Read El señor del carnaval Online

Authors: Craig Russell

Tags: #Policíaco, #Thriller

El señor del carnaval (32 page)

BOOK: El señor del carnaval
12.68Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Fabel se rio.

—Tiene gracia —dijo—. Los de aquí abajo os reís de nosotros, los del norte, como si no comiéramos nada más que pescado. La verdad es que tenemos tendencia a hacerlo porque somos de costa y ésa es nuestra fuente más inmediata de comida. Y la forma en que nos relacionamos con otras culturas también interviene. ¿Sabes que en Hamburgo hay un plato llamado
labskausl
.

—Creo que lo he oído mencionar —dijo Scholz con expresión seria.

—Lo llevaron a Hamburgo los marineros escandinavos, y nosotros llevamos la receta hasta Inglaterra. Los británicos no saben qué es cuando les preguntas por
ellabskaus
, pero, en cambio, llaman
scousers
a los de Liverpool porque el plato era muy popular allí. Lo que quiero decir es que nuestras dietas están determinadas por los alimentos que tenemos disponibles y por los contactos que tenemos. Obviamente, hoy en día puedes entrar en un supermercado y comprar cualquier tipo de comida, pero las tradiciones antiguas, que se traspasan de generación en generación, tienen tendencia a perdurar, del mismo modo que heredamos un prejuicio en contra o a favor de algunos alimentos. Y esto me lleva a hablar de nuevo de nuestro caníbal de carnaval… Es extraño que siempre hayamos tenido una idea de los alimentos tabú.

Mira el cerdo, por ejemplo. Incluso aquí, donde coméis tanta carne, y también más al sur, hay mucha gente que tiene problemas con el cerdo.

—¿Cómo? —Scholz parecía tener dudas—. ¿Al sur del Ecuador de la Salchicha Blanca?

—Incluso allí, entre entusiastas carnívoros, hay gente que jamás comería ninguna parte del cerdo. El cerdo es el tabú alimentario más común del planeta. Los musulmanes no lo comen, a los judíos se les prohíbe, e incluso se supone que hubo algún tipo de antigua orden contra el mismo entre los escoceses de las Highlands.

Debe de tener algo que ver con la similitud entre la carne de cerdo y la humana.

Vivimos en una era de xenotrasplantes en la que los órganos del cerdo, modificados genéticamente, pueden trasplantarse a los seres humanos. Las tribus de Papúa Nueva Guinea hablan de la carne humana como del «cerdo largo».

—Y tú piensas que el motivo de ese tabú puede ser que es como comer carne humana.

—Creo que podemos tener algún recuerdo cultural profundo del canibalismo. Y en el rechazo al mismo nos definimos como civilizados. La colonización europea del siglo XIX se justificaba a menudo con la excusa de salvar a los nativos de ellos mismos, y el canibalismo se citaba como el principal ejemplo de comportamiento salvaje.

Scholz tomó un trago de cerveza.

—Hemos escondido deliberadamente los detalles de estos dos asesinatos a la prensa. Les dijimos que había elementos que sólo sabíamos nosotros y el asesino. Ni siquiera hemos confirmado todavía un vínculo definitivo. Como dices, hay algo en toda esta idea de un caníbal suelto que acojona a la gente. Y, por supuesto, a la prensa le encantaría.

—¿Así que habíais considerado en serio la posibilidad de que el asesino fuera un caníbal antes de que yo lo mencionara?

—Sí —dijo Scholz—. Pero no estaba tan seguro como lo estás tú. Pensé que tal vez el peso de la carne podía ser el elemento significante. «Una libra de carne» —Scholz lo dijo fingiendo un fuerte acento inglés. Hizo una pausa y contempló su cerveza—. ¿Crees que hay alguna posibilidad de que nuestro chico esté motivado por algo distinto del canibalismo sexual? Ten en cuenta que no se ha encontrado semen en los escenarios del crimen.

—La ausencia de semen no significa que no eyaculara, sólo que ha tenido cuidado de no dejar pruebas o se masturba luego, ya fuera de escena. Pero vamos a suponer que no estamos ante un caso de canibalismo sexual; tal vez sólo le guste el sabor, la experiencia de comer carne humana.

—¿Qué tiene de bueno?

—Bueno, existe la teoría de que, debido a las proteínas complejas de la carne humana, hay gente que experimenta una especie de euforia cuando la toma. Otros creen que obtienen complejos vitales imposibles de encontrar en otras fuentes cárnicas. Pero hay un imperativo natural que desaconseja el canibalismo; tanto en los humanos como en los animales, tiene tendencia a provocar encefalopatías: la enfermedad de las vacas locas, el kuru… cosas así.

—¿No podría ser que el asesino estuviera simplemente experimentando? ¿Qué tan sólo quisiera saber qué sabor tiene la carne humana?

—A mí también me gusta un buen filete de vez en cuando —dijo Fabel—, pero no creo que por eso fuera capaz de salir al campo y matar una vaca para obtenerlo.

Tendemos a mantener la fuente de lo que comemos a cierta distancia moral. Un periodista estadounidense sobornó a un empleado de una funeraria en París para que le proporcionara un trozo de carne humana y luego escribió sobre la experiencia de cocinarla y comérsela. Dijo que sabía a ternera. Supone un salto enorme matar, y hacerlo dos veces, por el simple hecho de satisfacer una curiosidad epicúrea. Me juego lo que quieras a que este tipo está satisfaciendo algún tipo de fantasía sexual con estos asesinatos.

Scholz recogió las cajas de las pizzas. Mientras estaba en la cocina, Fabel estuvo observando el apartamento del detective de Colonia. Tenía todos los detalles de un piso de solterón: una mezcla entre lo práctico y lo desaliñado. Había una colección de plantas de interior en varias etapas de deshidratación y muerte; Fabel tuvo que reprimir la tentación de pedir una regadera. Sin embargo, las estanterías estaban llenas pero ordenadas, y Scholz tenía una amplísima selección de DVD colocados por el orden alfabético de sus títulos. Esta organización tan meticulosa contrastaba con el caos del resto del apartamento de Scholz. Colgadas en las paredes había un puñado de reproducciones artísticas de sorprendente buen gusto, y un poster de un montaje de
Macbeth
en Colonia. Fabel recordó la referencia shakespeariana de su informe.

Scholz salió de la cocina con dos cervezas más e hizo espacio para los informes en la mesa del café.

—¿Te gusta Shakespeare? —preguntó Fabel.

—Algunas obras, aunque nunca en inglés. Mi inglés no es lo bastante bueno. Pero me encanta la historia de
Macbeth
. Recuerdo haber visto la versión de Orson Welles doblada al alemán cuando era niño. Me encantó el personaje, tan absolutamente malvado y carente de escrúpulos. No obstante, con el caso que tenemos entre manos,
Titus Andronicus
sería un texto más apropiado.

Fabel sonrió. El sorprendente conocimiento que tenía Scholz de Shakespeare no cuadraba con su aspecto y manera de ser.

—Hubo un tiempo en que pensé en hacerme actor —confesó Scholz, casi avergonzado—. Supongo que la idea de jugar a ser otras personas me atraía más que ser yo mismo.

—Es un salto extraño, de actor a policía.

—No era un proyecto serio —explicó Scholz—. Mi padre era policía y un hombre… un tipo de persona muy práctica. De alguna manera mató mi idea, y entonces fui convenciéndome de hacerme poli.

—El teatro se lo perdió… —dijo Fabel, sonriendo. Intentó imaginarse la imagen improbable de Scholz interpretando a Macbeth, su villano preferido. De pronto, otro villano favorito le vino a la cabeza y sintió un peso fuerte en el estómago—. ¿Cómo va tu otra investigación? —preguntó, tratando de sonar lo más natural posible.

—¿El caso Biarritz? No va, en realidad. Para serte sincero, me estoy tomando cierta distancia. Hay otros intereses… el BKA y los del crimen organizado están sobre el caso como posesos.

—¿Ah, sí?

—Sigo implicado, y cualquier cosa que descubran que tenga que ver con el asesinato en sí me la tienen que comentar, pero tengo la sensación de que el caso forma parte de algo mucho más grande. Por la intervención del BKA, intuyo que tiene que ver con la trama Molokov-Vitrenko.

—La conozco bien. En especial a Vasyl Vitrenko. Nuestros caminos se han cruzado.

—¿De veras? —Scholz levantó las cejas—. Es un camino peligrosísimo, por lo que he oído.

Fabel sonrió con tristeza. Era difícil valorar cuánto sabía Scholz de su historia con Vitrenko y no quería meterlo en la pista de María, al menos por el momento.

—Esa mujer a la que vieron hablando con la víctima… —Fabel seguía manteniendo su tono desenfadado—. Ya sabes, la que el testigo dijo que habló con la víctima un día o dos antes de que lo mataran. Dijeron que parecía una agente de policía o de inmigración. ¿Habéis llegado a aclararlo?

—Eso es lo más extraño —dijo Scholz—. Seguimos sin poder vincularla a ningún cuerpo oficial. Tal vez sólo tuviera pinta de agente.

—Es posible… —dijo Fabel, tomando un sorbo de cerveza mientras observaba la expresión de Scholz al abrir los informes sobre la mesa—. Lo más seguro es que no tenga nada que ver con nada…

—Oh, no tengo ni idea… ese equipo del BKA que va detrás de Vitrenko-Molokov parece muy desesperado por encontrarla. O porque yo se la encuentre.

11

El tono muscular de Andrea tras la competición facilitó el acceso a la vena del doctor.

Luego la enfermera la acompañó al baño y esperó fuera del cubículo hasta que salió con la muestra de orina. Durante todo el proceso Andrea mantuvo una actitud amistosa que era tan sincera como la sonrisa ancha y estúpida que mostró durante sus posturas en el escenario. Hasta bromeó con la adusta enfermerita, aunque sintiera asco y odio por su cara pálida y flácida y su cuerpo sin forma.

A Andrea tampoco le cayó bien el médico. Era un hombrecito arrogante y antipático que no le dirigió la palabra más que para ordenarle que levantara el brazo.

—¿Cuándo me darán el resultado? —preguntó Andrea con una sonrisa, aunque tuviera ganas de arrancarle la cabeza al medicucho petulante.

—A ti no te lo darán. Irá directamente a la federación y ellos te comunicarán los resultados. Pero te entregaré la mitad de cada muestra para que puedas hacerlas analizar por tu lado, en caso de que quisieras contrastar los resultados.

Andrea tuvo que vencer el impulso de estrellarle la cuidada manicura de su puño en toda la cara de suficiencia.

—No habrá nada que contrastar.

El médico se levantó y empezó a guardar sus instrumentos en el maletín.

—Estimada señora, soy médico. He practicado análisis para las federaciones de muchas disciplinas deportivas, y le voy a decir algo que es un dato médico absoluto e indiscutible, no una opinión, sino un hecho: la hipertrofia muscular, concretamente la que usted presenta, es un fenómeno masculino. Las mujeres pueden aumentar la musculatura levantando pesas, pero en un grado mucho menor. Sólo los hombres pueden conseguir unos músculos como los que usted ha desarrollado sin recurrir a sustancias prohibidas, e incluso los hombres de mediana edad pierden la masa y la capacidad de definición muscular que tuvieron de jóvenes. ¿Por qué? Porque sus niveles de testosterona empiezan a declinar. Es la testosterona, Frau Sandow, en las cantidades que sólo se dan naturalmente en los hombres jóvenes. Estos multiplican casi por diez el nivel de testosterona de las mujeres.

—¿Me está acusando de hacer trampas? —La sonrisa de Andrea se esfumó de sus labios, y su musculosa mandíbula estaba apretada con fuerza.

—No estoy acusando a nadie de nada; simplemente, estoy exponiendo una realidad médica. Usted no podría haber conseguido esta masa muscular sin haber tomado grandes cantidades de testosterona. Lo único que este análisis determinará es si ha tomado la suficiente para que su cuerpo dé positivo. Pero me atrevo a decir que lo tenía usted todo muy bien calculado en lo que respecta a esta competición.

Andrea se levantó súbitamente, con la rabia carcomiéndole las entrañas. El médico cerró su maletín, sin inmutarse.

—Un nivel inusualmente alto de agresividad es un efecto secundario muy común, Frau Sandow. —La miró de arriba abajo—. Y debo decirle que es usted una persona singularmente poco sana. Puedo decir por su halitosis, por la caspa de su cuero cabelludo y por sus párpados inflamados que está usted gravemente deshidratada.

Por favor, siga mi consejo médico y beba líquidos en grandes cantidades.

Andrea se estiró en toda su altura, metió el abdomen hacia adentro y flexionó los hombros.

—Supongo que usted considera que esto es estar en baja forma —le dijo, y se rio.

—Desde luego, así lo creo. Ya se ha hecho usted mucho daño en los órganos internos. Sólo la deshidratación prolongada ya le habrá provocado quién sabe qué estragos en el hígado y los riñones. Supongo, Frau Sandow, que ha utilizado usted testosterona como base de una ingesta de esteroides. Pero, teniendo en cuenta su pronunciada vascularidad —dijo, señalando las venas que sobresalían de sus antebrazos y bíceps—, deduzco que pensó usted que podía salir adelante usando Boldenone. La mala noticia es que el Boldenone resulta detectable durante casi seis meses.

—Lo que usted no sabe —dijo Andrea, con una sonrisa masculina— es que tengo unos conocimientos de fisiología humana que no puede ni llegar a imaginarse. Como le he dicho, en estos análisis no van a encontrar nada. ¿Y qué pasaría si hubiera tomado esteroides en el pasado? Eso sería legal. Forma parte de lo que hacemos, como la dieta rica en proteínas.

El médico y la enfermera se dirigieron a la puerta. Él se volvió y movió la cabeza con aire disgustado.

—Es usted un deshonor para su linaje, Frau Sandow. Sólo espero que Eugene Sandow no fuera su ancestro directo. Su visión de este deporte era repetir el espíritu de la gimnasia clásica, conseguir una simetría y un equilibrio perfectos. Formar, no deformar. Lo que hace la gente como usted es adoptar un gran deporte y convertirlo en un espectáculo de circo. Como le he dicho, el comité organizador le notificará los resultados del análisis.

Andrea se quedó a solas con Maxine, que le rodeó la enorme espalda con un brazo.

—No te preocupes, cariño —le dijo en inglés—. Pasarás esos análisis sin ningún problema. ¿De qué hablaba ese viejo, de todos modos?

—De nada —dijo Andrea, y le sonrió—. Nada de nada. Salgamos por ahí, venga, como tú has dicho.

Pero muy adentro de ella rugía un fuego siniestro. Pensaba en aquel pequeño doctor pomposo y, todavía peor, en la foca estúpida de su enfermera allí callada a su lado, con su mirada de reproche, tan sumisa. Estaban tan seguros de sí mismos… Pero no sabían que ella era tan lista como fuerte, y en aquellas muestras no encontrarían nada de nada.

Esa noche saldría por la ciudad con Maxine. Pero pronto, muy pronto, tendría que liberar el ardor de su rabia.

BOOK: El señor del carnaval
12.68Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

ISIS: Inside the Army of Terror by Michael Weiss, Hassan Hassan
The Origin of Evil by Ellery Queen
Mississippi DEAD by Weaver, Shawn
Bonita Avenue by Peter Buwalda