En caída libre (21 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia-ficción, novela

BOOK: En caída libre
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—¿Qué?

—No me permiten verlo.


¿Qué?

Leo, que estudiaba distraídamente sus uñas, agregó:

—Separaron a Andy del cuidado de su madre. Bajo el cargo de que era peligroso para el bebé o algo parecido. ¿Bruce tampoco le comentó nada?

El rostro del doctor Minchenko adquirió un color rojizo.

—¿Lo separaron? ¿De una madre que le da de mamar…? ¡Qué obsceno! —Su mirada recayó en Claire.

—Me dieron una medicina para secarme —explicó Claire.

—Bueno, eso es algo… —Su alivio era muy leve—. ¿Quién lo hizo?

—El doctor Curry.

—No me informó.

—Usted estaba con permiso.

—«Con permiso» no significa «incomunicado». Usted, Graf. ¡Escúpalo! ¿Qué es lo que está sucediendo aquí arriba? ¿Ese burócrata ha perdido la cabeza?

—Verdaderamente no ha oído nada. Es mejor que se lo pregunte a Bruce. Tengo órdenes estrictas de no discutirlo con nadie.

La mirada de Minchenko era verdaderamente cortante.

—Lo haré.

Se alejó y entró al pasillo por la puerta, mientras murmuraba algo entre dientes.

Claire y Leo se quedaron mirándose entre sí, consternados.

—¿Cómo vamos a hacer para que Tony vuelva? —gritó Claire—. ¡Faltan menos de veinticuatro horas para que Silver dé la señal!

—No sé… pero no te deprimas ahora. Recuerda a Andy. Va a necesitarte.

—No voy a deprimirme —dijo Claire. Tomó una bocanada de aire—. No volverá a pasar. ¿Qué podemos hacer?

—Bueno, veré qué cuerdas puedo tocar para intentar que Tony vuelva… Maldito Bruce. Le diré que necesito que Tony supervise a su grupo de soldadores o algo así. No estoy seguro. Tal vez Minchenko y yo juntos podamos pensar en algo, aunque no me gustaría levantar las sospechas de Minchenko. Si no puedo —Leo tomó aire con cuidado—, tendremos que pensar en otra cosa.

—No me mientas, Leo —dijo Claire.

—No te dejes llevar a conclusiones apresuradas. Sí, ya lo sabemos… Existe la posibilidad de que no podamos hacer que vuelva. Es cierto. Ya lo dije y en voz alta. Pero, por favor, ten en cuenta que cualquier; situación alternativa depende de que Ti pilotee una; nave para nosotros y tendremos que esperar hasta que podamos volver a conectarnos con la tripulación de secuestro. En este momento habremos capturado una nave y comenzaré a creer que todo es posible. —Movió las cejas, en tensión—. Y si es posible, lo intentaremos. Lo prometo.

Había una creciente frialdad en ella. Tenía que apretar los labios para que no temblaran.

—No puedes arriesgar todo por salvar a uno solo. No está bien.

—Bueno… hay un millar de cosas que pueden salir mal entre este momento y algún punto sin regreso para Tony. Puede resultarte bastante académico. Lo sé. Dividir nuestras energías entre un millar de posibilidades en lugar de concentrarlas para el único paso seguro a tomar es una especie de autosabotaje. No se trata de lo que haremos la semana próxima. Lo que cuenta es lo que hacemos ahora. ¿Qué es lo que debemos hacer?

Claire tragó e intentó agudizar su sensatez.

—Volver a trabajar… Simular que no sucede nada. Continuar con el inventario secreto de todos los stocks de semillas posibles. Terminar el plan de cómo vamos a mantener las luces para que las plantas sigan creciendo, mientras que el Hábitat se aleja del sol. Y tan pronto como el Hábitat sea nuestro, comenzar los nuevos cortes y traer los tubos de reserva para comenzar a construir stocks de alimentos extra para las emergencias. Y disponer el críoalmacenamiento de muestras de cada variedad genética que tenemos a bordó para volver a iniciar el stock en caso de desastres…

—¡Es suficiente! —sonrió Leo—. ¡Sólo el próximo paso! Y tú sabes que puedes hacerlo.

Ella asintió.

—Te necesitamos, Claire —agregó Leo—. Todos nosotros, no sólo Andy. La producción de alimentos es uno de los temas fundamentales de nuestra supervivencia. Necesitaremos cada par, cada conjunto de manos expertas. Y tendrás que comenzar a preparar a las más jóvenes y transmitir el conocimiento práctico que cualquier biblioteca, por más completa que fuera desde un punto de vista técnico, no puede igualar.

—No voy a deprimirme —reiteró Claire entre dientes, dando respuesta a lo que se escondía en su mensaje, lo que no estaba en la superficie.

—Me asustaste, la vez de la esclusa de aire —se disculpó, molesto.

—Yo misma me asusté —admitió.

—Tenías razón de estar furiosa. Sólo recuerda, tu verdadero objetivo no está aquí… —le tocó la clavícula, sobre el corazón—. Está allí fuera.

De esta manera, había reconocido que era la furia, una furia interna, y no la desesperación lo que la había llevado a intentar suicidarse ese día. Por un lado, resultaba un alivio ponerle el nombre correcto a su emoción. Por otro lado, no.

—Leo… eso también me asusta.

Leo sonrió con ironía.

—Bienvenida al club de los humanos.

—El próximo paso —Claire murmuró—. Correcto. El próximo logro.

Saludó con la mano a Leo y se perdió por el pasillo.

Leo volvió a contemplar el dique de carga con un suspiro. El discurso del próximo paso a tomar funcionaba muy bien, excepto cuando la gente y las condiciones cambiantes alteran continuamente tu ruta enfrente de tus narices mientras que tus pies todavía están en el aire. Su mirada se concentró un momento en la tripulación de cuadrúmanos, que acababan de conectar el tubo flexible a la escotilla de carga de la nave y que en ese momento estaban bajando la carga en el dique, con los manipuladores de potencia. La carga consistía en cilindros grises del tamaño de un hombre. A primera vista, Leo no reconoció de qué se trataba.

Pero la carga no tenía por qué ser ¿reconocible. Se suponía que era un stock masivo de repuestos de varillas de combustible para las naves de carga.

—Para desmantelar el Hábitat —Leo había dicho a Van Atta, cuando hacía hincapié en el pedido—. De manera que no tenga que parar y volver a pasar el pedido. Si hay excedente, puede ir a la Estación de Transferencia con las naves remolcadoras cuando sean reubicadas. Sería un mérito del rescate.

Perturbado, Leo se acercó a los trabajadores de carga.

—¿Qué es esto, muchachos?

—Oh, señor Graf, ¿qué tal? Bueno, no estoy muy seguro —dijo el muchacho cuadrúmano de camiseta y shorts amarillos, que pertenecía a Mantenimiento de Sistemas Aéreos, subdivisión de Muelles y Cerraduras—. Nunca había visto nada igual. De todas maneras, es imponente. —Hizo una pausa para desenganchar un panel de su manipulador y se lo entregó a Leo—. Aquí tiene el manifiesto de carga.

—Se suponía que eran varillas de combustible para las naves remolcadoras…

Los cilindros tenían el tamaño adecuado. Seguramente no habrían podido rediseñarlos. Leo observó el registro del manifiesto de carga. Partida: una serie de números codificados. Cantidad: astronómica.

—Hace ruido como de líquido —agregó solícitamente el cuadrúmano de camiseta amarilla.

—¿Líquido? —Leo observó el número de código en el panel con más detenimiento y volvió a mirar los cilindros. Coincidían. Sin embargo, podía reconocer el código de las varillas, ¿o no? Introdujo «Varillas de combustible, Remolcador de Carga Orbital Tipo II, referencia, código de inventario». El panel centelleó y apareció un número. Sí, era el mismo… ¡No, por Dios! G77618PD en lugar del número G77681PD que llevaban los cilindros. Rápidamente marcó G77681PD. Hubo una larga pausa, no para el panel, sino para que el cerebro de Leo pudiera registrar.

—¿Gasolina? —repitió Leo sin podérselo creer—. ¿Gasolina? ¿Estos idiotas realmente habían transportado cien toneladas de gasolina a una estación espacial?

—¿Qué es? —preguntó el cuadrúmano.

—Gasolina. Es un combustible de hidrocarburo que se utiliza en la Tierra para hacer funcionar automóviles. Un subproducto de los desperdicios petroquímicos. El oxígeno atmosférico proporciona el oxidante. Es un líquido pesado, tóxico, volátil, inflamable, explosivo a temperatura ambiente. Por el amor de Dios, no permitáis que se abra ninguno de esos barriles.

—Sí, señor —prometió el cuadrúmano, claramente impresionado por la lista de peligros que Leo acababa de mencionar.

El supervisor de las tripulaciones orbitales llegaba en ese momento al dique, seguido de una tropilla de cuadrúmanos de su departamento.

—Hola, Graf. Mire, creo que fue un error dejarle que me convenciera de pedir este cargamento. Vamos a tener un problema de almacenaje…

—¿Usted pidió esto? —preguntó Leo.

—¿Qué? —el supervisor pestañeó y luego echó una mirada a lo que tenía delante de él—. ¿Qué… dónde están mis varillas de combustible? Me dijeron que estaban aquí.

—¿Usted mismo fue quien hizo el pedido? ¿Con sus propios dedos?

—Sí. Usted me pidió que lo hiciera. ¿Recuerda?

—Bueno —Leo respiró profundamente y le entregó el panel—, cometió un error al teclear.

El supervisor echó un vistazo al panel y palideció.

—¡Oh, Dios!

—Y ellos lo han enviado —murmuró Leo, mientras se pasaba las manos por lo que le quedaba de cabello—. Llenaron la nave… No puedo creerlo. Cargaron todo esto en una nave sin ni siquiera preguntarse por qué y enviaron cien toneladas de gasolina a una estación espacial sin pensar en ningún momento en que era completamente absurdo…

—Yo puedo creerlo —suspiró el supervisor—. Oh Dios. Bien. Tendremos que enviarlo de vuelta y volver a pasar el pedido. Probablemente llevará alrededor de una semana. No es porque los stocks de varillas sean escasos, a pesar de la cantidad que usted ha estado utilizando para ese «proyecto especial» que mantiene tan en secreto.

No tengo una semana
, pensó Leo, con desesperación.
Sólo tengo veinticuatro horas, tal vez
.

—No tengo una semana —se dio cuenta de que lo decía en voz alta—. Las quiero ahora. Póngalo en un pedido urgente. —Bajó el tono de su voz al darse cuenta de que llamaba demasiado la atención.

El supervisor estaba lo suficientemente ofendido como para superar su culpa.

—No hay necesidad de que grite, Graf. Fue error mío y probablemente tendré que pagar por él, pero es realmente estúpido encargar a mi departamentos un viaje de urgencia tan seguido a éste, cuando demos esperar perfectamente. Las cosas ya están como están —señaló la gasolina—. Eh, muchachos —agregó—, detened la descarga. Este pedido es error, tiene que volver abajo.

El piloto de la nave estaba a punto de salir por la cotilla del personal cuando lo oyó.

—¿Qué?

Se acercó a ellos y Leo dio una breve explicación, pocas palabras, del error.

—Bien, no puede enviarla de vuelta en este viaje lijo el piloto con firmeza—. No tengo suficiente combustible como para una carga completa. Tendrá que esperar. —Se alejó, para tomarse su recreo obligatorio en la cafetería.

Los cuadrúmanos tenían una actitud de reproche, la segunda vez que invertían la dirección de su abajo. Pero limitaron su crítica a un quejido lastimoso.

—¿Está seguro esta vez, señor?

—Sí —suspiró Leo—. Pero será mejor que encentéis un lugar donde almacenar todo esto en un módulo aislado. No se puede dejar todo esto aquí.

—Sí, señor.

Volvió a dirigirse al supervisor de la tripulación de la nave remolcadora.

—Sigo necesitando esas varillas de combustible.

—Bien, tendrá que esperar, porque yo no lo haré. Van Atta ya me va a sacar un buena parte de mi sangre por esto.

—Lo puede poner en mi proyecto especial. Yo firmaré.

El supervisor levantó las cejas, levemente aliviado.

—Bien… lo intentaré. Lo intentaré. Pero, ¿qué me dice de su sangre?

Ya está vendida
, pensó Leo.

—Eso es asunto mío. ¿No le parece? El supervisor se encogió de hombros.

—Supongo que sí —murmuró, mientras se alejaba.

Uno de los cuadrúmanos de la tripulación de la nave remolcadora, que iba detrás del supervisor, miró a Leo, quien le devolvió la mirada con un movimiento de cabeza, enfatizado por un gesto con el dedo índice que amenazaba con cortarle el cuello y que indicaba ¡Silencio!

Se dio la vuelta y casi se llevó por delante a Pramod, que lo esperaba pacientemente detrás.

—¡No me andes espiando a escondidas! —gritó Leo. Intentó controlar sus nervios irritados—. Lo lamento. Me has asustado. ¿Qué sucede?

—Nos hemos metido en un problema, Leo.

—Por supuesto. ¿Quién me va a seguir para darme buenas noticias? No importa. ¿Qué sucede?

—Las abrazaderas.

—¿Las abrazaderas?

—Hay muchas conexiones ajustadas en el exterior. Estábamos revisando el plano del desmontaje del Hábitat para mañana…

—Ya lo sé. Sigue.

—.Pensamos que un poco de práctica podría acelerar las cosas.

—Sí, muy bien…

—Casi ninguna de esas abrazaderas se puede desenganchar. Ni siquiera con herramientas mecánicas.

—Bueno… —Leo hizo una pausa y entonces comprendió cuál era el problema—. ¿Son piezas de metal?

—La mayoría sí.

—¿Es peor del lado del sol?

—Mucho peor. No pudimos lograr que ninguna de las de ese lado pudiera aflojarse. Algunas están visiblemente fundidas. Algún idiota las debe de haber Asoldado.

—Soldadas, sí. Pero no es culpa de ningún idiota. Es por el sol.

—Leo, no hace tanto calor…

—No directamente. Lo que estás viendo es una soldadura de difusión espontánea en el vacío. Las moléculas metálicas se evaporan de las superficies de las piezas en el vacío. Lentamente, eso es cierto, pero es un fenómeno calculable. En las zonas ajustadas, migran a otras superficies adyacentes y eventualmente alcanzan una buena fusión. Un poco más rápido con las piezas calientes del lado del sol, un poco más lentamente con las piezas frías del lado de la sombra. Pero apuesto a que algunas de esas piezas llevan allí más de veinte años.

—Oh. Pero, ¿qué hacemos ahora?

—Tendréis que cortarlas.

Pramod abrió la boca, expresando su preocupación.

—Eso lo retrasará todo.

—Sí. Y también tendremos que pensar en una manera de volver a ajustar cada conexión en la nueva remodelación… Necesitaremos más abrazaderas o algo que pueda servir igual… Ve a reunir a todo tu grupo de trabajo. Tendremos una pequeña sesión de emergencia.

Leo dejó de pensar si sobreviviría a la Gran Toma de Posesión y comenzó a preguntarse si llegaría vivo hasta la Gran Toma de Posesión. Rogó, con toda su alma, que Silver lo estuviera pasando mejor que él.

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