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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos II: Eclipse Jedi (8 page)

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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—Consideren nuestra demanda como parte del acuerdo —dijo Borga despreocupadamente—. Una muestra de confianza.

—Lo que solicita parece bastante inofensivo —concedió Malik Carr—. Como quiera, Borga, no querríamos que sus naves de especia interfirieran inadvertidamente con nuestras actividades.

—Eso mismo decía yo, comandante.

—Entonces, hasta nuevo aviso, quizá le convenga evitar los sistemas tynnano, bothano y corelliano. Especialmente, Tynna.

La amplia mueca de Borga volvió a su rostro.

—Tynna, Bothawui y Corellia… Así pues, comandante, debemos reducir nuestro comercio con todos esos sistemas.

Malik Carr aspiró con arrogancia.

—Le sugiero que reduzca su comercio a cero.

En cuanto los yuuzhan vong y su séquito abandonaron el palacio, tres hutt entraron apresuradamente en el salón de la corte de Borga. Un joven hutt, de uniforme color canela, se deslizaba por sus propios medios; uno más viejo, con una banda verde recorriéndole el dorso y la cola ahusada, era transportado en una litera llevada a hombros por una docena de weequays cuya piel parecía cuero; y otro aún más viejo, que lucía una espigada barba gris, utilizaba un trineo flotante.

Este último, Pazda Desilijic Tiure, tío del famoso Jabba Desilijic Tiure, fue el primero en expresar su indignación.

¿Quiénes se creen que son, presentando exigencias a los hutt como si fuéramos una especie insignificante que sólo intenta evitar el derramamiento de sangre? Ese Malik Carr me recuerda a los peores moffs imperiales de Palpatine. Y el que se hace llamar Pedric Cuf es igualmente traicionero… Habla por ambos lados de la boca.

Pazda mostró a Borga su expresión más austera.

—Los Desilijic nunca habrían permitido tales indignidades en su corte.

Jabba hubiera arrojado a Malik Carr y a Pedric Cuf a la guarida de un rancor, y se habría arriesgado a un enfrentamiento con la flota de los yuuzhan vong.

—¿Como se arriesgó con el Maestro Jedi Skywalker? —señaló el hutt más joven, Randa Besadii Diori—. Personalmente, siempre creí que la aridez de Tatooine trastornó el juicio de Jabba —realizó una inclinación de cabeza a su madre, Borga, elevándose sobre su poderosa cola—. Los has manejado con mano experta.

—Cachorro impertinente —susurró Pazda—. ¿Qué sabes tú de manejos y estrategias si has crecido entre riquezas y privilegios?

—Sé una cosa, anciano hutt, que nunca perderé mis riquezas y mis privilegios —respondió Randa.

—Ya basta —cortó Gardulla
El Joven,
el hutt que iba en la litera, traspasando a Randa con su mirada—. Respeta a tus mayores… aunque no estés de acuerdo con ellos. —Ordenó a sus musculosos porteadores que lo acercaran a Borga, saludando con un movimiento de cabeza al diván levitante del jefe Besadii—. Si quieres engañar a un enemigo, finge temerlo.

La mueca sonriente que Borga había exhibido ante Malik Carr y Nom Anor se había trocado en una de furia.

—Es preferible que los yuuzhan vong sobreestimen nuestro servilismo a nuestra agudeza.

Gardulla rió sin alegría.

—Conseguiste engañarlos para que revelasen sus próximos objetivos. —Como os prometí que haría.

—Una información así es potencialmente inestimable. ¿Informaremos a la Nueva República de sus planes de invasión?

Borga negó con la cabeza.

—Los agentes de Inteligencia de la Nueva República ya han dado los primeros pasos para contactar con nosotros. Esperemos y veamos lo que ponen encima de la mesa de negociaciones.

—Será mejor que nos hagan una oferta que valga la pena —dijo Randa. Gardulla ignoró el comentario.

—No hay duda que los yuuzhan vong esperan que revelemos su plan.

—No, no la hay —aceptó Borga—. Por eso no haremos ningún movimiento. La Nueva República deberá acudir a nosotros.

Se deslizó de la cama hasta el suelo.

—Cuando Xim
El Déspota
y sus legiones androides intentaron invadir el Espacio Hutt, el Gran Kossak los derrotó en Vontor y los envió de un coletazo a su Hegemonía Tion. Y cuando el moff Sarn Shild intentó levantar un bloqueo en torno a Nal Hutta y destruir nuestra luna, los grandes clanes dejaron a un lado sus diferencias para manipular a los débiles imperiales y enviarlos también de vuelta a su patético Imperio.

Hizo una pausa y paseó su mirada por Pazda, Randa y Gardulla
El Joven.

—Hemos capeado muchos temporales, y también capearemos éste. Si hacemos bien las cosas, conseguiremos enfrentar a la Nueva República con los invasores para beneficio de los hutt.

—Y sin necesidad de una chapucera
Estrella de la Muerte
para conseguirlo —susurró Pazda, en referencia al fracasado Proyecto
Espada Oscura
de Durga.

Borga lo fulminó con su mirada.

—Vuelve a insultar a mi familia y dejarás de ser bienvenido en esta Corte. Pazda bajó la cabeza.

—Perdonad los desvaríos producidos por mi avanzada edad, alteza. Gardulla agitó su masa al compás de una risa siniestra.

—Como solía decir mi padre: «Siempre hay bastante para dividir, bastante para guardar, bastante para derrochar y bastante para robar… Siempre y cuando se sea el primero en ponerle la mano encima.»

Borga se rió con él.

—De momento, avisemos a nuestros subcontratistas para que sean cautelosos con sus transacciones y entregas —miró a Leenik—. ¿Quién se encarga de nuestros asuntos en los sistemas amenazados?

El rodiano hizo una leve inclinación de cabeza antes de responder:

—Boss Bunji supervisa los embarques a Corellia, y Crev Bombaasa los de Tynna y Bothawui.

Borga se relamió los labios.

—Infórmelos de que suspendemos todo negocio en los sistemas en peligro… y que redoblen sus esfuerzos en los demás —empezó a dar fuertes palmadas para despertar a los sicofantes que se habían quedado dormidos—. ¡Oigamos música y bailemos para celebrar este día!

Capítulo 5

Leia caminaba de mamparo a mamparo en el reducido espacio de su cabina a bordo del transporte de la Nueva República. C-3PO seguía sus movimientos, moviendo la cabeza de un lado a otro y con los servos zumbando y chirriando, mientras Olmahk y Basbakhan, el segundo guardaespaldas personal de Leia, permanecían en pie, vigilantes, junto a la compuerta curvada. Una iluminada media luna planetaria azul y pardo dominaba la vista de la ventana de observación de transpariacero.

El comunicador de la
suite
emitió un tono que hizo que Leia se detuviera bruscamente.

—Embajadora —dijo una voz chillona—, tenemos al ministro ralltiiri por el canal uno.

C-3PO presionó una tecla iluminada de la consola, y sobre ella apareció la holografía a tamaño natural de la cabeza y los hombros de un hombre de pelo gris.

—Embajadora —saludó el hombre mientras Leia se situaba en posición para que la máquina emitiera su imagen—. ¿A qué debo este honor?

—No se burle de mí, ministro Shirka —respondió Leia frunciendo el ceño furiosa—. ¿Por qué nos niegan permiso para desembarcar en el espaciopuerto de Grallia?

—Lo siento, embajadora —se disculpó Shirka—, pensé que ya había sido informada.

—¿Informada de qué?

—El Secretariado Ralltiiri ha vetado la propuesta que nos habría permitido aceptar a los refugiados.

—Me lo temía —bufó Leia—. ¿Y qué se supone que debo hacer con los seis mil refugiados a los que se les prometió una acogida temporal en Ralltiir?

—Me temo que no está en mis manos responder a esa pregunta.

—Pero el Secretariado estaba de acuerdo la semana pasada. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

—Es bastante complicado —Shirka parecía incómodo—. Pero, en resumen, la idea de aceptar refugiados no le sentó nada bien a algunos de nuestros inversores extraplanetarios más influyentes. Eso, naturalmente, hizo que los bancos centrales presionaran al Ministerio de Finanzas y…

—Le aseguré que el Senado de la Nueva República había aprobado una partida de fondos para Ralltiir. Es cierto, embajadora, pero esos fondos no han llegado y, para ser francos, existen rumores fundamentados de que nunca llegarán. Por eso, los inversores han perdido la confianza. Y sé que usted es consciente de que lo que ocurre en Ralltiir afecta a la respuesta del mercado en toda la Ruta Comercial Perlemiana.

—No hablamos de acciones y mercancías, ministro, sino de solidaridad —protestó Leia, cruzándose de brazos—. Puede que lo que ocurre en el Borde Medio no parezca importante en el Núcleo Galáctico, pero se engaña si cree poder mantenerse al margen. ¿Ya ha olvidado lo que hizo el Emperador cuando Ralltiir prestó su apoyo a la Alianza?

Shirka se puso en guardia.

—¿Nos está amenazando, embajadora?

—No me ha entendido. Sólo estoy sugiriendo que considere los odiosos actos de Lord Tion y el gobernador Dennix Graeber como un simple preludio de lo que los yuuzhan vong son capaces de hacer… y sin provocación alguna. ¿Recuerda lo que significa que le nieguen ayuda, ministro? ¿Recuerda todo lo que Alderaan arriesgó por Ralltiir?

—No hemos olvidado la ayuda que nos prestó en aquellos momentos difíciles —reconoció Shirka, frotándose la mandíbula—. Pero la Alianza recibió algo a cambio…

La alusión de Shirka estaba clara. Leia había rescatado a un soldado imperial herido, que fue el primero en hablarles de la superarma de Palpatine, la
Estrella de la Muerte.

—Al margen de quién ganó qué entonces… —dijo ella tras un momento de duda—, ¿tiene Ralltiir intención de permanecer neutral ante la tormenta que se avecina sólo para no molestar las vidas privilegiadas de sus inversores y habitantes ricos?

El rostro de Shirka se contrajo por la furia.

—Esta conversación ha terminado, embajadora —dijo, y cortó la conexión. Leia miró a C-3PO y soltó un bufido.

—¡Será posible…!

—Embajadora —le interrumpió la misma voz chillona de antes—. El gobernador general Amer Tariq de Rhinnal por el canal cuatro.

C-3PO presionó otra tecla, y una imagen miniaturizada de Tariq surgió del holoproyector.

—Leia, me alegra ver que se encuentra a salvo —saludó el anciano estadista y reputado médico. Llevaba un traje impecable, cuya mezcla de colores era demasiado vívida para el bolo.

—Gracias, Amer. ¿Ha recibido mi mensaje?

—Sí, Leia, pero lamento informarle de que no tengo buenas noticias. Rhinnal no puede aceptar nuevos refugiados en estos momentos, ni siquiera temporalmente.

—Amer, si es por los fondos… —Leia estaba confusa.

—No confundas a Rhinnal con Ralltiir, querida —cortó él con un seco movimiento de cabeza—. Lo que ocurre, simplemente, es que los diez mil refugiados que recibimos de Ord Mantell han forzado al límite nuestros recursos. Ayer nos vimos obligados a desviar a más de dos mil al sistema Ruano. Las cejas de Leia se alzaron de sorpresa.

—¿Ruan acepta más exilados?

—Más que aceptarlos, los solicita. De hecho, estoy seguro de que Ruan no sólo puede alojar a todos los evacuados de Gyndine, sino que le encantaría hacerlo.

Ruan, uno de los numerosos mundos agrícolas controlados por la Corporación Salliche Ag, se encontraba en los límites del Núcleo Interior, entre Coruscant y el sistema de la emperatriz Teta, a apenas un corto salto de distancia según los estándares galácticos.

—Eso espero, Amer —dijo Leia.

—Recibe mis más humildes disculpas, querida.

La transmisión se cortó abruptamente, y Leia se derrumbó en una silla, llevándose una mano a la boca para esconder un bostezo.

—Igual puede descansar un poco cuando lleguemos a Ruan —empezó a decir a C-3PO cuando el comunicador volvió a sonar—. ¿Sí?

—Hemos recibido una transmisión de origen desconocido, reenviada desde Bilbringi.

Leia suspiró cansina.

—¿Y ahora qué?

—Creo que es su esposo, embajadora.

Una imagen llena de estática apareció en la pantalla de la consola de comunicaciones. Leia reconoció de inmediato la bodega delantera del
Halcón Milenario,
aunque le costó un segundo reconocer el rostro de Han enmarcado tras una barba.

—¿Te gusta mi nuevo aspecto? —preguntó él, acariciándose el mentón.

—¡Han! ¿Dónde estás?

—Preferiría no decírtelo —respondió, girando la silla del ordenador de navegación.

Ella asintió con la cabeza, comprendiendo la precaución de su marido, pero no pudo evitar una punzada de amargura.

—¿Cómo has sabido dónde encontrarme?

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