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Authors: Cliff McNish

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y juvenil

El olor de la magia (10 page)

BOOK: El olor de la magia
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Raquel carraspeó.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Es un secreto. ¿Estás asustada?

—¿Esperas que lo esté?

—Por supuesto —dijo Heiki—. Los otros niños lo estaban.

—¿Les hiciste daño?

—A algunos. —Soltó una carcajada—. No demasiado. La mayoría de los niños son patéticos, no representan un problema. ¿Eres como ellos, Raquel? ¿O tú puedes luchar?

Raquel hizo una pausa. ¿Qué haría con esa niña? Su acento era extraño, no era inglesa, aunque hablaba con fluidez.

—¿De dónde eres, Heiki?

—Eso no importa. ¿Ni siquiera has aprendido eso todavía? Nosotros no pertenecemos a ningún sitio, Raquel. Especialmente las que, como nosotras, podemos ir a donde queramos. Y hacer lo que queramos. ¿Has usado ya tu magia contra los adultos?

—¿Y tú? —preguntó Raquel mientras se erizaba de rabia.

—¡Eso está mejor! ¡Enfádate! —Heiki sonrió afectadamente—. Pareces más interesante cuando gruñes. Vamos. Gruñe un poco. Grrr. Lo prefiero.

—¿Has herido a personas adultas? —preguntó Raquel. Heiki no respondió, pero sonrió ampliamente; y Raquel, de repente, fue consciente de que había una tercera presencia con ellas en el cementerio. Estaba de pie junto a Heiki, mirando a Raquel. Raquel no podía verla, pero sentía que estaba siendo observada, y la reconoció en seguida, le trajo al recuerdo su tiempo con Dragwena: era una bruja. Raquel dio un paso atrás e intentó controlar su temblor. ¿Heiki se había dado cuenta, o había sido seguida en secreto?

—¿Quién te ha dicho que los demás niños son patéticos? ¿Una bruja?

La voz de Heiki titubeó.

—¿Q-qué quieres decir?

—Creo que lo sabes muy bien —dijo Raquel—. Una criatura con cuatro hileras de dientes negros y una serpiente. —Raquel se estaba esforzando en no mirar el espacio vacío a la derecha de Heiki—. Son feas. Bastante fáciles de reconocer… —Estudió la expresión de alerta de Heiki y comprendió con horror que había reconocido la descripción.

Heiki y la bruja estaban trabajando juntas.

—¡Huye! ¡Huye! —gritaban los hechizos de Raquel.

—¿Cuántas brujas hay ahí? —preguntó Raquel incapaz de contener un ligero temblor en su voz. Ya no pudo resistirse más a mirar el espacio al lado de Heiki. Dando un salto hacia atrás, gritó.

—¡Muéstrate!

Heiki sonrió.

—¿Qué pasa, Raquel? ¿Asustada por unas cuantas lápidas sepulcrales?

—Creo que será mejor que me digas lo que sabes —dijo Raquel caminando adelante lo bastante como para asir del brazo a Heiki—. ¿De dónde eres? No de esta parte del mundo, en todo caso. Estás muy lejos de casa, ¿no es así? Muy lejos de la seguridad de un hogar. Mejor me lo cuentas todo.

—¿Y qué pasa si no quiero?

—Te obligaré a ello.

—Vamos —gritó Heiki con el rostro excitado—. ¡Solo inténtalo y verás!

Raquel le lanzó un hechizo paralizante. Sin dañar a Heiki, desactivó sus defensas e inmovilizó su cuerpo, dejando únicamente libres sus labios y laringe.

—¡Dime! —presionó Raquel, intentando desesperadamente ignorar la presencia de la bruja.

—¿Qué estás haciendo? —chilló la muchacha, utilizando sus hechizos para intentar librarse.

En ese momento, Raquel sintió las grandes habilidades de Heiki. Afortunadamente, por ahora ella solo podía controlar su magia de manera parcial.

—Dime cuántas brujas hay —dijo Raquel—. Y dónde están.

—¡No me sacarás nada!

Raquel mandó un hechizo de información en la oreja de la muchacha, abriéndose camino hacia sus recuerdos.

Heiki empezó a sacudirse.

—¿Qué ocurre? —preguntó Raquel alarmada; el hechizo de información no podía haberle hecho daño.

—¡No! ¡Por favor! —chilló Heiki.

—Yo no… —empezó Raquel, pero se dio cuenta de que Heiki no hablaba con ella. Se estaba comunicando con la bruja.

—¡No, no! —suplicaba Heiki—. ¡Aún no! Déjame luchar contra ella. Yo puedo sola con ella. No necesito tu ayuda. Déjame.

De repente Raquel no tuvo nada que agarrar. Con un gemido final de desmayo la voz de Heiki se desvaneció, quedando solo las tumbas abandonadas. Durante unos minutos, Raquel estuvo de pie sola, sintiendo la nieve fundirse en su piel caliente.

Entonces una voz nueva le susurró en el oído.

—Hola —dijo—. Yo soy Calen.

Raquel no podía ver rostro alguno, pero el aliento de la nueva voz movía los copos de nieve sobre su cabeza.

—Yo soy lo que más te asusta, niña —dijo la voz—. ¿Estás preparada para lo que sucederá ahora?

Raquel no podía ni moverse ni respirar.

—Practica tu magia, niña —dijo la voz—. La próxima vez que te encuentres con Heiki, ella ya no necesitará mi ayuda.

La voz se marchitó en la brisa, pero Calen dejó un rastro: la nieve; no una nieve blanca, sino gris, cayendo sobre Raquel y las lápidas mortuorias.

9
Juegos sin límite

Raquel voló como una loca desde el cementerio a casa. Cuando llegó al jardín, Eric, Morpet y su madre corrieron hacia ella.

—¿Qué ocurre? —gritó la madre al ver la expresión demacrada de Raquel—. ¿Qué pasa? —Abrazó a Raquel con fuerza y sintió que se estremecía—. Oh, estás a salvo, por lo menos…

Raquel parpadeó intentando orientarse.

—¿Cuánto hace que me fui?

—Horas —dijo Eric—. ¿Qué has encontrado? ¿Más niños torturadores de perros?

—Peor que eso —murmuró ella.

Morpet le acarició el largo pelo negro. Unos cuantos copos de nieve grises que no se habían fundido durante el viaje, rezumaron entre sus dedos como aceite.

—Oh, no —suspiró—. Por favor, dime que me equivoco. —Raquel se apoyó en el hombro de su madre, y les explicó todo lo que había visto.

Cuando Raquel terminó, hacía ya rato que la madre los había arrastrado a todos dentro de la casa y había cerrado las ventanas. Se sentó en la sala, al lado de Raquel, en semioscuridad, y nadie habló durante un rato.

Finalmente Eric le preguntó a Raquel:

—Entonces, ¿crees que la bruja y esa tal Heiki pueden venir a por ti?

—Sí, creo que sí.

—¿Pronto?

—Probablemente.

—¿Esta noche?

—O antes. En realidad no tengo ni idea de cuándo.

Raquel miró fijamente a la pared, los colores de sus ojos se habían decantado hacia un gris apagado moteado de negro.

De inmediato, Morpet puso a los prapsis de centinelas. Viendo el humor decaído de Eric, los prapsis se tomaron la tarea en serio, revoloteando de un lado a otro y mirando furtivamente a través de las ventanas de la planta baja.

—Esos dos no pueden enfrentarse a una bruja —dijo la madre—, o a esa horrible Heiki.

—Pero lo intentarán —contestó Eric—. Y también nos advertirán rápidamente, ¿no es así, muchachos?

Ambos prapsis asintieron con la cabeza mientras volaban para inspeccionar un súbito crujido en el techo. Lo observaron fijamente con expresión de profunda sospecha.

Morpet se rascó la barbilla.

—Cuando Paul y Heiki fueron abducidos —preguntó a Raquel—, ¿notaste la misma pauta de magia en ambos casos? ¿Era la de Calen?

—Sí. —Raquel miró a Morpet con esperanza—. Supongo que eso es buena señal. Quizá Calen sea la única bruja.

—Una puede ser más que suficiente —dijo Morpet—, y no podemos fiarnos de que sea una bruja solitaria. La pregunta real es por qué ha venido aquí una bruja. —Se dirigió hacia Raquel—. Calen tenía algún propósito, te dijo su nombre, intentaba asustarte deliberadamente. Me pregunto por qué lo haría, a menos que…

—A menos que
sepa
qué pasó con Dragwena en Itrea —dijo Raquel algo aturdida. A menos que Calen quiera venganza. —Se le hizo un nudo en la garganta—. Y esa extraña niña nueva, Heiki… Apuesto a que está entrenándose para luchar contra mí. Por otra parte, ¿por qué Calen simplemente no me mató en el cementerio? Habría sido lo más fácil.

La madre
abrazó a
Raquel con fuerza, buscando en vano algunas palabras para tranquilizarla.

—Nosotros te protegeremos de todas las maneras posibles —dijo Morpet uniéndose a Raquel en el sofá—. Aunque para poder ayudar mejor, me gustaría saber algo más sobre lo que Calen intenta hacer. Tanto Paul como Heiki parecen estar bajo su influencia personal. ¿Por qué? ¿Se están entrenando para atacarte juntos? ¿O está Calen seleccionando a niños con poderes por otra razón?

—Apuesto a que esta nueva bruja es como Dragwena, o peor —dijo Eric, y con súbita vehemencia ladró—: ¿Dónde está Larpskendya? ¡Prometió estar aquí con nosotros! ¡Lo prometió!

—No sé —dijo Raquel irónicamente—. No he parado de llamarlo. No contesta.

—Larpskendya no nos abandonaría —dijo Morpet con firmeza—. Pero por ahora debemos encontrar una manera de sobrevivir sin la ayuda de los magos. Tiene que haber una manera de resistir. —Paseó por la habitación, seguido por las miradas atentas de los prapsis—. Si pudiéramos escuchar a Calen a escondidas cuando interactúa con los niños, podríamos entender todo esto mucho mejor. Paul intentaba resistirse, todos nosotros lo vimos. Calen no lo ha doblegado aún.

—Podría ser un chico duro —dijo Eric.

—Si Calen es como Dragwena, no le importará lo duro que sea Paul —replicó Morpet—. No será capaz de resistir por mucho tiempo. Necesitamos ayudarlo a él y a los niños como él rápidamente.

—Chicos así no son fáciles de encontrar —dijo Raquel—. Los realmente dotados están dispersos por todo el mundo.

Eric rió de manera áspera.

—Los encontraremos. Mañana es el final de las vacaciones de verano, recordad. ¡Cualquier niño entrenado por las brujas será incapaz de esperar!

—¿A qué? —preguntó Morpet.

—A meterse en sus aulas, claro —dijo Eric. ¡Apuesto a que ninguno de los niños adiestrados por Calen se resistirá a probar la magia con sus profesores!

Antes de acostarse Eric les dio instrucciones estrictas a los prapsis para que hicieran guardia en ventanas y puertas.

—No pueden ser capaces de estar en todos los sitios a la vez —argumentó Raquel.

—¿Seguro? —dijo Eric—. ¿Has olvidado lo rápidos que eran en Itrea? —Eric chascó los dedos e instantáneamente los prapsis se abalanzaron a través de las puertas abiertas de la casa. Se movieron a tal velocidad, tan rápidamente, que Raquel supo que ya debían de estar lejos en el mismo instante en que abandonaban la habitación.

Eric durmió inquieto en el sofá. Raquel, Morpet y la madre no durmieron. Durante toda la noche estuvieron juntos entre las sombras de la sala, planificando y vigilando: mirando a través de las oscuras ventanas, esperando un ataque. Pero no hubo ataque. Cuando llegó el alba, el sol surgió alegre como de costumbre, como si no pasara nada en el mundo.

La madre preparó un desayuno con tostadas y huevos, que comieron en total silencio. Estaba demasiado distraída para fijarse en que los prapsis estaban chupando el ketchup directamente del plato de Eric.

—He cambiado de idea —soltó de repente—. No importa lo que dije anoche. No vais a dejar la casa. Ninguno de vosotros. Debía de estar loca, pensando en dejaros marchar.

Raquel se sentó a su lado.

—Mamá, estabas de acuerdo. Esta vez tendré a Eric y a Morpet conmigo. Simplemente nos quedaremos en segundo plano para averiguar lo que podamos. Eso es todo.

—¡Pero no tenéis ni idea de lo que puede haber ahí fuera! Soy tu madre —dijo mientras le afloraban las lágrimas—. ¿Cómo voy a dejarte salir por esa puerta? ¿Cómo puedo hacer eso? No puedo.

Morpet le dijo con delicadeza:

—Todas las opciones son ahora difíciles, pero tenemos la certeza de que hay una bruja ahí fuera. Si esperamos entre estas cuatro paredes Raquel y Eric se convertirán en objetivos fáciles. —Vio a la madre intentando formular una objeción, y dijo en un tono muy convincente—: Calen mostró sus intenciones claramente en el cementerio. En Itrea el miedo evitaba que la mayoría de los niños emprendiera alguna acción contra la bruja. Pero déjame decirte algo: Dragwena no tenía más misericordia con ellos por eso. De hecho, despreciaba su debilidad y los mataba antes.

La madre enterró su cara en el regazo de Raquel y esta les hizo señas silenciosamente a los dos niños de que las dejaran solas durante un rato. Morpet y Eric subieron la escalera para hacer los preparativos finales antes de la partida.

—No podemos llevarnos a los prapsis —dijo Morpet—. Son muy ruidosos. Nunca podremos hacer que se callen.

—Sí, de acuerdo —refunfuñó Eric—. Lo sé. Si un gato bosteza ellos se desmadran como locos.

Se llevó a los prapsis a su dormitorio susurrándoles palabras de aliento. En cuanto comprendieron que habían sido encerrados dentro con llave, ambos niños-pájaro se pusieron a arañar la puerta desconsoladamente.

De vuelta en la planta baja, Morpet y Eric se fueron a buscar a Raquel que permanecía aún entre los brazos de su madre.

—Vamos —dijo Raquel desembarazándose con dificultad—. Mamá acepta dejarnos partir con la condición de venir con nosotros.

—No —dijo Morpet—. Eso sería un error. —Miró a la madre y vio su expresión aturdida—. Raquel ya tiene bastante como para involucrarte. Si tiene que protegerte también, esa es una preocupación extra, otra distracción más. Si Calen es como Dragwena, probablemente intentará herirte a ti para capturarla a ella. —Hizo una pausa y se volvió hacia Raquel—: Y eso también va por tu padre. Ahora sabemos una parte del propósito de Calen, y él debe mantenerse tan lejos como sea posible.

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