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Authors: Bernard Werber

Tags: #Ciencia, Fantasía, Intriga

El día de las hormigas (10 page)

BOOK: El día de las hormigas
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Octava particularidad:
el sexo-cañón que dispara a distancia. Algunas especies de chinches tropicales, los antocórides escolopelianos, están dotados de ellos. El canal espermático forma un grueso tubo espeso, enrollado en espiral, en el que está comprimido el líquido seminal. El esperma es propulsado luego a gran velocidad por unos músculos especiales que lo expulsan fuera del cuerpo. De este modo, cuando un macho divisa a alguna hembra a varios centímetros de él, apunta con su pene a los blancos-vagina situados en la espalda de la damisela. El chorro surca el aire. La potencia de esos tiros es tal que el esperma consigue traspasar el caparazón, más fino en esos puntos.

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

24. Persecución en el subsuelo

Antes de sucumbir, una rebelde lanza un grito oloroso, desgarrador e incomprensible.

Los Dedos son nuestros dioses.

Luego se desploma con toda la longitud de sus patas y su cuerpo, tirado en el suelo, forma una especie de cruz de seis brazos.

Todas sus compañeras se derrumban una tras otra y 103.683 oye a algunas repetir esa misma frase extraña.

Los Dedos son nuestros dioses.

Las chinches furiosas penetran y violan, bajo la mirada de las federales, que visiblemente no tienen intención de poner término al suplicio.

103.683 se niega a morir tan deprisa. No antes de saber qué significa la palabra «dioses». Dominada por una furia terrible, golpea con sus antenas a la decena de chinches aferradas a su tórax, y luego carga con la cabeza baja contra el grupo de soldados. Efecto sorpresa que triunfa. Las guerreras están demasiado absortas en el espectáculo de esa orgía sangrienta para interceptarla. Sin embargo, se recuperan en seguida.

Pero 103.683 no es una novata en materia de carrera-persecución. Salta al techo y con la punta de sus antenas ampliamente separadas rastrilla la pared. Caen copos de tierra. La soldado los aprovecha para poner entre ella y sus perseguidoras un verdadero muro de arena. Colocándose en posición de tiro, abate a las guardianas que, pese a todo, consiguen pasar. Pero cuando varias franquean juntas el obstáculo, la soldado no puede ametrallarlas a todas con un disparo. Además, su bolsa de ácido está ahora prácticamente vacía.

Corre con todas sus fuerzas.

¡Es una rebelde! ¡Detenedla!

103.683 se apresura por galerías que le parecen reconocibles. ¡Y con razón! Ha dado media vuelta completa. Ya ha llegado a la sala de las cisternas. Sus miembros la han llevado de forma natural por un camino perfectamente memorizado puesto que acababa de recorrerlo en sentido inverso.

Su pata pierde un poco de sangre. Tiene que esconderse a cualquier precio. La salvación está en el techo. Sube a él y se agazapa junto a las patas de una hormiga cisterna. Por su volumen, el insecto la oculta perfectamente cuando las saldados irrumpen en la parte inferior de la sala.

Con sus antenas, las federales sondan el menor recoveco.

103.683 arranca una pata de la hormiga cisterna que la camufla.

¿Qué es lo que te pasa?,
pregunta suavemente la afectada.

Migración,
responde con autoridad 103.683, y arranca una segunda pata, y luego una tercera. Pero esta vez la otra adivina la trampa.

Vamos, vamos… ¡Deja de arrancarme patas ahora mismo!

Abajo, las federales han descubierto un charco de sangre transparente y buscan. Una guardiana recibe una gota en la cabeza y levanta sus antenas.

¡Ahí está, la he encontrado!

103.683 arranca de manera febril una pata más, y otra. La cisterna sólo se sostiene ya con dos garras y grita llena de pánico.

¡Ponme todas las patas en su sitio inmediatamente!

La guardiana se vuelve y dispone su abdomen para apuntar hacia el techo.

103.683 se deshace de la última pata con un golpe de su mandíbula sable. En ese preciso momento dispara la soldado, y la cisterna naranja le cae encima. Así la masa de líquido explota doblemente. 103.683 salta justo a tiempo de su percha mientras por toda la sala vuelan trozos de abdomen.

Aparecen nuevas soldados federales. 103.683 vacila. ¿Cuánto ácido le queda? Sólo para tres disparos. Decide entonces pulverizar las patas de las cisternas.

Tres hormigas cisterna son abatidas y sus sistemas de sustentación fulminados. Caen y estallan sobre la manada de perseguidoras. Sin embargo, una de ellas consigue liberarse, completamente enviscada de melazo.

103.683 está ya vacía de ácido. De todos modos se coloca en posición de tiro con la esperanza de intimidar a la otra y espera con estoicismo el chorro ardiente que acabará con ella.

Pero no ocurre nada. ¿Se habrá quedado seca también la otra? Lucha cuerpo a cuerpo. Las mandíbulas se agarran y tratan de cortar la quitina. La conquistadora del confín del mundo tiene más experiencia. Derriba a su adversaria, le tira la cabeza hacia atrás. Pero, cuando va a darle el golpe de gracia, una pata le da golpecitos como pidiéndole una trofalaxia.

¿Por qué quieres matarla?

103.683 hace girar sus antenas para identificar mejor la fuente de emisión.

Ya ha reconocido esos efluvios amigos.

Es la reina en persona la que está allí. Su antigua cómplice de aventuras, la iniciadora de su primera odisea…

Alrededor surgen las soldados, dispuestas a caer sobre ella, pero la soberana emite un olor ínfimo que les hace saber que esa hormiga está bajo su protección.

Sígueme,
le propone la reina Chli-pu-ni.

25. Las cosas se complican

La voz se vuelve insistente.

—Sígame, por favor.

Una doble hilera de fiambres se alienaba bajo la luz cruda de los neones, cada uno provisto de una etiqueta colgada del dedo gordo del pie. La sala desprendía un perfume a éter y a eternidad.

Morgue de Fontainebleau.

—Por aquí, comisario —dice el médico forense.

Avanzaron entre los cadáveres, unos metidos en una funda de plástico, otros tapados por una sábana blanca. Cada etiqueta llevaba un nombre y una anotación indicando la fecha y las circunstancias de la muerte del cadáver: 15 de marzo, matado a cuchilladas en la calle. 3 de abril, aplastado por un autobús; 5 de mayo, suicidio por defenestración…

Se detuvieron delante de tres gruesos dedos gordos cuyos rótulos precisaban que habían pertenecido, respectivamente, a Sébastien, Pierre y Antoine Salta.

Méliés no podía aguantar más su impaciencia.

—¿Ya sabe de qué han muerto?

—Más o menos… De una emoción fuerte. Yo diría, incluso, que de una emoción fortísima.

—¿De miedo?

—Es posible. O de sorpresa. De un estrés múltiple, en cualquier caso. Mire las observaciones que hay en esta hoja: los tres tienen en la sangre una tasa de adrenalina diez veces superior a la normal.

Méliés piensa que la periodista tenía razón.

—Es decir, que han muerto de miedo…

—No exactamente, porque el choque emocional no es la única causa de estas muertes. Venga y mire. Colocó una radiografía encima de una mesa luminosa. Por la radiografía se comprueba que sus cuerpos estaban llenos de pequeñas úlceras.

—¿Qué pudo provocarlas?

—Un veneno. Probablemente un veneno, pero un veneno de nueva especie. Con el cianuro, por ejemplo, sólo podemos comprobar una lesión grande. Mientras que aquí, las lesiones son múltiples.

—Entonces, doctor, ¿cuál es su diagnóstico?

—Le parecerá curioso. Yo diría que han muerto, en principio, de pasmo y que luego han intervenido las hemorragias estomacales e intestinales, igual de mortales que el pasmo primero.

El hombre de blusa blanca ordenó sus notas y le tendió la mano.

—Una última pregunta, doctor. A usted, ¿qué le produce miedo?

El médico suspiró.

—¿A mí? He visto tantas cosas. Ahora, realmente, ya no me afecta nada.

El comisario Méliés se despidió y abandonó la Morgue masticando un chicle, más perplejo de lo que había entrado. Sabía que tenía que habérselas con un adversario terrible.

26. Enciclopedia

ÉXITO:
De todos los representantes del planeta Tierra, las hormigas son las que mejor lo han conseguido. Ocupan un número récord de nidos ecológicos. Se encuentran hormigas en las estepas desérticas de los confines del círculo polar lo mismo que en las junglas ecuatoriales, los bosques europeos, las montañas, los abismos, las playas de los océanos, las orillas de los volcanes e incluso en el interior de los habitáculos humanos. Ejemplo de adaptación extrema: para resistir el calor del desierto sahariano que puede llegar a los 60° C, la hormiga
cataglyphis
ha perfeccionado técnicas de supervivencia únicas. Camina a la pata coja utilizando dos de sus seis patas para no quemarse al contacto del suelo ardiente. Contiene el aliento para no perder su humedad y deshidratarse. No existe un kilómetro de tierra firme libre de hormigas. La hormiga es el individuo que ha construido más ciudades y poblados sobre la superficie del Globo. La hormiga ha sabido adaptarse a todos sus depredadores y a todas las condiciones climáticas: lluvia, calor, sequedad, frío, humedad, viento. Recientes investigaciones han demostrado que un tercio de la biomasa animal y del bosque amazónico estaba formado por hormigas y termitas. Y esto en la proporción de ocho hormigas por cada termita.

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

27. Encuentros reales

Las porteras de cabeza plana se apartan para dejarles paso. Caminan ahora juntas por los corredores de madera de la Ciudad prohibida: 103.683, la soldado que participó hace más de un año en el asalto final contra Bel-o-kan, y su reina, que desde entonces nunca le volvió a dar noticias suyas. ¿Ha olvidado su antigua complicidad?

Penetraron en la sala real. Chli-pu-ni ha remodelado la morada de su madre tapizándola con un hermoso terciopelo procedente de la pared interna de la corteza de castañas. En el centro de la sala, una visión horrible; ¡el cuerpo vaciado y translúcido de Belo-kiu-kiuni, su propia madre!

En los anales mirmeceanos es ésta, sin duda, la primera vez que una reina vive permanentemente junto al cadáver conservado de su propia genitora. La misma a la que en otro tiempo había declarado la guerra y a la que había vencido.

Chli-pu-ni y 103.683 se instalan exactamente en el centro de la sala, completamente oval. Por último acercan sus antenas.

Nuestro encuentro no es fortuito,
afirma la soberana. Hacía mucho tiempo que andaba buscando a su soldado de élite. La necesitaba. Quiere lanzar una gran cruzada contra los Dedos, destruir todos los nidos que éstos han construido más allá del confín oriental del mundo. 103.683 es la más apropiada para guiar al ejército rojo hacia el país de los Dedos.

Las rebeldes habían dicho la verdad. Chli-pu-ni quiere realmente desencadenar una gran guerra contra los Dedos.

103.683 vacila. Cierto que se muere de ganas por partir de nuevo hacia Oriente. Pero también tiene ahora incrustado en su cuerpo aquel miedo terrible que amenaza con volver a brotar en cualquier momento. El miedo a los Dedos.

Durante toda la hibernación que siguió a su aventura no soñó más que con Dedos, con bolas rosas gigantes devorando ciudades como si fueran otras tantas presas. 103.683 había tenido muchas veces un despertar difícil, con las antenas mojadas.

¿Qué pasa?,
pregunta la reina.

Tengo miedo a los Dedos que viven más allá del confín del mundo.

¿Qué es él miedo?

Es la voluntad de no encontrarse en situaciones que no se pueden dominar.

Chli-pu-ni cuenta entonces cómo, leyendo las feromonas de Madre, descubrió a una hormiga que también evocaba esa palabra. «Miedo.» Esa feromona explica que, cuando los individuos son incapaces de comprenderse, es que tienen «miedo» unos de otros.

Y según Belo-kiu-kiuni, cuando le vence el miedo al otro, muchas cosas consideradas imposibles se vuelven entonces perfectamente realizables.

103.683 reconoce en esa explicación el tipo de aforismo que tanto apreciaba la antigua reina. Con un movimiento ligero de la antena derecha, Chli-pu-ni pregunta: el miedo ¿volvería inepta a la soldado para dirigir la cruzada?

No. La curiosidad es más fuerte que el miedo.

Chli-pu-ni se tranquiliza. Sin la experiencia de su cómplice de antaño, la cruzada habría empezado mal.

En tu opinión, ¿cuántos soldados serán necesarios para matar a todos los Dedos de la Tierra?

¿Quieres que mate a todos los Dedos de la Tierra?

Sí. Evidentemente. Chli-pu-ni así lo quiere. Los Dedos deben ser exterminados, erradicados del mundo. Como estúpidos parásitos gigantes que son. Se pone nerviosa: pliega y despliega sus antenas. E insiste: los Dedos son un peligro, no sólo para las hormigas Sino también para todos los animales, para todos los vegetales, para todos los minerales. Ella lo sabe, y lo siente. Está absolutamente convencida de la rectitud de su causa.

103.683 la obedecerá. Se entrega a una estimación rápida. Para acabar con un solo Dedo se necesitan por lo menos cinco millones de soldados bien entrenados. Y, por lo menos, por lo menos… está convencida de que hay cuatro rebaños, es decir, veinte Dedos sobre la tierra.

Se
necesitarán por lo menos cien millones de soldados.

103.683 vuelve a ver la inmensa cinta negra donde nada crece. Y todas las exploradoras, aplastadas de un solo golpe como si fueran las hojas más finas en medio de un estrépito de vibraciones y de humaredas de hidrocarburos.

También es eso el confín del mundo oriental.

La reina Chli-pu-ni deja que el silencio las invada un momento. Da algunos pasos por la cámara nupcial y toquetea unas cáscaras de trigo con el extremo de la mandíbula. Por fin, volviéndose, con las antenas bajas, asegura haber discutido con muchas hormigas para convencerlas de la necesidad de esta cruzada. Ella no dispone de ninguna autoridad política. Emite sugerencias. La comunidad es la que decide. Por otro lado, no todas sus hermanas e hijas comparten su punto de vista. Temen una reanudación de las guerras con las hormigas enanas y las termitas. No quieren que la cruzada deje indefensa a la Federación.

BOOK: El día de las hormigas
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