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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos II: Eclipse Jedi (5 page)

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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—Funciona mejor que nunca —dijo Han exultante, mientras el
Halcón Milenario,
recién pintado de negro, dejaba atrás un pequeño mundo de bosques verdes y púrpura.

—Una simple mano de pintura y ya te sientes invulnerable —dijo Droma frunciendo el ceño—. ¿Quién lo hubiera imaginado?

—Próxima parada, Sriluur —Han hizo algunos ajustes a los motores del
Halcón—.
Alguien lo describió una vez como el origen de todos los vientos que soplan por la galaxia, pero…

—… pero crees que sólo estaban siendo amables —completó Droma. Han contempló al ryn, absurdamente pequeño en la gigantesca silla que había pertenecido a Chewbacca.

—¿No te he advertido que no hagas eso? Bueno, de todas formas, deja de preocuparte; he estado en Sriluur más veces de las que puedo recordar. Y deja que te diga que esquivar cruceros imperiales era mucho más difícil que esquivar las naves de combate yuuzhan vong.

—Han Solo ha estado en Sriluur —puntualizó Droma, cada vez más nervioso—. A menos que pienses revelar tu verdadera identidad, sólo eres otro desaliñado viajero espacial con una nave recién pintada y ganas de morir.

Han frunció el ceño mientras se acariciaba la barba gris que le crecía en la mandíbula e intentaba vislumbrar su reflejo en el panel de transpariacero más cercano.

—Deja de preocuparte —lo imitó Droma—, tu barba tiene buen aspecto. Pero no impedirá que despertemos sospechas cuando empecemos a preguntar por las naves de prisioneros yuuzhan vong.

—Quizá no, pero Sriluur merece el riesgo. Puede que los weequays no sean los tipos más amables de la galaxia, pero son realmente buenos pegando la oreja al suelo. Y si alguien sabe por dónde debemos empezar a buscar a Roa o a tus compañeros de clan, ésos son ellos.

Droma se retorció nerviosamente el bigote.

—Espero que tu nivel de feromonas sea alto.

—Sólo se comunican así con los de su propia especie —respondió Han, haciendo un gesto de rechazo con la mano—. Siempre me he entendido con ellos en Básico. Me gustaría ver cómo te adelantas a lo que vayan a decir los weequay.

—Olfatear.

—¿Eh?

—Lo que vayan a olfatear los weequay.

Han apoyó la lengua en su mejilla, asintió con la cabeza y manipuló varios interruptores en el ordenador de navegación.

—Quizá tengamos suerte en Sriluur y nos topemos con una tormenta de arena —dijo de manera casual.

—¿Para disimular mejor la nave?

—No —gruñó él—. Para comprobar cuánta arena se necesita para tapar esa máquina de movimiento perpetuo que llamas boca.

Droma hizo una mueca y suspiró con resignación.

—Supongo que no me gusta la idea de aventurarme tan cerca del Espacio Hutt… con o sin yuuzhan vong de por medio. Los hutt y los ryn nunca nos hemos llevado bien. Esclavizaron a muchos de los nuestros para que entretuvieran en una u otra Corte. Algunos de mis antepasados fueron elegidos para pronosticar el futuro a un hutt Desilijic. Cuando algunos acontecimientos predichos no se cumplían, los hutt mandaban matar a un ryn o lo echaban a las bestias de la Corte.

—Era de esperar —dijo Han—. Pero tienes mi palabra de que ningún hutt nos impedirá localizar a tus compañeros de clan. Conseguiremos reunir a toda tu familia.

—Y después podremos empezar con la tuya —masculló Droma. Han le lanzó una mirada furiosa.

—¿Me explicas eso?

—Que podríamos empezar por Leia y tú —aclaró Droma—. Si no fuera por mi culpa, ahora estarías con ella. Sólo espero que algún día ella pueda perdonarme.

—Tú no tienes nada que ver con lo que se interpone entre nosotros —dijo Han, apretando los labios—. Diablos, ni siquiera tiene que ver con Leia y conmigo. Sino conmigo y… —hizo un ademán con la mano, abarcando las estrellas que podían verse más allá de la ventanilla—… y eso.

Droma calló unos segundos, antes de proseguir:

—Ni siquiera los amigos están a salvo del destino, Han.

—No me hables del destino —cortó Han—. Nada está prefijado… ni lo que le ocurrirá a esas estrellas, y mucho menos lo que nos ocurrirá a nosotros —señaló las estrellas—. Ellas son las que determinan mi destino.

—Y aun así terminas metido en situaciones que no has buscado.

—Como viajar contigo, por ejemplo.

Droma frunció el ceño.

—He perdido de forma trágica a muchos amigos y seres amados, y he intentado hacer exactamente lo mismo que estás haciendo tú.

—¿Y qué estoy haciendo?

—Intentando escapar de la tragedia corriendo más que ella. Viviendo al límite, aunque eso te haga correr riesgos. Enterrando el dolor de tu corazón bajo toda la ira que puedas acumular sin ver que así entierras el amor y la compasión en la misma tumba. Vivimos por y para el amor, Han. Sin él, nada vale la pena.

Han pensó en Leia evacuando Gyndine, en Jaina volando con el Escuadrón Pícaro, en Anakin y Jacen dondequiera que estuvieran los Jedi. Cuando pensó durante una fracción de segundo dónde estaría él de no ser por todos ellos, las recriminaciones y los reproches que les hizo desde la muerte de Chewie lo taladraron como una descarga de láseres.
Si les sucediera algo…
pensó, sintiendo que un enorme agujero negro se abría bajo él, minando todo aquello en lo que creía. Sólo consiguió dejar a un lado aquellos pensamientos realizando un gran esfuerzo.

—Me las arreglé sin amor durante muchos años, Droma. El amor tiene la culpa de que todo vaya cuesta abajo. Es como ser absorbido por un pozo de gravedad o ser atrapado por un rayo tractor. Si te acercas demasiado, no se puede escapar a él.

Droma asintió con la cabeza, como si comprendiera sus palabras.

—Entonces, para empezar, tu error fue hacerte amigo de Chewbacca. Hubiera sido mejor mantenerte a distancia. Así no estarías sufriendo ahora.

—Ser su amigo no fue un error —dijo Han secamente.

—Pero si hubieras mantenido la guardia alta todos esos años, nunca habríais llegado a ser amigos tan íntimos.

—Vale, acepté el riesgo, pero eso fue entonces.

—Permíteme que te sugiera un error alternativo. No viste venir su muerte y ahora estás furioso por dejar que te sorprendiera con la guardia baja.

—En eso tienes razón. Tenía que haber estado alerta.

—Entonces, supongamos que hiciste todo cuanto podías y aun así fallaste. ¿Sufrirías como sufres ahora, o estarías lo bastante satisfecho como para no echarlo de menos?

—Claro que lo echaría de menos.

—Entonces, ¿con quién estás enfadado? ¿Contigo por todo lo que no hiciste o con el destino por haberse reído de ti?

A Han le costó tragar saliva.

—Lo único que sé es que no volveré a cometer ese error. Pienso estar preparado para todo lo que me depare el destino.

—¿Y si vuelves a fallar?

—No fallaré.

Por debajo de los insondables cañones formados por las superestructuras de Coruscant, el almirante sullustano Sien Sovv desconectó su comunicador privado e informó de las trágicas noticias a los doce oficiales sentados en la Sala de Guerra de la recién constituida Fuerza de Defensa de la Nueva República.

—Hemos perdido Gyndine.

El incómodo silencio que siguió al anuncio no fue ninguna sorpresa. La caída del planeta era una conclusión previsible desde el mismo momento en que se lo identificó como objetivo, las máquinas llenaban el silencio zumbando y ronroneando, recibiendo y procesando informes de Inteligencia llegados desde todos los sectores del espacio de la Nueva República. Bajo los proyectores de luz, grupos de naves estelares se movían perezosamente entre mundos virtuales.

—Debemos avergonzarnos todos por permitir que haya ocurrido esto —dijo por fin el brigadier general Etahn A’baht, expresando en voz alta lo que pensaban muchos. Aun así, siguieron en silencio.

—Aunque me encuentro entre los que acabaron votando contra el envío a Gyndine de una fuerza lo bastante poderosa como para protegerlo —prosiguió el dorneano de color berenjena—, quisiera reiterar los argumentos que expuse antes de tomar tan lamentable decisión. Al ceder casi sin oposición mundos como Gyndine, reforzamos la sensación de que la Nueva República sólo está interesada en proteger el Núcleo y, al hacerlo, fortalecemos al enemigo debilitándonos desde dentro.

Un desdeñoso murmullo recorrió la mesa oblonga, y todas las cabezas se giraron hacia el comodoro Brand.

—Quizás habría sido mejor enviar toda una flota a Gyndine y retirar todas las defensas de Kuat o Fondor.

A’baht se mantuvo firme, buscando la mirada del humano.

—¿Y justificar así el permitir que los yuuzhan vong ocupen todo el Borde Interior? ¿Es el Borde Interior el precio que estamos dispuestos a pagar para proteger el Núcleo? —Hizo una pausa para comprobar el efecto de sus palabras—. Lo más inteligente, comodoro, sería olvidarse de este ejercicio de defensa selectiva y empezar a enviar fuerzas adonde se necesiten.

A’baht miró uno a uno a todos los presentes.

—¿No les preocupa que los mundos que se vean amenazados empiecen a rendirse sin luchar? ¿Que viejos aliados se nieguen a permitirnos usar sus sistemas como escala para los saltos hiperespaciales por miedo a las represalias de los yuuzhan vong?

Y prosiguió, antes de que nadie pudiera responder.

—Incluso un simple vistazo superficial a la situación evidencia que todas aquellas poblaciones a las que instamos a organizar una resistencia propia son las que han visto cómo sus mundos eran envenenados o devastados, mientras los que llegan a un acuerdo con los yuuzhan vong, como los hutt, escapan al derramamiento de sangre.

—Mencionar a los hutt nos deshonra a todos —dijo Brand, furioso—. ¿Es que alguien dudó de su capitulación?

A’baht hizo un gesto de apaciguamiento.

—Sólo los menciono como ejemplo, comodoro. Pero el hecho es que Nal Hutta no ha sido aniquilado como Dantooine, Ithor, Obroa-Skai o incontables mundos más. El hecho es que las poblaciones de todo el Borde Medio y la Región de Expansión están perdiendo rápidamente su fe en que seamos capaces de terminar con esta guerra… y utilizo el término con toda intención, ya que incluso ahora parecen incapaces de comprender el grave peligro al que nos enfrentamos. Los acontecimientos están llegando a un punto en el que cada sistema vela por sí mismo.

A’baht hizo un gesto que abarcó pantallas y holoproyectores.

—Esta misma sala refleja nuestra negativa a aceptar el peligro que corremos. En lugar de reunirnos abiertamente ante todos los habitantes de Coruscant, nos encerramos aquí abajo, como si escondiéramos la verdad.

—Los saboteadores iban tras los Jedi, no tras nosotros —apuntó Addar Nylykerka, director de Inteligencia.

—¿Y por qué? —preguntó A’baht—. Porque los Jedi dirigían esta campaña hasta Ithor. Y ahora, o asumimos ese papel o permitimos que la Nueva República se desmiembre lentamente hasta llegar a un punto sin retorno. Debemos demostrar cuál es nuestro compromiso deteniendo el avance de los yuuzhan vong, y debemos hacerlo antes de que caigan más mundos.

Adoptó un tono más afable antes de proseguir.

—No estoy diciendo que la seguridad no sea un problema, sólo que debemos dar ejemplo. Al reubicarnos en Ciudad Domo, invitamos a la gente a pensar que hay que esconderse.

La construcción de Ciudad Domo, una caverna de un kilómetro de longitud llena de pisos particulares y edificios de oficinas, había sido financiada originalmente por un consorcio de inversores entre los que se encontraba el ex general Lando Calrissian. Pero los cientos de miles de seres que se esperaba cambiasen la frenética superficie por la tranquilidad subterránea nunca habían llegado a trasladarse, y la empresa terminó quebrando. Los bancos y entidades de crédito que la gestionaban acabaron haciendo que pasara a ser propiedad del ejército de la Nueva República.

—Nuevos hoteles y restaurantes se abren en los niveles más bajos —estaba diciendo A’baht—. Si los yuuzhan vong atacan, los que sean tan afortunados como para vivir en lo más alto de las torres de Coruscant no tendrán más remedio que huir hacia abajo. Y oídme bien: nada sobrevivirá a su ataque, ni siquiera allí. Porque si algo nos dice lo que le ha ocurrido a Sernpidal y a Obroa-skai, es que los yuuzhan vong reharán Coruscant a su imagen y semejanza, sepultando a todo el que haya huido a las profundidades.

—¿Ha pensado adónde iremos si cae Coruscant? —preguntó Ixidro Legorburu, mientras la mayoría de oficiales sopesaba la horrible predicción de A’baht. Legorburu era nativo de M’haeli y director de la División de Evaluación de Combate de la Nueva República.

—Coruscant nunca caerá —aseguró Sien Sovv, y bajó el tono de voz para agregar—: No obstante, estamos estudiando diversas opciones para evacuar a la constelación Koornacht a mandos clave del Gobierno y del personal militar, y, en caso de suceder lo peor, al sistema de la emperatriz Teta, en el Núcleo Interior.

—Los mandos clave —repitió alguien.

El almirante sullustano frunció el ceño.

—En todo caso, es una cuestión a debatir, dado que la mayoría de las propuestas encuentran oposición en ciertos miembros del Senado. Miradas cómplices circularon alrededor de la mesa.

—La observación del general A’baht acerca de honrar nuestro compro miso con los mundos secundarios debe tenerse en consideración —dijo Sovv—, pero estoy seguro que hasta él admitirá que enviar una flotilla a Gyndine no habría frenado el avance del enemigo.

Todos miraron a A’baht esperando confirmación. Él asintió con la cabeza, aunque a regañadientes.

—El ataque a Gyndine indica un cambio en la estrategia de campaña del enemigo. Buscan puntos débiles, quizá las rutas hacia el Núcleo. Además, hemos registrado un notable aumento de campos de minas en ciertas rutas hiperespaciales, lo que ha limitado nuestro acceso a varios sectores periféricos.

—En otras palabras, intentan acorralarnos —dijo Brand.

El diminuto Sovv se puso en pie y llamó la atención de todos los presentes hacia un holomapa proyectado desde el centro de la mesa y que mostraba la actual disposición de las fuerzas yuuzhan vong.

—Esto es lo que hemos podido averiguar entre la observación directa, lo registrado por las sondas de reconocimiento y los escáneres orbitales hiperespaciales. Como pueden ver, sus flotas están concentradas entre Ord Manten y Obroa-Skai, y entre el Espacio Hutt y Gyndine. Si quieren atacar el Núcleo desde Obroa-Skai corren peligro Bilbringi, Borleias, Venjagga y Ord Mirit. Desde Gyndine son vulnerables Commenor, Kuat y Corellia. Los analistas sugieren que la conquista de Gyndine les sirvió para preparar el camino para un ataque por dos frentes. La lógica dicta que…

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