Diáspora (21 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: Diáspora
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Haría falta más de una hora para que la FB saliese de la trampa y pasase a la siguiente fase. Se apresuraron, aunque no tanto como antes.

—¿El resto del grupo de la Fragua no lo está mirando? — Ellos habían entrado privadamente en el panorama, invisibles y haciendo caso omiso de cualquier otro usuario; Gabriel había suministrado la dirección de esa forma.

—Probablemente.

—¿No quieres estar con ellos en el momento de la prueba?

—Se ve que no. —Gabriel volvió a presionar el interior de il con su mano, en esta ocasión más profundamente; pulsos de calor se extendieron desde el centro del torso de Blanca. Il se volvió y le acarició la espalda, alcanzando el lugar donde su pelaje, si il lo decidía, se volvía casi insoportablemente sensible. La cultura C-Z tenía sus problemas, pero en Konishi el simple intercambio de placer de esta forma habría sido impensable. Ninguno de los dos era esclavo de la corporeidad; el dolor seguía siendo imposible, la coerción seguía siendo imposible. Pero Konishi había santificado la autonomía hasta el mismo punto absurdo al que habían llegado los estáticos santificando los problemas de la carne.

La FB llegó a la cámara de rayos gamma y se inició el bombardeo con una serie de pulsos intensos. Los fotones de rayos gamma tenían una longitud de onda de unos diez elevado a la menos quince metros, aproximadamente igual al diámetro de la FB. La longitud de onda de un fotón no tenía nada que ver con el tamaño de la boca de su agujero de gusano, pero media la precisión con que podías precisar su posición y apuntar al blanco escogido.

Blanca protestó, medio en serio:

—¿Por qué no pudisteis situar la Fragua de forma que los retrasos fuesen iguales? —Los rayos gamma debían estar saliendo instantáneamente por la otra boca del agujero de gusano, pero el extremo distal del acelerador estaba tres mil millones de kilómetros más alejado de la Tierra que el extremo proximal, así que pasarían otras tres horas antes de que supiesen lo que había ocurrido allí, sesenta y ocho horas antes.

Gabriel se defendió casi despreocupadamente.

—Fue un compromiso. Cometas a evitar, efectos gravitatorios a equilibrar... —Blanca siguió su mirada hacia el parpadeante resplandor de rayos gammas y supo al instante lo que pensaba Gabriel. Lo que presenciaban contenía posibilidades
muy
extrañas. Según un observador hipotético que volara siguiendo el eje de la Fragua hacia el otro extremo, esos fotones, transportados a mayor velocidad que la luz, saldrían del agujero de gusano antes de entrar. Esa ordenación curiosa de los acontecimientos era mayormente académica —el viajero ni siquiera sabría de ella hasta que los fotones de ambos extremos tuviesen tiempo de alcanzarle— pero si resultara que también llevaba consigo una boca de agujero de gusano, enlazada con otra en manos de un cómplice en una segunda nave espacial que le siguiese, entonces, cuando el viajero pasase volando sobre el otro extremo de la Fragua podría enviar una señal al cómplice para destruir la fuente de rayos gamma en su lado... antes de que se enviasen los fotones que acaban de salir.

Una vez que dispusiesen de un segundo agujero de gusano, el grupo de la Fragua podría hacer realidad ese viejo experimento mental. La solución más probable de la paradoja implicaba partículas virtuales —las bocas de agujeros de gusano en el vacío— viajando en un bucle que incluía al agujero de gusano de la Fragua y al de la nave. Las partículas virtuales constantemente fluían por todos los caminos disponibles a través del espacio-tiempo, y aunque atravesar el espacio ordinario entre las bocas de los dos agujeros de gusano les llevaría cierto tiempo, desplazarse a través del agujero de gusano en la nave las llevaría de vuelta al pasado, reduciendo el tiempo total necesario para recorrer el bucle. A medida que las dos naves especiales se acercasen al punto donde resultaba posible enviar una señal del futuro al pasado, el tiempo de tránsito del bucle se acercaría a cero y cada partícula virtual encontraría una legión exponencialmente creciente de dobles siguiéndola de cerca: versiones futuras de sí misma que ya habían realizado el viaje. A medida que se ajustasen en fase perfecta unas con otras, su densidad de energía en rápido aumento haría que las bocas del agujero de gusano se convirtiesen en diminutos agujeros negros, que a continuación se desvanecerían emitiendo radiación de Hawking.

Además de descartar el viaje en el tiempo, tendría consecuencias prácticas muy importantes: una vez que la galaxia estuviese entrecruzada por agujeros de gusano, habría bucles de partículas virtuales recorriéndolos todos y cualquier manipulación inadecuada de las bocas podría aniquilar toda la red.

Gabriel dijo:

—Casi es la hora. ¿Vamos...? —Saltaron al otro extremo de la Fragua, donde el panorama mostraba los datos más recientes: todavía quedaban unos minutos para que se iniciase el bombardeo de rayos gamma. La segunda FB se encontraba en la cámara de observación, bajo el escrutinio de una batería cilindrica de detectores de rayos gamma, empujada ocasionalmente por los láseres de UV que la mantenían perfectamente centrada. La tenue dispersión de los láseres era la única señal de que el objeto estuviese realmente allí; sin carga eléctrica y sin momento magnético, se trataba de un objeto mucho más elusivo que un átomo individual.

—¿No crees que deberíamos estar con los otros? —Blanca había vivido durante tanto tiempo con las promesas lejanas de la Fragua que le resultaba difícil sentirse emocionada por el primer indicio microscópico de lo que quedaba por delante. Pero si realmente se encontraban en el umbral de un acontecimiento que cambiaría la historia de la Coalición durante los próximos diez mil años, parecía una buena excusa para una celebración pública.

—Pensé que estarías encantada. —Gabriel rió cortante, ofendido—. Después de ocho siglos, estamos juntos para este momento. ¿No significa nada para ti?

Blanca le acarició la espalda.

—Me siento muy conmovida. ¿Pero no crees que les debes a tus colegas...?

Il se separó furioso.

—Vale. Como tú quieras. Nos uniremos a la multitud.

Saltó. Blanca le siguió. Al reentrar en modo público, el panorama pareció expandirse dramáticamente; la mitad de Carter-Zimmerman flotaba en el espacio sobre la cámara de observación y la imagen había crecido para acomodarlos a todos.

De inmediato la gente reconoció a Gabriel y se le acercó para felicitarle, Blanca se apartó y prestó atención a los emocionados que felicitaban a Gabriel.

—¡Ya lo tenemos! ¿Puedes imaginar la reacción de los gleisners cuando lleguen a la siguiente estrella y descubran que les hemos ganado? —El icono del ciudadano era una jaula en forma de mono llena de pequeños pajarillos amarillos que volaban constantemente.

La respuesta de Gabriel fue diplomática:

—Vamos a evitar sus destinos. Ése ha sido siempre el plan.

—No me refiero a que debiésemos explorar los sistemas compitiendo con ellos. Simplemente podríamos dejar una señal inequívoca.

Blanca pensó en intervenir y comentar que era muy poco probable que los primeros miles de agujeros de gusano que ampliasen les llevasen a algún destino gleisner, pero no lo hizo.

Al saltar al panorama, automáticamente se habían sincronizado con la tasa media de sus ocupantes, una aceleración por unos cien mil. Pero fluctuaba; algunas personas se sentían impacientes, mientras otras intentaban prolongar el suspense. Blanca se dejó llevar por la media, disfrutando de la sensación de ser lanzada por el tiempo a capricho de la multitud. Vagó por el panorama, intercambiando cortesías con extraños. Le resultaba difícil tomarse en serio la vasta maquinaria de la cámara de observación habiéndola experimentado tan recientemente a una escala donde era apenas una habitación en la que se podían estirar los brazos. En la distancia vio a Yatima, manteniendo una conversación con miembros del grupo de la Fragua, y sintió una curiosa sensación de orgullo casi paterno... aunque la mayoría de las habilidades que le había enseñado al huérfano hubiesen sido más adecuadas como minero de Konishi que como físico de C-Z.

Al acercarse el momento, la gente se puso a cantar la cuenta atrás. Blanca buscó a Gabriel; estaba rodeado de extraños efusivos, pero al verla se liberó de ellos.

—¡Cinco!

Gabriel le cogió la mano.

—Lo siento.

—¡Cuatro!

Il dijo:

—No quería estar con los otros. Sólo quería estar contigo.

—¡Tres!

En sus ojos destellaron las lágrimas.

—Mi punto de vista está programado para amortiguarme, pero no sé cómo me lo tomaré.

—¡Dos!

—Un agujero de gusano transitable y luego el resto no será más que producción en cadena. Ésta ha sido toda mi vida. Lo he convertido en mi único propósito.

—¡UNO!

—Puedo encontrar otra meta, escoger otra meta... pero entonces ¿
quién seré yo
?

Blanca levantó la mano y le tocó la mejilla, sin saber qué decir. Su propio punto de vista estaba menos concentrado; il nunca se había enfrentado a una transición drástica como ésta.

—¡CERO!

La multitud guardó silencio. Blanca esperó el rugido de júbilo, los vítores, los gritos de triunfo.

Nada.

Gabriel miró abajo, luego Blanca. La femtoboca dispersaba el ultravioleta de los láseres, como siempre, pero no surgían rayos gamma.

Blanca dijo:

—La otra boca debe haberse salido del foco.

Gabriel rió nerviosamente.

—Pero no es así. Estuvimos allí y los instrumentos no indicaron nada. —La gente que les rodeaba se susurraban discretamente sus propias teorías, pero sus gestalt parecían ser más de diversión tolerante que de rechazo. Después de ocho siglos de problemas, no hubiese estado bien que la Fragua hubiese entregado a la primera la prueba definitiva de su triunfo.

—Entonces debe tratarse de un error de calibración. Si la boca se apartó, pero los instrumentos creían que seguía enfocada, entonces habrá que recalibrar todo el sistema.

—Sí, —Gabriel se pasó las manos por el pelaje de la cara, para luego reír—. Aquí me encuentro, esperando caer por el borde del mundo, y algo más sale mal para salvarme.

—Un fallo final para suavizar la transición. ¿Qué más podrías pedir?

—Sí.

—¿Y luego qué?

Se encogió de pronto, sintiéndose de pronto avergonzado de la pregunta en sí.

—Tú lo has dicho: enlazar la Fragua no es más que el comienzo. Todavía no hemos cubierto el universo de agujeros de gusanos. Y a este ritmo, tendremos fallos para suavizar la transición durante otros ochocientos años.

Blanca invirtió medio gigatau en explorar su nuevo mundo imaginario, ajustando los parámetros y volviendo a empezar mil veces, aunque sin intervenir nunca o esculpir directamente el panorama. Eso estaba mal —hacía que fuese menos artístico y lo acercaba más a lo falsamente físico— pero nadie tenía que enterarse. Cuando lo abriese al público, la gente se maravillaría de su perfecta combinación de consistencia y espontaneidad.

Se había sentado al borde de un cañón profundo, observando cómo nubes de polvo verde hoja fluían a su alrededor como una cascada vívida pero etérea, cuando apareció Gabriel. Blanca había pasado algún tiempo preocupándose por los problemas de la Fragua, pero tras el primer megatau la cuestión había desaparecido por completo de su mente. Sabía que los resolverían, de la misma forma que habían resuelto todos los otros problemas. Siempre era cuestión de perseverancia.

Gabriel dijo con tranquilidad:

—Ahora los rayos gamma salen sin problemas por el otro extremo

—¡Qué maravilla! ¿Cuál era el problema? ¿Un láser mal alineado?

—No había problema. No hemos realizado ninguna reparación. No hemos cambiado nada.

—La boca se limitó a entrar en el foco, eh. ¿Oscila dentro de la trampa?

Gabriel hundió las manos en el flujo verde.

—Siempre estuvo dentro de foco, perfectamente posicionada. Los rayos gamma que vemos ahora son los que entraron al principio. ¿Recuerdas que codificamos todos los pulsos con una marca de tiempo? Bien, los primeros pulsos en salir tenían la marca temporal de los rayos gamma enviados hace cinco días y medio. Salir les ha llevado tanto tiempo como haber recorrido el espacio normal entre las bocas. Exactamente, hasta el último picosegundo. El agujero de gusano se puede recorrer, pero no es un atajo. Tiene ciento cuarenta mil millones de kilómetros de largo.

Blanca prestó atención en silencio. No parecía buena idea preguntarle si estaba seguro; el grupo de la Fragua habría invertido los últimos megataus buscando frenéticamente una conclusión más apetecible.

Finalmente, il dijo:

—¿Por qué
? ¿Tenéis alguna idea?

Gabriel se encogió de hombros.

—Lo único que se nos ocurre que tenga cierto sentido es lo siguiente: la energía total del agujero de gusano depende por completo del tamaño y forma de sus bocas. Son las bocas las que interaccionan con los gravitones virtuales; el túnel del agujero de gusano puede ser todo lo largo y corto que quieras y las bocas seguirán teniendo exactamente la misma masa.

—Si, pero eso no es razón para que el túnel se haga más largo simplemente porque las bocas se separen en el espacio externo.

—Espera. Hay una diminuta corrección a la energía total que
depende
por completo de la longitud. Si el agujero de gusano es más corto que el camino a través del espacio externo, entonces la energía de las partículas virtuales que lo atraviesan será ligeramente mayor que la energía normal de vacío. Así que si el agujero de gusano tiene libertad de ajustar su longitud para minimizar esa energía, la distancia interna entre las bocas acabará siendo exactamente igual a la distancia externa.

—¡Pero el agujero de gusano no
tiene
libertad para hacerlo! La teoría de Kozuch no le permite crecer más allá de diez elevado a la menos treinta y cinco metros; en las seis dimensiones adicionales, ¡el
universo total
no es más ancho que esa longitud!

Gabriel dijo secamente:

—Da la impresión de que la teoría de Kozuch tiene algunos problemas. Primero Lacerta, todavía por explicar. Ahora esto. —Los gleisners habían situado una sonda no consciente en órbita alrededor del agujero negro de Lacerta, pero no había ofrecido nada de información sobre la causa de la colisión de las estrellas de neutrones.

Durante un rato se quedaron sentados en silencio, con las piernas colgando por el borde del cañón, observando cómo la niebla verde caía en cascada. En términos de puro desafio intelectual, Gabriel no podría haber esperado más: había que rehacer por completo la teoría de Kozuch, o incluso reemplazarla, y el instrumento que había ayudado a construir durante ochocientos años estaría en el centro de esa transformación.

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