El discípulo de la Fuerza Oscura (13 page)

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
13.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Después sintió cómo todo su cuerpo era recorrido por violentos estremecimientos mientras se esforzaba por resistir la llamada, pero a esas alturas y después de tantos años ya sabía que no podía hacer nada para combatirla. Las pesadillas que aullaban dentro de su cráneo nunca le permitían olvidar la terrible prueba que había sufrido durante aquellos días de acondicionamiento infernal en Carida, el planeta de adiestramiento militar del Imperio.

Las cicatrices que cubrían su maltrecha cabeza no eran el resultado de la tortura, sino de un proceso de vivisección imperial en el que los médicos habían abierto su cráneo y habían extraído algunas porciones de su cerebro. Los segmentos que habían sido eliminados eran los que controlaban la lealtad de un calamariano, su capacidad volitiva y su resistencia a las órdenes especiales. Los crueles xenocirujanos habían sustituido las áreas del cerebro de Terpfen extraídas con circuitos orgánicos cultivados mediante un proceso especial que imitaban a la perfección el tamaño, la forma y la composición del tejido que habían quitado.

Los circuitos orgánicos estaban protegidos por un camuflaje perfecto y no podían ser detectados ni por el examen médico más minucioso, pero convertían a Terpfen en un ciborg impotente, un espía y saboteador perfecto que era totalmente incapaz de pensar por sí mismo cuando los imperiales querían que su mente albergara únicamente los pensamientos que más les convenían. Los circuitos le dejaban la capacidad mental suficiente para interpretar su papel y para que pudiera inventarse alguna excusa cada vez que los imperiales le llamaban a su presencia.

Terpfen echó un vistazo al cronómetro después de haber pilotado su nave durante varias unidades de tiempo estándar. Después tiró de las palancas que desconectaban los motores hiperespaciales justo en el momento indicado, y conectó los propulsores sublumínicos.

Su nave se encontraba en las proximidades de la Corriente del Cron, un velo tan delicado que parecía hecho de encajes y que estaba formado por los restos gaseosos de una supernova múltiple, cuatro estrellas que habían hecho erupción simultáneamente hacía unos cuatro milenios. Las hilachas de gases chisporroteaban con destellos rosados, verdes y de un blanco cegador. Los rayos X residuales y las radiaciones gamma procedentes de la vieja supernova producían una estática continua que saturaba su sistema de comunicaciones, pero que también ocultaría aquella reunión a los ojos de cualquiera que pudiese estar cerca.

La masa oscura de una nave caridana ya estaba esperándole. La capa de camuflaje que cubría su casco hacía que la nave caridana pareciese un insecto negro como el azabache que hubiera engullido la claridad de las estrellas, dejando únicamente una silueta de contornos irregulares recortada en el panorama espacial. Las protuberancias de los cañones desintegradores y los conjuntos de antenas sensoras brotaban del casco como otras tantas espinas.

Un chorro de estática surgió del sistema de comunicaciones de Terpfen, y un instante después el haz concentrado de la holotransmisión enviada por el embajador Furgan se materializó en el interior de la cabina del caza B.

—Bien, mi pequeño pez... —dijo Furgan. Sus enormes cejas parecían plumas negras que surgían de su frente y se enroscaban hacia arriba—. ¿Cuál es tu informe? Explícame por qué tus dos víctimas no murieron en esa colisión que preparaste con tanta meticulosidad.

Terpfen intentó impedir que las palabras surgieran de su boca, pero los circuitos orgánicos entraron en acción y proporcionaron toda la respuesta que necesitaba oír el embajador imperial.

—Saboteé la nave personal de Ackbar, y eso habría tenido que significar la muerte para los dos pasajeros... pero subestimé la habilidad como piloto de Ackbar.

Furgan frunció el ceño

—Así que la misión ha sido un fracaso —dijo.

—Al contrario —replicó Terpfen—. Creo que ha tenido un éxito todavía más grande de lo que se podía esperar en un principio... Esta cadena de acontecimientos ha afectado mucho más a la Nueva República de lo que la habría afectado un simple accidente que hubiese acabado con la Ministra de Estado y el almirante. El comandante de su flota se considera tan deshonrado que acaba de presentar su dimisión, y el Consejo de Gobierno no tiene ningún sustituto.

Furgan reflexionó durante unos momentos, y después asintió mientras una sonrisa se iba extendiendo lentamente por sus oscuros y gruesos labios. El embajador cambió de tema.

—¿Has hecho alguna clase de progresos en lo que respecta a averiguar el paradero del tercer bebé Jedi?

Terpfen había pasado cuatro semanas de aquella tortura que fue su acondicionamiento con la cabeza totalmente rodeada por un casco de plastiacero que le impedía ver nada, y que emitía terribles punzadas de dolor a intervalos totalmente imprevisibles. No podía hablar, beber ni comer, y era alimentado mediante suplementos nutritivos administrados por vía intravenosa. Ya hacía mucho tiempo de aquello, pero en aquellos momentos Terpfen se encontraba atrapado en la cabina de su caza B, y de repente volvió a sentirse engullido por aquel pozo negro.

—Ya se lo he explicado anteriormente, embajador —dijo con voz átona y firme—. Anakin Solo se encuentra en un planeta secreto cuya localización sólo es conocida por muy pocos, el almirante Ackbar y el Maestro Jedi Luke Skywalker entre ellos. Creo altamente improbable que Ackbar la revele durante el curso de una conversación.

Furgan parecía haber mordido algo terriblemente agrio y estar deseando escupirlo.

—¿Y de qué nos sirves entonces? —preguntó.

Terpfen no se habría ofendido ni aun suponiendo que los circuitos orgánicos se lo hubiesen permitido.

—He puesto en marcha otro plan que quizá pueda proporcionarme la información que desea.

Terpfen había llevado a cabo esa tarea con partes de su mente que no controlaba. Después sus manos-aletas se habían movido como si tuvieran voluntad propia, completando aquello contra lo que el resto de su mente quería lanzar alaridos de desesperación.

—Más te vale que dé resultado —dijo Furgan—. Ah, una última pregunta... Me he dado cuenta de que Mon Mothma lleva varias semanas evitando aparecer en público. No ha asistido a muchas reuniones de gran importancia, y se ha limitado a enviar representantes. ¿Qué tal anda la salud de nuestra querida Mothma?

Furgan empezó a reír suavemente.

—No muy bien —replicó Terpfen, maldiciéndose a sí mismo.

Las carcajadas de Furgan se esfumaron de repente, y los ojos del holograma se clavaron en los grandes discos acuosos de Terpfen.

—Vuelve a Coruscant antes de que se den cuenta de tu ausencia, mi pequeño pez. No queremos perderte cuando todavía queda tanto trabajo por hacer.

Furgan cortó la transmisión. Un instante después la nave negra que parecía un insecto viró, se introdujo en un pliegue del espacio con un destello blanco azulado de sus motores hiperespaciales y desapareció.

Terpfen se encontró solo en la oscuridad con la mirada fija en el tajo reluciente que era la Corriente del Cron, rodeado por los muros en los que todavía resonaban los ecos de su traición.

7

Luke estaba guiando a una procesión de estudiantes Jedi por los niveles inferiores del templo massassi, iluminando su camino con una lamparilla. Todos vestían su túnica con capucha y ninguno había protestado ante la excursión nocturna decidida por Luke, pues llevaban el tiempo suficiente con él como para haberse acostumbrado a sus excéntricos métodos de adiestramiento.

Luke sintió el frío roce de las piedras pulimentadas en sus pies, pero enseguida eliminó la sensación. «Un Jedi debe ser consciente de cuanto le rodea, pero no debe permitir que le afecte de maneras que no desea» Luke se repitió la frase a sí mismo, y concentró su mente en el estado de control perfecto que había ido descubriendo y dominando poco a poco gracias a las enseñanzas de Obi-Wan Kenobi y Yoda y a sus propios ejercicios de autodescubrimiento.

Al principio había percibido el silencio del templo, pero no tardó en ampliar el alcance de sus percepciones y se riñó mientras lo hacía. El Gran Templo no se hallaba sumido en el silencio: los bloques de piedra crujían y temblaban mientras se iban enfriando a medida que transcurría la noche. Las corrientes de aire danzaban con débiles susurros, ríos que se movían lentamente a través de los corredores. Diminutos arácnidos cuyas patas terminaban en duras y afiladas puntas de queratina se deslizaban por los suelos y las paredes con un veloz repiqueteo. El polvo se iba aposentando lentamente.

Luke guió a su grupo en un lento descenso por el tramo de escalones hasta que se encontró con un muro de piedra, y esperó a que todos hubieran llegado.

Gantoris, el de los cabellos oscuros, fue el primero en darse cuenta de la hilacha casi imperceptible de neblina que se abría paso por una pequeña grieta de la roca.

—Veo vapor —dijo.

—Huelo a azufre —dijo Kam Solusar.

—Muy bien —dijo Luke.

Hizo funcionar el panel secreto que movía la puerta de piedra y revelaba un laberinto de pasadizos medio derrumbados. El túnel bajaba rápidamente de nivel, y los estudiantes le siguieron mientras Luke se agachaba para internarse en la negrura tenebrosa de las sombras. Su lámpara emitía un tembloroso charco de claridad que formaba un círculo a su alrededor. Su sombra hacía pensar en un monstruo encapuchado, una distorsión de la negra silueta de Darth Vader que se estuviera recortando sobre los muros.

El pasadizo subterráneo se desviaba hacia la izquierda, y Luke no tardó en poder captar el acre olor de los vapores sulfurosos. Las protuberancias rocosas lloraban humedad condensada. Un instante después pudo oír el gorgoteo del agua y el susurro del vapor, y los débiles suspiros que emitía la piedra al dejar escapar el calor acumulado en ella.

Luke entró en la gruta y se detuvo para tragar una honda bocanada de aquella atmósfera impregnada de olores acres y minerales. La piedra estaba caliente y húmeda bajo las plantas de sus pies, y la condensación la volvía un poco resbaladiza.

Los estudiantes se reunieron con él y bajaron la mirada para contemplar un manantial de aguas minerales que brotaba de un agujero circular. Cadenas de burbujas que parecían perlas formaban delicados encajes sobre la límpida superficie, y los gases volcánicos se filtraban por las pequeñas hendiduras de las rocas. El agua reflejaba la débil claridad que brotaba de su lámpara, y las algas que recubrían los lados del estanque le daban un color azulado tan hermoso como si brotara de una gema. Cornisas de piedra y depósitos minerales que se habían ido acumulando lentamente con el paso del tiempo formaban asideros y angostos asientos en las paredes del manantial de agua caliente.

—Éste es el final de nuestro viaje —dijo Luke, y apagó la lámpara.

La oscuridad del subsuelo cayó sobre ellos engulléndolos, pero sólo durante un momento. Luke oyó cómo dos estudiantes tragaban aire con un jadeo ahogado —eran Streen y Dorsk 81—, pero los demás consiguieron reprimir su sorpresa.

Luke clavó la mirada en la negrura y concentró su voluntad ordenándole que se apartara. La luz se fue filtrando poco a poco a través de la negrura, un destello lejano de resplandor estelar reflejado que procedía de una abertura en el techo que se encontraba muy por encima de sus cabezas.

—Este ejercicio os ayudará a concentraros y a establecer una sintonía más perfecta con la Fuerza —dijo Luke—. El agua está a la temperatura ideal. Flotaréis dentro de ella sin oponerle ninguna resistencia, y así podréis salir de vosotros mismos para entrar en contacto con el resto del universo.

Luke se quitó la túnica Jedi, fue hacia el manantial moviéndose ágilmente y sin vacilaciones por entre la penumbra, y entró en él sin producir el más leve chapoteo. Después oyó el roce de la tela cuando los estudiantes le imitaron, quitándose las túnicas y avanzando hacia la orilla.

El repentino calor del agua fue como un aguijonazo en su piel, y el espumear de burbujitas que brotó del manantial envolvió su cuerpo con un suave cosquilleo. Una sucesión de ondulaciones recorrió el estanque de un extremo a otro a medida que los estudiantes Jedi se iban introduciendo en él uno por uno. Luke sintió cómo empezaban a flotar y se relajaban poco a poco, permitiéndose dejar escapar un suspiro de placer y satisfacción.

Luke fue respirando despacio y muy profundamente, dejando que el agua le acunase mientras limpiaba su mente y su cuerpo. La sombra de olor a azufre que impregnaba la atmósfera se deslizó por su garganta frotándola hasta dejarla limpia, y el calor y las burbujas le abrieron los poros.

—No hay emoción, sino paz —dijo, repitiendo palabras del Código Jedi que le había enseñado Yoda—. No hay ignorancia, sino conocimiento. No hay pasión, sino serenidad. No hay muerte, sino la Fuerza.

Oyó el susurro de las voces mezclándose unas con otras mientras los doce estudiantes repetían sus palabras. Pero todo aquello le resultaba demasiado rígido y envarado, porque Luke quería que sus estudiantes le comprendieran y no se conformaba con que aprendieran unos cuantos mantras de memoria.

—Estáis flotando en el calor, envueltos en una oscuridad casi absoluta... —siguió diciendo—. Imaginad que estáis totalmente sumergidos, rodeados, libres... Dejad que vuestras mentes vagabundeen por donde les plazca, y permitid que viajen sobre las ondulaciones de la Fuerza.

Movió las manos acariciando delicadamente las aguas hacia adelante y hacia atrás para producir olas en el estanque. Los otros estudiantes se removieron. Luke pudo sentir su presencia a su alrededor, y se dio cuenta de que se estaban concentrando de una manera excesivamente consciente y forzada.

—Mirad hacia arriba —dijo—. Antes de poder viajar a otro sitio tenéis que descubrir en qué lugar estáis.

Una rebanada de estrellas parecía desparramarse a través de una grieta que atravesaba las rocas del techo muy por encima de él. Los puntitos luminosos parpadeaban y temblaban debido a las corrientes de la atmósfera de Yavin 4.

—Sentid la Fuerza —murmuró, y después repitió las palabras alzando la voz—. Sentid la Fuerza... Sois parte de ella. Podéis viajar con la Fuerza, descendiendo hasta el núcleo de esta luna y saliendo de ella para llegar a las estrellas... Cada criatura viviente hace que la Fuerza sea más grande, y todo obtiene su fortaleza de ella. Concentraos conmigo, y observad los panoramas ilimitados que os mostrarán vuestras capacidades.

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
13.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Wyoming Lawman by Victoria Bylin
White Dawn by Susan Edwards
Short Straw Bride by Dallas Schulze
The Stolen Girl by Renita D'Silva
La biblioteca perdida by A. M. Dean