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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (3 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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Espero que comprenda usted lo que, al comienzo de esta carta, llamé la extraordinaria situación del hombre en la tierra en lo que concierne a su desarrollo. El hombre ha nacido con esencia y ésta es la verdad y es el germen viviente en él, pero sólo puede desarrollarse por sí misma en pequeñísimo grado. La personalidad se forma entonces en torno de la esencia y la esencia no tiene oportunidad de crecer más a menos que esta personalidad se forme en torno de la esencia. Pero si un hombre permanece en ese estado al que hemos llamado la segunda etapa, no es aún un hombre y es comparable a la bellota o a una semilla que ha formado en torno de sí el alimento para su eventual desarrollo. La tercera etapa de un hombre es aquella en que hace a su personalidad pasiva de modo que la esencia en él pueda crecer. Y, por así decirlo, en consecuencia hay tres formas de enseñanza que un hombre puede encontrar. Como esencia, en la primera niñez, oye sencillas ideas de su madre, y después veremos la importancia de esas sencillas ideas. Luego entra en la vida y se entera de las opiniones del período del mundo en que le tocó nacer. Esta es la segunda etapa; en esta etapa absorbe sistemas de memoria, cursos de correspondencia, pasa exámenes, y así continúa. La personalidad se está formando. Pero existe en este mundo una clase de enseñanza muy extraña, de la cual los Evangelios son un claro ejemplo. ¿Cuál es el lugar que ocupa? ¿A qué se refiere? Pertenece a la
tercera
etapa del desarrollo de un hombre, al nuevo crecimiento de la esencia que ahora tiene lugar a expensas de la personalidad. A menos que lo comprendamos, no podremos comprender ni este sistema ni los Evangelios. Pertenece a esta tercera etapa que fue definida por Cristo cuando dice al hombre rico: "Anda, vende todo lo que tienes, y dadlo a los pobres." Y es preciso recordar que el "pobre" en nosotros es el pobre desarrollo de la esencia y que el "hombre rico" es la personalidad. Si ha comprendido usted algo de todo cuanto significa esto estará en una mejor posición para comprender lo que le diga sobre el significado de la falsa personalidad y será capaz de comprender lo que significa el intento de ir en contra de la falsa personalidad.

Y ahora deseo agregar unas cuantas palabras más, aun a riesgo de que piense que me estoy repitiendo demasiado. ¿Empieza usted a comprender realmente algunas de las implicaciones de esta idea sobre la esencia y la personalidad? ¿Empieza a ver qué significa? ¿Qué significa en verdad? No importa qué forma de educación se ha recibido en la vida, a qué color político se pertenece, si todo ello forma tan sólo la personalidad en el hombre. Se puede obtener la mejor enseñanza posible en ciencia, economía, historia, literatura, etc., pero sólo formarán la personalidad en un hombre; no lo pueden llevar a un eventual y verdadero desarrollo. Y ahora quizá comprenda usted más claramente por qué existen, en la vida, dos clases de influencias que actúan sobre el hombre, como recuerdan todos los antiguos alumnos en el trabajo. Una clase de influencias se llaman las influencias A: éstas son creadas por la vida y son formas de educación que pertenecen al período en que fuimos educados, todos los puntos de vista que pertenecen a la época particular en que un hombre ha nacido. Estas son las influencias A y forman la personalidad en él. Pero hay asimismo, como lo podemos ver nosotros mismos aun hoy, otras influencias que son sempiternas. Los Evangelios y su enseñanza constituyen para nosotros el principal ejemplo. Estas, se llaman influencias B y se aplican a cualquier época porque son siempre la misma cosa; es decir, la tercera etapa de desarrollo en el hombre, en la cual la esencia empieza a crecer a expensas de la personalidad. A menos que se comprenda verdaderamente esta aparente paradoja nunca tendremos una idea muy clara del lugar que ocupa en este sistema. Empieza al final de la segunda etapa, cuando la personalidad ya está formada y un hombre ha saboreado la vida y visto cómo son las cosas y se siente insatisfecho y comienza a buscar algo más, algo que lo hará comprender mejor, algo que lo ayudará y lo encaminará y eventualmente lo completará.

Su amigo,

MAURICE NICOLL

The Knapp — Birdlip
Gloucestershire, 27 de abril, 1941

Estimado Bush:

Como hemos hablado en la reunión que tuvimos aquí, en Birdlip, el sábado 25 de abril, sobre un tema que es importante, deseo escribirle unas pocas cosas sobre ese particular. Se refieren a la manera en que la gente encara este trabajo y cómo y con qué espíritu se realiza el trabajo sobre sí.

Empezaré conmigo mismo. Fui educado, en lo que concierne a las ideas religiosas, en el sentido de que sólo la convicción del pecado era importante. Todo era pecado, en pocas palabras. En consecuencia, la religión era un asunto muy triste, y personalmente la aborrecía. La moralidad era sólo la moralidad sexual. La virtud era sólo la continencia, y así sucesivamente, y, por lo general, el pecado y el sentimiento de ser un pecador era la principal idea en la religión. Nunca comprendí otra cosa sobre la religión en mi niñez, y por eso la temía, o me preocupaba u odiaba cuanto se refería a ella. Empecé a tartamudear en una forma atroz. Escuchaba las escrituras, casi siempre extraídas del Antiguo Testamento, que siempre me parecieron horribles. Dios era una persona violenta, celosa, mala, acusadora, y así sucesivamente. Y cuando escuché el Nuevo Testamento, me fue imposible comprender qué significaban las parábolas, y nadie al parecer lo sabía o se preocupaba de su significado. Pero una vez, en la clase de los domingos que versaba sobre el Nuevo Testamento en griego, dada por el Director, me atreví a preguntar, a despecho de mi tartamudeo, qué significaba una de las parábolas. La respuesta fue tan desconcertante que en verdad experimenté mi primer momento de conciencia; es decir, me di cuenta de súbito de que
nadie sabía nada.
Esta fue una experiencia definida y mi primera experiencia de recuerdo de sí —siendo la segunda la súbita comprensión de que nadie sabía qué estaba pensando— y desde ese momento comencé a pensar por mí mismo, o más bien comprendí que era capaz de hacerlo. Como sabe usted, todos los momentos de verdadero recuerdo de sí se destacan para siempre en nuestra vida interior, y nuestra verdadera vida no consiste de eventos exteriores, sino de estados interiores. Recuerdo con tanta claridad el aula, las altas ventanas construidas de tal modo que no se podía ver el exterior, los pupitres, el estrado donde se sentaba el Director, su rostro de estudioso, delgado, el nervioso hábito de torcer la boca, sus ademanes agitados, y de pronto la revelación interior de
saber que no sabía nada,
nada —es decir, nada acerca de lo que era realmente importante. Esta fue mi primera revelación interior del poder de la vida externa. Desde aquel momento, supe con certeza —y
esto
significa que lo logré mediante una auténtica percepción interior individual que es la única fuente del verdadero conocimiento— que todo mi aborrecimiento a la religión tal como me era enseñada era acertado. Y aunque siempre se vuelve a caer en el sueño después de un momento de verdadero recuerdo de sí, y a menudo por años, empero tales momentos de conciencia permanecen siempre en las partes más elevadas de los centros y perduran y esperan, por así decirlo, nuevos momentos de comprender, más conscientemente, qué es en realidad la vida —esto es, nunca se pierden, y, si bien de algún modo se olvidan, permanecen para siempre en el trasfondo de uno mismo, y en momentos críticos aparecen para protegernos.

Ahora deseo hablarle acerca de cómo se debe trabajar sobre sí y con qué espíritu es preciso encararlo. No se puede trabajar fácilmente con las ideas y modos religiosos ordinarios. Recuerde el dicho que se refiere a poner el vino nuevo en viejos odres. Este trabajo, este sistema de enseñanza, estas nuevas ideas qué estamos estudiando son las cosas más hermosas que es posible imaginar. Sólo lo acusan de estar dormido. No hay convicción de pecado en ellas. Le piden muy gentilmente que se observe a sí mismo. Es usted quien debe acusarse a sí mismo. Tomemos una de las ideas de esta enseñanza: la idea acerca de la
esencia.
Esta enseñanza nos dice que la esencia de cada uno de nosotros proviene de las estrellas. Recuerde el Rayo de Creación. La esencia proviene de la nota
La
(Galaxia Estelar) y pasando a través de la nota
Sol
(el Sol) y luego de la nota
Fa
(la zona planetaria) entra en la tierra. No hemos nacido meramente de nuestros padres; nuestros padres crearon el aparato para la recepción de esta esencia que proviene de las estrellas. Y todo trabajo, ya sea el trabajo personal, el trabajo con otros en el trabajo, o el trabajo para el trabajo en sí —y éstas son las tres líneas necesarias de trabajo para cualquiera que desea permanecer en este trabajo— nos trae de regreso al lugar de donde hemos venido originalmente. Ahora cada uno de nosotros está aquí, en este sombrío planeta, tan bajo en el Rayo de Creación, porque el hombre tiene en sí algo especial, algún factor especial, o
rasgo principal
para ver, para observar, para llegar a tener conciencia y para empezar a sentirse insatisfecho y de este modo para oponerse a algo. Si un hombre o una mujer muere sin haber entendido por qué están aquí y cuál es la verdadera razón de su vida, ¿acaso puede dársele otro nombre que el de tragedia? Cada uno de ustedes está aquí, en la tierra, porque desde el punto de vista del trabajo tiene que descubrir en sí algo muy especial y muy importante y debe luchar contra esta cosa con toda su habilidad e ingenio, con toda su fortaleza de mente y voluntad y alma y corazón y cuerpo. Pero, si ustedes se enorgullecen de sus virtudes, lo que sucede es que el farisaísmo y la falsa personalidad aumentarán cada día de su vida y de resultas de ello se cristalizarán en tan estrechos puntos de vista y actitudes que llegarán a ser
gentes muertas.
Ya me han oído hablar del significado de los
muertos
en los Evangelios, por ejemplo, en la observación de Cristo: "Que los muertos sepulten a sus muertos." Los muertos son aquellos que están muertos para toda posibilidad de trabajo sobre sí y de este modo toda posibilidad de cambio. Ahora bien, el trabajo sólo se puede hacer en el espíritu de su propia belleza y luz, en el espíritu de su verdadero mensaje y significación. La vida en la tierra no es nada más que un terreno para el trabajo sobre sí, de modo que se pueda regresar al lugar de donde se vino. Tomar la vida como un fin en sí es no comprender el trabajo, y es la causa de una actitud equivocada que
suele
ser la fuente de muchas emociones negativas y de esfuerzos inútiles realizados en estados negativos. Porque trabajar de un modo negativo es inútil. Sólo través de alguna clase de deleite, de algún sentimiento de alegría o placer o de algún afecto o deseo legítimo una persona puede trabajar y efectuar cualquier cambio de ser en sí misma. El temor, por ejemplo, no actuará de este modo. Un hombre puede tener algún conocimiento de la verdad, pero a menos que la
valorice,
a menos que sienta algún deleite en ella, no puede afectarlo. No actúa sobre él, porque un hombre se une a la verdad sólo a través de su amor, y de esta manera su ser es transformado. Pero si es negativo, entonces su vida afectiva —es decir, su lado emocional— se halla en estado de confusión y es lo mismo que si estuviera atemorizado y se sintiera obligado a hacer algo contra su voluntad. Hacer una cosa voluntariamente, por el deleite de hacerla, efectuará un cambio en uno mismo. Y cuando una persona empieza a levantar su propia "cruz" —es decir, carga con el peso de alguna cosa difícil que ha llegado por último a observar— y lo hace en tal espíritu, entonces logrará un resultado. Pero si lo hace penosamente, con la convicción del pecado, nunca obtendrá nada, y en especial si muestra a otros lo que está tratando de hacer, y gusta parecer miserable o grave o triste. A este respecto es menester recordar lo que Cristo dijo acerca del ayuno en el sentido de ungirse la cabeza y lavarse el rostro "para no mostrar a los hombres que ayunas". El trabajo sobre sí que deriva de la convicción del pecado pone en funcionamiento las partes negativas de los centros, y trabajar de un modo negativo conduce a un peor estado de sí que no trabajar en absoluto. Algunos tienden a trabajar en esta forma penosa. Pero nadie puede medir el deleite que la gente siente en hacerse desdichada y en gozar de sus estados negativos. Todos ustedes conocen y me han oído repetir a menudo que las partes negativas de los centros no crean nada. Cuando oí por primera vez al señor O. decir que las partes negativas de los centros no pueden
crear
cosa alguna y que cuando la gente intenta trabajar de una manera pesada, triste, negativa sólo consigue que su estado interior sea peor de lo que es —entonces experimenté otro momento de conciencia. Comprendí que lo que había sentido acerca de la religión era acertado. De pronto todo quedó formulado y explicado. Este trabajo, si le prestan atención y lo comprenden, puede ser una de las cosas más importantes que pueden escuchar. No habla del pecado, sino de estar dormido, del mismo modo que los Evangelios no hablan en verdad del pecado, sino sólo de
no dar en el blanco;
la palabra griega significa esto. ¿Acaso prestamos atención al trabajo? Tengo un antiguo libro, compuesto por un hombre, que trata del trabajo de su época. Describe a un hombre profundamente dormido, acostado en la tierra, y una escala que se extiende hasta el cielo, y ángeles que tocan trompetas casi al oído del hombre. Empero no oye nada. Está dormido en vida, quizá sea millonario o una persona muy importante, o un amanuense extenuado, o una madre preocupada, y así sucesivamente.

Este trabajo es bello cuando se comprende el porqué de la existencia y su significado. Se refiere a la liberación. Es tan bello como si, después de estar encerrado muchos años en una cárcel, se ve entrar a un extraño que le ofrece una llave. Pero también puede ser rechazada por haber adquirido el hábito de estar en la cárcel y haber olvidado el origen, que proviene de las estrellas. ¿Cómo, entonces, será capaz de
recordarse a sí,
embargado como está por pensamientos e intereses pertenecientes a la cárcel, y entregar su vida íntegra y no deformada y mancillada por las emociones negativas y todas las formas de identificación? Es muy natural, pues, rechazar la llave que podría abrir todas las puertas de la cárcel, una tras otra, porque prefiere quedarse en la prisión —es decir, como está en sí mismo. Aun más, quizá se indigne y trate de matar al extraño y luche por su vida en la cárcel y hasta sacrifique su vida con tal de permanecer en la prisión.

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