Cuentos completos (414 page)

Read Cuentos completos Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
13Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Probaremos.

Y sucedió que una cosa llevó a la otra. La sugerencia del sombrero de copa motivó al grabavoz a decir:

—¿Por qué no le ponemos acento británico al ser triple?

Tomó a Willard desprevenido.

—¿Por qué?

—Bueno, el lenguaje de los británicos tiene más entonación que el nuestro. Al menos el de las clases altas. La versión norteamericana del inglés tiende a ser más monótona, lo mismo que sucede con los Separados. Si el ser triple hablara británico, más que inglés, su voz podría subir y bajar con las palabras… tenor, barítono, e inclusive algún tono de soprano. Eso necesitaríamos para indicar cuáles son las tres voces con las que está formada.

—¿Puedes hacerlo?

—Creo que sí.

—Entonces probemos. No está mal… si es que resulta.

Fue interesante ver cómo se comprometió todo el grupo con la Emocional.

En particular, la escena en que la Emocional sobrevolaba la superficie del planeta, donde libraba una breve disputa con las demás Emocionales, conmovió a todos.

Willard dijo, tenso:

—Ésta va a ser una de las grandes escenas dramáticas. Vamos a montarla con la mayor amplitud posible. Va a haber telas, telas y más telas, pero no deben enredarse unas con otras. Cada grupo de telas debe distinguirse de los demás. Incluso, cuando lancen a las Emocionales sobre el público, quiero que cada juego de telas sea de un blanco totalmente distinto. Y quiero que las telas de Dua sean diferentes de las de todas las otras. Quiero que ella tenga un leve resplandor, sólo para marcar la diferencia, y porque ella es nuestra Emocional. ¿Comprenden?

—Comprendemos —dijo el imagista en jefe—. Nos encargaremos.

—Y otra cosa. Todas las otras Emocionales gorjean. Son pájaros. Nuestra Emocional no gorjea, y desprecia a las demás porque es más inteligente que ellas y lo sabe. Y cuando está sobrevolando… —hizo una pausa y meditó por un momento—. ¿Hay alguna forma de eliminar La Cabalgata de la Valkiria?

—No queremos eliminarla —dijo prontamente el sonidista—. Jamás se ha compuesto nada mejor para nuestros propósitos.

Cathcart dijo:

—Sí, pero pondremos segmentos de ella de vez en cuando. Oír algunas frases musicales tiene el mismo efecto que oír la totalidad; puedo insertar la insinuación de crines al viento.

—¿Crines? —dijo Willard con vacilación.

—Absolutamente. Tres mil años de experiencia con caballos nos remiten a la imagen del corcel galopante como el epítome de la velocidad descontrolada. Todos nuestros aparatos mecánicos son demasiado estáticos, no importa cuán rápido marchen. Y puedo arreglar todo para que las crines acompañen, acentúen y realcen el fluir de las telas.

—Suena bien. Probémoslo.

Willard sabía dónde hallarían el último obstáculo. En la última fusión. Reunió a su tropa para darles instrucciones, en parte para asegurarse de que entendían qué era lo que estaban haciendo ahora, y en parte para posponer el momento de la verdad, en el que realmente tendrían que ponerlo en sonido, en imagen y en subliminación. Dijo:

—Muy bien, el interés de la Emocional es salvar a ese otro mundo, la Tierra, sencillamente porque no puede soportar la idea de la destrucción sin sentido de unos seres inteligentes. Sabe que los seres triples están llevando a cabo un proyecto científico, necesario para el bienestar de su mundo, sin preocuparse por el peligro en que pondrán al mundo alienígena… a nosotros.

»Ella trata de advertir al mundo alienígena y fracasa. Finalmente, se entera de que el propósito de la fusión es producir un nuevo trío de Racional, Emocional y Paternal, y entonces, llegado el momento, hay una fusión final que convertirá al trío original en un ser triple. ¿Entienden eso? Es una especie de estado larval en los Separados, y una forma adulta en los triples.

»Pero la Emocional no quiere fusionarse. No quiere producir una nueva generación. Más que nada, no quiere convertirse en un ser triple y participar en lo que considera su obra de destrucción. Sin embargo, por medio de artimañas, se la obliga a fusionarse, y ella advierte, demasiado tarde, que no sólo va a convertirse en un ser triple sino que, además, ese triple será, más que ningún otro, el responsable del proyecto científico que destruirá a ese otro mundo.

»Todo esto, Laborian podría describirlo con palabras, palabras y más palabras, en el libro, pero nosotros tenemos que hacerlo más inmediato y más contundente, con imágenes y también con subliminación. Eso es lo que intentaremos hacer ahora.

Lo intentaron durante tres días, hasta que Willard estuvo satisfecho.

La exhausta Emocional, incierta, expandiéndose, con la subliminación de Cathcart instilando la sensación de no-estoy-segura, no-estoy-segura. El Racional y el Paternal, envueltos y acercándose, más rápidamente que en ocasiones anteriores, apresurándose a superponerse antes de que algo pueda interrumpirlos, y la Emocional dándose cuenta, demasiado tarde, de la significación de todo ello, y resistiéndose… resistiéndose…

Y el fracaso. La aplastante sensación de fracaso cuando el ser triple surgía de la superposición, casi más humano que cualquier otro integrante del compudrama… Orgulloso, indiferente.

El procedimiento científico continuaría. La Tierra seguiría su camino cuesta abajo.

Y de algún modo ahí estaba el nudo… ahí estaba el corazón de todo lo que Willard trataba de decir: que, dentro del nuevo ser triple, la Emocional seguía existiendo en parte. Habría tan sólo un pantallazo de telas, y el espectador sabría que, después de todo, la derrota no era definitiva.

La Emocional, de una forma u otra, seguiría luchando, por más perdida que se hallara en ese ser más grande. Vieron el compudrama completo, todos ellos, por primera vez como un todo y no como una colección de partes, preguntándose si había tramos que corregir, que reordenar. (Ahora no, pensaba Willard, ahora no. Después, cuando se hubiera recobrado y pudiera considerarlo más objetivamente).

Se sentó en la silla, desparramado. Había puesto mucho de sí en la obra. Le parecía que contenía todo lo que él quería que contuviera; que se había hecho todo lo que él había querido hacer. ¿Pero cuánto de todo ello era nada más que una expresión de deseos?

Cuando terminó y se fue apagando el último grito tembloroso, subliminal, de la Emocional derrotada-pero-no-del-todo, dijo:

—¿Y bien?

Y Cathcart dijo:

—Esto es casi tan bueno como tu Rey Lear, Jonas.

Hubo un murmullo general de aprobación, y Willard echó una cínica mirada a su alrededor. ¿No era eso lo que siempre le dirían, sin importar qué hiciera?

Sus ojos se posaron en los de Gregory Laborian. El escritor no tenía ninguna expresión, no decía nada.

Willard apretó los labios. Por lo menos, de él podía esperar una opinión que tendría, o no tendría, respaldo en oro. Willard ya tenía sus cien mil. Ahora se vería si el dinero seguiría siendo electrónico.

Dijo, y su propia incertidumbre lo hizo parecer autoritario:

—Laborian, quiero verlo en mi oficina.

Estaban juntos a solas por primera vez desde antes de hacer el compudrama.

—¿Y bien? —dijo Willard—. ¿Qué piensa, señor Laborian?

Laborian sonrió.

—La mujer que hace la ambientación subliminal le dijo que era casi tan bueno como su Rey Lear, señor Willard.

—La escuché.

—Está totalmente equivocada.

—¿En su opinión?

—Sí. Lo que cuenta ahora es mi opinión. Ella está totalmente equivocada. Su Tres en Uno es mucho mejor que su Rey Lear.

—¿Mejor? —El rostro agotado de Willard estalló en una sonrisa.

—Mucho mejor. Considere el material con que tuvo que trabajar al hacer El Rey Lear. Tenía usted a William Shakespeare produciendo palabras que cantan, que son música en sí mismas; a William Shakespeare produciendo personajes que, bondadosos o malvados, fuertes o débiles, sagaces o tontos, leales o traidores, son todos más grandes que la vida misma; a William Shakespeare escribiendo dos argumentos simultáneos, que se refuerzan mutuamente y hacen trizas al público.

»¿Cuál fue su contribución a El Rey Lear? Agregó usted dimensiones que Shakespeare no podía manejar por carecer del conocimiento tecnológico apropiado, que Shakespeare no podía siquiera soñar, pero con las más avanzadas tecnologías, lo único que todo su personal y todo su talento tuvieron que hacer fue apoyarse en el mayor genio literario de todos los tiempos y en una de las obras que escribió cuando estaba en la cima de sus capacidades.

»Pero en Tres en Uno, señor Willard, usted trabajó con mis palabras, que no cantan; con mis personajes, que no son grandiosos; con mi argumento, que no hace trizas a nadie. Usted trabajó conmigo, un escritor del montón, y produjo algo grande, algo que será recordado hasta mucho después que yo haya muerto. Por lo menos uno de mis libros me sobrevivirá, gracias a lo que usted ha hecho.

»Devuélvame mis cien mil electrónicos, señor Willard, y yo le entregaré esto.

Transfirieron los cien mil dólares de una tarjeta a la otra y, con esfuerzo, Laborian colocó su gordo portafolios sobre la mesa y lo abrió. De él sacó una caja, cerrada con un pequeño gancho. Lo desenganchó con cuidado y levantó la tapa. Dentro de ella brillaban las monedas de oro, cada una de las cuales tenía la figura del planeta Tierra: el hemisferio oriental en una cara y el occidental en la otra. Grandes piezas de oro, doscientas, de un valor de quinientos globo-dólares cada una.

Willard, sobrecogido, levantó una de las monedas. Pesaba alrededor de treinta gramos. La arrojó al aire y volvió a atraparla.

—Hermosa —dijo.

—Es suya, señor Willard —dijo Laborian—. Gracias por hacer el compudrama. Es digno de todas y cada una de esas monedas de oro.

Willard se quedó mirando el oro y dijo:

—Usted me obligó a hacer el compudrama de su libro al ofrecerme este oro. Para conseguir este oro, me exigí más de lo que mi talento me permitía. Se lo agradezco, y tiene usted razón. Fue digno de todas y cada una de esas monedas de oro.

Volvió a colocar la pieza en la caja y la cerró. Después levantó la caja y se la devolvió a Laborian.

Intolerancia a errores (1990)

“Fault-Intolerant”

9 de enero

Yo, Abram Ivanov, finalmente tengo una computadora hogareña; un procesador de textos, para ser exactos. Luché por ella tanto como pude. Lo discutí conmigo mismo. Soy el escritor más prolífico de América y lo hago bien con una máquina de escribir. El año pasado publiqué más de treinta libros. Algunos, eran pequeños libros para niños. Algunas eran antologías. Pero también había novelas, colecciones de relatos cortos, colecciones de ensayos, y libros de no ficción. Nada de qué avergonzarme.

Entonces, ¿por qué necesito un procesador de textos? No puedo ir más rápido. Pero, ya saben, hay algo como la prolijidad. Teclear mis cosas significa que tengo que meter corrector para corregir letras, y ya nadie lo hace. No quiero que mis manuscritos se destaquen como un dedo machacado. No quiero que los editores piensen que mis cosas son de segunda clase, sólo porque están corregidas.

La dificultad estuvo en encontrar una máquina que no me llevara dos años en aprender cómo utilizar. Hábil no soy… como he mencionado frecuentemente en este diario. Y quiero una que no se rompa todos los días. Los fallos mecánicos me vuelven loco. De modo que compré una que tiene “tolerancia-a-los-errores”. Eso significa que si algún componente no funciona, la máquina sigue trabajando, busca el componente que funciona mal, lo corrige si puede, lo reporta si no puede y el reemplazo puede ser llevado a cabo por cualquiera. No se necesita un experto hacker. Suena como hecho para mí.

5 de febrero

No he estado mencionando últimamente a mi procesador de texto porque estuve luchando por aprender cómo funciona. Lo he logrado. Por un tiempo, tuve un montón de problemas, porque aunque tengo un cociente intelectual alto, es uno muy especializado. Puedo escribir, pero enfrentarme con objetos mecánicos me vuelve loco.

Pero aprendí rápidamente, una vez que obtuve suficiente confianza. Lo que lo hizo fue esto. El representante del fabricante me aseguró que la máquina manifestaría defectos sólo raramente, y que sería incapaz de corregir sus propios fallos sólo excepcionalmente. Dijo que posiblemente no necesitaría nuevos componentes al menos en cinco años.

Y que si necesitaba uno, ellos escucharía exactamente qué se necesita de la propia máquina. La computadora reemplazaría esa parte por sí misma, haría todo el cableado y la lubricación necesarios, y descartaría la parte vieja, la que yo podría desechar.

Eso era algo excitante. Casi deseaba que algo anduviera mal de modo de tener una parte nueva para insertársela. Le podría decir a todos, “Oh, seguro, el descombobulador quemó un fusible, y lo arreglé de un tiro. Sin problemas”. Pero no me hubieran creído.

Voy a tratar de escribir una historia corta en ella. Nada demasiado largo. Sólo unas dos mil palabras, tal vez. Si me confundo, siempre puedo regresar a la máquina de escribir hasta que recupere mi confianza. Entonces, puedo tratar otra vez.

14 de febrero

No me confundí. Ahora que la prueba esta a la vista, puedo hablar de ello. La historia salió tan suavemente como la crema. La presenté y la tomaron. Sin problemas.

De modo que finalmente he comenzado una nueva novela. Debería haberla comenzado un mes atrás, pero tenía que asegurarme primero que podía trabajar en mi procesador de texto. Esperemos que funcione. Parecerá gracioso no tener una pila de hojas amarillas donde pueda hurgar cuando quiera comprobar algo que dije cien páginas antes, pero supongo que puedo aprender a comprobarlo retrocediendo el disco.

19 de febrero

La computadora tiene un componente de corrección ortográfica. Eso me tomó por sorpresa porque el representante no me lo había dicho. Al principio dejó que los errores pasaran y yo volvía a leer cada página cuando la terminaba. Pero luego comenzó a señalar cualquier palabra que fuera no familiar, lo cual era un poco molesto porque mi vocabulario es grande y no tengo objeción en inventar palabras. Y, por supuesto, cualquier nombre propio que utilizo es algo no familiar.

Telefoneé al representante porque era un poco molesto ser notificado de toda clase de correcciones que realmente no deben hacerse.

El representante dijo:

—No permita que eso le moleste, señor Ivanov. Si le cuestiona una palabra que usted quiere que permanezca sí, sólo vuelva a escribirla exactamente igual y la computadora entenderá y la próxima vez no la corregirá.

Other books

Cold Case Squad by Edna Buchanan
Liquid Pleasure by Regina Green
Island of Death by Barry Letts
Reinhart's Women by Thomas Berger
Wondrous Strange by Lesley Livingston
Carrion Comfort by Dan Simmons
Goddess of Vengeance by Jackie Collins