Authors: David Simon
—Lo veo, papá —fue la lacónica respuesta por la radio, seguida por las risas del resto del equipo de vigilancia.
Sin Roger Nolan allí para protegerlo, Harry Edgerton pronto tuvo problemas con un departamento que toleraba mal a los iconoclastas.
En 1990 su compañero de toda la vida, Ed Burns, había vuelto de la exitosa investigación conjunta entre el FBI y la policía de Baltimore sobre la organización del tráfico de drogas de Warren Boardley e inmediatamente escribió una propuesta para la creación de una unidad especializada que pudiera realizar investigaciones a largo plazo de las bandas de traficantes más violentas. Cuando esa propuesta desapareció en el octavo piso sin recibir jamás respuesta, Burns prefirió retirarse mientras iba ganando y se jubiló en 1992 para empezar a trabajar como profesor en las escuelas de Baltimore, una carrera que yo detuve durante uno o dos años cuando le convencí para que se viniera conmigo a Baltimore Oeste a hacer de periodista y escribir
La esquina.
Esa colaboración continua hoy en día, pues Ed es guionista y productor de
The Wire.
Solo, Edgerton abandonó el refugio de la brigada de Nolan, donde su inspector jefe siempre le había cubierto las espaldas y donde las quejas de sus compañeros de trabajo siempre se recibían con cierto escepticismo, y se trasladó de homicidios a una efímera brigada de investigación —la fuerza de choque contra crímenes violentos— que Edgerton creía que podía convertirse en la brigada encargada de los casos importantes que él y Burns habían imaginado.
La ECCV, sin embargo, resultó ser algo totalmente distinto y, conforme empezó a concentrarse en arrestos callejeros insignificantes y en registros en las esquinas, Edgerton inició una peculiar rebelión, trabajando a su manera, ignorando las órdenes de sus supervisores y cabreando a sus compañeros inspectores como sólo Harry Edgerton es capaz de hacer.
Entonces, un comisionado adjunto le asignó la quijotesca y absurda labor de recuperar el arma de un patrullero que había sido herido en el este de la ciudad. A las pocas semanas, Edgerton estaba negociando con un traficante de la parte Este para hacer precisamente eso. A cambio le ofrecía una serie de videos porno caseros envueltos en un estuche de piel que habían confiscado durante un registro. Reconociendo al traficante que los videos eran de naturaleza personal, Edgerton le ofrecía cambiarlos por el arma del policía. Pero en el ínterin, conforme avanzaban las negociaciones, un supervisor le acusó de no registrar ni los videos ni el estuche de piel en el departamento de control de pruebas y, a la espera de que su caso fuera estudiado por una comisión, Edgerton fue suspendido de empleo, aunque no de sueldo. Luego, antes de que la comisión se reuniese, lo encontraron en Baltimore Oeste, armado con su revólver reglamentario a pesar de estar suspendido, reuniéndose con un hombre que Edgerton definió como un informador.
A Donald Worden, un sabio entre los policías de homicidios, le gusta señalar a la enorme carpeta de anillas que contiene el Código de Conducta del Departamento de Policía de la Ciudad de Baltimore y declarar:
—Si van a por ti, te van a pillar.
El departamento iba a por Edgerton. Estaban cansados de su indiferencia hacia la cadena de mando y su decidido desprecio a todo lo que fuera trabajar en los casos. Estaba decidido, antes de que se reuniera la comisión, a esperar a cumplir los veinte años en el cuerpo y retirarse con su pensión íntegra. Ahora trabaja como experto en seguridad para varias empresas.
El compañero de Edgerton en el caso de Latonya Wallace, Tom Pellegrini, continuó con el caso de la niña asesinada durante años, pero no le sirvió de nada. Al final visitó al Pescadero una última vez y le dijo que escribiera en un trozo de papel si era culpable o inocente y luego escondiera el documento.
—De esa forma, si te mueres —le explicó Pellegrini—, encontraré el papel y al menos lo sabré.
Cuando el Pescadero se marchó de este valle de lágrimas, hace ya varios años, no se encontró ningún documento de ese tipo entre sus efectos. A veces la magia funciona, otras no.
Después de retirarse del departamento de Baltimore, Pellegrini aceptó trabajar para las Naciones Unidas en Kosovo, enseñando como se investigaba un asesinato a los poco experimentados policías de allí. Actualmente dirige una empresa de detectives privados en Maryland.
Entre otros, Gary Dunnigan es hoy investigador de una aseguradora. Eddie Brown se fue a trabajar en la seguridad de los Ravens de Baltimore, igual que Bertina Silver, del turno de Stanton. Rick
The Bunk
Requer se marchó a la oficina de servicios de jubilación del departamento, a pesar de que su encarnación como inspector de homicidios perdura en la interpretación que hace Wendell Pierce del legendario Bunk Moreland en
The Wire,
fiel hasta en el omnipresente puro. El resto de inspectores del turno de D'Addario —Donald Kincaid, Bob Bowman y David John Borwn— se han jubilado también, aunque Dave Brown se marchó de una forma especialmente frustrante, después de hacerse una grave herida en la pierna durante el registro de una casa vacía.
Danny Shea murió de cáncer en 1991. No le seguí en muchos casos, pues era un veterano del turno de Stanton, pero tengo el vivo recuerdo de haber estado junto a él en la más natural de las muertes, en un apartamento de Charles Village en el que una anciana profesora de piano había expirado en su cama escuchando música que sonaba suavemente en la radio.
En ese momento sonaba «Pavana para una infanta difunta», de Ravel. Y Shea, que era un hombre de conocimientos vastos y diversos supo identificar la pieza. Yo no.
—Una muerte tranquila y perfecta —dijo, asintiendo ante el cadáver y concediéndome un momento que recuerdo siempre al pensar en Danny Shea.
También Donald Waltemeyer murió de cáncer el año pasado, después de haberse marchado de Baltimore para convertirse en investigador del departamento de policía de Aberdeen, en el noreste de Maryland.
Cuando McLarney y los demás miembros de su vieja brigada se reunieron con los veteranos de Aberdeen en el funeral, se dieron cuenta rápidamente de que Digger Waltermeyer había conseguido enfurecer y hacerse querer por los departamentos de exactamente la misma manera. En el funeral, hombres que vestían uniformes distintos se aseguraron unos a otros que era un privilegio haber conocido y haber trabajado con un hombre que era a la vez un investigador consumado y un notorio grano en el culo.
Mientras tanto, el becario de policía de aquel año de hace tanto sigue en libertad. Su paradero es objeto de rumores y vagas conjeturas por parte de ciertos veteranos de la unidad. A veces se le ve en ciertas localizaciones de rodaje en Baltimore y hay quien cree haberlo encontrado en oficinas de producción y salas de guionistas abarrotadas. En ocasiones asiste a las reuniones de miembros y ex miembros de homicidios en Parkville, donde los inspectores retirados nunca dejan de soltar las mismas chorradas y de preguntarle cuando les van a mandar por correo la NBC o la HBO esos cheques con enormes sumas de dinero.
Sin comentarios respecto a eso. Pero el becario y su tarjeta de crédito están listas siempre para pagar pues sabe que, por muchos motivos, les debe a aquellos hombres —a todos y cada uno de ellos— si no toda su carrera, al menos más que unas pocas rondas.
David Simon, Baltimore 2006
[1]
Referencia bíblica a «el buen combate de la fe», Primera epístola a Timoteo, 6, 12 (N. del T.)
[2]
La Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color fue fundada en 1909 y sigue activa en la actualidad. Su sede central se encuentra en Baltimore. (N. del T.)
[3]
Detective de ficción de la serie Dragnet. (N. del T.)
[4]
Semper fidelis: el lema del cuerpo de los Marines estadounidenses.(N. de T.)
[5]
Cowboy heroico, personaje de novelas escritas a principios de siglo, que mas tarde fueron llevadas al cine en películas de bajo presupuesto. Con el advenimiento de la televisión, volvieron a emitirse con gran éxito de público.
[6]
En castellano en el original. (N. de T.)
[7]
Día de los Caídos (Memorial Day): último lunes de mayo, en que se recuerda a los soldados norteamericanos caídos durante la Segunda Guerra Mundial. (N. del T.)
[8]
Un Especial del Sábado Noche (Saturday Night Special) es una expresión peyorativa que se utiliza en Estados Unidos para referirse a una pistola o revólver barato. (N. del T.)
[9]
Los tres Stooges eran tres cómicos que se hicieron célebres a partir de los años veinte. Shemp Howard formó parte del trío hasta que sufrió un ataque al corazón. (N. del T.)
[10]
Edge: filo, cuchillo. (N. del T.)
[11]
Baltimorons:
juego de palabras con Baltimore y la palabra «
moron
», que quiere decir imbécil o estúpido (N. de T.)