LÁRGATE.
Y estaba centrado en una página en blanco a tamaño cuarenta y ocho en fuente Times New Roman. Para poder acceder a la segunda página, había que pinchar en el punto. Allí entonces Amy puso el subtítulo:
Compendio de listas de una solipsista.
Lo que a ella le parecía bastante gracioso, pero puesto que, de cualquier modo, nadie lo leería, tampoco importaba.
Pinchar en el punto llevaba a una página dedicada a su persona, con un listado de sus novelas y relatos cortos, así como el número de copias vendidas y la fecha de publicación. A esta página adjuntó una fotografía que Max le había hecho en la que estaba escondida tras el tronco del haya de su jardín de forma que solo podían vérsele los brazos y las piernas, extendidos al modo del hombre de Vitruvio de Da Vinci. Encima de la fotografía estaba el título:
¿QUIÉN ES AMY GALLUP?
Y debajo de la imagen:
Una mujer mayor, fría y antipática que vive en Escondido, California, que pasa sus días editando textos ilegibles y las noches dando clases en lugar de escribir. A veces, en la oscuridad de la noche, ríe de forma inapropiada.
Su intención era llenar de listas la siguiente página (que según Finn era, virtualmente imposible de rellenar). La primera de ellas era:
PALABRAS DE APARIENCIA DIVERTIDA
Miércoles, 14 de abril de 2004
Adjetivos:
Endemoniado
Mamado
Efervescente
Benéfico
Floculante
Verbos:
Desvelar
Apoyar
Refutar
Despellejar
Sustantivos:
Porquería
Pino
Naranja china
Bomba
Soplete
Brida
Panceta
Mamarracho
Poltrona
Escupidera
Escobón
Divulgación
Fricción
Responsabilidad
Garbo
Flebotomista
Filatelista
Pitorro
Jaleo
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Era una buena lista, y estaba dispuesta a actualizarla de cuando en cuando. Pero, de todo su diario, aquella era la única cosa digna de inserción en el blog. Durante un tiempo, y tras un largo día, se entretuvo buscando su página (lárgate+gallup) y simplemente apreciando las palabras en sí mismas. Siempre le habían gustado las palabras como objetos en sí mismos, su forma, su carácter. En esta lista había un número desproporcionado de emes, bes y oes. Hacía mucho tiempo, había teorizado acerca de las palabras cuyas sílabas eran acentuadas igualmente, y como éstas eran intrínsecamente hilarantes aunque no tenía ni idea de por qué. Aquel pensamiento le dio la idea de una segunda lista:
LETRAS DE APARIENCIA DIVERTIDA
Pero después de estar jugueteando y tonteando durante una semana con diptongos y signos diacríticos, se dio cuenta de que las letras, por sí solas, no eran en absoluto divertidas. Excepto las letras suecas, aunque probablemente no lo fueran para los suecos. No obstante, esto dio lugar a otra lista mucho más corta:
LETRA MÁS SEXY DEL ALFABETO ROMANO
Domingo, 1 de agosto de 2004
B
Archivo, Comentarios 0
Porque mirar a todas las demás letras había hecho parecer fea a esta. La letra «B» se asemejaba a partes del cuerpo, y eso le gustaba.
Mientras jugaba con las listas, se dio cuenta de que al final de cada una de ellas, justo en el margen derecho, aparecía el subtítulo «Comentarios». Intentó borrarlo, pero cuando revisitaba su sitio web, ahí volvía a estar, así que eventualmente se figuró que Finn lo había fijado automáticamente asumiendo que ella lo querría. Tenía que llamar al chico (cosa que realmente no quería hacer), para preguntarle cómo quitarlo. O también podía ponerse manos a la obra y utilizar los comentarios como medio para alabar y atacar sus propias listas. A Amy siempre le había divertido inventarse nombres. Eso era serendipia, o al menos eso parecía. Sin embargo, la siguiente vez que revisó el sitio web se sorprendió al encontrar un comentario de alguien llamado Compson Fingerle sugiriendo que la palabra más sexi del alfabeto era la «V».
Lo que sorprendió a Amy no fue su sugerencia pues era vulgar y obvia, sino la existencia y la capacidad de poder publicar de Compson Fingerle. Amy empezó a responderle, pero después se detuvo pues no quería debatir el asunto con nadie, especialmente con Compson Fingerle. Así que corrigió la lista:
LETRA MÁS SEXY DEL ALFABETO ROMANO
Martes, 3 de agosto de 2004
B
En segundo lugar:
V
Archivo, Comentarios 1
Hizo aquello con el fin de evitar futuros comunicados. Fue algo que funcionó durante un tiempo, hasta que Myra Kalbfuss nominó a la H y alguien llamado Sir Underoo incluyó «sacabuche», «dingo» y «avutarda» en la lista de palabras de apariencia divertida.
Esto no era exactamente comunicación sino, aparentemente, una especie de comunidad. Una comunidad de solipsistas con los que podría convivir, ¿y quién no? Pero no se podía imaginar cómo habían accedido a su sitio web, y eso la preocupaba. Ahora sí que se veía obligada a llamar a Finn Collier, quien le dijo que probablemente toda esa gente había encontrado su web al poner su nombre en Google. Mientras él estaba al teléfono, Amy insertó su nombre en la casilla de búsqueda y, efectivamente, se cargaron las habituales páginas web de libros de segunda mano más
Lárgate
. Pero ¿por qué alguien estaría buscando su nombre en Google?
—Subestimas tu fama —dijo Finn.
No, no lo hacía.
—O quizá habrían podido estar buscando otra cosa.
—¿Cómo qué?
Amy podía escuchar a Finn presionar las teclas de su teclado.
—
Galluping bomb
, ¡eso es! —dijo.
—¿Qué? —Amy tecleó en el recurso de búsqueda y obtuvo la pregunta: «Quizá quiso decir: galloping bomb».
—También funciona con soplete. ¿Quieres intentarlo?
Tenía razón.
—¿Cómo?
—Bueno, tu página contiene las palabras soplete, Gallup y bomba. Alguien simplemente tecleando la combinación de estas…
—Pero ¿por qué demonios intentaría alguien encontrar «soplete» en internet? Es una idea ridícula.
—Probablemente no lo hacían. —Tecleó algo más—. Ahora tengo que irme, pero ahora te envío el enlace a una página web con las estadísticas de los servidores de las páginas web. Puedes rastrear todo tipo de información interesante acerca de quién visita tu página como… Mira, has tenido dos visitas desde Indonesia este mes.
Amy pinchó en el enlace y se desplazó hacia abajo en una página llena de gráficos.
—Gracias, pero realmente esta es mucha más información de la que…
—¡Lo tengo! Vale, ve hacia abajo hasta el gráfico del «Informe trimestral de búsquedas».
—¿Por qué?
—Porque te mostrará algunas de las palabras y frases que la gente estaban buscando cuando dieron con tu página web en Google.
Amy encontró el gráfico y le dio las gracias a Finn, que tenía que volver al trabajo. Observó la lista:
Amy Gallup 95
Gallup 10
Amy 9
Autora Amy 9
Embajador de la pérdida 4
Mujeres monstruosas 2
Flan de naranja china 1
Porquería de flan 1
Fricción genital 1
Aquí se vio forzada a detenerse, primero para retroceder a su página web e intentar comprender cómo, por ejemplo, una búsqueda por «porquería de flan» había hecho que alguien se colara en su web. Resultó ser que «flan» estaba acuñado bajo «naranja china mandarina» como una muñeca rusa. Y después, para maravillarse por el hecho de que, de cuando en cuando, gente en todo el mundo se interesaba por ella. No sabía muy bien cómo tomarse eso. ¿Se trataba de estudiantes de doctorado investigando novelistas fracasados? ¿O quizá serían antiguos compañeros de instituto ojeando las necrológicas? Era mucho más fácil imaginarse a un pálido oficinista aburrido (o quién sabe si a un dinámico industrial influyente) buscando desesperadamente «fricción genital» en todos los sitios equivocados.
Por el momento decidió que tendría que aguantar a esta «comunidad». Tenía que admitir que «avutarda» era bastante buena, y la añadió con el nombre de Sir Underoo al lado, entre paréntesis. Al César lo que es del César. Cambió el subtítulo «Comentarios» por «Gallinero» y después por «Mirones», que dejó hasta poder pensar en algo mejor.
Amy permanecía indiferente hacia las identidades de los mirones, cuyo número de visitas crecía a un ritmo constante y nada espectacular. Por el momento debía de tener como unos cuarenta asiduos, algunos de los cuales hacían sugerencias decentes. Esta noche no había comentarios nuevos y, sintiéndose un poco decepcionada, decidió empezar una nueva lista de títulos de novela híbridos. Llevaba pensando en ella desde hacía algún tiempo:
NOVELAS HÍBRIDAS
Miércoles, 3 de octubre de 2007
La llamada del pato salvaje
Un perro valiente sobrevive en la gélida Klondike con la ayuda de un pato simbólico.
Old Man Riverdance
Paul Robeson es pateado hasta la muerte por una estampida de robots irlandeses.
El jurado andarín
Miembros desesperados de un jurado evitan ser retratados al disfrazarse ingeniosamente de pájaros, flores, barcos, piedras y peces.
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Ahí queda eso
, pensó.
Veamos lo que hacen con ello
.
Echando un vistazo alrededor de su pequeño despacho de detective abarrotado y polvoriento, Bill Mansfield dio un enorme bostezo y después, de mala gana, estiró su desgarbada figura de casi dos metros detrás de su escritorio gris metálico.
Las once en punto
, pensó para sí,
y ni un ticket de comida a la vista
.
—No todo el mundo gana siempre —anunció alegremente Amy.
—Tú lo dijiste —dijo Marvy Stokes—. La semana pasada después de clase tenía una multa de aparcamiento de la policía del campus. —Enseñó el ticket, sin duda, tratando de descubrir si él había sido el único multado—. Veinticinco pavos. ¿Pueden salirse con la suya?
Amy recogió del grupo tres tickets de multa del aparcamiento del campus con la promesa de solucionar el tema y advirtiéndolos de que solo podría hacerlo una vez ya que sí, la universidad en realidad podía salirse con la suya. Marvy quería seguir quejándose algo más, una obvia táctica de retraso que ella ignoró.
—Marvy Stokes ha sido muy valiente y se ha presentado voluntario para ser el primero —dijo Amy a la clase.
—No, no lo he hecho. ¿Por qué no empezamos con…?
—Bien, voy a exponer las reglas básicas. Este es el trato: mientras vuestro trabajo está siendo debatido, no podéis interrumpir la discusión ni contestar preguntas hasta que el debate haya terminado. —Algunas personas alzaron la mano—. Pensadlo: cuando estáis en la intimidad de vuestro dormitorio, cuarto de baño o cualquier otro sitio en el que leáis mayormente, el autor (gracias a Dios) no está allí mirando por encima de vuestro hombro. Si empezáis a aburriros, él no puede poner objeciones ni reclamar, quizá con justificación, al hecho de que hayáis malinterpretado cierta línea en un diálogo o hayáis leído por encima un párrafo importante en la página cincuenta y siete. Él no puede discutir con vosotros ni haceros sentir como unos ineptos. No está ahí para nada. ¿De acuerdo? Solo tenéis que ateneros a lo que él os ha dado.
»Así que vamos a basar nuestro debate en la evidencia que tenemos. Mientras hablamos, el autor puede tomar notas por si quiere responder a algunas cuestiones. Y llegado el momento en que el debate haya terminado, podrá responder a todo lo que desee.
—Entonces, básicamente —dijo Marvy—, soy el último mono.
—En realidad no —dijo Amy—. No eres el último. Si nos ves como una especie de círculo amenazador, entonces técnicamente sí estás fuera del círculo. No estás aquí en absoluto.
Amy empezó formalmente con la crítica sin mayor discusión, a pesar de que mucha gente, obviamente, quería discutir sobre el procedimiento. Al principio siempre lo hacían, pero resultaba simplemente más oportuno ponerse a ello y demostrarles que el sistema funcionaba en lugar de defenderlo.
—
No todo el mundo
—dijo—
gana siempre
.
Silencio sepulcral.
—Muy bien, ¿qué sucede en la historia?
Más silencio sepulcral.
—El tema está en que, si no podemos ponernos de acuerdo en lo que realmente sucede en un relato de ficción, no podemos en absoluto hablar sobre ello.
—Bien, es obvio —dijo Tiffany Zuniga.
—Entonces no debería resultarte un problema el contárnoslo —dijo Amy.
Tiffany suspiró.
—Es una historia de detectives, ¿vale? Está este investigador y la tía buenorra que entra en su despacho y lo contrata para encontrar a su caniche perdido.
—Shih tzu —dijo Marvy.
—¿Alguien ha oído eso? —preguntó Amy.
—Me parece haber oído «shih tzu» —dijo Chuck Heston—, pero puede que haya sido el viento.
—Sí, ¿podemos apagar el ventilador? —Pete Purvis esperó a que Amy asintiera y después lo apagó.
—Muy bien, shih tzu. Ella lo contrata, por quinientos dólares al día más gastos, para encontrar a su shih tzu. Él rastrea al perro hasta una especie de granja abandonada en el campo.
—¿Dónde exactamente se desarrolla la historia? —preguntó Amy.
—No tengo ni la menor idea —dijo Edna Wentworth—. Al principio parecemos estar en una gran ciudad y después en una granja de cerdos.
Un montón de alumnos estuvieron de acuerdo con este punto, y Amy los dejó debatir la cuestión. El inestable escenario de
No todo el mundo gana siempre
era el menor de los problemas de Marvy. Amy analizó la clase y observó su dinámica percatándose de que Edna iba a ser de gran ayuda. Este no iba a ser uno de esos grupos ñoños y remilgados que, a menos que tuviera algo agradable que decir, permanecía en silencio. Este grupo era excepcionalmente activo y abierto.
—¿Cuál es la diferencia? —discutía Syl Reyes—. Es una granja de cerdos en las afueras de un pueblo.
—Pero no es un pueblo, es una gran ciudad.
—¿Y cómo sabemos eso? —preguntó Amy.
—Porque —dijo Frank Waasted—, Bill Mansfield, el detective, sigue hablando del metro, de guetos y de atascos. —Frank era el otro tipo musculoso de la clase que Amy, al principio, confundía con Syl Reyes. Pero Frank era listo y Reyes un poco corto. Esta noche ambos llevaban pantalones cortos y esos toscos zapatos de montaña marrones obviamente diseñados para hacer senderismo. Ambos eran tipos amantes de las actividades al aire libre, hombres californianos, bronceados, pelados, y demasiado a gusto consigo mismos, al menos para el gusto de Amy. Pero Frank Waasted, que en la primera clase había nombrado a Raymond Carver como su escritor favorito, había hecho su doctorado sobre el realismo mágico. Los académicos habían cambiado una barbaridad desde los tiempos de Amy.