El caso de la joven alocada (25 page)

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Authors: Michael Burt

Tags: #Policiaca

BOOK: El caso de la joven alocada
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—Muy extraño —agregó con aspereza el Comisario—. Prosiga, Thrupp. Supongo que ahora nos dirá que Bryony Hurst era también amiga íntima de John Traquair…

—Le diré que Bryony Hurst era amiga de cada una de las personas que nombré; que era, en verdad, el eslabón de enlace. No, no debo decir eso, pero era por lo menos el eslabón de enlace entre todas las tragedias misteriosas. Ustedes comprenderán que ni bien ocurrió cada una de las tragedias, el detective a cargo del caso, como cuestión de rutina, naturalmente, hizo una lista de todos los amigos y compañeros del muerto, e interrogó a la mayoría con la esperanza de recoger algún dato útil. Bryony Hurst aparecía en la lista que yo confeccioné con motivo de la muerte de Perfect, pero sucedió que no la entrevisté por encontrarse entonces en el extranjero. No podía estar complicada con su muerte. Aparecía también en la lista del Inspector Kilsyth respecto a Lady Margaret Joane y Joy Wyon pero, como permanecía en el extranjero, no se la entrevistó: El Superintendente Boex le tomó declaración cuando investigaba la muerte de Iseult Cork, pero no pudo sacarle nada, parecía muy trastornada, pero juró no saber nada. El Inspector Principal Davidson estaba a cargo del caso John Traquair y nuevamente Bryony figuraba en la lista de amigas. Nuevamente se la interrogó, pero otra vez sin resultado. Había dejado Londres para concurrir a una fiesta de Navidad en Suffolk, veinticuatro horas antes de la muerte de Traquair y de cualquier modo parecía que sólo una amistad corriente la unía a él.

4

—H
AN DE NOTAR
—continuó Thrupp— que de todos estos extraños casos de «suicidio» yo sólo había estado en contacto directo con el primero, el de Geoffrey Perfect. De acuerdo con la rutina corriente de la Yard, los demás habían estado a cargo del oficial más capaz, desocupado en el momento en que ocurriera. Pero después de la muerte de John Traquair, el Comisario citó una conferencia, en la que se discutió en detalle esta curiosa serie de «suicidios» y sus posibles vinculaciones. Como resultado de esta conferencia me pusieron a cargo de toda la investigación, me quitaron toda otra tarea y designaron a Browning y Haste como asistentes míos. Resolvimos que a modo de camouflage el Superintendente Boex aparecería normalmente a cargo del asunto y mi injerencia en el problema se mantendría oculta. Hicimos esto porque el Comisario Auxiliar, que es un hombre de notable intuición, tenía el presentimiento de que nos hallábamos frente a alguna clase de organización y que por razones de discreción sería conveniente que la identidad del oficial a cargo de la investigación (yo mismo) no se hiciera pública. Así es cómo durante los últimos seis meses he dedicado gran parte de mi tiempo y preocupación a estos asuntos. Tal vez ahora comiencen a comprender mi presencia en la vecindad en el momento de la última tragedia. Como ven, mi interés por Bryony Hurst data de un tiempo atrás. Según dije, figuraba en todas las listas de amistades de los muertos, y aunque esto no era del todo singular —(porque el círculo de Mayfair es reducido), tomé nota de su nombre, en especial porque aconteció que yo la conocía superficialmente. Hace más o menos dos años, más bien menos, tuve que investigar un robo en casa de sus abuelos en
Devonstown Square
y antes había tropezado con ella durante una requisa a un
night club
, más bien censurable, aunque me parece justo señalar que probablemente ella no debía saber de qué clase de lugar se trataba. Personalmente no dudo en decir que me gustaba. Desde el punto de vista victoriano era una chica mala. Claro, no hay duda acerca de ello. Pero con todo eso, no era de ningún modo lo que yo llamo mala. Era una pecadora alegre, ingeniosa, franca y divertida, sin moral, tal vez, pero no inmoral. Creo que me explico. Pertenecía a esa clase de chica que nos obliga a sonreír ante sus faltas, aun convencidos de que correspondería poner mala cara. Era ligera, es verdad, pero no había nada en ella de depravado, decadente o degenerado. Miraba la vida como una diversión y se alegraba para hacerlo sentir a uno igual, por mal que nos fuera. No estaba bien, bien, pero ella era así.

Thrupp sonrió y sacudió la ceniza del cigarrillo.

—Claro está —prosiguió— que estuve tentado de utilizar mi conocimiento con Bryony Hurst como punto de partida para mis investigaciones —resumió—, pero después de pensarlo mejor decidí no hacerlo. Para decir verdad, la teoría del Comisario Auxiliar acerca de la existencia de alguna clase de organización secreta había logrado impresionarme, y me daba cuenta de que si existía tal organización y Bryony Hurst pertenecía a ella, le prohibirían hablar, probablemente, bajo juramento. Además, el hecho de que cinco de sus jóvenes amigos habían ya muerto sin dejar tras ellos ni el menor indicio de la verdad, me hacía sentir que no conseguiría nada importunando a Bryony Hurst. Todo esto era mera suposición, pero en estos casos uno debe basarse en alguna suposición y ésta era, a mi entender, la más probable. De todos modos, se me ocurrió que obtendría mejores resultados ocultando por completo a Bryony. Me interesé por su persona y la hice vigilar estrechamente sin que ella lo sospechara. Deben comprender, por supuesto, que al mismo tiempo había urdido yo otras redes, y que Bryony no recibía toda mi atención. No podía mantenerla bajo vigilancia constante ni nada parecido porque no era sospechosa, y en este país no usamos los métodos de la Gestapo. Todo cuanto hice fue destacar un hombre de vez en cuando para que viera qué hacía, quiénes eran sus amigos, y adónde iba. Yo me mantenía apartado de su camino. Bien, los informes que obtuve no aclararon nada. Parecía llevar la vida corriente de una joven en la ciudad, algo más alegre que la de la mayoría; pero nada que llamara la atención. Frecuentaba un ambiente más bien frívolo, pero aunque parezca curioso no era la cabecilla ni la pacificadora del conjunto. En resumen, comparada con algunas de sus amigas, era un modelo de todas las virtudes. Hacía de todo, iba a todas partes, y estaba mezclada en bastantes enredos sin importancia, pero nunca llamaba la atención haciendo un triste papel. Bebía, pero no se emborrachaba, o por lo menos no mucho. Jugaba, pero sabía hasta dónde debía llegar. Concurría a fiestas ligeras donde tengo razones para creer que se hacía uso de estupefacientes, pero nunca los ingería o, si lo hacía, era sólo a título de experimento y no como hábito. Era bastante popular y tenía muchos amigos, pero me parecía una criatura promiscua por naturaleza y generalizaba su amistad y sus afectos en vez de concentrados. Le parecía muy natural pasar el fin de semana afuera, a veces con alguna amiga y una pareja de hombres y a veces sola con algún hombre, pero rara vez iba dos veces seguidas con los mismos compañeros. Sí, era promiscua —ésa es la palabra que le corresponde, caballeros— y, como verán, su promiscuidad entorpecía nuestra tarea. De todos modos, descubrimos una o dos cosas. No voy a detallar todos nuestros descubrimientos ahora, pero les haré un resumen de las conclusiones generales a que llegué. En primer lugar, había algo muy misterioso y secreto en la vida de Bryony Hurst, quiero decir que tuve la impresión de que había algo oculto en su vida que el mundo en general ignoraba. En segundo lugar, tenía la sospecha de que compartía el secreto, cualquiera que fuese, con algunos de sus amigos, pero no con todos y que, aunque resultara extraño, los amigos con quienes compartía el secreto no eran los que aparecían con ella en público; o, para plantearlo de otro modo, que premeditadamente evitaba aparecer en términos demasiado íntimos con la gente (de ambos sexos) con quienes compartía el secreto. Esto parece retorcido, pero no puedo presentarlo con mayor claridad. En tercer lugar percibí que, aunque seis meses atrás este misterioso secreto era para Miss Hurst motivo de complacencia y diversión, se había convertido últimamente en causa de preocupación y aun de temor. Seis meses atrás era esencialmente una pecadora alegre y despreocupada. Por el contrario, de uno o dos meses a esta parte, actuaba de un modo alegre y despreocupado. Creo que apreciaría la diferencia. Algo la atormentaba, y la atormentaba seriamente. Tuve también la impresión de que, a pesar de su popularidad dentro del grupo, no tenía un verdadero amigo a quien confiarse. Sobrellevaba su preocupación, cualquiera que fuese, pero esto la abatía gradualmente. Creo, también, que su orgullo y su espíritu independiente no la dejaban admitir que estaba en un callejón sin salida, es decir, no le permitían confesarlo a personas de su edad. Y que, sin duda, por eso pensó en llamar al Capitán Poynings. Él era un hombre mayor, y había sido amigo íntimo de su madre. Más aún, era completamente ajeno a su grupo y, tal vez, su orgullo le sugirió que él podría solucionar su problema sin que se comentara en su círculo. ¿Qué te parece, Roger?

Yo asentí.

—Estoy completamente de acuerdo. En verdad, tu explicación coincide con lo que ella misma me dijo. Creo que estás también en lo cierto en lo referente a la carencia de amigos verdaderamente íntimos, íntimos en el buen sentido de la palabra, quiero decir, dentro de su grupo de Mayfair. Por lo menos, ésa fue mi impresión.

—Tengo que hacerle un par de preguntas, respecto a lo que ha dicho hasta ahora –interrumpió el Comisario Principal—. Ante todo, Thrupp, ¿acaso sus averiguaciones revelaron que la joven mantenía relación alguna con Lowe o con el hombre que dice llamarse Barker? Y, en segundo lugar, ¿se formó usted alguna opinión en cuanto al motivo por el cual la joven no denunció su problema, si lo tenía, a la policía?

—Contesto afirmativamente la primera pregunta y negativamente la segunda —dijo Thrupp—. Tenga usted en cuenta, señor, que es de recalcar que nuestra vigilancia sobre Miss Hurst era más bien interrumpida que continua, como lo demuestra el hecho de que ignoráramos que ella conocía a Custerbell Lowe, aunque ella manifestó al Capitán Poynings conocerlo bastante bien. Equivocadamente o no, no creí justificado seguir a la chica constantemente. No era sospechosa y casi es infringir la libertad del sujeto mantener a un ciudadano inocente bajo custodia permanente. El Comisario es muy estricto en ese punto y, personalmente, estoy de acuerdo con él. Lo que se hizo fue seguirla de vez en cuando. Solía enviar un hombre a probar su suerte, podría decirse. La idea parece descabellada en principio, pero los resultados que se obtienen en la investigación de la vida, hábitos y amigos de una persona son maravillosos. En cuanto a la segunda pregunta, señor, de por qué no llevó su problema a la policía, debo decirle que esa respuesta constituye mi solución a todo el secreto de este crimen. Por otra parte, como acabo de decir, me niego a revelar mi teoría hasta que haya tenido oportunidad de comprobar su veracidad. Si usted me permite…

5

E
VIDENTEMENTE
, el Comisario Principal no estaba dispuesto a permitirle nada, pero en esa oportunidad no podía hacer otra cosa. Thrupp es uno de los hombres más gentilmente obstinados que conozco y ni las amenazas ni la indignación de la policía local consiguieron conmoverlo.

Con firme cortesía insistió en que se les había llamado solamente para colaborar con la
Yard
en la liquidación (como dice el camarada Stalin) del caso de Merrington y que si él les revelaba el secreto en lo concerniente a su teoría, tal vez lograra confundirlos en vez de ayudarlos. Para terminar el altercado manifestó haber participado su teoría al Comisario Auxiliar y que éste había recibido su confidencia con lo que el inmortal Kai Luna describía como manifestaciones de poco entusiasmo y que ni sus propios colegas, Browning y Haste, creían en sus posibilidades.

Para distraer la atención, Thrupp insistió en que yo repitiera nuevamente los detalles completos de mi breve vinculación con Bryony, y cuando lo hube hecho y me hubieron sometido a un interrogatorio, hicieron lo propio con mi prima Barbary. Creo que salimos de ese paso bastante bien, aunque con la desagradable impresión de que el serio Superintendente Bede acariciaba la idea de que Barbary y yo habíamos asesinado a Bryony y narcotizado a Thrupp y a Haste.

Poco después el cónclave se disolvió, y, apenas salimos al hall, Barbary me tomó del brazo y me introdujo en una pequeña habitación que siempre ha sido de su uso exclusivo. Cerró convenientemente la puerta y entonces conversó conmigo por espacio de dos minutos.

Mi prima tiene el don de leer mi pensamiento y de anticiparse a mis ideas y deseos y de sugerirme como plan de acción lo que yo deseaba hacer y no decía por temor a molestarla. En esta ocasión dio nueva muestra de la correspondencia íntima de nuestro pensamiento. Lo que me estaba diciendo me agradaba, me consolaba y me evitaba el engorro de tener que tocar el tema.

Cuando hube escuchado lo que tenía que decir la rodeé con mi brazo y la besé en la cabeza.

Después salimos en busca de Thrupp. Éste estaba en el jardín terminando de aplacar al Comisario Principal, y dando órdenes a varios subordinados. Esperamos hasta que se retiraran todos y lo llevamos adentro con nosotros. Mientras Barbary preparaba té, yo expuse lo que se nos había ocurrido.

Creí que lo desaprobaría. Sin embargo, lo escuchó pacientemente y parecía aceptarlo.

—¡Magnífico! —dijo cuando terminé.

¿Dices que se le ocurrió a Barbary? ¡Tenía que ser así! Bien; esto hace las cosas mucho más fáciles. Y por supuesto, acepto vuestro ofrecimiento, complacido ¿Cuando pueden partir?

—Dentro de media hora, si hace falta —dije—. Se sobreentiende que permanecerás aquí y que establecerás tus cuarteles en esta casa. Hay muchas habitaciones para ti y para tus colaboradores y haré venir a Miss Nye para que los atienda hasta que regresemos.

—Gracias. Creo que será lo mejor. No hay urgencia apremiante, sabes, pero me gustaría que llegarais al pueblo esta noche para poder empezar por la mañana temprano.

—Puede ser —prometí—. Partiremos pronto. ¿Te quedarás como en tu casa, verdad?

—Así lo haré. Mira, Roger, es innecesario que te diga que este asunto debe manejarse con muchísimo cuidado, con guantes de terciopelo, pero con puño de hierro, si las cosas salen como esperamos. Allí es donde me llevas ventaja. Con las leyes jurídicas y las humanitarias los pobres diablos como nosotros no tenemos oportunidad de usar el puño armado, aun en casos como éste que lo piden a gritos. Naturalmente, comprendes, tendré que desautorizarlos y mostrarme escandalizado, si algo ocurre.

—No ocurrirá nada —gruñí—. Y de todos modos me importa un bledo si ocurre. Por Dios, Thrupp, que haría gustoso un viaje por la cárcel si pudiera perjudicar de verdad a esos puercos. Y Barbary se da cuenta de que podemos ir a parar allá si todo sale de acuerdo al plan.

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