—No le preguntaría… —Claire intentó reproducir una frase que le había oído decir a un terrestre en alguna ocasión—. A Bruce Van Atta no le preguntaría ni la hora.
El doctor Curry parecía estar bastante perplejo.
—Oh —murmuró, no tan entre dientes esta vez—. Me pregunto por qué estabas segunda en la lista.
—¿Quién era la primera? —preguntó Claire.
—Silver, pero ese instructor ingeniero la tiene ocupada en una especie de misión. Amiga tuya, ¿verdad? Podrás decirle que esto no duele.
—No me importa… No me importa si duele o no duele. Quiero saber de qué se trata. —Cerró apenas los ojos, mientras se ajustaban las conexiones, y los volvió a abrir, llena de furia—. ¡Las esterilizaciones! —exclamó—. ¡Están comenzando con las esterilizaciones!
—¿Cómo sabes que…? Se suponía que tú… Quiero decir: ¿qué es lo que te hace pensar eso? —dijo al fin Curry.
Claire se escapó hacia la puerta. El doctor estaba más cerca y era más veloz y la cerró enfrente de sus narices. Claire se alejó del panel que se cerraba.
—Ahora, escúchame, Claire. ¡Cálmate! —dijo Curry, que zigzagueaba tras ella por la habitación—. Vas a hacerte daño, sin ninguna necesidad. Te podría aplicar una anestesia general, pero es mejor si uso anestesia local y si tú te quedas quieta. Lo único que tienes que hacer es permanecer quieta. Tengo quehacer esto, de una forma u otra.
—¿Por qué tiene que hacerlo? —gritó Claire—. ¿Era el doctor Minchenko el que tenía que hacerlo o es ésa la razón por la que no está aquí? ¿Quién le obliga a usted a hacer esto y cómo lo hace?
—Si Minchenko estuviera aquí, yo no tendría que hacerlo —replicó Curry, furioso—. Él eludió sus responsabilidades y dejó todo en mis manos. Ahora ven aquí y ponte debajo de esta plancha esterilizadora y déjame que encienda los monitores, o tendré que… ponerme duro contigo. —Respiró profundamente, tratando de calmarse.
—Tiene que hacerlo —exclamó Claire—. ¡Tiene que hacerlo! ¡Tiene que hacerlo! Es sorprendente, algunas de las cosas que ustedes piensan que tienen que hacer. Pero da la casualidad de que casi nunca son las mismas cosas que los cuadrúmanos tenemos que hacer. ¿Por qué cree que pasa así?
El doctor Curry suspiró y apretó los labios. Extrajo una aguja hipodérmica de su bandeja de instrumentos.
Tenía todo preparado de antemano
, pensó Claire.
Lo tenía ensayado, en su mente
…
Había pensado todo mucho antes de que yo entrara aquí…
El doctor se acercó hacia donde Claire estaba suspendida y le tomó el brazo superior derecho, con la aguja plateada en la otra mano. Claire le cogió la muñeca izquierda y la apretó con toda su fuerza hasta inmovilizarla. Así estuvieron trabados durante un instante. Los músculos les temblaban en el aire.
Luego ella levantó sus brazos inferiores para unirlos a los superiores. Curry hacía esfuerzos por respirar, mientras Claire le separaba los brazos, con mucha más fuerza de la que tenía el joven doctor. El pateaba y le golpeaba con las rodillas, pero al no tener nada donde apoyarse y hacer presión, no podía impartir la fuerza necesaria para que le doliera.
Claire sonreía, excitada, mientras le separaba y le volvía a juntar los brazos a voluntad.
¡Soy más fuerte! ¡Soy más fuerte! ¡Soy más fuerte que él y no me había dado cuenta…!
Con cuidado, Claire apretó sus manos inferiores alrededor de las muñecas del médico y liberó las superiores. Con ambas manos forcejeó para que sus dedos soltaran la aguja hipodérmica. Ahora era ella la que la tenía en alto.
—No le va a doler nada…
—No, no…
El doctor se movía demasiado para su falta de experiencia en colocar una inyección endovenosa, así que Claire decidió atacar un músculo. Lo sujetó con fuerza hasta que el médico se debilitó, después de varios minutos. Después de eso, no le costó mucho trabajo inmovilizarlo debajo de la plancha esterilizadora.
Claire observó la bandeja de instrumentos y los tocó al azar.
—¿Hasta dónde tengo que llevar adelante esta rotación? ¿Usted lo sabe? —preguntó en voz alta.
Él gimoteaba y se movía débilmente, con pánico en los ojos. En cambio, los ojos de Claire brillaban de placer. Tiró la cabeza hacia atrás y se rió, con ganas, por primera vez en… ¿Cuánto tiempo? No podía recordarlo.
Acercó los labios al oído del doctor y le dijo:
—Yo no tengo que hacerlo.
Seguía riéndose cuando cerró las puertas del ala de tratamiento detrás de ella y se alejó por el pasillo hacia un lugar donde refugiarse.
Silver se dio cuenta de que había sido un error permitirle a Ti que insistiera en acoplarse a la otra nave. El ruido y el estremecimiento del impacto de los ganchos de ajuste habían retumbado en toda la nave remolcadora. Zara, ansiosa, emitió un grito de miedo. Ti la miró por encima del hombro, reprimiéndola en silencio, y volvió su atención a los controles.
No, su error había sido permitir que una autoridad terrestre, masculina y con piernas, hubiera imperado sobre su sentido común. Ella sabía que Ti no estaba preparado para estas naves remolcadoras. Se lo había dicho él mismo. Él sería la única autoridad después de que subieran a la nave de Salto.
No, se dijo a sí misma, no hasta entonces.
—Zara —dijo Silver—, toma los controles.
—Maldición —comenzó a decir Ti—. Si piensas…
—Necesitamos demasiado de Ti en los canales de comunicación como para desperdiciarlo en los mandos —interrumpió Silver. Esperaba realmente que Ti no menospreciara el elogio que le estaba brindando a su orgullo.
—Está bien —dijo Ti, con cierto resquemor, y le cedió el lugar a Zara.
El anillo de acople del tubo flexible no cerraba bien. Un segundo acople, con todos los posibles ruidos que pudo producir, tampoco logró que el anillo cerrara con precisión. Silver tenía miedo de morir o tal vez esperaba morir. No estaba segura. Le sudaban las palmas de las manos y como se pasaba el soldador láser de una mano a la otra, el mango estaba cada vez más pegajoso.
—Ves —le dijo Ti a Zara—. Tú no lo puedes hacer mejor.
Zara lo miró.
—Has torcido uno de los anillos, inútil. Es mejor que sea el suyo y no el nuestro.
—Más que inútil, imbécil —corrigió Jon, que estaba trabajando en la escotilla para hacerlo enganchar—. Si vas a utilizar terminología terrestre, úsala bien.
—Nave remolcadora R-26 llamando a nave de Salto de GalacTech D620 —dijo Ti por el intercomunicador—. Von, vamos a tener que desenganchar e ir por el otro lado. Así no funciona.
—Adelante, Ti —respondió la voz del piloto de Salto—. ¿Estás enfermo? No se te oye muy bien. Además, ese acoplamiento ha sido desastroso. ¿Cuál es la emergencia, por cierto?
—Ya te lo explicaré cuando estemos a bordo. —Ti levantó la vista y obtuvo una confirmación de parte de Zara—. Desenganchando ahora.
Su suerte fue mucho mejor en la escotilla de estribor. No, se corrigió a sí misma Silver.
Nosotros nos forjamos nuestra propia suerte. Y es mi responsabilidad ver que sea buena y no mala
.
Ti fue el primero en pasar por el tubo flexible. El ingeniero de la nave de Salto lo estaba esperando al otro lado. Silver pudo oír su voz enojada.
—Gulik, has torcido nuestro anillo de acoplamiento externo. Todos pensáis que sois el señor «Dedos Rápidos» cuando estáis enchufados a los equipos, pero con el trabajo manual, sois los peores, sin excepción… —su voz se entrecortó cuando Silver apareció por la escotilla y le apuntó al estómago con su soldador láser.
Tardó un momento en percibir el arma. Abrió los ojos y la boca cuando vio que Siggy y Jon también lo apuntaban detrás de ella.
—Llévanos donde está el piloto, Ti —dijo Silver. Esperaba que el miedo que se reflejaba en su voz le diera un tono enojado y agresivo, no pálido y débil. Le parecía que había perdido toda su energía. Tenía la sensación de tener el estómago fláccido. Tragó y sujetó con más firmeza el soldador.
—¿Qué diablos es todo esto? —preguntó el ingeniero. Su tono de voz era aún más agudo que antes. Carraspeó y se volvió más grave—. ¿Quiénes sois vosotros? Gulik, ¿han venido contigo?
Ti se encogió de hombros y esbozó una sonrisa lánguida, que estaba muy bien estudiada o era real.
—No exactamente. Yo estoy con ellos.
Siggy recordó apuntar a Ti con el soldador. Silver aprobó esta maniobra y mantuvo en secreto su idea al respecto. El hecho de entrar con Ti desarmado, aparentemente bajo las armas de los cuadrúmanos, lo cubría en caso de una posterior captura y de un proceso legal. Al mismo tiempo, encubría la posibilidad de hacer que su secuestro fuera real, en caso que decidiera ponerse del lado de sus compañeros a último momento. Engranajes dentro de otros engranajes. ¿Todos los líderes tendrían que pensar en tantos niveles? La sola idea la hacía sentirse mal.
Atravesaron rápidamente la sección de la tripulación hacia el comandante. El piloto de Salto estaba sentado en su asiento mullido, conectado a la corona de sus auriculares de control. El uniforme morado de la compañía tenía unos listones llamativos que proclamaban sus rango y especialización. Tenía los ojos cerrados y tarareaba desafiando el ritmo de los latidos de la biorretroalimentación de su nave.
Su sorpresa fue evidente cuando los auriculares se desprendieron y se elevaron, cortando toda comunión con su máquina, cuando Ti tocó el control de desconexión.
—Por Dios, Ti, no hagas estas cosas. Tú sabes…
Su sorpresa fue aún mayor cuando vio a los cuadrúmanos. Tuvo que sofocar, un grito de asombro. Sonrió a Silver, totalmente consternado. Sus ojos recorrieron su anatomía y se volvieron a fijar en su rostro. Silver movió el soldador láser, para llamar su atención.
—Levántese —le ordenó.
El piloto se agachó aún más.
—Mire, señorita… ¿Qué es esto?
—Un arma láser. Levántese.
Su mirada la escudriñó, escudriñó a Ti y finalmente al ingeniero. Llevó la mano a los sujetadores de su asiento, no sin dudar. Tenía los músculos tensos.
—Salga lentamente —agregó Silver.
—¿Por qué? —le preguntó.
Por si acaso, pensó Silver.
—Esta gente quiere pediros prestada la nave —explicó Ti.
—¡Secuestradores! —exclamó el ingeniero. Retrocedió y permaneció junto a la puerta. Los soldadores de Jon y de Siggy no dejaban de apuntarlo—. ¡Mutantes!
—Salga —repitió Silver. Su tono de voz subía incontrolablemente.
El rostro del piloto estaba perplejo y pensativo. Soltó las manos de su cinturón en una actitud que simulaba una relajación y las puso sobre sus rodillas.
—¿Qué pasa si no lo hago? —la desafió, con cierta tranquilidad.
Ella imaginó que perdería el control de la situación y que sería el piloto el que la dominaría. Todo por su superioridad y frialdad. Miró a Ti, pero él se sentía a salvo en su papel de victima inocente e indefensa. En una actitud sumisa, según dirían los terrestres.
Sintió palpitar el corazón una y otra vez. El piloto comenzó a relajarse, lo cual se hizo visible en su exhalación y en el brillo de triunfo de sus ojos. La había estudiado. Sabía que no podría disparar. Llevó otra vez la mano a su cinturón y recogió las piernas, como si quisiera accionar el sistema de palancas.
Silver lo había ensayado en su mente muchas veces, pero el hecho real era casi un anticlímax. Tenía una claridad cristalina, como si ella misma la estuviera observando a cierta distancia o desde otro tiempo, pasado o futuro. Se acercaba el momento de elegir el blanco, algo que había elaborado una y otra vez antes, sin llegar a ninguna conclusión. Apuntó el soldador justo debajo de las rodillas del piloto. No había ninguna superficie valiosa que se interpusiera entre ellos.
Apretar el botón fue sorprendentemente fácil. El trabajo de un solo músculo pequeño en su pulgar superior derecho. El rayo fue de un color azul apagado, que ni siquiera la hizo pestañear, aunque una llama amarilla intensa destelló en la tela del uniforme, supuestamente no inflamable. Enseguida se apagó. Podía sentir el olor de la tela quemada, aún más penetrante que el olor de la carne quemada. En un instante, el piloto estaba inclinado hacia adelante gritando de dolor.
—¿Por qué lo has hecho? —gritó Ti, con una gran tensión en la voz—. ¡Todavía estaba atado a su asiento, Silver! —Sus ojos no podían esconder su asombro. El ingeniero, después de un primer movimiento convulsivo, quedó inmovilizado, como una pelota sumisa. Sus ojos iban de un cuadrúmano a otro. Siggy tenía la boca abierta. Jon tenía los labios bien apretados.
Los gritos del piloto la asustaron y le crisparon tanto los nervios que sentía que iba a estallar. Volvió a apuntarlo con el soldador.
—¡Deje de hacer ese ruido! —le ordenó.
Para sorpresa de todos, el piloto dejó de gritar. Suspiró entre sus dientes apretados y la miró con ojos que destilaban dolor. Las quemaduras en las piernas parecían estar cauterizadas. Tenían un color negro ambiguo. Silver sentía una mezcla de repulsión y un deseo curioso de acercarse a ver lo que había hecho. Los bordes de las quemaduras tenían un color rojo intenso. El plasma amarillo seguía saliendo, pero quedaba adherido a la piel. Todavía no había necesidad de utilizar una aspiradora manual. La herida no parecía amenazar su vida. Al menos de inmediato.
—Siggy, suéltalo y sácalo de ese asiento de control —ordenó Silver. Por primera vez, Siggy obedeció sin protestar. Su mirada asustada ni siquiera parecía querer sugerir cómo hacerlo mejor.
Por cierto, el efecto de su acción sobre todos los presentes, no sólo los cautivos, era más que gratificante. Todos se movían rápidamente. Podía llegar a ser adictivo. No había protestas, no había quejas…
Algunas quejas.
—¿Era necesario? —preguntó Ti, mientras los prisioneros iban delante de ellos por el pasillo—. Estaba saliendo de su asiento…
—Intentaba saltar sobre mí.
—No puedes estar segura de eso.
—Pensé que no podría dispararle si se movía.
—Pero no me digas que no tenías otra elección…
Silver se dio la vuelta y lo miró con irritación. Ti se echó atrás.
—Si no logramos capturar esta nave, mil amigos míos van a morir. Tenía una elección. Elegí. Y volvería a elegir. ¿Me has entendido?
Y
tú eliges por todos, Silver
. Las palabras de Leo resonaban en su memoria.
Ti se rindió de inmediato.
—Sí, señora.
¿Sí, señora?
Silver pestañeó y siguió avanzando delante de Ti, para esconder su confusión. Ahora le temblaban las manos. Entró en el compartimento sanitario antes que todos, ostensiblemente para desconectar todos los equipos de comunicación, excepto la alarma de emergencia direccional, y para verificar el equipo de primeros auxilios. Estaba allí, completo. Y también para estar sola durante un momento, lejos de la mirada de sus compañeros.