De La Noche a La Mañana (53 page)

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Authors: Federico Jiménez Losantos

Tags: #Ensayo, Economía, Política

BOOK: De La Noche a La Mañana
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—A lo mejor no te falta razón. Bueno, dile que hemos hablado en confianza, sólo como consulta, que esto sigue un trámite y que si cuaja, la semana que viene hablamos. Pero explícale que antes yo tengo que consultar… pues… con quien tengo que consultar.

—Lo haré, don Bernardo. Muchas gracias.

—Gracias a ti, hijo. Por la idea, que me parece buena, y también por la discreción.

Bajé a mi despacho, llamé a César y le pedí que se sentara a la mesa redonda.

—Bueno, César, tengo una noticia que darte. Mejor dicho: tengo que contarte una posible noticia que te afecta.

—¿Buena o mala?

—Buena. Es posible que te ofrezcan dirigir
La linterna
la temporada que viene. Pero piénsalo, y si, por las razones que fueran, no quieres hacerla, mejor decirlo ahora.

—Me dejas de piedra. Es lo último que podía esperar. ¿Y cuándo me lo dirían?

—En una semana. Puede que antes. El cura me ha dicho que sondee si aceptarías, así que yo creo que tenemos entre un 60 y un 70 por ciento de posibilidades.

—¿Y a ti qué te parece?

—Que podría ser el gesto ecuménico más importante desde lo de Servet. Y que puedes hacer
La linterna
muy bien. Y mira: si no sale tan bien, siempre saldrá mejor que ahora. Es una gran oportunidad: por probar, que no quede. Sólo te pido una cosa.

—¿Cuál?

—No digas aún una palabra de esto a nadie. Pero ni una sola palabra. A nadie.

—Mis labios están sellados.

—Y no le des muchas vueltas. Hubiera preferido no decirte nada hasta el final, pero está ya tan avanzado el proceso que tenía forzosamente que consultártelo.

—No sabes cuánto te lo agradezco.

—Si sale, que aún no ha salido, la que te lo agradecerá es la COPE. Seguro.

Salió. A los dos días, don Bernardo llamó a César para ofrecerle
La linterna
. Le dijo que no había habido ningún problema en el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal cuando planteó su candidatura y que todos tenían curiosidad por ver cómo se desenvolvía en un puesto tan exigente sin experiencia previa en la radio. Que no había habido reticencias era casi totalmente cierto. Hubo una, sobre la ortodoxia de los libros de teología de César, que es protestante. Pero el secretario de la Conferencia dijo que ya le gustaría a él que todos los obispos en España tuvieran el nivel y la seriedad teológica de César, cuyos diccionarios de patrística y cristianismo se editan en el Vaticano. Nadie discutió más. Pero, por supuesto, como Radio Macuto ya había nombrado directora de
La linterna
a Cristina, cuando se supo el nombre del nuevo director la sorpresa y la expectación fueron enormes. Y, desde luego, en la siguiente temporada no sólo se la iba a jugar César. Para bien y para mal, su éxito o su fracaso serían también míos.

Dieter Brandau, a
La mañana del fin de semana
; Ignacio Villa, a Informativos

Pero no sería sólo César. Al poco de su nombramiento, en el que sin duda jugó un papel favorable, Barriocanal vino a verme a mi despacho. No llegamos a sentarnos.

—Bueno, Federico. Lo de César no ha podido salir mejor, aunque falta ver cómo sale en el micrófono. Pero puesto que casi todos aceptan que se trata de hacer equipo en torno a
La mañana
, que es lo que funciona, también puede ser el momento de mejorarla. Los cambios que haya que hacer en la COPE, hay que hacerlos ahora que podemos.

—¿Y qué es lo que cambiarías en
La mañana
? Aparte del director, claro está.

—Hombre, si conservas esa salud a prueba de madrugones, no es muy importante. Pero imagínate que caes enfermo y te tiras semanas, meses, un año fuera del micrófono.
La mañana
se hunde, porque es demasiado tú. Y cuando en vacaciones te sustituyen Susana, Mercedes o Marga, pues lo hacen bien, en el estilo clásico, pero no suenan a
La mañana
. Hay que buscar un segundo de tu estilo, o del de tu programa, que suene a lo mismo y que, si te pones malo, pueda sustituirte sin que la audiencia se hunda.

—No creas que no lo he pensado. Pero no encuentro a alguien de mi mismo perfil. De mi generación y mis características hay pocos, malos y me temo que en la SER.

—¿Y por qué no pruebas con Dieter? Es como un hijo radiofónico tuyo. Y suena muy bien.

—Pues la verdad es que no se me había ocurrido. Aparte de su juventud, que no tiene por qué ser un defecto, está el problema de que sólo ha hecho colaboraciones, no ha dirigido él solo un programa. Claro que tampoco César. Ni yo, si a eso vamos. También está el hecho de que sea el redactor jefe de
Libertad Digital
, un hombre absolutamente clave en el día a día del periódico. Y algo de pavor me da también, a qué negarlo, cambiar a Susana y toda la estructura de dirección del equipo de
La mañana
.

—¿Y por qué no lo ponemos el fin de semana, antes de Rafa Sánchez? Porque la gente suele levantarse a la misma hora o parecida y quiere seguir escuchando lo mismo.

—Eso ya me convence más. Rodarlo en un programa de verdad, con dos o tres horas por delante, pero sin la exigencia del día a día. Tendría que hacerle un equipo, pero tengo a la persona ideal para eso: Rosana Laviada, que es amiga de Dieter desde la facultad. Y sabe cómo se hace un guión y un programa, porque lleva conmigo seis años.

—¿Y querrá ella? Porque yo supongo que Dieter querrá, pero no sé si a Rosana…

—Por un año o unos meses, lo hará. Por Dieter y, sobre todo, por
La mañana
. Cuando esté rodado el programa, si funciona, será el momento de tomar decisiones.

—De acuerdo. Y ahora lo más difícil: los informativos. Va a haber dos huecos importantes: la jefatura de Programas, también; pero, sobre todo, la de Informativos.

—¿Y hay candidatos decididos o bien vistos por la casa para las dos direcciones?

—Decididos, no. Hay un colaborador de muchos años que se fue con Aznar y quiere reincorporarse a la casa. Pero no hay compromiso en firme con nadie. Apezarena quiere irse cuanto antes, y Blanca no está muy bien. ¿A quién pondrías tú ahí?

—A alguien que no se dedique a tocarnos las narices a los grandes programas. Así que o es algún director de los grandes programas, que sólo podría ser Cristina sin dejar
La tarde
, o alguien de Informativos en esa línea. Para mí, el mejor sería Nacho Villa.

—Yo creo que si Cristina no ha podido hacer
La linterna
, menos podrá hacer frente a algo tan agotador como los Informativos. Nacho me gusta. Es uno de los dos candidatos que yo tenía. Déjame consultarlo.

Consultó lo de Dieter y le dijeron que adelante. Consultó lo de Nacho y no acababa de cuajar. A los pocos días, volvió a pasar por mi despacho.

—Oye, ¿tú sigues empeñado en lo de Nacho Villa? Porque van por el otro lado.

—Mira, aparte de afinidades y de que Nacho ha demostrado, a las duras, que se puede contar con él, yo creo que La Moncloa exige una temporada de desintoxicación.

—No, si yo pienso algo parecido. Pero, vamos, no lo veo tan claro como tú.

—Oye, haced lo que queráis, que de todas formas lo vais a hacer. Pero si se busca de verdad la colaboración de Informativos y Programas, el hombre es Nacho Villa.

—Bueno, trasladaré tu inquietud a las esferas superiores. O sea, que lo comentaré con don Bernardo.

—Si alguna vez estuvimos cerca de lograr algo parecido a un equipo coherente, es ahora.
Encore un effort

—Te contaré.

Pero, por razones tanto personales como profesionales, el cambio se dilataba sin decidirse y los rumores corrían como la pólvora: que si iba a dirigir yo los Informativos, que si Cristina, que si José Luis Restan, que si Nasarre, que si Nacho Villa. La situación se iba pudriendo, hasta que un día, al terminar el programa, me llama Barriocanal.

—Oye, te llamo para darte una buena noticia: lo de Nacho Villa ya está hecho.

—¿Pero del todo?

—Del todo. Don Bernardo ya sólo quiere decírselo en persona. Pero está contento.

—Fernando, cuanto antes se lo diga, mejor. No sea que naufrague antes de zarpar.

—Que no, hombre, que no. Si además han quedado esta tarde.

—Vale. Pues que me digan cuándo puedo decirlo. O que lo digan ellos.

Y lo dijeron. Con más velocidad de la esperada y sin resistencia alguna, sobre la marcha pero no por casualidad, siguiendo una lógica política y empresarial inapelable aunque trabajosamente asimilada por la empresa y la cúpula episcopal, la COPE cambió de forma decisiva en la temporada 2004-2005. De ser una radio con programas muy distintos y demasiado distantes pasó a convertirse en una verdadera cadena de radio. César Vidal, que, como yo había hecho el año anterior y le recomendé vivamente, dedicó el verano a pasear mucho y a prepararse física y psicológicamente para el reto de las cuatro horas diarias al micrófono, era la gran incógnita. Y del mismo modo que yo mostré desde el principio mi voluntad de recuperar en
La mañana
el estilo combativo y popular de Antonio Herrero, César anunció que su propósito era rehacer la estructura y el sentido cultural y político que yo le había dado a
La linterna
durante cinco años.

Lo hizo, como es natural, añadiendo algunas secciones —Internet, videojuegos, dvd— y rehaciendo otras, pero su gran acierto, el que recuperó la vibración político-cultural que el programa había perdido, fue crear como pórtico del programa una suerte de parábola-discurso-sermón que, partiendo de una historia de la antigüedad grecolatina y comparándola con el caso grave o el escándalo político del día, le permitía, educada y salvajemente, criticarlo. La audiencia tradicional se identificó gozosamente con ese alarde de erudición y denuncia que resumía lo que yo he buscado siempre: que la derecha se sintiera distinta y, además, muy superior intelectualmente a la izquierda.

Para las Navidades de 2004 estaba claro que
La mañana
tenía en
La linterna
el complemento necesario para formar el núcleo esencial de la oferta ideológica, cultural y política de la cadena, esas diez horas diarias de la máxima audiencia e influencia pero donde, sobre todo, se presenta una verdadera alternativa cultural al aplastante dominio de la progresía. En la COPE no sólo se defiende un amplio abanico de ideas liberales, conservadoras, libertarias o de la izquierda no totalitaria y resistente al nacionalismo sino que se apoya a los autores de libros silenciados, a los profesores e intelectuales marginados, a los políticos perseguidos y calumniados por la izquierda. Con Antonio y con Luis Herrero (también luego con Cristina) se tenía la certidumbre de que en los grandes programas de la COPE no se discriminaría a nadie por el hecho de que la izquierda lo atacara. Pero lo importante es que incluso antes de ser atacados se sepan defendidos, antes de marginados, promovidos, y antes de ser vetados, acogidos; en función del valor de su obra, claro está, pero también del valor cívico de su ejemplo. Eso es lo que yo he tratado de desarrollar con un proyecto intelectual a más largo plazo, el que ahora representan
La Ilustración Liberal
y
Libertad Digital
, crecidas a la sombra de la COPE pero que, tras la crucial temporada 2004-2005, tienen ya vuelo propio.

En
La mañana del fín de semana
triunfó precisamente el primer periodista de esa generación hecha intelectualmente en
Libertad Digital
y popularizada en la COPE: Dieter Brandau. Contando con la ayuda valiosísima, sacrificada y quizá no siempre comprendida de Rosana Laviada, «Píter» o «Bíter» Brandau —la audiencia lo adoptó desde el principio muy cariñosamente pero se niega a llamarle «Díter»— resultó en el micrófono justo lo que Barriocanal quería: una voz de
La mañana
que sonara a
La mañana
y tratara las cosas como hago yo en
La mañana
, pero sin ser yo; y con el impulso, la sinceridad y la vehemencia nacida de sus propias convicciones. Rosana aportaba esa voz inconfundiblemente suya, cálida, tranquila, tersa y densa, que equilibra la estridencia de la crítica con la amable gravedad de la constancia y sugiere, un tanto engañosamente, la belleza mate de la paciencia. Eran una pareja casi, casi irresistible.

Pero, aparte de
La mañana
, que por su duración, horario y facturación será siempre el programa clave de la COPE, el que realmente consiguió dar un nuevo sello a la cadena fue Ignacio Villa, jefe de Informativos desde el copernicano mes de julio de 2004. Además de crear un excelente programa largo de información y opinión al mediodía,
La palestra
, suya ha sido la tarea más ingrata y menos visible de todas: ir cambiando una a una las piezas hasta conseguir que aquel montón de posibilidades achatarradas pareciese un motor, sonase como un motor y, colocado en un coche de carreras, funcionase como un motor de carreras: el Fiat Testadestra de la COPE.

Las dos veces y media en que yo defendí su idoneidad para el cargo frente a la candidatura casi decidida de otro profesional de la casa, insistí en cinco argumentos: 1) la sintonía ideológica y buena relación personal con los directores de grandes programas; 2) su experiencia en la empresa, que le daba un conocimiento profundo del personal; 3) la voluntad de cambiar a fondo la estructura paralizante, cuando no abiertamente hostil, de un área que justificaba su existencia en la oposición a los programas de la propia casa; 4) la acreditada capacidad de trabajo, para un cargo sin límite horario, y 5) el carácter férreo y las convicciones sólidas que, pese a su aspecto tranquilo y formal, destilaban sus columnas en
Libertad Digital
. Porque también Nacho se inventó o se reinventó a sí mismo en la fragua de Internet, la más parecida por ritmo y velocidad a la de la radio. Yo confiaba en alguien que escribía así. Y el desempeño cotidiano de su tarea confirmó y superó todas las expectativas.

Algunos creerán que Nacho y yo despachamos a diario; o que César, Cristina, Nacho y yo nos reunimos cada semana para establecer las prioridades informativas y la línea de opinión de la casa. Nada más falso. En los dos años que lleva en el cargo, he hablado con Nacho muy pocas veces, siempre sobre un asunto que acaba de saltar o una exclusiva que tenemos por confirmar, jamás sobre la orientación de su programa, de los informativos o de cualquier otra cosa. Y como yo, César o Cristina. La Razón de fondo es muy sencilla: lo esencial lo tenemos ya hablado o ni siquiera ha hecho falta hablarlo. Sabemos lo que defendemos, sabemos quién nos ataca y a quién atacamos, sabemos que, siempre que sea posible y sin forzar la situación, cada uno debe respaldar lo que hagan los demás, y, a partir de ahí, cada cual desarrolla sus planes o improvisa sobre la marcha. Nuestro secreto político es que no hablamos de política. Es innecesario.

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