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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos II: Eclipse Jedi (6 page)

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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—Se equivoca creyendo que planean su estrategia como lo haríamos nosotros —interrumpió A’baht—. De hecho, están librando una guerra psicológica. La destrucción de la belleza natural y los centros de sabiduría, la persecución de refugiados… Esas tácticas son para confundirnos y descorazonarnos. Los yuuzhan vong nos están diciendo que la civilización, tal como nosotros la concebimos, no significa nada para ellos. Todo lo que nos es sagrado está en peligro.

La impaciencia hizo que Brand se apartara de su asiento.

—General, ahórrenos la retórica y vaya al grano. Ya que parece conocer tanto a los yuuzhan vong, estoy seguro que sabrá dónde atacarán a continuación.

—Sus próximos objetivos serán Bothawui y Kothlis —aseguró A’bath cuadrando los hombros.

Todos miraron al dorneano un largo momento.

—¿Tiene alguna prueba que lo apoye? —preguntó Sovv.

—No más de las que tiene usted para apoyar su teoría de que avanzarán hasta el Núcleo. Con sus fuerzas concentradas en el Espacio Hutt, están prácticamente a las puertas de Bothawui.

—Así que era aquí adonde quería llegar —murmuró Brand—. Se ha pasado al lado de Borsk Fey’lya. Del guerrero Fey’lya, el héroe de Ithor. A’baht se negó a responder.

—Propongo que se envíe al Espacio Bothano naves de la Tercera y Cuarta Flotas lo antes posible. Debemos trazar una línea en Bothawui e iniciar allí nuestra contraofensiva.

Brand resopló burlonamente.

—¿Y si se equivoca? ¿Y si los yuuzhan vong deciden asaltar Bilbringi, Kuat o Mon Calamari?

—¿Sugiere que esos mundos son más importantes que Bothawui? —estalló A’baht.

—Es exactamente lo que digo. La Nueva República estará perdida si cae cualquiera de nuestros astilleros.

—¿Y si cae Bothawui?

—Lamentaremos la pérdida, pero la Nueva República sobrevivirá.

—En momentos como éste desearía poder convencer a Ackbar de que abandone su retiro —dijo A’baht, sacudiendo consternado la cabeza.

Sovv alzó las manos para silenciar media docena de diferentes conversaciones.

—Pese a lo que podría parecer por las afirmaciones del general A’baht, aún no se ha desechado ninguna posibilidad. Basándonos en los datos que nos ha proporcionado Inteligencia, hay tantas posibilidades de que ataquen Bothawui como Bilbringi. Pero lo más importante es que no nos crucemos de brazos esperando el próximo movimiento de los yuuzhan vong. Ya se han puesto en marcha dos planes… —Miró a Brand—. Comodoro, si es tan amable…

A’baht se inclinó hacia delante interesado.

—El primer plan consiste en convencer al Consorcio de Hapes para que se una a la lucha —explicó Brand—. Los hapanos no sólo están bien armados, sino que se encuentran en muy buena posición para atacar el flanco del enemigo. Es más, puede que los yuuzhan vong hayan rodeado el cúmulo estelar Hapes para evitar un enfrentamiento con ellos.

—Entonces, ¿por qué iban a querer intervenir ahora los mundos del Consorcio? —preguntó A’baht—. ¿Por qué no reforzar su propio espacio como ha hecho el Remanente Imperial, o tratar con ellos como parecen haberlo hecho los hutt?

—Porque el Consorcio ya se alió con nosotros en el pasado —explicó tranquilamente Sovv—. Tras la batalla de Endor capturaron varios destructores estelares imperiales y, en lugar de apropiarse de ellos, los donaron a la Nueva República. Además, el mundo natal de su reina madre, Dathomir, está amenazado.

—Y eso no es todo —intervino Brand—, hace poco, los Jedi le hicieron un favor a la familia real desbaratando un complot contra la reina madre. Esperamos que la embajadora Organa Solo persuada a los dirigentes de las casas nobles para que nos lo agradezcan en especias.

A’baht fingió una mirada confusa.

—¿Los Jedi les hicieron un favor y ustedes piden a Organa Solo que interceda por nosotros? Explíquemelo. Que yo sepa, ella no es miembro de esa Orden. ¿O es que la envían porque el príncipe Isolder pretendió casarse una vez con ella?

—No negaré que esa circunstancia influyó en nuestra decisión —concedió Brand.

—¿Y ella aceptó?

—Puso un precio. Tuvimos que prometerle que buscaríamos nuevos fondos para SELCORE y sus refugiados. Pero sí, aceptó. En cuanto vuelva de Gyndine, partirá inmediatamente hacia Hapes.

A’baht se permitió asentir con la cabeza.

—¿Y el otro plan?

Brand se ajustó el cuello de su uniforme.

—Esperamos provocar a los yuuzhan vong para que ataquen el sistema corelliano.

Por un instante, A’baht quedó tan sorprendido que no pudo hablar. Pero no tardó en recuperarse.

—Corellia no es Gyndine, comodoro. Si intenta convertir ese sistema en un campo de batalla para despejar así las rutas espaciales de Coruscant, no tendrá mi voto. ¿No les bastó con anular la capacidad de defensa de los corellianos tras la crisis de
Centralia?

—Centralia
es el cebo con el que esperamos atraer a los yuuzhan vong —explicó Sovv poniendo sus pequeñas manos sobre la mesa e inclinándose hacia A’baht.

Centralia
era una base estación espacial más grande que la
Estrella de la Muerte,
que resultó ser un repulsor hiperespacial concebido por una raza desconocida en un oscuro pasado para capturar y transportar planetas hasta el sistema corelliano. La estación también era un arma de poder incomparable, capaz de hacer explotar una estrella o generar un campo restrictivo, y ocho años antes fue utilizada por un grupo conocido como la Tríada Sacorriana para intentar independizarse de la Nueva República. No lo consiguieron.

—¿Me está diciendo que
Centralia
sigue operativa? —preguntó A’baht escéptico—. Creía que se había desconectado.

—Se autodesconectó —le cortó Brand—, pero, mientras hablamos, hay varios cientos de científicos intentando devolverla a su estado operativo. Si conseguimos provocar a los yuuzhan vong para que ataquen Corellia, haremos que
Centralia
genere un campo restrictivo que impida a sus naves saltar al hiperespacio mientras las nuestras las atacan desde retaguardia.

—Para desolación de las especies del sector corelliano, supongo —dijo A’baht—. Al fin y al cabo, no nos ganamos muchos amigos saboteando los intentos de autogobierno de los sistemas. Si la memoria no me falla, una de las consecuencias de esa política fue la dimisión de Organa Solo como jefe de Estado.

Sovv asintió en silencio.

—Pero la gobernadora general Marcha fue nombrada por la Nueva República, y ha dado el visto bueno con condiciones. Como ciudadana coreliana, su palabra tiene mucho peso, no sólo en su Drall nativo, sino en Selonia, Corellia y los Mundos Dobles. Y tampoco la hemos puesto al tanto de todos nuestros planes.

A’baht lo miró fijamente durante un segundo. Brand siguió hablando.

Ante los corellianos, estamos preparando
Centralia
para utilizarla como arma defensiva y ahorrarnos el envío de una flotilla.

—Muy noble por nuestra parte —escupió A’baht claramente asqueado—. Ellos nos suministran defensores estelares clase Estridente, y nosotros les ocultamos que pensamos utilizar su sistema como campo de batalla. ¿Cómo planean exactamente provocar el ataque de los yuuzhan vong?

—Haciendo que Corellia parezca un objetivo demasiado atractivo para obviarlo —aclaró Brand—. Dejaremos el sistema prácticamente indefenso. A’baht se acarició pensativo la mandíbula.

—Es un plan atrevido, lo reconozco. Pero ¿han informado de ese plan a Fey’lya y su Consejo de Asesores?

—Sólo saben lo mismo que sabe Corellia —ladró Brand. Después suavizó el tono para agregar algo más—. Fey’lya nunca aceptaría la reactivación de
Centralia…
aunque sólo sea por impedir que Corellia disponga de su poder —rió brevemente—. Y, de darse la remota posibilidad de que nos apoyase, ¿cómo estar seguros de que no habría filtraciones? Si el plan se filtrase, todos y cada uno de los mundos del sistema corelliano se volverían contra nosotros.

—Fey’lya no es la única voz del Consejo —bufó de disgusto A’baht—. Si la mayoría votase en su contra, tendría que aceptarlo.

Brand y Sovv intercambiaron miradas.

—Por lo que hemos podido determinar —intervino el almirante—, tres de los miembros del Consejo apoyarían a Fey’lya. Los otros cuatro quizá se pondrían de nuestra parte.

A’baht pensó detenidamente en aquellos datos. Tras la contaminación de Ithor, y en respuesta al clamor de los sectores más extensos por aumentar su representación en el Consejo, se habían nombrado dos senadores adicionales.

—Cuatro a favor y cuatro en contra. ¿Quién es la incógnita?

—El miembro más reciente del Consejo —dijo Brand—. La senadora Viqi Shesh.

—¿Alguien ha hablado con ella? —preguntó A’baht—. Extraoficialmente, claro.

—Todavía no —reconoció Brand.

Entonces, comodoro, sugiero que lo hagamos —Sovv apretó los puños—. Y mientras aún haya oportunidad.

Ixidro Legorburu tomó la palabra.

—¿Hay alguna esperanza de persuadir a los hutt para que se unan a nosotros, de forma activa o indirecta?

—Nuestros agentes de Inteligencia en Nal Hutta y Nar Shaddaa han informado de que la decisión de los hutt de aliarse con los yuuzhan vong es una estratagema —informó Sovv—. Aparentemente, desean servir como canal de información para la Nueva República.

—¿Y se lo cree usted? —preguntó A’baht.

—Dado su historial de alianzas, nunca se aliarían con nadie sin contar con un plan alternativo —Sovv se pasó una mano por la prominente mandíbula—. Ni siquiera los hutt pueden arriesgarse a verse en el bando equivocado cuando los yuuzhan vong sean derrotados.

—Ha dicho «cuando» y no «si» —puntualizó el comodoro Brand con una mueca arrogante—. Lo encuentro de un optimismo alentador. A’baht frunció el ceño.

—Yo creo que es hacerse ilusiones.

Capítulo 4

Nom Anor contempló el desolado paisaje cubierto de apestosos pantanos, árboles achaparrados cubiertos de moho y lívidos pedazos de césped cubiertos de insectos desde la sala de espera del gran palacio con cúpulas en forma de cebolla de Nal Hutta, actual gobernante hutt. El cielo, saturado por la mezcla de contaminantes industriales y salpicado por bandadas de pájaros desgarbados, formaba un techado siniestro que parecía lamentarse de su estado descargando frecuentes duchas torrenciales de mugrienta lluvia. Por ninguna parte se veían los miserables recintos elevados, tan abundantes en las cercanías del espaciopuerto, pero, aun así, el terreno apestaba a pobreza y descomposición.

—¡Qué mundo más repugnante! —comentó el comandante Malik Carr cuando se unió a Nom Anor junto a la ventana.

—Los hutt lo llaman
La Joya Gloriosa
—replicó el Ejecutor con indiferencia—, pero tiene potencial. La luna, Nar Shaddaa, es mucho peor… Está completamente cubierta de edificios y tecnología.

—No le veo ningún potencial —gruñó Malik Carr—, pero puede que el único ojo que te queda vea con más claridad que los dos míos.

Nom Anor se permitió una sonrisa.

—Hace tiempo que vivo en esta galaxia, comandante, y he aprendido a ver más allá de las apariencias —se volvió ligeramente en dirección a Malik Carr—. Imagine a Nal Hutta como…, digamos, un laboratorio de experimentación genética.

—Sí, sí… —sonrió Malik Carr—. Incluso yo puedo imaginarme algo así.

Más alto que Nom Anor y sin enmascarador ooglith, el comandante se mostraba en toda su gloria. Los cortes de la cara y el desnudo torso superior de Malik Carr hablaban de una ilustre carrera militar. Una cinta de tela ceñía su frente y caía hacia atrás con sus borlas trenzadas en el lustroso pelo negro, formando una larga cola de caballo que casi le llegaba a la cintura. Recién llegado del Borde Galáctico, donde los argosias esperaban impacientes a que la casta guerrera completase la invasión, tenía órdenes del comandante supremo Nas Choka de supervisar la próxima etapa de la conquista.

—Tanto por deferencia a Malik Carr como para mantener oculta su identidad —incluso ante los hutt—, Nom Anor llevaba un enmascarador ooglith que ocultaba sus cicatrices, sus modificaciones corporales y las pruebas de sus sacrificios a los dioses, así como la prótesis en la cuenca vacía de su ojo y que normalmente alojaba un plaeryin bol que escupía veneno.

Malik Carr se apartó de la ventana y clavó furioso los puños en sus caderas.

—¿Cómo se atreve esa criatura a hacernos esperar? ¿Es que no sabe el riesgo que corren tanto él como su patético mundo?

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