¿Era éste el placer que Van Atta sentía con su poder, cuando todos se abrían paso ante él? Era obvio lo que su disparo le había producido al piloto desafiante. Pero, ¿qué efecto había producido en ella? Por cada acción, una reacción igual y opuesta. Era una verdad somática, un conocimiento visceral que llevaban todos los cuadrúmanos desde el nacimiento, clara y evidente en cada movimiento.
Salió del compartimento. El piloto emitió un quejido de dolor cuando sus piernas golpearon accidentalmente la escotilla, mientras lo ponían a él y al ingeniero en el compartimento sanitario, lo cerraban y lo despedían de la nave de Salto.
La agitación de Silver dio lugar a una resolución fría en su interior, si bien le seguían temblando las manos por la desesperación que le producía el dolor del piloto. Era así. Los cuadrúmanos no eran diferentes de los terrestres, después de todo. Cualquier mal que ellos pudieran hacer, los cuadrúmanos lo podían hacer también. Si lo deseaban.
Muy bien. Si colocaban los tubos de cultivo en este ángulo, con una rotación de seis horas, podrían arreglárselas con cuatro espectros de luz menos en el módulo de hidroponía y al mismo tiempo tendrían suficientes lúmenes sobre las hojas como para estimular el florecimiento en catorce días. Claire introdujo la orden en el ordenador e hizo pasar, en forma acelerada, todo el ciclo en el modelo analógico, sólo para estar segura. La nueva configuración de crecimiento reduciría el consumo de energía del módulo en un doce por ciento, desde las primeras estimaciones. Bien. Hasta que el Hábitat llegara a destino y pudieran desarrollar los delicados colectores solares otra vez, la energía sería óptima.
Apagó el ordenador y suspiró. Ésa era la última tarea de planificación que podría realizar mientras estuviera aquí encerrada en el Clubhouse. Era un buen escondite, pero demasiado tranquilo. Le había costado muchísimo concentrarse, pero no tener nada que hacer, según descubrió a medida que pasaban los segundos, era peor. Se acercó al armario y sacó un paquete de uvas y las comió de una en una. Cuando las hubo terminado, regresó el mismo silencio pegajoso.
Imaginaba poder tener a Andy en sus brazos otra vez, poder agarrarle esos deditos cálidos, en una seguridad mutua. También esperaba que Silver se diera prisa y que enviara la señal. Por otra parte, cuando se imaginó a Tony, prisionero allí abajo, rogó ansiosamente que Silver se demorara, que por algún milagro pudieran recuperar a Tony en el último momento. No sabía si empujar o tirar de los minutos que pasaban, pero cada uno que pasaba, parecía despellejarla.
Sintió el ruido de las compuertas y le invadió la ansiedad. ¿La habían descubierto? No, eran tres muchachas cuadrúmanas. Emma, Patty y Kara, ayudantes de enfermería.
—¿Ya es la hora? —preguntó Claire.
Kara sacudió la cabeza.
—¿Por qué no empieza? ¿Qué es lo que Silver está…? —se detuvo. Se le ocurrieron tantas razones desastrosas para la demora de Silver.
—Es mejor que envíe la señal pronto —dijo Kara—. Todos te están buscando como locos por todo el Hábitat. El señor Wyzak, el supervisor de Mantenimiento de Sistemas Aéreos, finalmente pensó en mirar detrás de las paredes. En este momento están en la sección del dique de carga. Todos los integrantes de su tripulación están sufriendo la peor crisis de idiotez —dijo, con una sonrisa en su rostro—, pero, a la larga, buscarán por esta zona.
Emma cogió uno de los brazos inferiores de Kara.
—En ese caso, ¿es éste el mejor lugar para escondernos?
—Tendrá que serlo, por el momento. Espero que las cosas estallen antes que el doctor Curry siga haciendo su trabajo con todos los nombres de su lista, porque, de otra manera, este lugar va a estar repleto de gente —dijo Kara.
—¿Entonces el doctor Curry se ha recuperado? —preguntó Claire, sin estar segura si quería escuchar un sí o un no—. ¿Lo suficiente como para seguir adelante con sus cirugías? Esperaba que ya no estuviera en estado de hacerlo.
Kara sonrió.
—No exactamente. Lo único que hace es quedarse ahí inmóvil, mientras supervisa a la enfermera que da las inyecciones. En realidad, lo haría si pudieran encontrar alguna chica a quien darle las inyecciones.
—¿Inyecciones?
—Abortivos —dijo Kara.
—Oh. Entonces es una lista diferente de la mía. Por eso Emma y Patty estaban tan pálidas.
Kara suspiró.
—Sí. Bueno, todas nosotras estamos en una lista o en otra, supongo. —Luego, se retiró.
Claire se quedó en compañía de las otras dos muchachas, aunque esto representaba un peligro mayor de que las descubrieran, no sólo a ellas, sino sus planes. ¿Cuántas cosas más podían andar mal antes de que todo el personal terrestre del Hábitat comenzara a hacerse las preguntas correctas? Suponiendo que todo el plan se descubriera prematuramente, ¿sería por la pista abierta que ella había dejado? ¿Tendría que haberse sometido dócilmente al procedimiento del doctor Curry, aunque sólo fuera para mantener todo en secreto un tiempo más? ¿Qué pasaba si «un poco más de tiempo» era la diferencia entre el éxito y el desastre?
—¿Y ahora qué pasará? —dijo Emma, con una voz débil.
—Tendremos que esperar. A menos que hayas traído algo para hacer —dijo Claire.
Emma meneó la cabeza.
—Kara me hizo salir de mi turno de trabajo en Reparaciones Menores hace apenas diez minutos. No pensé que era para traerme aquí.
—A mí me sacó de mi saco de dormir —confirmó Patty. Se le escapó un bostezo, a pesar de toda la tensión—. Estoy tan cansada todos estos días…
Emma se frotó el abdomen inconscientemente con sus palmas inferiores, en un movimiento circular que a Claire le resultaba muy familiar. Entonces, las muchachas ya habían comenzado con su preparación para el parto.
—Me preguntó cómo va a salir todo esto —suspiró Emma—. Cómo resultará. Dónde vamos a estar todos nosotros dentro de siete meses…
Claire se dio cuenta de que no era una cifra dicha al azar.
—Por lo menos, lejos de Rodeo. O muertos.
—Si estamos muertos, no tendremos más problemas —dijo Patty—. Si no… Claire, ¿cómo es el parto? ¿Cómo es en realidad? —Sus ojos parecían suplicar que la experiencia de Claire la tranquilizara. Esta era la única que tenía conocimientos sobre los misterios maternales del cuerpo que estaba presente en este momento.
Claire, comprensiva, le respondió.
—No fue exactamente cómodo, pero no es nada que no puedas manejar. El doctor Minchenko dice que a nosotras nos va mucho mejor que a las mujeres terrestres. Tenemos una pelvis mucho más flexible, con un arco más amplio, y nuestro suelo pélvico es más elástico, por el hecho de no tener que luchar contra las fuerzas gravitacionales. Dice que fue idea suya diseñarnos así y eliminar el himen, o lo que fuera. Supongo que era algo doloroso.
—¡Ay! Pobres mujeres —dijo Emma—. Me pregunto si sus bebés son succionados de sus cuerpos por la gravedad.
—Nunca he oído nada así —dijo Claire, dudosa—. Él dijo que tenían problemas cuando se acercaba el término, porque el peso del bebé les cortaba la circulación y les apretaba los nervios y los órganos y esas cosas.
—Me alegra no haber nacido en la Tierra —dijo Emma—. Por lo menos, no ser una mujer terrestre. Piensa en las pobres madres que tienen que preocuparse por si sus ayudantes dejan caer a sus recién nacidos. —Se estremeció.
—Allí abajo, es horrible —confirmó Claire fervientemente, cuando recordó lo sucedido—. Vale la pena arriesgar cualquier cosa con tal de no tener que ir allí. De verdad.
—Pero nosotras estaremos solas dentro de siete meses —dijo Patty—. Tú tuviste ayuda. Tenías al doctor Minchenko. Emma y yo vamos a estar solas.
—No, no lo estaréis —dijo Claire—. ¡Qué idea tan horrible! Kara estará allí. Yo también. Todas os ayudaremos.
—Leo también vendrá con nosotros —dijo Emma, con ánimo de parecer optimista—. Él es un terrestre.
—No creo que ése sea exactamente su campo de experiencia —dijo Claire, honestamente. Trataba de imaginarse a Leo como especialista médico. Él había dicho que no le interesaban los sistemas hidráulicos—. De todos modos —prosiguió con firmeza—, la parte complicada del nacimiento de Andy tuvo que ver, en general, con la recopilación de datos, porque yo era una de las primeras y estaban ensayando los procedimientos. Eso fue lo que dijo el doctor Minchenko. El parto no fue nada complicado. El doctor Minchenko no lo hizo, en realidad… Fui yo la que lo hice, mi cuerpo. Lo único que hizo él fue sostener la aspiradora manual. Es un poco desordenado, pero rápido. —
Si nada sale mal biológicamente
, pensó y tuvo el sentido común de no decirlo en voz alta.
Patty seguía intranquila.
—Sí, pero el parto no es más que el comienzo. El hecho de trabajar para GalacTech nos mantenía ocupadas, y hemos estado trabajando tres veces más desde que se planteó todo esto de la huida. Y hay que ser muy tonta como para no darse cuenta de que será peor después. No hay ningún fin a la vista. ¿Cómo vamos a manejar todo esto y además a los bebés? No estoy segura si creo en todo lo que se dice de la libertad. Leo habla de libertad, pero ¿libertad para quién? No para mí. Yo tenía más tiempo libre cuando trabajaba para la compañía.
—¿Quieres ir a presentarte al consultorio del doctor Curry? —le sugirió Emma. Patty se encogió de hombros, incómoda.
—No…
—No creo que cuando habla de libertad se refiera al tiempo libre —dijo Claire, pensativa—. Creo que se refiere más a la supervivencia. Como… como no tener que trabajar para otros que tienen el derecho de dispararte si lo desean. —Sus recuerdos se reflejaron en su voz. Suavizó el tono, de forma inconsciente—. Tendremos que seguir trabajando, pero será á para nosotros. Y para nuestros hijos.
—En especial para nuestros hijos —dijo Patty, con un tono sombrío.
—Eso no está mal —comentó Emma.
Claire creyó comprender el porqué del pesimismo de Patty.
—Y la próxima vez, si es que hay una próxima vez, podrás elegir quién será el padre de tu hijo. No habrá nadie que te lo diga.
El rostro de Patty se iluminó visiblemente.
—Eso es cierto…
La intención de Claire de tranquilizarla había surtido efecto. La conversación había entrado en vías menos amenazadoras, por el momento. Después de mucho rato, se abrieron las compuertas y asomó la cabeza de Pramod.
—Hemos recibido la señal de Silver —fue lo único que dijo.
Claire expresó su alegría en voz alta. Patty y Emma se abrazaron y daban vueltas en el aire.
Pramod extendió una mano, para prevenirlas.
—Las cosas todavía no han empezado. Tendréis que quedaros aquí un poco más de tiempo.
—¡No! ¿Por qué? —gritó Emma.
—Estamos esperando una nave especial de suministros de la Tierra. Cuando llegue al embarcadero, será la nueva señal para que todo comience.
El corazón de Claire comenzó a palpitar.
—Tony… ¿Traen a Tony a bordo?
Pramod sacudió la cabeza. Sus ojos oscuros compartían su dolor.
—No, sólo las varillas de combustible. Leo está verdaderamente ansioso por recibirlas. Tiene miedo de que sin ellas no tengamos la energía suficiente para expulsar al Hábitat.
—Sí… claro —dijo Claire y volvió a encerrarse en sí misma.
—Quedaos aquí, esperad e ignorad cualquier sirena de emergencia que podáis oír —dijo Pramod. Juntó sus manos inferiores en un gesto de aliento y se retiró.
Claire se reclinó para esperar. Con la tensión que tenía, podría haberse puesto a llorar. Pero lo último que necesitaban Emma y Patty era un mal ejemplo.
Bruce Van Atta presionó un dedo contra la nariz, apretando una de sus fosas nasales y respiró profundamente. Luego cambió de lado y repitió el procedimiento. Maldita caída libre, con todos los problemas, nasales que provocaba, entre otras incomodidades. No veía la hora de volver a la Tierra. Inclusive Rodeo sería una mejoría. Se preguntaba sí podría inventar una excusa… ir a inspeccionar si las barracas de los cuadrúmanos estaban listas, tal vez. Bien pensado, podría alargar ese trámite durante cinco días.
Se movió y se acercó a uno de los rincones del consultorio en forma de pastel de la doctora Yei. Se sentó sobre su escritorio, apoyó la espalda en una pared plana y enganchó los pies en la barra magnética, llena de papeles y formularios. Yei frunció los labios, molesta, y se entregiró para mirarlo. Van Atta cruzó los pies en una posición cómoda, con la intención deliberada de ensuciar los papeles y sacar a la psiquiatra de sus casillas. La doctora volvió a mirar la pantalla. No quería responder a esa provocación. Van Atta pisoteó un poco más los papeles.
Un capricho femenino
, pensó. Era un alivio que sólo les quedaran unas pocas semanas de trabajar juntos, así no tendría que seguir aguantándola más.
—Así que… —preguntó Van Atta—, ¿hasta dónde hemos llegado?
—Bueno, no sé cómo lo está haciendo usted… Por cierto —agregó, maliciosamente—, ni siquiera sé qué es lo que está haciendo…
Van Atta sonrió. Así que, después de todo, el gusano podía culebrear. Algunos administradores podrían haberse ofendido por la insubordinación implícita. Van Atta se felicitó a sí mismo por su sentido del humor.
—…pero hasta ahora, he terminado de orientar a casi la mitad del personal sobre sus nuevas asignaciones.
—¿Alguien ha causado problemas? Puedo hacerme el chico malo, si es necesario —se ofreció— y me encargaría de los que no quieren cooperar.
—Naturalmente, todo el mundo está bastante sorprendido —contestó la doctora—. Sin embargo, no creo que su… intervención directa sea necesaria.
—Bien —dijo Van Atta, jovialmente.
—No obstante, creo que habría sido mejor decírselo a todos al mismo tiempo. Revelar la información por sectores invita a que se empiecen a crear rumores, que es lo menos deseable.
—Sí. Bueno, ya es demasiado tarde…
Sus palabras fueron interrumpidas por el trepidante ulular de una alarma procedente del intercomunicador. La pantalla de Yei fue abruptamente invadida por el canal de emergencia de Sistemas Centrales.
Una voz masculina, un rostro fatigado —por Dios, era Leo Graf— apareció en la pantalla.
—Emergencia, emergencia —gritó Graf. ¿Desde dónde estaba llamando?—, tenemos una emergencia. Estamos perdiendo presión. No es un simulacro.
Todo el personal terrestre del Hábitat debe ir de inmediato al área de seguridad y quedarse allí hasta que deje de sonar la alarma…