que mis actos inconscientes acabaron desbaratando los planes de la Tríada para detonar otra estrella, y aniquilando a todas y cada una de las naves que los bakuranos enviaron contra ellos.

—¡Eso fue un acto defensivo! ¡Fue tu manipulación del repulsor de Drall lo que impidió que se pudiera disparar
Centralia!

—¡Manipulación! —repitió Anakin burlonamente—. Déjame preguntarte una cosa: ¿estás en contra de que Jaina vuele con el Escuadrón Pícaro?

Jacen miró a su hermana gemela, que se había tomado un permiso temporal del escuadrón al que se había unido cuatro meses antes.

—En teoría, no.

—¿Estás en contra de que mamá y Tenel Ka vayan a Hapes?

—En principio, no.

—¿En principio, no? La Nueva República espera que el Consorcio se involucre en la guerra. Si crees que el Escuadrón Pícaro o los hapanos son armas, una extensión de eso —dijo Anakin, señalando el sable láser de Jacen—, entonces, ¿cuál es la diferencia entre lo que le piden hacer a Jaina o a mamá, y lo que me piden a mí hacer en Corellia? Prometí que ayudaría a resucitar la estación, no dije nada de disparar su arma.

Jacen emitió un sonido exasperado y se giró hacia Luke:

—¿Qué opinas de esto, tío Luke?

Luke cruzó los brazos.

—Como dije al Estado Mayor de las fuerzas de Defensa, me opongo al restablecimiento de
Centralia
porque su poder es demasiado incontrolable. Y ya sabéis que estuve en contra de los intentos de Daeshara’Cor para resucitar otro
Ojo de Palpatine.
Pero si existe la más mínima posibilidad de que
Centralia
pueda utilizarse para defender Corellia, incluso para ahorrar el traslado de las flotas estacionadas en otros sistemas, estamos obligados a hacer todo cuanto podamos para que la estación vuelva a ser operativa.

Jacen apretó los labios y volvió a mirar a su hermano.

—Está bien, Anakin, hazlo a tu manera. Pero pienso ir contigo. Anakin se encogió de hombros.

—Me alegrará tenerte a mi lado.

Terminada la discusión, los adolescentes se calmaron y todos formaron lentamente un círculo alrededor de Luke y Karrde.

—Talon tiene una propuesta que hacernos —anunció Luke—. Todavía no me la ha contado, pero, conociéndolo como lo conozco, seguro que será interesante.

—O al menos entretenida —susurró Kyp Durron, provocando sonrisas en los demás.

Karrde se tomó la broma con calma.

—Estoy seguro de que sabéis que los hutt han hecho un trato con los yuuzhan vong. Y al decir trato, lo digo literalmente, dado que los hutt tan pronto se enrolan en una guerra como dan media vuelta ante el enemigo. Así que, a cambio de permitir que los yuuzhan vong entren en su sector del espacio, los hutt han pedido y recibido algo a cambio. Para saber qué ha sido, sólo había que seguir el rastro de la especia.

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