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Authors: Adolfo Losada Garcia

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

El simbolo (24 page)

BOOK: El simbolo
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Mientras comentaban con Natalie el feliz hallazgo, comenzaron a inspeccionarla concienzudamente, para comprobar, si a causa del paso del tiempo o por estar sumergida en el agua, había sufrido algún deterioro y se podía ver la grieta sin necesidad de usar los explosivos.

—¿Cómo va? —preguntó Natalie.

—Todo bien. Por lo que vemos, la plancha está muy deteriorada, pero la grieta no se ve por ningún lado —respondió Thomas.

—Es cierto, el agua ha hecho estragos en ella, pero no los suficientes para que se vea la grieta. Creo que la única opción es usar los explosivos —dijo Peter.

Viendo que era la mejor opción, Peter comenzó a situar las cargas explosivas estratégicamente por la plancha, ayudado por Thomas, que le iluminaba la zona. Al acabar de situarlas y habiéndolas repasado tres veces, Peter le señaló con el dedo a Thomas que debían subir al barco. Mientras lo hacían, se tuvieron que detener un par de veces para hacer la descompresión, pues habían estado a muchos metros de profundidad.

En el exterior, Natalie, que los esperaba apoyada en la barandilla para verlos salir, miraba el agua atentamente. De repente, vio unas luces muy tenues y, acompañándolas, unas burbujas. Primero eran aleatorias, pero a medida que las luces se intensificaban se hacían más constantes, hasta que al final aparecieron los dos, con caras de satisfacción.

Subieron al barco rápidamente y se despojaron de la máscara y de las bombonas de oxígeno. Thomas, dejándose llevar por la euforia, agarró a Natalie por la cintura y la besó apasionadamente. Peter al verlo, preguntó con disimulo:

—¿Pero no erais sólo amigos?


Ja, ja, ja
—comenzó a reírse Natalie y le contestó—: Se podría decir que somos algo más que amigos —continuó riéndose.

Mientras Peter volvía a poner en marcha el barco para apartarlo unos metros de aquel punto, por si la explosión provocaba algún daño en el casco, Thomas le explicaba a Natalie cómo era la plancha, como habían distribuido los explosivos por ella y que habían colocado la boya de posicionamiento para encontrar de nuevo el lugar.

Ya a una distancia prudencial, Peter, que tenía en sus manos el pulsador que accionaba los explosivos, les aconsejó que se agarraran a cualquier sitio y que se agacharan.

Cuando estuvieron preparados, Peter comenzó una cuenta atrás:

—Tres, dos, uno…

—¡Cero! —exclamaron los tres a la vez. En ese momento, Peter pulsó el botón con fuerza mientras se agachaba.

Tras unos instantes de incertidumbre, Natalie comentó:

—No pasa nada. ¿Nos podemos levantar ya?

—¡Agarraos! —gritó Peter.

En ese mismo instante, una enorme burbuja apareció en la superficie del agua, explotando y provocando que el agua salpicara varios metros y que el barco sufriera una sacudida, haciéndoles caer al suelo.

Cuando todo volvió a quedar en calma, Peter se levantó y les dijo que ya se podían levantar ellos también. Les comentó que las explosiones en el interior del agua eran muy diferentes a las que hay al aire libre, pues el agua, primero, amortigua la explosión, pero luego la reproduce de golpe y la onda expansiva es mayor.

Natalie, que ya se había levantado con la ayuda de Thomas, vio algo extraño sobre el agua que se acercaba.

—¡Mirad allí! ¿Son luces?

Peter, que estaba dirigiendo el barco hasta el punto donde habían parado, se asomó para comprobar a qué se refería Natalie antes, y al mirar por los prismáticos dijo:

—Mierda, es una patrulla de policía. Habrá escuchado la explosión.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Thomas.

—Nada, vosotros no hagáis ni digáis nada. Primero debemos quitarnos el traje de neopreno y cuando lleguen yo hablaré con ellos —respondió mientras detenía el motor.

Cuando llegó la patrulla de policía, se detuvo al lado del barco. Peter se asomó y saludó amigablemente a los cuatro ocupantes de la otra embarcación que lo apuntaban con sus armas, mientras que Thomas y Natalie recogían la cubierta para disimular.

Llevaban un rato discutiendo cuando dos de ellos decidieron subir al barco, mientras que los otros dos, sin dejar de apuntarle, permanecían en su barca con el motor en marcha. La discusión continuó en el barco, Peter no dejaba de enseñarles papeles y de señalar el agua. Thomas, que no entendía nada de lo que estaban hablando, le susurró al oído a Natalie si le podía explicar qué estaba sucediendo. Ella le contó que los policías le preguntaban quiénes eran, por qué estaban aquí y si habían sido los causante de la explosión. Peter, para responder a sus preguntas, les enseñaba la documentación que demostraba que era un científico y les explicaba que estaban haciendo unas comprobaciones en los aparatos y que de repente oyeron la explosión, que posiblemente fuera causada por una bolsa de gas.

Uno de los policías dejó la discusión y comenzó a registrar el barco, introduciéndose en todos los camarotes y mirando por todos los rincones. Después, se acercó a Thomas y Natalie y los llamó. Ellos, que estaban de espaldas, se giraron, y el policía, al verlos, puso cara de sorprendido. Después se acercó al que estaba discutiendo con Peter y le susurró algo al oído, provocando que también los mirara de igual modo. El mismo policía que le había susurrado al otro, se asomó y llamó a uno de los otros dos que esperaban en la otra barca. Rápidamente, subió al barco el policía al que había llamado y se acercó a donde estaban ellos.

Asustados y sin saber lo que pasaba, se temían lo peor, no sabían lo que iba a suceder, ni por qué habían causado aquella impresión al policía.

El último policía que se sumó se acercó despacio hacia Thomas, enfundó el arma que llevaba en su mano y lo abrazó fuertemente.

Entonces, los otros dos policías enfundaron sus armas y comenzaron a reírse y a darle palmaditas en la espalda a Peter y a Natalie, mientras que ellos, con cara de sorprendidos, no entendían nada.

—¿Qué pasa, Natalie? —le preguntó Thomas, que continuaba abrazado por el policía.

—No tengo ni idea.

El policía que estaba abrazando a Thomas se apartó, se iluminó la cara con una linterna y le dijo unas palabras.

—Claro, ya sé quién es —dijo Natalie al escucharle.

Aquel policía era al que le había dado en las escaleras de Abu Simbel el remedio casero para su dedo del pie. Lo abrazaba en muestra de agradecimiento porque su dolor, que lo había acompañado durante mucho tiempo, había desaparecido.

Tras los agradecimientos y las disculpas por haber interrumpido de aquella forma, se subieron a su barca y se fueron.

Thomas, Natalie y Peter, sin haberse recuperado del mal rato que habían pasado, suspiraron de alivio y comentaron la suerte que habían tenido al ser reconocidos por aquel policía, pues si hubiera sido otro seguramente hubiesen acabado los tres en la cárcel.

Más tranquilos y habiéndose asegurado de que los policías ya no estaban por ningún lado, Peter volvió a encender el motor del barco, mientras que Thomas y Natalie se ponían los trajes de neopreno.

Con todo preparado, el barco sobre el punto exacto donde estaba la plancha, los tres con el traje de neopreno y con todo el equipo de buceo, se colocaron en posición para tirarse al agua.

—Un momento —dijo Thomas por el transmisor.

—¿Qué pasa? —le preguntó Natalie mientras veía como Thomas se metía en el camarote.

—Me iba sin esto, no me la puedo dejar —dijo Thomas enseñándoles su mochila.

—Es verdad, tu mochila inseparable.

Tras este pequeño despiste, se volvieron a situar, comprobaron una vez más que todos los equipos estuvieran bien y se lanzaron al agua.

Esta vez la inmersión les resultaría más fácil, pues Peter había colocado una boya para localizar el lugar con exactitud. Sin ella, les resultaría casi imposible llegar, porque la explosión había removido el fango depositado en el lecho del río, enturbiando así el agua y provocando que la visibilidad fuera completamente nula.

Descendiendo por la cuerda que les llevaría hasta donde antes estaba la plancha de hormigón, Natalie les comentaba que estaba muy nerviosa al no saber lo que se iban a encontrar, que quizás les esperaba una cosa que había estado oculta durante miles de años y que solamente esperaba que la explosión no le hubiera causado ningún daño. Thomas, que iba tras ella, la tranquilizaba diciéndole que todo iba a ir bien, que no se pusiera nerviosa ni se preocupara, pues si lo hacía, consumiría más oxígeno de la cuenta y debería subir antes al barco para poder coger otra bombona, provocando que se retrasaran demasiado y poniendo en peligro todo el plan.

Peter, que iba delante al ser el más experto, se detuvo al acabarse la cuerda.

—¿Qué pasa? —preguntó Thomas.

—Mirad, ahí delante —les dijo Peter.

—¿Dónde? —preguntó Natalie.

Tras soltarse de la cuerda e indicarles que se quedaran donde estaban, se acercó a un agujero que antes no estaba para mirar por él.

—¿Qué pasa, Peter? —volvió a preguntar Thomas.

—Hay un agujero aquí, debe de ser la grieta que te dijo el anciano, no os mintió —respondió Peter.

—¿Se ve algo? —preguntó Natalie.

—No, parece una cueva o algo así. Con las luces no consigo ver mucha cosa, el agua está demasiado enturbiada aún. ¿Qué pasa?… Esperad un momento —dijo Peter alarmado.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó Thomas.

—Algo pasa en la superficie. He dejado conectado un detector de proximidad en el barco. Algo o alguien debe estar cerca de él.

—¿Qué hacemos?, ¿subimos? —le preguntó Natalie.

—No, no, vosotros quedaros aquí, seguramente sean los policías otra vez. Yo me encargaré de ellos, sólo será un momento —les dijo mientras volvía a subir por la cuerda.

Thomas y Natalie, que continuaban agarrados a la cuerda y que llevaban unos veinte minutos esperando, comenzaron a preocuparse, pues Peter se demoraba demasiado.

—Oye Natalie, quizás deberíamos subir, está tardando mucho, ¿no crees?

—Creo que sería lo mejor —le respondió Natalie.

Mientras subían, intentaban hablar con Peter a través de los transmisores, pero no contestaba, parecía que lo había desconectado.

Cuando les faltaban pocos metros para llegar al barco, Thomas se detuvo en seco, provocando que Natalie, que continuaba detrás, colisionara con él.

—¿Qué haces? ¿Por qué te paras ahora? —le preguntó Natalie.

—Espera, he visto algo raro en la superficie, una especie de flashes o algo así.

—¿Como que una especie de flashes? ¿Qué dices?

—Esto me da muy mala espina Natalie, creo que nos deberíamos quedar aquí quietos y esperar a que él venga.

En ese mismo instante, y haciendo caso omiso a sus palabras, Natalie, que estaba muy preocupada por su amigo, pasó por delante de él como un rayo.

—¡Espera! ¡No vayas! —le gritó Thomas.

Pero ella continuó nadando hacia la superficie, hasta que vio que del barco caía algo al agua, primero en su superficie y después se hundió. Al ver esto, Natalie, que con el nerviosismo ni siquiera llevaba conectados los focos, lo hizo e iluminó el objeto que había visto caer.

—¡Dios mío! —gritó.

Aquel grito escalofriante atravesó los oídos de Thomas.

—¿Qué pasa, Natalie? —le preguntó preocupado.

Pero ella no le respondía. Natalie continuaba gritando, parecía estar aterrorizada; no dejaba de moverse de un lado a otro. Thomas, que no sabía qué le ocurría, comenzó a nadar para alcanzarla, pues en ese estado y, bajo el agua, podía sucederle cualquier cosa. Al llegar junto a ella, la agarró con fuerza e intentó calmarla, pero ella no dejaba de gritar y de moverse. Sin saber lo que le había ocasionado aquel estado, Thomas iluminó el objeto que había visto caer, y cuál fue su desagradable sorpresa al ver la cara de Peter, con los ojos abiertos y con una profunda brecha en su garganta, por la que emanaba sangre, que se esparcía rápidamente por el agua. Thomas quedó paralizado, no entendía nada, no sabía quién había podido causar tal carnicería. En ese mismo instante, la luz de Natalie iluminó por un instante la mano de Peter, dejándole entrever a Thomas algo que sujetaba. Rápidamente lo iluminó con su luz y, al ver lo que era, el miedo recorrió todo su cuerpo. No podía ser cierto, era imposible, no se lo podía creer. Sin perder tiempo, agarró con más fuerza a Natalie, que había dejado de moverse y de gritar, y comenzó a bajar con rapidez hacia el fondo del río.

Mientras descendía, comenzó a escuchar unos ruidos por el receptor, y una voz se dirigió a él.

—Hola Thomas, nos volvemos a encontrar.

—¿Quién eres? —le preguntó a la misteriosa voz.

—Tú ya sabes quién soy. Hace no mucho tuvimos una conversación y, casualmente, también fue al lado de un río —le respondió la voz.

—No sé quién eres, o sí…

En ese mismo instante, le vino a la cabeza lo que había visto en la mano de Peter. Eran ellos otra vez, los Itnicos, pues lo que vio era un botón idéntico al de la gabardina que llevaba el hombre que habló con él en aquel coche en Londres.

—Eres muy difícil de matar, Thomas, pero esta vez te aseguro que no vais a escapar ni tú ni tu amiguita.

—No me hagas reír, ni siquiera sabes dónde estoy —le dijo Thomas tras introducirse por el agujero.

—¿Crees que no? He enviado a dos hombres para buscarte y por desgracia para ti, me han informado de que te has introducido en un agujero, un agujero que ya tapamos hace muchísimo tiempo.

Al escucharle, Thomas apagó su luz, quedándose completamente a oscuras. Dio media vuelta para volver a salir por donde había entrado, pero vio unas luces que iluminaban la boca del agujero.

—Thomas, este sitio va a ser el último que vas a ver. Al menos, antes de morir, podrás ver lo que te ha costado tanto encontrar. Hasta nunca Thomas. —La voz se despidió y desconectó la transmisión.

Sin saber qué hacer, completamente a oscuras, con Natalie en un estado de
shock
y atrapados sin salida aparente, Thomas comenzó a pensar que esta vez sí que era el fin.

«¿Cómo puede ser que nos hayan encontrado?, ¿nos habrán estado siguiendo todo este tiempo?, ¿sabían en cada momento cuáles eran nuestros movimientos?», se preguntaba una y otra vez.

En ese mismo instante, Natalie, que parecía que estaba saliendo del estado en el que se encontraba, preguntó algo desorientada:

—¿Qué ha pasado, Thomas? No recuerdo nada, no veo nada. ¿Dónde estamos?

—Tranquila Natalie, estamos dentro del agujero —le respondió Thomas.

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