El joven samurai: El camino de la espada (20 page)

BOOK: El joven samurai: El camino de la espada
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—Es posible —reconoció Akiko—. Los ninjas aprenden desde muy temprano a escalar y realizar acrobacias. Al parecer, les enseñan a colgar de las ramas de los árboles con sólo un dedo.

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó Yamato, sorprendido.

—¿Dónde está el cuaderno de bitácora entonces si Ojo de Dragón no lo tiene? —continuó Akiko, ignorando a su primo.

Jack vaciló. No podía permitirse correr más riesgos con el cuaderno de navegación de su padre y se sintió reacio a contarlo. Cuando visitó con Emi el castillo Nijo, consiguió excusarse de su compañía con el pretexto de que tenía que ir al excusado. Se quedó solo el tiempo suficiente para esconderlo detrás del tapiz de la grulla blanca. El cuaderno de bitácora estaba a salvo por el momento. Era el escondite perfecto, pero sólo mientras nadie más lo supiera.

—Jack, puedes confiar en nosotros —insistió Akiko—. Además, podemos ayudarte a protegerlo, si sabemos dónde está. Ojo de Dragón se dará cuenta muy pronto de que ha robado un señuelo y vendrá a buscar el cuaderno de bitácora de verdad.

Jack los miró a ambos un momento. Eran sus amigos. Sus amigos más íntimos. Tenía que confiar en ellos y Akiko tenía razón. Podrían ayudarle. Pero no se lo diría todo… todavía no.

—Sabes que mencioné que regresé al castillo Nijo con Emi…

—Sí —dijo Akiko, fríamente.

—Lamento no habértelo dicho en su momento, pero estoy seguro de que hay cosas que tú tampoco me dices a mí —añadió Jack con retintín, permitiendo que la acusación flotara en el aire durante un brevísimo instante—. Da igual, fui solo con Emi por un motivo. He escondido el cuaderno de bitácora en el castillo.

—¿En el castillo? ¿Pero por qué allí? —preguntó Yamato.

—El
daimyo
Takatomi lo ha convertido a prueba de ninja. ¿Qué otro sitio mejor donde esconder el cuaderno de un ninja tan insidioso como Ojo de Dragón?

—Jack, no me creo que hayas hecho esto —replicó Akiko, mirándolo como si hubiera cometido un crimen terrible.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Jack—. Es el lugar más seguro. ¿Por qué te comportas como si hubiera matado a alguien?

—¡No lo has hecho todavía pero has puesto en peligro la vida del
daimyo
Takatomi! —dijo ella, sacudiendo incrédula la cabeza ante la estupidez de Jack—. Ojo de Dragón irrumpirá ahora en el castillo para hacerse con él.

—¿Y cómo va a pasar eso? Aunque Ojo de Dragón lo intentara, caería en el Suelo Ruiseñor y sería capturado por los guardias antes de que pudiera acercarse al
daimyo
—discutió Jack—. Además, ¿cómo puede estar el
daimyo
en peligro cuando sólo nosotros tres sabemos el emplazamiento del cuaderno? A Ojo de Dragón nunca se le ocurrirá mirar allí, y desde luego nosotros no vamos a decírselo.

30
Manos pegajosas

—¿Os cuento un secreto? En realidad no soy ciego…

Jack lo sabía. El maestro de
bo
había estado fingiendo todo el tiempo. Eso explicaba por qué pudo guiar a sus estudiantes a las montañas, engañar a Kazuki y blandir con tanta habilidad el
bo.
Simplemente, engañaba a la gente para que creyeran que era ciego.

—Es que no puedo ver —terminó de decir el
sensei
Kano con su voz grave y sonora.

—No comprendo —dijeron Jack y Yamato al unísono. El helado aire del invierno hacía que su aliento se condensara en grandes vaharadas de niebla.

Habían regresado a los jardines del Templo de Eikan-Do. Los gloriosos tonos rojos y dorados del otoño habían desaparecido ahora, sustituidos por los esqueletos pelados de los árboles cubiertos de la nieve invernal. Los tres estaban sentados en un banco de piedra junto a un fino puente de madera. El ancho arroyo que pasaba por debajo estaba helado, aunque más allá de la pendiente una pequeña cascada seguía goteando y corría bajo la superficie hasta el estanque helado situado en mitad de los jardines.

—La gente cree que ver es la percepción del mundo a través de los ojos. ¿Pero lo es? —preguntó el
sensei
Kano, señalando con la punta de su bastón la escena que los rodeaba.

Cogió unos cuantos guijarros del camino y los entregó a cada uno de sus dos pupilos.

—Cuando veis una piedra, también la sentís con la mano de vuestra mente. Ver es tanto tacto como vista, pero como el sentido de la visión es tan abrumador, no sois conscientes de la importancia del tacto.

—Pero sin poder ver, ¿cómo se aprende a luchar? —preguntó Yamato.

—Discapacidad no significa incapacidad —respondió el
sensei
, lanzando su guijarro al aire y golpeándolo con su bastón. El guijarro cayó al estanque y se deslizó sobre su superficie—. Sólo significa capacidad de adaptación. Yo he tenido que utilizar mis otros sentidos. He aprendido a abrirme paso palpando por la vida. Me he vuelto diestro olfateando el peligro y saboreando el miedo en el aire. Y me he enseñado a mí mismo a escuchar al mundo que me rodea.

El
sensei
Kano se levantó y caminó hacia el arroyo.

—Cerrad los ojos y os mostraré lo que quiero decir.

Continuó hablando con ellos mientras se movía, recalcando cada paso con un golpe de su palo
bo
contra el suelo.

—En estas sesiones, voy a entrenaros en técnicas de sensibilidad. Vais a aprender a usar todo menos vuestra vista. ¿Podéis señalar ambos dónde me encuentro?

Jack y Yamato levantaron las manos para indicar su posición.

—Abrid los ojos. ¿Fue correcta vuestra suposición?


Hai, sensei
—respondieron ellos al unísono, señalando a su maestro en el puente.

—Eso esperaba. Si podéis oírme, entonces sabéis dónde estoy. Cerrad otra vez los ojos. Aparte de los sonidos que vuestro oponente pueda hacer, no olvidéis el ruido de fondo que también indicará dónde se encuentra. El cuerpo humano crea una sombra de sonido, igual que la sombra de luz proyectada por el sol. Si prestáis atención al agujero en el ruido de fondo, podréis determinar la posición de vuestro atacante aunque permanezca en silencio. Así que escuchad los sonidos a vuestro alrededor, y luego decidme adónde me he movido.

Jack trató de seguir con el oído los movimientos del maestro de
bo
, pero, como el
sensei
Kano ahora guardaba silencio, era imposible juzgar su avance. Entonces, Jack trató de concentrarse en los sonidos que podía oír.

La respiración de Yamato.

El tintineo de la cascada.

El lejano rumor de la ciudad.

Un pájaro solitario llamando entre las copas de los árboles.

Entonces… juraría que había oído el sonido de la cascada desvanecerse levemente.

—Estás delante de la cascada —dedujo Jack.

—Excelente. Muy perceptivo, Jack-kun —alabó el
sensei
Kano mientras Yamato y Jack volvían a abrir los ojos—. Comenzaremos con ese ejercicio cada día hasta que podáis reconocer una sombra de sonido en la mayoría de los entornos. Pasemos ahora a las técnicas del tacto del
chi sao.


¿Chi sao?
—preguntó Yamato—. ¿Qué quiere decir eso? No es japonés.

—No, es chino.
Chi sao
significa «manos pegajosas» —explicó el
sensei
Kano—. Es una técnica que aprendí de un guerrero chino ciego en Beijing.

Jack le dio un codazo a Yamato y susurró:

—El ciego guiando al ciego, ¿eh?

Los dos se echaron a reír. Yamato, que al parecer había superado su decepción por no ser seleccionado para el Círculo de Tres, había pedido disculpas por su conducta del día anterior y su amistad había vuelto a cimentarse.

—Podríamos decir que así es, Jack-kun —continuó el
sensei
Kano, dándoles a ambos un brusco golpe en la cabeza con el bastón por su impudicia—, pero el
chi sao
es vuestra puerta para comprender los aspectos internos de las artes marciales: sensibilidad, reflejo, tiempo, coordinación y posición. Os enseñaré a deshacer el instinto natural de vuestro cuerpo para resistir la fuerza con fuerza y aprenderéis a rendiros a un ataque y redirigirlo. Lo más importante, aprenderéis a ver con vuestras manos. Ven aquí, Jack-kun, y colócate frente a mí en posición de lucha.

Cuando Jack estuvo situado, el
sensei
Kano hincó una rodilla en tierra para que ambos estuvieran más o menos a la misma altura. Entonces extendió las manos y palpó la pose exterior de Jack, para poder reflejarla.

—Quiero que me ataques. Cualquier patada o puñetazo valdrá. Estás muy cerca, así que deberías poder alcanzar a un viejo ciego.

Jack no estaba tan seguro, pero lo intentó de todas formas. Intentó un puñetazo básico a la cara, directo y rápido.

Al instante, se encontró desequilibrado, la mano atrapada y el puño del propio
sensei
Kano en su
kata
, los nudillos apretando contra la punta de su nariz.

—Inténtalo otra vez.

Esta vez Jack dio una patada circular a las costillas, pero antes incluso de que se hubiera movido el
sensei
Kano empujó contra su hombro. Jack tuvo que dar un paso atrás para recuperar el equilibrio. Al mismo tiempo, el
sensei
Kano lanzó un golpe de plano directamente a un punto de presión en su garganta, deteniéndose antes de alcanzarla.

Jack tragó saliva, aturdido.

Había perdido antes incluso de comenzar. Era como si el
sensei
Kano pudiera leerle la mente.

—¿Cómo haces eso? —preguntó, asombrado.

—Te oigo con las manos. Uso mis dedos para sentir dónde está tu poder y, en cuanto empiezas a moverte, contraataco redirigiendo tus energías y luego golpeando —explicó—. Aprenderás esta técnica también. Con el tiempo, podrás interceptar un ataque antes de que tu oponente haya completado un solo movimiento.

El
sensei
Kano se levantó e indicó a Yamato que ocupara su lugar.

—Para empezar, quiero que simplemente mantengáis contacto el uno con el otro. Empujad y haced girar vuestros antebrazos en círculo —instruyó el
sensei
, guiándolos en sus movimientos circulares iniciales—. Permaneced relajados. Estáis intentando sentir el movimiento de vuestro oponente y encontrar grietas en su defensa. El principio básico del
chi sao
es recibir lo que llegue, escoltar lo que deje y abalanzarse en cualquier pérdida de contacto.

Jack y Yamato se comportaron con torpeza al principio y tuvieron que empezar de nuevo varias veces antes de conseguir algún tipo de fluidez.

— No, no te inclines hacia delante, Jack-kun —instruyó el
sensei
Kano con las manos apoyadas sobre los hombros de los dos muchachos para poder juzgar su progreso—. La clave del
chi sao
es conservar vuestro centro y permanecer relajados. Consideraos cañas de bambú al viento. Permaneced enraizados, pero sed flexibles. Entonces creceréis para ser fuertes.

El sol de invierno estaba bajo en el cielo cuando el
sensei
Kano puso fin al entrenamiento. Jack y Yamato habían continuado con la misma maniobra toda la tarde, hasta que Jack pensó que se le iban a caer los brazos, pero gradualmente los dos encontraron su ritmo y los movimientos circulares acabaron por hacerse más rápidos y más fluidos.

—Excelente trabajo, muchachos —felicitó el maestro de
bo
mientras recorrían los jardines nevados y los riachuelos congelados de regreso a la
Niten Ichi Ryu
—. Dentro de unas cuantas sesiones más, os enseñaré cómo atrapar los brazos del otro y localizar los huecos que podéis atacar. No pasará mucho antes de que hagáis el
chi sao
vendados.

—Nunca podremos hacer eso —bufó Yamato—. Ya es bastante difícil ahora, y podemos ver lo que hacemos.

Sin interrumpir el paso, el
sensei
Kano se volvió y caminó por el estanque helado.

—¡Cuidado! —exclamó Jack.

Hubo un crujido en los bordes cuando la superficie absorbió el peso del
sensei
, pero increíblemente el hielo aguantó.

—Os sorprenderíais de las cosas que se pueden conseguir —gritó el
sensei
Kano por encima del hombro a sus dos asombrados estudiantes- si tan sólo tuvierais el valor de creer en vosotros mismos y confiar en vuestros sentidos.

31
Yuki Gassen

—¿Cómo te va con el entrenamiento? —preguntó Tadashi.

Estaba sentado junto a Jack y los demás en los escalones de piedra del
Butsuden.
Tadashi había sido el primer estudiante en ser elegido para el Círculo de Tres y, después de la selección, se había presentado educadamente a los otros participantes. Tadashi y Jack se encontraron emparejados en los entrenamientos con espada, y pronto formaron una rápida amistad.

—Bien, creo —respondió Jack—. Pero el
sensei
Kano es duro. Espero estar preparado a tiempo.

La primavera estaba ya sólo a dos lunas y con ella el florecer de los cerezos que anunciarían el Círculo de Tres. Por tanto, los
senseis
habían empezado a presionar más y más a sus pupilos. Jack y los otros cinco participantes llevaban preparándose para el Círculo más de un mes y, como Jack, cada uno de los participantes había adquirido un mentor. El de Yori era el
sensei
Yamada. Akiko y Harumi habían quedado a cargo de la
sensei
Yosa, mientras que Kazuki recibía un intenso plan de entrenamiento por parte del
sensei
Kyuzo. Además de sus lecciones con el
sensei
Kano, Jack recibía instrucción con Tadashi bajo el ojo vigilante del
sensei
Hosokawa.

—¿Y tú, pequeño guerrero? —preguntó Tadashi, volviéndose hacia Yori.

Yori no respondió, sino que continuó contemplando el denso manto de nieve que cubría el patio de la escuela. Tadashi le dio un codazo a Jack y le preguntó silabeando si Yori estaba bien. Jack asintió, señalándose la cabeza para indicar que Yori era un pensador profundo.

—El
sensei
Yamada me dijo que no comiera elefante para almorzar —respondió por fin Yori.

Todos se le quedaron mirando, asombrados por sus palabras. Jack empezó a preguntarse exactamente qué tipo de lecciones estaba enseñándole al
sensei
Yamada a su pequeño amigo.

—¿Cómo va a ayudarte eso en el Círculo de Tres? —preguntó Saburo, con aspecto aturdido—. Es imposible comerse un elefante entero.

—Precisamente —dijo Kiku, sacudiendo exasperada la cabeza—. ¿No comprendes nada de lo que nos enseña el
sensei
Yamada?

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