Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos (37 page)

BOOK: Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos
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E
n 1786, el alemán S. G. Vogel inventó la llamada
infibulación
, un sistema para encerrar en cajas portátiles ambas manos, con objeto de impedir la masturbación.

E
n un estudio sobre el mecanismo de creación de los rumores, el investigador Jean-Nöel Kapferer relata un famoso caso extremo ocurrido en la prensa europea durante la Primera Guerra Mundial. Todo comenzó al informar el periódico alemán
Kölnische Zeitung
de la toma de la ciudad belga de Amberes por el ejército alemán, con el siguiente titular: «Las campanas sonaron con la noticia de la caída de Amberes», entendiéndose que se refería a las campanas alemanas. Pues bien, basándose en esta noticia, el diario francés
Le Matin
informó como sigue: «Según el
Kölnische Zeitung
, los párrocos de Amberes se vieron obligados a tocar sus campanas una vez que las defensas habían caído». El turno tocó entonces al londinense
The Times
, que daba su versión: «Según
Le Matin
, que reproduce una noticia de Colonia, los sacerdotes belgas que se negaron a hacer volar sus campanas después de la caída de Amberes han sido depuestos de sus funciones». La noticia se va complicando cuando la hace pública el italiano
Corriere de la Sera
: «Según
The Times
, que cita noticias de Colonia comentadas en París, los desafortunados sacerdotes que se negaron a hacer sonar sus campanas han sido condenados a trabajos forzados». Pero la cuestión queda rematada cuando de nuevo
Le Matin
informa sobre el suceso: «Según una información del
Corriere de la Sera
, vía Colonia y Londres, se ha confirmado que los bárbaros ocupantes de Amberes han castigado a los sacerdotes que heroicamente se negaron a repicar las campanas, colgándolos de ellas con la cabeza hacia abajo, como un badajo vivo».

S
e ha calculado que uno de los deportistas mejor pagados de toda la historia fue el auriga (conductor de cuadrigas) romano Cayo Apuleyo Diocles, que ganó unos 35 millones de sestercios en el primer siglo de nuestra era.

L
a princesa Ana de Inglaterra, participante en las pruebas de equitación, fue la única deportista participante en los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 que no se sometió a las pruebas de sexo, en virtud de su
status
real.

E
l combate de boxeo más largo de la historia conocida de este deporte se disputó en Nueva Orleáns en 1893, enfrentando a Andy Bowen y Jack Burke durante 110 asaltos, a lo largo de 7 horas y 19 minutos. La pelea acabó en combate nulo.

E
n 1515 se prohibió en España la fabricación de dados a causa de la preocupación que las autoridades mostraron por el creciente vicio por este juego que se estaba extendiendo por todo el país.

P
ara demostrar que, llegada la circunstancia, los tripulantes de los submarinos hundidos podrían salvarse siendo lanzados a través de los tubos lanzatorpedos sin sufrir daños, en 1909, el alférez estadounidense Kenneth Whiting se hizo lanzar de esta manera a través de las toberas del submarino
Porpoise
, sumergido en aguas filipinas, sin sufrir daño alguno.

Salud y enfermedad

L
a epidemia de peste bubónica (la llamada
Peste Negra
) que asoló Europa a partir de 1348 comenzó a mostrar su máxima virulencia a partir de un primer brote ocurrido en Florencia y otras ciudades italianas. Causó una mortandad enorme: según cálculos aproximativos, la población europea, que oscilaría en vísperas de la epidemia entre los 73 y los 85 millones de habitantes, habría disminuido a 51 millones en el año 1350 y a sólo 45 en 1400. El drama fue inmenso. Venecia, que antes de la epidemia contaba con 100.000 habitantes, perdió unos 70.000; Florencia, donde vivían otras 100.000 personas, vio reducida su población a la mitad; en Barcelona murieron 38.000 personas de las 50.000 que la habitaban. Dante describió en
El Decamerón
los síntomas de la enfermedad con las siguientes palabras: «Nacíanles a las hembras y varones, en las ingles o en los sobacos, unas hinchazones que a veces alcanzaban a ser como una manzana común (…) Daba la gente ordinaria a estos bultos el nombre de
bubas
. En poco tiempo, las mortíferas inflamaciones empezaron a aparecer indistintamente en todas las partes del cuerpo, y después los síntomas de la enfermedad se trocaron en manchas negras o amoratadas que brotaban en los brazos, los muslos y cualquier parte del cuerpo, ora grandes y espaciadas, ora apretadas y pequeñas. Y así como la buba era y seguía siendo signo certísimo de muerte, éranlo también estas manchas».

E
l 15 de junio de 1975, un malagueño era mordido por su propio perro, que estaba enfermo de rabia. Las mordeduras del animal le provocaron la muerte el 2 de septiembre siguiente. Desde que en 1966 se considerase oficialmente extinguida en nuestro país, éste es el único caso registrado de fallecimiento por rabia de un ser humano.

E
n el antiguo Egipto, ya conocían y trataban la diabetes bajo el nombre de
inundación de orina
, como demuestra el llamado
Papiro de Herbes
, datado hacia el año 1550 a. de C. En su tratamiento se utilizaban mezclas de hueso, papilla de cebada recién preparada, granos de trigo, tierra verde de plomo y agua que, una vez preparadas, se dejaban reposar, se colaban y se tomaban durante cuatro días seguidos. A lo largo de muchos siglos se continuó ignorando el origen de esta enfermedad. Por ejemplo, Paracelso (1493-1541) creyó que la diabetes era causada por una sal seca que se aferraba al riñón, añadiendo: «no es otra cosa que un exceso de orina y ganas de orinar. La causa de este mal consiste en un exceso de calor en los riñones».

H
asta 1735, la difteria era una enfermedad benigna, pero en esa fecha adquirió repentina e inesperadamente su carácter maligno en el curso de una epidemia que afectó a la ciudad de Kingston, en el estado norteamericano de New Hampshire. Hoy en día, esta enfermedad está casi prácticamente erradicada en Europa.

A
l parecer, en el curso de sus múltiples viajes, el explorador británico Henry Morton Stanley (1841-1904) resultó infectado y propagó la enfermedad del sueño por amplias áreas de África que hasta entonces no la habían sufrido. En 1887, tras su famoso encuentro con el doctor David Livingstone (1813-1873), el gobierno británico envió a Stanley a rescatar al explorador alemán Eduard Schnitzer (1840-1892), que se hallaba bloqueado en el lago Alberto. Hasta allí llegó Stanley en 1888, viajando a través del río Congo. De los 646 porteadores nativos que le acompañaban al iniciar el viaje, unos 400 sucumbieron a la enfermedad. Cuando ambos hombres iniciaron su camino hacia Tanganika, fueron dejando tras de sí la plaga. Los efectos fueron terribles: en dos años, murieron 57.000 indígenas de las islas Buvuna, en el lago Victoria, en cuya orilla ugandesa se produjeron unas 200.000 víctimas. Y a lo largo del río Congo, hasta el lago Alberto, más de medio millón de muertos. Felizmente, Schnitzer logró ser rescatado, pero a costa de que las andanzas de Stanley provocaran una extraordinaria mortandad.

A
mediados del siglo XIX, la pequeña isla del Príncipe, situada frente a las costas de Guinea Ecuatorial (y que hoy forma un estado independiente, junto a su isla vecina, Santo Tomé), era un próspero enclave portugués cercano al corazón de África. Debía gran parte de su prosperidad a Doña María, una emprendedora dama de noble abolengo cuyas propiedades y palacios se extendían por toda la colonia. Doña María no era ni mucho menos una terrateniente ociosa. Muy preocupada por el desarrollo económico de Príncipe, hizo traer a la isla vacas y toros desde Gabón, iniciando una actividad ganadera que aumentó el bienestar de sus conciudadanos, pero que significaría su ruina. A lomos de las reses importadas llegó a la colonia la mosca tse-tsé: un insecto chupador de sangre que hasta entonces se extendía sólo por el África Oriental subsahariana, donde provocaba continuas epidemias de enfermedad del sueño. En 1890, hubo que importar mano de obra de Angola, una zona en la que ya se había detectado la enfermedad. La mosca tse-tsé se cebó en los recién llegados y quedó contaminada con el parásito causante de la terrible enfermedad. A partir de entonces, las moscas, picando indiscriminadamente a hombres y bestias, propagaron la enfermedad, causando una virulenta epidemia. En pocas semanas, hubo que sacrificar todo el ganado. La gente moría a centenares. En 1907, sólo quedaban 350 personas de una población original de 5.000. Finalmente, como consecuencia de la enfermedad del sueño, la isla quedó prácticamente desierta.

E
n 1967, la Sociedad Criológica de California (
ALCOR
) comenzó a congelar cuerpos de clientes recién fallecidos, entre los que siempre se rumoreó que estaban los de Howard Hughes y Walt Disney, extremo que nunca ha podido ser comprobado. En la actualidad cuenta ya con unos 400 socios (que pagan hasta su muerte y congelación 100.000 dólares anuales) y otros 96 en trámites; mientras que 10 cuerpos y 17 cabezas congelados descansan ya para su descongelación futura en las instalaciones de ALCOR. Desde que se comenzara a estudiar y a experimentar seriamente en 1964 la suspensión criónica de la vida mediante congelación, lo cierto es que han sido congeladas con total seguridad no menos de 32 personas.

E
n 1859, Albert Niemann aisló por primera vez la cocaína, principal alcaloide de la planta de la coca. Tres años después, Lossen determinaba su fórmula química. Pero realmente quien popularizó su uso, con el beneplácito médico, fue el químico y comerciante Angelo Mariani al elaborar un vino tonificante que contenía cocaína y era degustado en muchos hogares europeos y también por algunos personajes tan importantes como la reina Victoria de Inglaterra, y su heredero, el Príncipe de Gales; el zar ruso Alejandro II; el presidente de los Estados Unidos, William McKinley; la actriz francesa Sarah Bernhardt; el inventor estadounidense Thomas Alva Edison; los escritores franceses Jules Veme y Emi le Zola; el dramaturgo danés Henrik Ibsen, y el Papa León XIII, que tenía la costumbre de pasearse con una cantimplora llena de este vino colgada a la cintura. Incluso un personaje de ficción como Sherlock Holmes fue, gracias a la imaginación de su creador Arthur Conan Doyle, un gran consumidor tanto de este vino, cuanto, más a menudo, de cocaína pura.

A
unque se tiene constancia histórica de que los antiguos egipcios y los romanos utilizaron ya preservativos muy arcaicos, el invento hay que datarlo en el siglo XVI, cuando el cirujano italiano Gabriele Fallopio (1523-1562) diseñó una vaina hecha de tripa de animal y lino, que se fijaba con un cordel en su base. Este dispositivo, más que preservativo de embarazos, fue diseñado como elemento preventivo del contagio de enfermedades venéreas. Un siglo después, Lord Condom, médico personal del rey Carlos II de Inglaterra, perfeccionó aquel diseño sirviéndose de tripa de cordero estirada y lubricada con aceite. Su objetivo fue también el profiláctico ante cualquier contagio. Por cierto, este lord inglés luchó toda su vida para que no se asociara su nombre familiar con el profiláctico por él reinventado. Finalmente, el primer preservativo moderno de goma vulcanizada se fabricó hacia 1870.

E
l concepto de control de natalidad —entendido entonces por sus defensores como el medio más eficaz para evitar la prevista e indeseable explosión demográfica en los países pobres— fue acuñado por la enfermera estadounidense de origen irlandés Margaret Higgins Sanger (nacida en 1883), que es considerada como la
madre
de la paternidad controlada. Por cierto, esta enfermera estadounidense tenía diez hermanos y once hijos. Similar es el caso de Francis Place, promotor del movimiento pro control de la natalidad a principios del siglo XIX, que tuvo 15 hijos.

U
na leyenda china cuenta que el emperador Huang Ti, que vivió hace casi 5.000 años, abolió el uso de medicamentos, en beneficio de la acupuntura. Explica la leyenda que uno de sus consejeros, Yan Chan, fue quien enseñó a los hombres a construir casas de madera. Otro, Sui Yan, les mostró cómo obtener fuego para cocinar. Pero el más sabio de todos fue Shen Nung, que introdujo el cultivo de las tierras, curó a los hombres con hierbas e inventó la acupuntura. Sea como fuere, lo cierto es que en los últimos años se han encontrado en distintas partes de China agujas de acupuntura de la época del Neolítico, en la que habría vivido ese mítico emperador, elaboradas con huesos de animales. Pero los relatos del legendario reinado de este emperador chino referidos a la medicina no acaban ahí. Hoy en día los médicos cobran cuando sus clientes están enfermos. En la China imperial de Huang Ti, sin embargo, los médicos sólo cobraban cuando la gente estaba sana. En caso de enfermedad, los médicos corrían con los gastos del tratamiento. Además, el emperador había dictado un decreto que obligaba a los médicos a colgar en la puerta de su casa un farolillo por cada enfermo a su cuidado que muriese.

E
l aracnólogo W. O. Baerg actuó en 1923 como conejillo de indias de su propio experimento, dejándose picar por una peligrosa araña
latrodectus
o viuda negra. Dos horas después de ser picado por la feroz araña, con el dedo que había recibido el impacto venenoso necrosado, el investigador se debatía entre la vida y la muerte, presa de convulsiones, fiebre y dolores casi insoportables en todo el brazo. En ese momento, de acuerdo a los planes predispuestos, un equipo de doctores se aprestó a intentar salvar su vida mediante un antídoto previamente preparado sobre cuya eficacia todavía no se había investigado experimentalmente. 340 días después, el paciente era dado de alta, totalmente restablecido. El nombre del conejillo de indias, W. O. Baerg, quedó impreso para la historia en las etiquetas del primer antídoto eficaz contra este tipo de picaduras.

D
urante la construcción de los 80 kilómetros del Canal de Panamá (en la que se llegaron a remover 833 kilómetros cúbicos de tierra), una epidemia de fiebre amarilla asoló las lilas de los trabajadores hasta el punto de que los constructores franceses se vieron obligados a ofrecer sueldos extremadamente elevados para reclutar a nuevos trabajadores. Tras invertir unos 260 millones de dólares y perder más de 20.000 vidas, los franceses renunciaron finalmente a los trabajos de construcción en 1904, cediendo los derechos de la obra a los estadounidenses. El médico militar norteamericano William Crawford Gorgas (1854-1920), encargado por su gobierno de investigar el origen de la epidemia, averiguó que la enfermedad era transmitida por los mosquitos y pudo erradicar la pandemia en menos de un año, logrando de este modo que la construcción del canal pudiese finalizar con éxito.

U
n equipo de cirujanos franceses, pertenecientes al equipo de ortopedia y traumatología plástica del Hospital Rothschild de París, volvió a trasplantar el pie a un ciudadano que lo tuvo injertado en el antebrazo izquierdo durante siete meses, tras habérselo seccionado en un accidente.

H
ace un par de años, un equipo de cirujanos estadounidenses trasplantó la mano izquierda de un muchacho de 16 años a su brazo derecho. La complicada operación duró 14 horas.

S
egún el químico norteamericano John Gwift, experto en lecturas científicas de la Biblia, una epidemia de transmisión sexual mencionada en las Sagradas Escrituras, que afectó a los antiguos israelitas, costando unas 24.000 muertes, pudo deberse al SIDA. Parece ser que Moisés frenó su desarrolló mandando ejecutar a todos los contagiados.

C
uando el azúcar llegó al Viejo Mundo procedente de América se le aplicaron utilidades farmacológicas de lo más variadas. Por ejemplo, el médico inglés de finales del siglo XVIII Frederick Slare lo aconsejaba como dentífrico.

H
acia 1900, el biólogo francés René Quintos (1867-1925), un convencido defensor de la importancia del agua de mar en los fenómenos vitales, demostró sus afirmaciones reemplazando toda la sangre del organismo de un perro por agua de mar condensada, sin causarle al parecer la muerte. En 1903 publicó una obra sobre el tema bajo el título
El agua de mar: medio orgánico
.

E
n la antigua China se aconsejaba a las mujeres jóvenes que deseaban interrumpir su embarazo no deseado ingerir mercurio calentado en aceite, lo que sin duda envenenaba al feto… aunque también a la madre.

H
ace unas décadas, el multimillonario estadounidense Robert J. Graham fundó, a sus 74 años de edad, un banco de esperma con semen donado por algunos premios Nobel, con la pretensión de obtener niños superdotados. Tres mujeres de esa misma nacionalidad fueron seleccionadas, gracias a su alto cociente intelectual, para ser inseminadas artificialmente con el semen de esos sabios. El experimento, además de levantar una gran polémica de orden moral, fue un completo fracaso, porque había partido de un grave error: suponer que la inteligencia, como tal, se hereda. En todo caso, se hereda una cierta aptitud, pero su desarrollo depende más bien de factores biológicos, fisiológicos, médicos, psicológicos, ambientales y educacionales tan complejos que escapan, al menos de momento, a cualquier posibilidad de manipulación. Y ello sin tener en cuenta la ley que los estadísticos llaman de regresión a la media, según la cual, por ejemplo, los padres de estatura muy inferior a la media tendrán generalmente hijos más altos que ellos, pero los padres muy altos tenderán más bien a tener hijos más bajos, cuya estatura se acerque más a la media estadística.

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