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Authors: Jincy Willett

Tags: #Intriga

El taller de escritura (10 page)

BOOK: El taller de escritura
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Amy estaba de acuerdo con ella en cuanto a su intelecto, pero lo discutió de igual forma. En alguna parte del universo, le dijo, hay un estúpido incompetente con una veta maquiavélica muy intuitiva.

—¿Y por qué diablos no?

—Si tú lo dices —dijo Carla—, pero en realidad yo ya he elegido a mi candidato. Realmente espero que sea…

—El doctor Richard…

—¡Surtees! —dijeron las dos al mismo tiempo, riéndose.

—Aunque espero que te equivoques —añadió Amy.

—Tú crees que es una mujer, ¿verdad?

—Apostaría por ello.

A Amy el lenguaje le había resultado femenino, al igual que la maldad que conllevaba. Era un alivio escuchar que Carla sostenía el mismo argumento. Aquella era, tal y como reflexionó, la segunda opinión que ella había estado buscando. Invitar a Carla a su casa no había sido un error. Amy descorchó una segunda botella de un vino más viejo y fuerte, y ambas debatieron sobre si había sido Edna, Ginger, Dot o la temible Tiffany, y en nada de tiempo empezaron a cotillear sobre el grupo, criticando de forma nada agradable las diversas personalidades y lo que no eran las personalidades («¿Cuál es el problema con Pete Purvis, el rey del misterio?» dijo Carla), cosa que, aunque divertida, era poco profesional por parte de Amy.

Carla habló más sobre su infancia y contó historias divertidísimas sobre una galería de arte que había dirigido en La Jolla durante unos ocho minutos. Amy habló de sus libros, no sobre los que había escrito, sino los que le encantaban, y casi estuvo a punto de hablar de sí misma aunque reculó en el último minuto. Le sorprendió que aún contuviera el impulso de hacerlo. Especialmente con Carla. O por qué no con Carla, ya que Carla estaba bien, pero no, tampoco.

Al final atiborró a su alumna de café y la mandó de vuelta a su casa junto con la reina de la noche, que Carla había ofrecido a llevarse a cambio de la carta.

—¡Eh! —gritó Carla desde la ventanilla de su coche y mientras daba marcha atrás por el camino de entrada. Amy le hizo un gesto mandándola callar. Era casi medianoche—. Se me olvidaba —susurró Carla—. Espera a leer el relato de Edna. Es sensacional.

Muy bien, entonces esperemos que ese asqueroso no sea nuestra Edna
, pensó Amy.

Dejó pasar a casa a Alphonse y enjuagó las copas de vino, deteniéndose ante lo extraño que le resultaba, aunque le parecía muy bien, ver dos copas en el fregadero. En realidad había disfrutado de la tarde. Naturalmente estaba medio piripi y tendría que replantearse todo al día siguiente, pero aun así había merecido la pena. De cualquier forma esa noche no dormiría.

Y tenía, por si no lo recordaba ya que se estaba quedando dormida, el ejercicio que les había dado para realizar desde el punto de vista del sexo opuesto. El único que lo había hecho era Chuck, y lo había hecho muy bien incluyendo incluso lenguaje femenino. Amy recordó haberse sentido un poco decepcionada por el hecho de que nadie más lo hubiera intentado.
Bueno, ten cuidado con lo que deseas
, pensó. Independientemente de lo que eso significara, poco después se dirigió hacia el ordenador y lo encendió. Si no iba a dormir, podía ganar algo de dinero. Pero primero echó un vistazo a
Lárgate
.

A lo largo de los años se había ido haciendo con más ideas para el blog: listas de novelas y poemas malos, frases desafortunadas de sus propias novelas publicadas, estereotipos de periódicos particularmente estúpidos, flores feas, especies de hormigas, viejos amantes… Había incluido sus propios relatos fallidos, copiándolos frase a frase. Había hecho una lista de todas las ideas para relatos incluidas en su último cuaderno de notas, incluso las que aún no podía descifrar como «malentendidos estúpidos de consecuencias catastróficas». Estas entradas le divirtieron durante un tiempo, pero no suscitaban ninguna respuesta por parte de los «mirones» y de cualquier forma se llenaban pronto. Las únicas listas abiertas eran las tres originales.

Stephen Meyer, Tom Hartley, Kristin Nielsen, Carl Hammond, Marvin Gardens, Casper M. Toast, Absalom E. Sandwich, Bayer Bottomley y Hymen Payne habían ampliado la lista de novelas híbridas incluyendo
Hey Jude el oscuro, El señor del anillo de los nibelungos
, y
El retrato de la anatomía de Gray
. Y por primera vez, hubo una contribución de alguien llamado Herman U. Ticks aconsejándola «madurar». Estuvo a punto de borrar la nota, pero eso habría sido censura y la habría puesto en el punto de mira para obtener la réplica, y las réplicas eran una forma de compromiso. En vez de eso, lo que hizo fue añadir tres nuevas entradas:

The Bell Jarhead

Estamos en guerra contra el terrorismo, el racismo y los adolescentes clínicamente deprimidos.

Gone with the Windows for Dummies

Comienzo de la guerra civil. Personalización de la plantación diezmada. Ese siniestro general Sherman.

Paren o mi madre disparará al pianista

Un policía un poco idiota conoce a una música tímida con un misterioso pasado, y juntos tiran a Estelle Getty por una ventana.

Ella tenía que tener una vida, pero distinta a la del ultra vigoroso H. U. Ticks, que le daba duro para conseguir la nominación al premio Nobel por su descubrimiento de una vacuna contra el sida y un combustible alternativo obtenido de su propio culo. Ella tenía una vida intelectual.

Cuarta clase.
La voluntad al servicio de la imaginación

Naturalmente, ninguno de aquellos gallinas le había regalado la planta. A pesar de la alegría profesada respecto al regalo, alegría expresada a través de mensajes vacuos y afables, Amy en ningún caso pudo entrever en ellos un atisbo de satisfacción personal por el presente. Era la primera vez que había ausencias este semestre: faltaban Tiffany y Marvy. Era una pena pues era una clase pequeña y además porque Edna Wentworth merecía la atención de todo el mundo.

En el otro extremo estaba Harold Blasbalg. Amy empezó aquella noche con
Cielo sangriento: un cuento de vampiros
.

En la nocturnidad del bosque, a lo lejos, Paul Gratiano podía oír el penetrante aullido de los lobos, los coyotes salvajes, el ulular de los búhos rapaces, y el desvalido grito de un gran conejo blanco. Se estremeció en su escondite a pesar de que la noche era cálida y húmeda.

De entre todos los lugares y momentos disponibles, ¿por qué había acordado encontrarse con ella a esa hora allí?

¿Por qué estaba allí bajo aquel grupo de arces? ¿Por qué estaba en Central Park a medianoche?

El joven Pete Purvis adoraba
Cielo sangriento
al igual que Ricky Buzza y Dot Hieronymus, a quien aparentemente iba a gustarle todo. Pete afirmaba haberse dado un susto de muerte al final de la historia cuando, sorprendentemente, el vampiro resultaba ser el propio Paul Gratiano en lugar de la chica misteriosa y siniestra que desaparece de escena en la página nueve solo para volver y ser destripada en la página once.

—Los demás estáis terriblemente callados —dijo Amy—. ¿Debo asumir que todos estáis igualmente impresionados y asqueados por el sorprendente final?

Solo habló Carla.

—Para ser sincera a mí no me ha resultado un final tan sorprendente —dijo—. Toda la historia apuntaba a ese final. Se sienta en medio de la oscuridad, está muerto de miedo esperando a esta mujer y, al final eso es todo lo que pasa. La tensión dramática llega a ser tan problemática en cierto momento, a mitad del relato más o menos, que empiezas a sospechar que todo apunta a la dirección incorrecta.

—Exactamente a la mitad del relato —dijo Amy—. ¿Puede alguien señalar ese momento?

El doctor Surtees hizo ese lánguido gesto con el dedo índice como para llamar al camarero, o pujar en una subasta. Sin duda una subasta en Christy’s. El doctor Surtees no era el tipo de hombre que pujara en una subasta policial.

—Página seis —dijo.

Paul sabía que era peligroso. Todo su instinto le hacía desconfiar de ella. ¿Cuándo habían sido tales criaturas dignas de confianza? En toda la historia de la humanidad, ¿se habrían visto alguna vez defraudadas?

—Si no fuera tan terriblemente bella —se lamentó.

—Pero espera —dijo Ricky—, eso se explica en la historia. Él ha tenido un montón de problemas con las mujeres, dos matrimonios rotos. Tiene miedo a dejarse llevar por ella.

Ginger Nicklow dijo:

—Eso es lo que se supone que debes creer, pero el lenguaje aquí resulta extraño. ¿Por qué «criaturas» e «historia de la humanidad»?

—Y «terriblemente bella» —añadió Chuck—, cuando en la página tres se decía que era «realmente apasionada».

—Exacto —dijo Carla—. Esa es una frase para cubrirse las espaldas. Una de esas para que después del alucinante y sorprendente final, el lector pueda ir hacia atrás y decir «¡Oh sí! ¿Por qué no me di cuenta de eso?».

—Excepto que en este caso, nos hemos dado cuenta —dijo Chuck.

Dot Hieronymus, que parecía bastante molesta, quería saber cómo podría escribirse un final sorprendente si resultaban tan fáciles de revelar.

—Podrías preguntártelo a ti misma —dijo Amy—. En primer lugar, por qué querrías sorprender a tus lectores. Un final sorprendente es como una fiesta sorpresa. Probablemente algunas personas en ciertos lugares disfruten teniendo amigos y colegas que se abalancen sobre ellos en la oscuridad de sus propios salones, pero no creo que la mayoría de nosotros lo haga.

—Aquí estamos hablando de la sorpresa mecánica. El otro tipo de sorpresa, la orgánica, es otra cuestión. —Amy estaba pensando en la pequeña Carla corriendo por un televisivo aparcamiento de coches usados gritando: «¡Eh tíos, venid a Corky’s ahora mismo!»—. En la vida real nos sorprendemos porque no sabemos todo lo que es posible saber. En primer lugar, porque estamos limitados a nuestra propia cabeza y solo contamos con un punto de vista.

—En el relato de Harold también estamos limitados a un único punto de vista, el de Paul Gratiano. Pero Paul sabe por qué está esperando entre los arbustos de Central Park. Es simplemente que no cree en sus propios planes hasta que efectivamente los está llevando a cabo, lo que resulta bastante artificial. El autor nos oculta información deliberadamente con el fin de sorprendernos. Por eso es por lo que se le denomina sorpresa mecánica, y eso es por lo que, al menos a algunos de nosotros, puede no resultarnos interesante.

—A mí me gustan los finales sorprendentes —dijo Dot.

—Vamos a hablar de otra cosa —dijo Amy—. Harold ha intentado contarnos una historia de miedo. Sabemos su objetivo porque nos lo contó en la primera clase. Nos dijo que le gustan las novelas de terror, que eso es lo que él quiere escribir y que su escritor favorito es Stephen King. Así que, dejando aparte el final, ¿es este un relato de terror?

Nadie dijo nada a favor de Harry. Frank Waasted dijo que la historia debería haber sido aterradora porque tenía todos los elementos necesarios para que lo fuera, pero que, de alguna forma, no lo era. Amy animó a la clase a nombrar los elementos y así lo hicieron: había oscuridad, soledad, búhos ululando, ruidos repentinos como cuando un atracador sale de uno de los arbustos cercano a Gratiano a atacar a una pareja de paseantes. Había observaciones conscientes sobre el viento, los dedos gélidos, el testículo retráctil de Paul y viscosos charcos de sangre. La facción pro Blasbalg defendía todos esos detalles, excepto el del testículo, que a Dot no le había gustado absolutamente nada. Chuck dijo que a él sí le gustaba, pero que probablemente no lo habría mencionado dos veces.

—La semana pasada hablamos —dijo Amy finalmente—, sobre describir y narrar, y en esta historia el autor ha descrito mucho, pero aun así no estamos asustados. Esto no es necesariamente porque, como algunos de vosotros habéis sugerido, muchos de los detalles estén trillados. Lo que echamos en falta aquí es la sensación de miedo, un sentimiento que todo sabemos, puede ser contagioso. Si el escritor estuviera asustado, entonces nosotros también lo estaríamos. Lo que necesitamos hacer en esta historia, una historia que aspira a provocar una respuesta en particular, es imaginar lo más detalladamente posible cómo sería ser Paul Gratiano: estar temblando de miedo en el bosque mientras planeas asesinar a la mujer que amas. Esa es la parte difícil de escribir, el imaginar.

—O no —dijo Chuck—. Quiero decir que, ¿y si no tienes nada que imaginar? ¿Y si realmente eres el asesino? Entonces, según tú, puedes escribir al margen y hacer mucha pasta.

Carla y Amy cruzaron la mirada por un momento. ¡Qué comentario más interesante!

—Solo si tienes acceso a tus propios sentimientos y eres capaz de articularlos. Pero sí, supongo que tienes razón.

Amy puso fin al tema con la breve lectura de la descripción de William Butler Yeats sobre la retórica como «la voluntad al servicio de la imaginación».

—Todos los detalles en este relato, lo que Frank llama «elementos», son figuras retóricas diseñadas para inculcar al lector una sensación de miedo y es por eso por lo que no han funcionado muy bien. Como Edna bien dijo la otra noche, preferiríamos ser seducidos. —Esto hizo que Edna Wentworth esbozara una pequeña sonrisa y aprovechando esa nota de triunfo, Amy le dijo a todo el mundo que pasara las críticas del ejercicio a Harold y tomaran un descanso.

Harold permaneció en la clase para hablar con Amy sobre una posible reescritura del relato.

—Para serte sincero —le dijo—, pensé que la temática de terror iba ser fácil.

—El terror es difícil —dijo Amy—, lo único más difícil aún es el humor. Probablemente pensabas que era fácil porque Stephen King es muy prolífico. Pero te apuesto lo que quieras a que cada vez que se sienta a escribir experimenta en sí mismo el verdadero miedo. Por eso es tan bueno.

—¿Realmente crees que merece la pena que siga trabajando en esto? —Harold hablaba en serio. Los alumnos casi nunca le preguntaban eso. Por el contrario preguntaban ¿Crees que esto se podría publicar? Una pregunta segura, una respuesta fácil: no tengo ni idea.

—Creo que puedes hacerlo mejor —respondió Amy—. Si estuviera en tu lugar me olvidaría de lo sobrenatural y me centraría en lo psicológico. A mi juicio, hay personas que ya resultan lo suficientemente terroríficas sin tener que acicalarlas con alas de murciélago ni colmillos.

Harold se rió.

—Yo también lo creo. Soy abogado penalista, ¿sabes?

No lo sabía. Amy había supuesto que se dedicaba al derecho civil.

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