Authors: Isaac Asimov
Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos
—Tonterías —dijo hoscamente Nabellan, frunciendo la nariz—. ¿Dónde puedo encontrar la oficina?
—Al otro lado del mundo —contestó Elaine. Esta vez hizo firmemente el gesto, y Nabellan miró hacia arriba—. Si usted se va ahora, el grupo puede disgregarse. Por favor, quédese.
Medjim Nabellan dijo algo para sí misma, pero no hizo ningún intento de marcharse.
Con su agradable voz de guía, Elaine informó:
—Los sectores agrícolas están bañados por la luz del sol durante todo el tiempo, pero en las tres secciones residenciales, por supuesto, hay dieciséis horas de luz y ocho horas de oscuridad, alternativamente.
—¿Duermen todos los gammanos al mismo tiempo? —preguntó Wu Ky-shee.
—No, por supuesto que no. Duermen cuando les parece. De hecho, algunos deben trabajar durante el período de oscuridad.
—¿Por qué no permiten que cada lugar de habitación controle su propia luz solar, entonces? ¡Esta conformidad es inútil!
Efectuó más anotaciones en su libro.
Yve Abdaraman dijo, con su fina y muy clara voz de soprano:
—Puesto que Epsilon es el único mundo sin una reflexión estándar día-noche, debe ser usted quien se aparta de la norma. Un intervalo nocturno reduce el aporte de energía y mantiene la temperatura confortable.
—En absoluto —replicó Wu Ky-shee, alzando las cejas—. Si con eso da a entender que Epsilon es un lugar cálido, está muy equivocada. Esta alternancia día-noche es únicamente una herencia terrestre carente de significado.
Elaine notó que le zumbaban los oídos. ¿Un ataque contra la Tierra? Dijo rápidamente:
—No creo que debamos ignorar nuestra herencia terrestre. El tricentenario se celebra este año, y una herencia de libertad…
Se interrumpió, pues nadie reaccionó. Yve le lanzó una mirada de impaciencia y luego se volvió hacia el epsiloniano.
—Yo he estado en Epsilon —dijo—, y lo encontré demasiado cálido.
—Puede que lo encontrara usted demasiado flexible e individual para sus gustos —le devolvió la pelota Wu Ky-shee, rígidamente.
—Por favor, ¿por qué no seguimos? —pidió Elaine—. Tenemos aún un largo camino por recorrer hasta llegar al otro lado del mundo. —Hizo el gesto, y automáticamente respondieron ambos. Prosiguió—: Debemos alcanzar a los demás.
Mientras los tres apresuraban el paso, Yve dijo:
—El Centro de reciclado tiene que tener un componente computarizado. Sería de gran ayuda para mí y mi misión si pudiera tener acceso a él.
—Estoy segura que podremos arreglarlo —dijo Elaine—. Creo que nuestro Gobierno es muy abierto en este sentido.
(¿Su misión? ¿Era eso un increíble descuido? ¿O pura inocencia? La mujer tenía apenas metro y medio de altura, pero…, ¿acaso su estatura podía impedirle el…?)
Sando Sanssen estaba aguardándoles impacientemente.
—Bien, señorita Metro, ¿falta mucho todavía?
—Seguiremos inmediatamente, señor Sanssen. ¿Hay algo que desee usted ver particularmente?
—La estación de energía. Soy ingeniero eléctrico, mujer, y no estoy interesado en los campos de grano ni en las factorías de peces.
—No estoy segura que el eje esté abierto a los turistas… —dijo Elaine, conciliadora.
—No soy ningún turista —dijo Sanssen, con voz fuerte—. Soy un oficial de mi Gobierno.
—Sí, por supuesto. Ahora vamos a subir para visitar una zona hospitalaria. Gamma se siente orgullosa de sus instalaciones médicas, y nos gustaría mucho que ustedes las vieran. Mientras estamos allí, solicitaré el permiso correspondiente para entrar en el eje.
Sanssen asintió, pero no pareció muy ablandado.
Había una zona hospitalaria en cada radio, seis en total. Aquella estaba más alta en el radio que las otras puesto que se dedicaba a la investigación biológica a baja gravedad.
Los cinco turistas parecían sentirse cómodos en baja gravedad, que era aquí menos de un cuarto de la normal. Medjim Nabellan tropezó una vez, pero pareció algo meramente circunstancial. Sanssen pareció irritado al moverse hacia arriba más de lo esperado en un determinado momento, y regresó abajo con un talonazo, pero no cayó. De todos modos, incluso Elaine se distraía a veces y daba un paso demasiado fuerte.
—Creo que todos ustedes estarán interesados en las investigaciones a baja gravedad que estamos efectuando aquí. Esta es una línea de investigación que no puede llevarse a cabo allá abajo en la Tierra, y aunque todos los Mundos Orbitales son activos en este campo, ninguno ha ido tan lejos como Gamma. Ahora estamos entrando en los laboratorios, y encontraremos allí a algunos ayudantes de investigación que nos describirán los trabajos que se están realizando en estos momentos y responderán a sus preguntas… Ah, señor Sanssen.
—¿Sí?
—Simplemente quería indicarle que nos hallamos en este momento a tan sólo cuatrocientos metros del eje. —Ahora estaban los dos solos, pues los otros habían desaparecido en la zona hospitalaria—. Voy a intentar conseguirle un permiso de entrada en el Gobierno central, que se halla, por supuesto, al otro lado del mundo.
Hizo el gesto…, y su corazón latió alocadamente ante la respuesta del otro. Tenía que ser aquello.
Pero no había ninguna forma en que pudiera impedir que su reciente conocimiento se asomara a sus ojos, y Sanssen lo vio…, y probablemente comprendió el error que acababa de cometer. Fue como si de pronto dejara caer su papel.
—Un momento, muchacha —dijo, sin rastro de acento deltano en su voz.
Avanzó rápidamente hacia ella.
Lo eludió como un torero esquivando a un toro con una ligera finta lateral. De alguna forma, no conseguía desbloquear su garganta para gritar pidiendo ayuda. ¿Se atrevería a matarla? ¿Cómo explicaría su cuerpo? ¿O quizá no importaba nada con tal que él cumpliera su misión? ¿Iba a matarla y luego echar a correr hacia lo que tenía que hacer?
Se lanzó hacia ella, pero sus pies resbalaron en un suelo que se había vuelto más resbaladizo de lo habitual por la baja gravedad. Elaine se giró de puntillas y se deslizó junto a él en una maniobra de baja gravedad a la que estaba acostumbrada. Esta vez él falló por un gran margen.
El hombre se detuvo, se volvió, cortó el camino entre ella y la puerta, se quitó el sombrero de un manotazo y, tirando del cierre estático que mantenía cerrada su blusa, se la quitó también. Tenía músculos duros y fuertes, y su rostro era sombrío. Sería cuestión de minutos acabar con ella antes que viniera alguien, y parecía dispuesto a hacerlo.
Elaine podía gritar ahora, pero por el momento no se atrevió a malgastar su aliento en ello. Mantuvo los ojos clavados en él mientras oscilaba de un lado para otro, moviéndose cautelosamente. Él también se movía con igual cautela, sin olvidar ahora en ningún momento la baja gravedad.
Avanzó a pequeños pasos, pero ella se deslizó hacia atrás y hacia un lado, observando, observando. De pronto, cambió de dirección y se lanzó hacia delante en un largo planeo, luego se giró atrás de él y empujó. El hombre vaciló hacia delante, pero consiguió mantener el equilibrio, y de nuevo estaba entre ella y la puerta.
Y entonces ella intentó alcanzar la puerta un minuto más tarde de lo que era seguro, y la mano de él saltó y aferró su brazo.
Por un momento permanecieron en una tensa inmovilidad, y luego los labios del hombre se distendieron en una despiadada sonrisa mientras la atraía hacia sí. Ella gritó roncamente y pateó, pero él bloqueó las patadas con su cadera. Elaine se retorció desesperadamente, pero él no soltó su presa.
… Y entonces un oscuro brazo pasó en torno a la garganta del terrestre, apretando su tráquea con una llave y haciéndolo envararse. Elaine se vio libre.
—Gracias —susurró.
La expresión de Medjim Nabellan era más oscura aún que su piel.
—¿Ha intentado este animal deltano…?
—No es deltano —informó Elaine, jadeando fuertemente ahora que ya todo había pasado. Miró a los rostros que se habían agrupado a su alrededor y añadió—: Por favor, llamen a la policía. Y por favor, no lo suelte, Nabellan.
—No tema por eso —dijo la otra mujer—, a menos que alguien quiera hacerse cargo de las cosas por un momento. ¿Debo partirle el cuello por usted?
Parecía completamente capaz de ello, y los ojos del terrestre se desorbitaron.
—No, por favor —pidió Elaine—. Creo que lo necesitamos vivo.
Estaba de vuelta en la oficina de Janos, dos días después de su anterior entrevista.
Él se mostró absolutamente jovial ahora, al decir:
—No hubiera podido ir mejor, Elaine. Era exactamente el hombre. Delta niega tener ningún conocimiento de él, y sea eso cierto o no, ahora van a verse obligados a adherirse a la unión. Hemos jugado bien la actuación de Medjim Nabellan, y Theta reforzará su adhesión a la unión. El Gobierno de la Tierra se halla en una situación embarazosa, y el tricentenario de la región estadounidense se halla ahora en una excelente posición. Aunque siempre hay cosas imprevisibles e impredecibles, creo realmente que vamos a conseguir la independencia y la unión antes que haya terminado el año mágico de dos mil setenta y seis. Pero, ¿cómo lo consiguió, Elaine? ¿Cómo se descubrió él?
—Tenía que pensar en algo —contestó Elaine— que un terrestre olvidara en un Mundo Orbital, pese a que el mundo estaba diseñado de una forma tan parecida a la Tierra como era posible. En un momento determinado empecé a pensar en curvas. La Tierra es un mundo grande, y su gente vive en una superficie externa, que se curva muy imperceptiblemente hacia abajo. En los Mundos Orbitales la gente vive en una superficie interna, que se curva hacia arriba.
»En la Tierra, el “otro lado del mundo” es hacia abajo, muy hacia abajo. Si hablamos de ello, imagino a los terrestres señalando hacia abajo o no haciendo ningún gesto en absoluto. Por supuesto, no señalan hacia arriba. En un Mundo Orbital, “el otro lado del mundo” es hacia arriba, y sus habitantes siempre señalamos hacia arriba y miramos hacia arriba cuando hablamos de él. Usted lo hace, yo lo hago, todos lo hacemos.
»Así que intenté eso. Mencioné el otro lado del mundo a cada uno de ellos, y señalé hacia abajo mientras lo hacía. No importó lo que yo hiciera. Cuatro de ellos miraron de todos modos hacia arriba, automáticamente. Fue tan sólo un breve desviar de ojos en cada caso, pero por ese gesto yo podía decir que eran habitantes de los Mundos Orbitales. Cuando probé eso con Sanssen, sus ojos siguieron la dirección de mi dedo. Miró hacia abajo, y así supe que era terrestre. Se recobró inmediatamente, pero ya era demasiado tarde. Yo podía decirlo de un vistazo, ya sabe.
Janos asintió con la cabeza.
—Yo no hubiera sido tan eficiente, Elaine. Eso le va a representar mucho; será debidamente recompensada.
—Gracias —dijo Elaine—. Pero la independencia y la unión son la mejor recompensa para todos nosotros, ¿no cree?
“Fair Exchange?”
Estaba derivando hacia adentro y hacia afuera, y de tanto en tanto oía un breve fragmento de una melodía en mi cabeza.
Me llegó la letra: «Mientras los tontos son nombrados barones y condes, no hay nada para la inteligente oscuridad».
Tuve conciencia que había luz, luego del rostro de John Sylva inclinándose sobre mí.
—Hola, Herb —dijo su boca.
No oí las palabras, pero vi su boca formándolas. Asentí, y derivé de nuevo hacia afuera.
Había oscuridad cuando derivé de nuevo hacia adentro. Una enfermera estaba haciendo algo sobre mí, pero permanecí quieto y ella derivó, alejándose.
Me hallaba en un hospital, por supuesto.
No me sorprendió. John me había advertido, y yo había corrido el riesgo. Moví las piernas, luego los brazos…, muy suavemente. No dolían. Los sentía. Me pulsaba la cabeza, pero eso también era de esperar.
«Mientras los tontos son nombrados barones y condes, no hay nada para la inteligente oscuridad.»
Tespis
, pensé, jubiloso. Había oído
Tespis
. Derivé de nuevo hacia afuera.
Era el amanecer. Sentía el sabor de zumo de naranja en mis labios. Sorbí de la pajita, y fue una bendición.
¡La máquina del tiempo!
A John Sylva no le gusta que lo llame así. «Transferencia temporal» lo llama él.
Pude oírle diciéndolo, y me deleité en ello. Mi cerebro parecía perfectamente normal. Intenté resolver problemas de memoria, y calculé mentalmente la raíz cuadrada de quinientos cuarenta y tres. ¡Nombré los presidentes por orden! Parecía estar en buena forma mental. ¿Podía decirlo realmente? Me aseguré a mí mismo que podía.
Los daños cerebrales habían sido la gran preocupación, por supuesto, y no creo que me hubiera arriesgado a ello de no ser por
Tespis
. Se necesita ser un fanático de Gilbert y Sullivan para comprender eso. Yo lo era, y también lo era Mary. Nos conocimos en una reunión de la G and S Society, nos cortejamos el uno al otro en sucesivas reuniones y asistiendo a las representaciones del Village Light Opera Group. Cuando finalmente nos casamos, un coro de nuestros amigos de la G and S cantaron
Cuando se casa una novia feliz
, de
Los gondoleros
.
Mi cerebro era normal, estaba seguro de ello. Miré al exterior, al frío amanecer gris que acolchaba la ventana, y escuché a mi cada vez más firme memoria relatar lo que había ocurrido.
—No una máquina del tiempo —oí decir en mi mente a la voz de John—. Eso es como un automóvil que tú conduces arriba y abajo por los corredores del tiempo, lo cual es teóricamente imposible. Lo que tenemos aquí es la transferencia temporal. Las mentes pueden ejercer su influencia a través del tiempo. O mejor dicho, las partículas subatómicas pueden, y si están organizadas de forma tan compleja como en un cerebro avanzado, su influencia se ve multiplicada hasta el punto de poder ser detectada y, creo, utilizada. Si dos mentes son lo suficientemente similares, pueden resonar hasta el punto en el que la conciencia es capaz de deslizarse hacia delante y hacia atrás cruzando el abismo del tiempo. Transferencia temporal.
—¿Puedes realmente controlar eso?
—Creo que sí. Me atrevería a decir que cada mente resuena con muchas otras, lo cual podría explicar cosas tales como los sueños, las sensaciones de
déjà vu
, las inspiraciones repentinas y cosas así. Pero efectuar una transferencia real significa una resonancia abrumadora entre dos mentes en particular, y requiere una amplificación adecuada.