El círculo mágico (58 page)

Read El círculo mágico Online

Authors: Katherine Neville

BOOK: El círculo mágico
11.67Mb size Format: txt, pdf, ePub

En primer lugar, la presentación del Maestro como siervo divino cuya tarea principal es limpiar de forma ritual el templo y los que van a entrar en él. Sumisión. Y luego, la comparación de su cuerpo y sangre con el pan y el vino, un gesto característico de Isaac, como si se ofreciera a sí mismo en materia y espíritu en lugar del sacrificio ritual acostumbrado en esas ocasiones. Autosacrificio.

Lástima que su detención se produjera tan pronto, esa noche en mi huerto, y que no pudiera completar la iniciación de Juan Zebedeo como era su intención. (Entiendo muy bien que Juan se sienta dolido contigo puesto que eres el único discípulo que recibió la iniciación completa directamente del Maestro.)

Por último, seguro que por la carta de María Marcos habrás adivinado como yo que si el Maestro planeó todos los detalles de la comida, es más que probable que hiciera lo mismo con todos los otros acontecimientos de esa semana. Quizá su insistencia en reunirse en la habitación superior estaba destinada a disimular la importancia que tenían para él algunos objetos concretos, como por ejemplo, el cáliz del que bebió en casa de María y que, por lo que me dijiste, ella te confió a petición del Maestro. Se me ocurre ahora que es como si lo hubiera dispuesto de forma que cada uno de nosotros conservara uno de los objetos que tocó, o que lo tocaron, en las últimas horas que pasó en la tierra, para que lo conserváramos en un lugar especial hasta su regreso. Por ejemplo, las vestiduras que llevaba y que Nicodemo guardó después de lavar el cuerpo. O la punta de lanza que le atravesó el costado y que me instruyó para que retirara del asta de la jabalina de ese centurión romano y la guardara, como he hecho hasta el presente. Creo que esos objetos disponen de algún poder sagrado y quizá sean más antiguos de lo que nos imaginamos.

Otras personas me han confiado unos cuantos objetos, como ya sabes, porque Britania era uno de los pocos lugares que se mantenía independiente de la ocupación o la influencia romanas, es decir, hasta ahora. Por este motivo, Miriam, me da miedo que viajes hasta aquí con el cáliz. Creo que ha llegado el momento de comunicarte cierta información que deberías saber por si me sucediera algo.

¿Te acuerdas de que hace doce años, justo antes de la muerte del Maestro, yo acababa de regresar de viaje? El sanedrín me había encargado una misión especial en Capri, donde conseguí que el emperador Tiberio accediera a mi petición y permitiera el regreso a Roma de los judíos desterrados. Lo que quizá no sepas es que quien me acompañó a Capri y actuó como mi abogado en esa petición no fue otro que el hombre que acaba de invadir Britania: Claudio.

Por otra parte, como nuestro recién acuñado emperador sabe muy bien, esa entrevista con su tío Tiberio no fue la última que mantuvimos. Lo cierto es que estuve con Tiberio en las islas de Paxos menos de una semana antes de su muerte. Y si Claudio ha averiguado lo que hicimos, puede que tuviera más de un motivo para realizar su reciente expedición a Britania. Ha dejado atrás tres legiones, muy ocupadas en la construcción de carreteras y municipios como preparación a la larga ocupación de Britania que sin duda prevé. Han obligado a trabajar a los nativos para construir un templo en Camulodunum. Puede que el emperador Claudio no haya encontrado lo que buscaba, pero parece que tiene intención de realizar una visita más amplia en el futuro.

Roma: primavera del año 56 d.C.

CONFLAGRATIO

Mientras yo siga vivo, que el fuego consuma la tierra si quiere.

NERÓN

Los largos cabellos rubios caían sobre los hombros del emperador Nerón, rizo a rizo, como una cascada turbulenta, mientras los esclavos le desataban las cintas y se los soltaban. Estaba sentado desnudo delante de un espejo de cuerpo entero y se observaba analíticamente con unos fríos ojos azules.

Sí, era cierto. Empezaba a parecerse a Febo Apolo, como todo el mundo afirmaba. Tenía los rasgos del rostro tan marcados que casi eran preciosos. Se coloreó un poco de rojo los labios para acentuar su aspecto voluptuoso. Eso explicaba su atractivo, casi desde la infancia, para hombres y mujeres por igual.

Después de sacudir los cabellos sueltos, que le llegaban casi hasta la cintura, se levantó para admirar mejor su notable físico en el espejo: esos músculos fuertes y tonificados por varios años de competición en lucha en las Olimpiadas de Grecia, donde había ganado varias medallas de primera clase. Ah, sí, que no se le pasara por alto; se inclinó y anotó: «Conceder la libertad a la provincia de Olimpia.»

Pensar que todavía le faltaban unos años para cumplir los veinte y ya gobernaba el mayor imperio de la historia mundial, y era sin duda el único emperador que tenía la voz de un ángel en el cuerpo de un dios. Todo eso gracias a que su bonita madre, Agripina, había sido lo bastante inteligente para casarse con su tío Claudio, que después murió de forma muy oportuna al comer esas setas que por casualidad
prvn
venenosas. Nerón había deificado a Claudio poco después y como parte del panegírico explicó que era lo correcto ya que, al fin y al cabo, las setas eran el alimento de los dioses. Los criados le acabaron de pasar la toga de seda púrpura por la cabeza, le arreglaron los rizos y terminaron de colocarle la capa salpicada de dorados sobre los hombros, cuando su madre llegó a los aposentos privados. Estaba tan bonita como siempre así que la estrechó entre sus brazos en un fuerte abrazo y le dio un beso en los labios.

—No te creerás lo que he preparado para nosotros esta noche, cariño —anunció Nerón, mientras se separaba para poder observarla mejor.

Luego, le desabrochó el cinturón que mantenía cerrada la toga y retiró la tela para dejarle al descubierto los pechos.

«Los dorados senos gemelos de una diosa —pensó—. Al fin y al cabo no había cumplido aún los cuarenta, ¿no?»

Los siervos y los esclavos desviaron la mirada con discreción mientras Nerón inclinaba la cabeza rubia hacia los pechos de su madre y los acariciaba con la lengua, como una serpiente, hasta que sus pezones adquirieron turgencia. Dejó que ella lo tocara bajo la toga, como le gustaba. Su madre era la única que sabía cómo excitarlo de verdad. Pero, pasado un momento, le retiró la mano con suavidad.

—Esta noche no, cariño —dijo—. Por lo menos, todavía no. Cenaremos en la torre de Mecenas, tú y yo solos, en la habitación de arriba. He preparado un espectáculo que empezará dentro de un rato, cuando anochezca, y si nos entretenemos nos perderíamos la primera parte.

Nerón estaba embelesado por la belleza de las llamas. Cuando se le ocurrió la idea de librarse de esas destartaladas casas de madera desperdigadas por toda Roma que estropeaban la vista de su nuevo palacio, no se había imaginado que el fuego sería de tal belleza. Tenía que acordarse de anotar lo que sentía en el diario. Al pensar en el diario, recordó algo que quería comentar con Agripina.

—Ayer estuve repasando alguno de los inmensos montones de papeles de Claudio y ¿a que no dirías qué encontré, madre? —comentó —¡El viejo carcamal escribía un diario! Te lo juro, con todo tipo de pensamientos libidinosos y muy pocas acciones. Me he pasado toda la noche leyéndolo y he averiguado algo de lo más interesante. Parece ser que antes de su muerte prematura, tu hermano Calígula estaba sobre la pista de un poderoso secreto. No se lo había contado ni a tu hermana Drusila, a pesar de que estaban tan unidos. En cambio se lo comentó a Claudio, por lo que indica el diario. Puesto que tú y Julia estabais desterradas no se podría decir que fuerais confidentes de Calígula, pero se me ocurrió que quizá sabrías algo a través de Claudio.

—En este caso no —afirmó con calma la madre de Nerón, sorbiendo el vino mientras admiraba las siete colinas de la ciudad que permanecían en tinieblas salpicadas por muchas hogueras que iban aumentando de brillo—. Pero ahora que lo mencionas, el marido de Drusila, Lucio, me contó algo cuando regresé a Roma para enterrar a mi hermano. El hermano de Lucio, Cayo, había sido centurión en la provincia romana de Judea bajo el reinado de Tiberio hacía más de veinte años y había presidido la ejecución de uno de esos molestos fanáticos religiosos judíos que en estos últimos tiempos estás lanzando a los leones. Según parece, ya entonces existían agitadores y su cabecilla original era el individuo aquel que Cayo crucificó. Pero lo más interesante del caso es que aquel fanático no murió debido a la crucifixión, sino a resultas de que Cayo le clavó la jabalina, que luego desapareció de forma inexplicable. Se ve que los judíos creían que la jabalina poseía algún poder misterioso de naturaleza religiosa. No saqué mucho en claro del resto, así que me temo que eso es todo lo que puedo contarte.

Agripina dejó la copa de vino y se sentó en el regazo de Nerón, igual que solía hacer con Claudio cuando quería salirse con la suya o arreglárselas para obtener un favor importante. Nerón sospechó de inmediato, pero cuando su madre le frotó las partes íntimas con las manos y le chupó el cuello, notó que se excitaba. Maldición, justo cuando quería prestar más atención no sólo al maravilloso espectáculo que había organizado, sino también y más importante, al tema de conversación que había sido abandonado con tan poca ceremonia por esa treta sexual. Agripina se había abierto la parte delantera del vestido y sus manzanas doradas se mostraban apetitosas otra vez fuera de su cesta. Las tenía casi en la cara. Inspiró profundamente y se levantó, de modo que lanzó a esa arpía al suelo entre las sedas de su atuendo.

—No me creo que no sepas nada más —soltó Nerón, que se apartó la larga melena rubia por detrás del hombro y observó los petulantes ojos azules de su madre—. Claudio afirma en su diario que Calígula obtuvo esa información no sólo de ese cuñado tuyo, como dices, sino también de Tiberio. Hace una lista de todos los objetos, trece en total, y sostiene que aunque no son tesoros, poseen en cambio algún

tipo de fuerza poderosa. ¡Hace años, Claudio llegó a invadir Britania para intentar hacerse con ellos! Tienes que saber algo, quizá lo que valen incluso.

Se agachó y agarró a Agripina por los brazos para levantarla del suelo. Intentó mantener los ojos fijos en su cara y lejos de las bonitas _ curvas de la piel dorada, medio desnuda, de su cuerpo cálido y sensual que ahora acariciaba la luz procedente del incendio devastador que asolaba las colinas de Roma a través de la ventana. Agripina sonrió con aire felino, luego le rodeó el pulgar con la boca y se lo chupó de forma erótica, como solía hacer cuando era aún un niño. Nerón notó que le fallaban las rodillas, pero se mantuvo firme y retiró el pulgar.

—Necesitaré un barco nuevo para poder ir y venir con facilidad de mi propiedad en Bauli —mencionó Agripina, tras recoger la copa de vino como si no hubiese ocurrido nada desde su último sorbo.

—Hecho —afirmó Nerón, mientras pensaba cómo iba a encontrar deprisa a alguien que supiera cómo construir un barco que se fuera a pique. Esa mujer tenía demasiado poder sobre él, y encima era consciente de ello. Pero si había eliminado a Claudio, ¿por qué no podía hacer lo mismo con Agripina? Y entonces sería libre por fin, con mayor poder que nadie en el mundo. Lo que lo llevó de nuevo al tema.

»Por lo que te dijo Lucio, ¿qué tipo de poder "de naturaleza religiosa" tenía la jabalina, según los judíos? —preguntó a su madre.

—Lucio lo había estudiado bastante —contestó ésta—. Guardaba relación con varios objetos que los judíos se habían llevado de Babilonia o Egipto, y con algunos secretos de sus religiones misteriosas. Creo que tenía algo que ver con el renacimiento, si esos objetos obraban juntos en las manos adecuadas.

—¿De verdad creen eso los judíos? —quiso saber Nerón—. ¿O es sólo lo que pensaba Longino?

—Se ve que tenían que colocarse en el punto correcto —afirmó Agripina—. Un lugar de poder, como las cuevas de Eleusis, o la de Subaico, en las afueras de Roma, frente al sitio donde te construyes el palacio de verano. Y, por supuesto, también tiene que ser en el momento adecuado.

—¿El momento? —comentó Nerón—. ¿Te refieres a la mañana, la tarde o la noche? ¿O a alguna época del año: primavera, otoño?

—No, nada de eso —dijo Agripina—. Lucio afirmó que era un concepto persa o egipcio. —Sonrió y luego añadió mientras le acariciaba el brazo—: Me refiero a la idea de que tiene que hacerse durante el cambio de eón, en la cúspide entre una época celestial y otra.

—Pero entonces —exclamó Nerón, observando las llamas enfurecidas que devoraban en esos momentos la ciudad eterna—, ¡eso significa que tenemos que reunir esos objetos enseguida!

ELTERRENO PERDIDO

Tales momentos, tales ojeadas concretas a grandes panoramas de lo inalcanzable...

expresiones del tipo
domain perdu
o el
pays sans nom
[describen] mucho más que cierto tipo de paisaje arquetípico o de perspectiva emocional... Primero captamos la paradoja negra que yace

en el corazón de la condición humana [cuando nos damos cuenta] de que la satisfacción del deseo

implica también la muerte del deseo.

JOHN FOWLES,

prefacio a
El gran Maulines
de Alain-Fournier

 

Sólo cuando Wolfgang y yo finalizamos el trayecto de dos horas al aeropuerto en el extremo opuesto de Viena, aparcamos el coche, facturamos las maletas, pasamos por la aduana y nos embarcamos en el vuelo hacia Leningrado, tuve la oportunidad de organizar todas mis notas mentales de lo que sabía del misterio de Pandora.

Me sentía como un participante en un concurso milenario, a la búsqueda de pistas dispersas a lo largo de continentes y eones. Pero lo que había empezado como una desconcertante serie de hechos inconexos se mostraba ahora como un sendero más claro que conectaba puntos geográficos en el mapa con animales totémicos, los animales con constelaciones del cielo y las constelaciones con dioses, cuyos nombres eran la clave. Así pues, mientras observaba por la ventanilla del avión Leningrado, esa ciudad acuática surcada de canales que ahora se extendía bajo nuestras alas, encontré adecuado que esta tierra en la que estábamos aterrizando tuviera como símbolo, mascota y animal totémico el oso ruso.

Por primera vez caí en la cuenta de que había estado en una gran cantidad de ciudades sin haberlas visto como sus habitantes, ni siquiera como los turistas. Porque dada la condición de Jersey y Laf como intérpretes de primera clase mundial, incluso en la Rusia de los momentos álgidos de la ahora decreciente Guerra Fría, sus viajes habían consistido siempre en una procesión interminable de limusinas con conductor y champán.

Other books

Under the Moon by Julia Talbot
When HARLIE Was One by David Gerrold
Angelic Pathways by Chantel Lysette
World Without End by Chris Mooney
A Life Everlasting by Sarah Gray
We All Looked Up by Tommy Wallach
Cheap by Ellen Ruppel Shell
Jean-dominique Bauby by Diving Bell, the Butterfly
Behind the Times by Edwin Diamond