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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (62 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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Si se puede entender prácticamente —es decir, por la experiencia— que es posible ser pasivo hacia los pensamientos no identificándose con ellos, ya se ha llegado a una etapa definida de trabajo sobre el Centro Intelectual. Pero si se toma a sí mismo como
uno
solo nunca llegará a este punto. Seguirá apegado a la ilusión de que todos sus pensamientos así como todos sus sentimientos y estados de ánimo son
usted
o más bien "Yo mismo". No se discernirá el dilatado mundo interior de alturas y profundidades que contiene miles de habitantes, buenos y malos, a los que se considera como si fueran una sola persona, como
uno mismo,
y en el
acostumbrado estado de sueño
se les dice "Yo" en todo momento. A todo cuanto tiene lugar en uno mismo se lo llama "Yo". De modo que nunca se podrá salir de la posición en que se está, por tomarse a
sí mismo como uno,
y así nunca se comprenderá lo que significa llegar a ser
pasivo
para
consigo mismo.

En la disertación anterior hemos hablado del trabajo práctico que lleva a ser pasivo hacia los pensamientos. Ello pertenece al trabajo profundo en el
Centro Intelectual.
La presente disertación trata del trabajo práctico sobre la no identificación con los pensamientos.

Birdlip, 22 de mayo, 1943
Consideración Interna y Consideración Externa XII
sobre ser pasivo (6)

Hemos hablado la última vez sobre la necesidad en el Trabajo de que un hombre sea capaz de censurar sus pensamientos y de no identificarse con ellos. Esta noche nos referiremos a la necesidad de censurar nuestras emociones. Las actividades del Centro Emocional llegan a ser pasivas con mucho más dificultad que las actividades del Centro Intelectual. Le es mucho más fácil a un hombre
pensar diferentemente
que
sentir diferentemente.
Es muy posible llegar a ser pasivo hacia muchos pensamientos con los cuales uno se ha acostumbrado a identificarse, pero no ocurre lo mismo en relación con la esfera de las emociones y los sentimientos. Debido a esta razón nos identificamos mucho más con nuestros sentimientos que con nuestros pensamientos. Nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros estados de ánimo hacen presa de nosotros. Basta observarlo en los momentos en que se está enfadado. ¿Acaso es fácil no identificarse con nuestros acostumbrados estados emocionales de todos los días? Se suele sonreír y decir cosas alegres y pretender que todo anda bien, pero la procesión anda por dentro. Aunque un lado no quiera ofenderse, el otro lado insiste en hacerlo. Por ejemplo, supongamos que es tocado algo perteneciente a la arrogancia, a la vanidad, ¿acaso es fácil dejar de identificarse con esa emoción? ¿Es fácil no ofenderse? Una de las razones de este orden de cosas es que las emociones son muy rápidas. Trabajan con una energía muy "rápida", una energía mucho más rápida que la que utilizan los pensamientos ordinarios. Otra, es que rara vez observamos nuestras emociones. No las observamos porque las damos por supuestas. Nuestra vida emocional es una cosa muy triste. Pero no nos damos cuenta de cuan triste, desagradable e insignificante es. Si lo hiciéramos, empezaríamos a tener antipatía a nuestras emociones —hasta empezaríamos a odiarlas. Pero se necesita un tiempo considerable antes de llegar a ese estado de conciencia. No es exagerado decir que en realidad no tenemos conciencia de nuestras acostumbradas emociones cotidianas, que prácticamente son siempre negativas, mezquinas, celosas y miserables. Nuestro amor a las emociones desagradables es extraordinario y nos gusta mucho no sólo comunicarlas a otras personas e infectarlas, sino
escuchar
cosas desagradables, prestar atención a la maledicencia, etc.
No sabemos lo que estamos haciendo. Lo hacemos todo en un sueño.
No podemos ver nuestras emociones porque estamos demasiado identificados con ellas. Si pudiéramos ver plenamente nuestras emociones nos horrorizaríamos. Pero, afortunadamente, no somos capaces de verlas, simplemente porque no seríamos capaces de soportarlas. Nos enloquecería ver la calidad de nuestra vida emocional. Todos nosotros tenemos imágenes nobles de nosotros mismos. Y el Trabajo nunca nos permite
ver
lo que no podemos soportar. Su acción es muy lenta, muy gradual, muy suave. Podemos ver los
resultados
de nuestras emociones y éste es el punto de partida. Vemos cómo herimos a la gente, por ejemplo. Pero aun cuando nos demos cuenta de ello, nos suele tomar años de observación darnos cuenta de que tenemos emociones desagradables, traicioneras o sórdidas, capaces de herir a los demás, y de que la culpa es nuestra. Es preciso comprender que el
despertar
es un proceso muy largo y penoso, y que significa una
conciencia de sí
cada vez mayor. En la esfera emocional es muy difícil lograrlo. Cuántas veces la gente se imagina que ha hecho todo lo posible por los demás, cuando, en realidad, no ha hecho nada sino expresar sus emociones más desagradables, más hirientes y dañosas, y muchas veces sus peores emociones, de las cuales en verdad tendría que avergonzarse. En efecto, expresar las emociones desagradables es lo que en la vida se llama tan a menudo "ser sincero" o "tratar de ayudar". Las personas creen realmente que es una prueba de bondad decirse toda clase de cosas desagradables y desdichadas unas a otras e imaginan que si lo dicen con una suave sonrisa ejercen la caridad y la buena voluntad. Esto es lo que ocurre en relación con nuestros estados emocionales. No somos caritativos ni tampoco damos pruebas de buena voluntad, y es preciso comprender cabalmente este orden de cosas y repudiarlo. Nos amamos en todo. Amamos cuanto complace nuestra vanidad y por eso no amamos a nuestros prójimos a menos que nos halaguen y sintamos que disponemos de su vida. Y aun cuando tengamos en nosotros mejores "Yoes" capaces de comprender a las demás personas y hasta de preocuparse por ellas, aunque no nos halaguen, sin embargo los "Yoes" más pequeños, más mezquinos, que pertenecen al egoísmo, a la arrogancia y al engreimiento, por lo general dan pruebas de ser mucho más fuertes —salvo quizá después de un prolongado período de observación de sí, o cuando el agotamiento de una grave enfermedad los ha tranquilizado, lo cual hace que la personalidad sea pasiva. En el momento de la muerte la gente sólo desea que los otros las perdonen. Se debe ello a que ya no están más en los pequeños "Yoes". Pero debido a la acción del Trabajo la humillación puede tener lugar
gradualmente
—es decir, a través de una creciente conciencia de lo que uno realmente es— por medio de una larga y paciente observación de sí y de todo el dolor interior que causa comprender que la vida no puede ser tal como es en nuestra imaginación.

Tracemos ahora el retrato de la persona que está llena de vanidad, de auto-merecimiento, de admiración por sí, de egoísmo, de auto-estimación, de auto-valoración, de engreimiento, de presunción, de autoestima, de auto-excitación, etc. Esta persona está sumamente identificada consigo misma. Es "el hombre rico". Tales personas no tienen idea alguna de que no
pueden actuar.
Esta idea las sorprendería mucho. Tampoco se imaginan que
no saben.
Están seguras de saber lo que más les conviene. Sólo se sienten deprimidas o furiosas cuando su vanidad sufre un revés. Pero no pueden verse a sí mismas. Son muy bondadosas mientras las recompensan con gracias y alabanzas. Ayudan a los desvalidos, dan dinero a aquellos que están en la miseria, con tal de que sus bondades sean reconocidas y se sientan tratadas correctamente. Tales personas suelen ser muy útiles en la vida mecánica, pero en el Trabajo, que está bajo un
signo invertido
en relación con la vida, suelen encontrarse en muy mala situación. Recuerdo, hace muchos años, que algunas personas de esta clase que se encontraban
en
el Trabajo, resolvieron unirse para dar un "nuevo impulso" al Trabajo. Les parecía que todo andaba con demasiada lentitud y que podían lograr rápidamente un gran éxito, y no cabe duda de que se imaginaban sentadas en la plataforma de un gran
meeting
en el Albert Hall o en algún lugar semejante y festejadas por miles de personas. Sentían que con su "riqueza" —habla psicológicamente— podían engrandecer el Trabajo. Pero el Trabajo se acrecienta con la "pobreza" de un hombre. No es con la personalidad rica como el Trabajo crece, sino con la esencia hambrienta y verdadera. Es por eso que el Trabajo
invierte todo,
y hace que lo activo sea pasivo y lo pasivo activo. ¿Creen ustedes en realidad que si el Trabajo fuera un gran éxito en la vida y se lo difundiera noche y día podría conservar su fuerza interior secreta y su significación? Les aconsejo que lo piensen por sí mismos. Por mi parte, me di cuenta hace mucho de que este Trabajo nunca podría ser un éxito en la vida y que nunca se podría escribir acerca de él abiertamente, excepto en forma indirecta. Y si reflexionan con hondura se darán cuenta de que debe ser así —es decir, si piensan desde la idea de los signos activos y pasivos, en lo que concierne a la personalidad y la esencia.

Ocupémonos ahora de la cuestión de llegar a ser pasivos hacia las
simpatías
y
antipatías.
Esta es una parte del Trabajo sobre el Centro Emocional, con relación a la enseñanza general de llegar a ser pasivo hacia el "sí" activo que se hace cargo de las cosas y nos controla. Observemos nuestras estúpidas simpatías y antipatías y cómo nos
consumimos
en ellas. En el Trabajo hay un ejercicio sobre este particular: "Trate durante un momento de tener simpatía hacia aquello por lo cual tiene antipatía y viceversa". Hay un ejercicio similar respecto al Centro Intelectual que debería haber mencionado antes —a saber, "Observe las opiniones con las que está de acuerdo y hable en favor de las opiniones contrarias". Esta identificación con las simpatías y antipatías mecánicas mantiene a una persona aferrada a sus
hábitos emocionales.
Sucede tan a menudo que se descubre que la antipatía puede convertirse fácilmente en simpatía y
viceversa.
Nuestras simpatías y antipatías mecánicas tienen bases muy endebles. Cambian continuamente. Empero, les damos mucha importancia. Y muchas veces en el Trabajo se descubre que se simpatiza con gente a quien se tenía antipatía. Esto es una señal de que se está cambiando. Pero es imposible cambiar si uno sigue identificándose con cada una de las momentáneas simpatías y antipatías. Una cosa puede ayudar aquí; evitar las charlas inacabables sobre las simpatías y antipatías y darles demasiada importancia. Muchas veces el único tema de conversación de la gente son sus simpatías y antipatías. ¡Cómo si en verdad tuvieran tanta importancia! No hay charla más egoísta y agotadora. Practicar por breve tiempo, a ratos, el ser conscientemente pasivo hacia nuestras simpatías y antipatías mecánicas es muy útil, pero no siempre, es así, en particular para aquellos que son mecánicamente demasiado tímidos como para decir lo que quieren. Hablando en términos generales, el Trabajo va siempre en contra de lo que es
mecánico en uno.
Si no se tiene
mecánicamente
bastantes simpatías y antipatías es preciso tener más, y viceversa.

Hablemos ahora de un aspecto de ser pasivo hacia las simpatías y las antipatías, tanto como hacia las
asociaciones.
Ya saben que el Trabajo dice que vemos todo según las asociaciones. Sin embargo, a veces tenemos el sentimiento de estar en un lugar conocido y desconocido al mismo tiempo, pero esos sentimientos no están en el mismo lugar de nosotros. Para nuestros pequeños "Yoes" que viven en las divisiones mecánicas de los centros, las cosas pueden parecer conocidas por una mera asociación que no se produce cuando se las ve desde los "Yoes" más conscientes y por eso nos parecen desconocidas. De este modo nos "contemplamos" a veces unos a otros —como si fuera por primera vez.
Vemos por un momento sin asociaciones.
Las impresiones caen entonces más allá de la maquinaria de la personalidad mecánica. Entonces todo es extraño, desconocido y vivido. Las impresiones caen en tal caso en la esencia. Estamos acostumbrados a ver las cosas o las personas gracias a las asociaciones de modo que ya no nos
vemos
unos a otros o en verdad no vemos nada, sino sólo las asociaciones con las cuales estamos completamente identificados. Consideramos a los demás por medio de nuestras asociaciones. Nos identificamos con esas asociaciones y de este modo creemos que las vemos y conocemos. Ahora bien, es muy posible observar cómo obran las
asociaciones
con las que nos identificamos, y cómo así nos extraviamos. Es muy posible observar las asociaciones en las otras personas, en especial si se comprende que
no se las conoce.
Por ejemplo, la gente da por supuesto que se conoce una a la otra. Esta es una ilusión. Somos casi invisibles los unos para los otros. Pero si se cree "conocer" no se podrá "ver" sin asociaciones mecánicas. Significa ello que es preciso partir de la comprensión de que no se
conoce
a las otras personas, por más conocidas que nos sean. Y ocurre lo mismo con todo. En realidad no
conocemos.
Pero estamos seguros de conocer. Es preciso partir de la idea de que no se conoce ni nunca se conoció. Es preciso partir de la
ignorancia.
Este es el aspecto "pobre". Y confiere nueva vida porque permite lograr nuevas impresiones, nuevos puntos de vista, nueva comprensión. Si las impresiones caen en la esencia se verá de una nueva manera. Ahora bien, una persona "rica", muy identificada consigo misma, no puede esperar ver las cosas sin asociaciones u obtener nuevas impresiones que caigan en la esencia, lo cual es el punto que puede crecer en una persona. Vivirá siempre en las asociaciones —en el pasado. Asimismo una persona empecinada, un hombre o una mujer convencidos de que conocen lo justo y lo injusto, un hombre o una mujer secretamente enamorados de sí mismos o seguros de sí, de su virtud y punto de vista, tal hombre o mujer, por completo identificado consigo mismo, no será capaz de dividirse en dos. Es decir, no será capaz de cambiar de posición sino que siempre permanecerá
donde
está y así será
lo que es
en la Escala de Ser. El
donde
y
lo que
se es son la misma cosa en esta escala. Es decir, el nivel de ser
donde
un hombre está, es también
lo que
es. Si empieza a verse a sí mismo pasivamente comienza a ver el nivel de ser al cual está encadenado por el lado activo, auto-actuante de sí —el lado que se llama a sí mismo "Yo" y que, en mi caso, espera ser llamado "Maurice Nicoll". Este lado, en todos, usurpa el trono y se sienta en él. Hay innumerables leyendas, parábolas y mitos que se refieren a la situación psicológica equivocada del hombre. Cuesta realmente creer que tal cosa sucede a todos y que todos tienen un falso Gobernante en el trono, y que lo mismo tuvo lugar en uno hace mucho tiempo. Al menos se cree ser el
amo
en la propia casa. Pero en realidad no ocurre así. En el trono de su mundo interior no hay un verdadero
amo
—es decir en su propia psicología. Es preciso comprender que si vemos todo desde las asociaciones pasadas no seremos capaces de ver cosa alguna de un modo diferente. Solemos imaginar que vemos a otra persona, pero lo hacemos desde nuestras asociaciones. De este modo, nos mantenemos unos a otros en la presión de nuestras asociaciones mutuas. Ya tenemos formadas nuestras opiniones acerca de los otros, de modo que no permitimos que los otros existan fuera de lo que creemos acerca de ellos. Esta es una gran tragedia. Dejar a las personas en libertad, por así decirlo, permitiéndoles que sean diferentes, depende de
nuestra
manera de dejarlas en libertad. Es decir, depende de no tratar de mantenerlas iguales a lo que imaginamos que son por medio de nuestras asociaciones mecánicas. Todos los padres y madres tienen dificultades con sus hijos. Pero esto se aplica igualmente a toda clase de relaciones en la vida. Es preciso recordar que nos vemos unos a otros a través de nuestras asociaciones, una vez que nos hemos "familiarizado", como se dice, los unos con los otros. Lo que no comprendemos es que ver a una persona por medio de nuestras asociaciones con ella no tiene nada que ver con lo que esa persona es realmente. Es preciso ver a otra persona
sin asociaciones.
Este es el comienzo de algo nuevo. Y es frecuente que las asociaciones que las personas tienen unas con otras sean tan equivocadas que ni siquiera tienen una vislumbre de lo que son realmente. Yo mismo descubrí en el Trabajo que cada vez "conozco" menos a los otros. Por cierto nunca se me ocurriría decir: "Conozco a esa persona —la conocí toda mi vida". Es decir exactamente, en las mismas palabras, que no se conoce nada de esa persona salvo unas pocas asociaciones.

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