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Authors: Andy McDermott

Tags: #Aventuras

La tumba de Hércules (21 page)

BOOK: La tumba de Hércules
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Chase examinó los tambores, que no tenían ningún tipo de identificación. Estaban cerrados con unas tuercas de mariposa que apretaban unos tornillos que sobresalían por encima. Teniendo en cuenta su situación con respecto al borde exterior del tambor, los contenedores debían de tener al menos medio centímetro de grosor.

Eso era suficiente para contener algo peligroso… o para protegerlo.

Ya se estaba empezando a hacer una horrible idea del propósito de la procesadora. Miró a su alrededor y vio la consola del operador y, bajo ella, una caja de herramientas. Abrió esta última y sacó una llave inglesa.

—Vigilad las cabinas —les dijo a Sophia y a Nina, enfundando la pistola.

Utilizó la llave para sujetar una de las tuercas y la giró con fuerza. Tras unos segundos de lucha, la tuerca cedió.

Chase la destornilló lo más rápido que pudo y después repitió el proceso con los otros tornillos. Tras esto, la tapa quedó suelta. Tuvo que esforzarse de nuevo para levantarla porque el metal era tan sólido como el de la tapa de una alcantarilla.

Miraron dentro y se encontraron…

—Definitivamente, esto no son diamantes —dijo Nina, a punto de coger uno.

Chase la agarró de la muñeca.

—¡No!

El tono de advertencia, condensado en una única palabra, le puso los pelos de punta a Nina.

—¿Sabes lo que es? —le preguntó.

—Sí, lo sé.

Tenía la expresión seria y una mirada que no había visto en él desde hacía mucho tiempo. Reflejaba una determinación pétrea, pura tensión. Chase estaba ahora mismo concentrado al cien por cien.

—Es uranio —dijo.

Nina dio un paso atrás.

—¿Estás seguro?

—Tengo algo de experiencia en armas de destrucción masiva, así que sí, estoy seguro —dijo, volviendo a colocar la tapa del barril—. Tenemos que irnos. Ya.

—¿Pero qué pasa con el mapa? —le preguntó Nina, mirando hacia las cabinas.

—Que le den al mapa —dijo Chase fríamente. Se puso a atornillar las tuercas—. Tenemos que salir de aquí y contactar con la ONU para avisarles de lo que hemos encontrado… y hay que hacerlo antes de que alguien se dé cuenta de que estamos aquí. Si nos pillan, estamos muertos.

La ira que sentía Nina por Chase se vio superada por el miedo.

—Pero se extrae uranio en minas de todo el mundo…

—Y cada una de esas minas está vigilada de cerca —la interrumpió él—. La Agencia Internacional de Energía Atómica sabe exactamente cuánto uranio hay en circulación… de dónde procede y dónde fue procesado. Si los terroristas consiguen hacerse con armas nucleares y las utilizan, estas dejan un rastro radiactivo diferente dependiendo de dónde se haya procesado el uranio, porque hay diferentes formas de fabricar uranio armamentístico. Así se puede rastrear el origen de la bomba.

Se dispuso a colocar la última tuerca.

—Pero si cuentas con un suministro de uranio del que nadie sabe nada, no hay manera de rastrearlo. Y si también lo puedes procesar… —continuó.

—Mi marido tiene instalaciones industriales por todo el mundo —dijo Sophia—. Si hay alguien que cuente con recursos para construir una planta procesadora secreta, ese es él.

—Lo que significa que puede fabricar armas nucleares y vendérselas a los terroristas o a estados rebeldes sin que nadie lo sepa… hasta que alguna estalle.

Chase apretó la última tuerca todo lo que pudo y después volvió a meter la llave inglesa en la caja de herramientas.

—Vamos, tenemos que irnos.

Nina no se movió.

—Espera…

—No —le soltó Chase—. Olvídate del mapa; ya no es importante.

La agarró del brazo.

—¡No me refiero a eso! ¿No lo oyes?

De repente, la cara de Chase mostró sorpresa y miró hacia uno de los túneles. Algo avanzaba trabajosamente, aproximándose cada vez más…

Un pequeño camión achaparrado apareció por la boca del túnel, transportando a cuatro hombres vestidos con monos sucios y cascos de obra. Uno de ellos miró más allá de la procesadora y se llevó un susto al ver a tres personas desconocidas allí de pie. Cogió el
walkie-talkie
del cinturón de herramientas y gritó algo a través de él, mientras el conductor dirigía el camión hacia los intrusos.

—¡Mierda! —dijo Chase, desenfundando la pistola y disparándoles.

El hombre del
walkie-talkie
salió despedido por detrás del camión, echando sangre desde el pecho.

El conductor cambió rápidamente de dirección y se introdujo en el túnel por el que habían entrado. Los otros mineros saltaron del vehículo y corrieron a ponerse a cubierto.

Una alarma empezó a sonar, estridente y furiosa, añadiendo su ruido al jaleo de la maquinaria. La advertencia del minero había sido escuchada.

Las puertas de las cabinas se abrieron de golpe y varios hombres empezaron a correr por las pasarelas. Fang apareció en una de las ventanas.

Vio a Nina…

Y sonrió.

—¡Corred! —berreó Chase, empujando a Nina hacia la salida.

Sophia ya había empezado. Él volvió a levantar la pistola y apuntó al conductor. Si pudiese robarle el vehículo, tendrían ventaja en el túnel…

Se oyeron unos disparos de armas automáticas detrás de ellos. El suelo delante de Sophia entró en erupción y se formaron géiseres de tierra y piedrecitas que le bloquearon el camino. Levantó una mano para protegerse los ojos de los escombros punzantes. No tenía adónde ir, solo podía retroceder hasta la procesadora. Nina chilló y se agachó tras la maquinaria, viendo como más balas golpeaban el suelo cerca de sus pies.

Chase se giró y miró hacia las cabinas. Había hombres bajando las escaleras y, en el nivel superior, estaba el hombre que había visto con Fang, de cuclillas, con una metralleta MP-5 disparando otra ráfaga.

No trataba de matar a los intrusos: trataba de retenerlos, de impedir que escapasen.

Chase disparó dos veces, pero el hombre rodó por la pasarela y la Magnum dejó unos agujeros en la pared de la cabina, por encima de él.

Más tiros de MP-5 desde otro ángulo: era Fang, que se unía al ataque desde la puerta de la cabina. Al contrario que el otro hombre, él no pretendía disparar disuasoriamente, sino que intentaba alcanzar a Chase, que precipitadamente trató de ponerse a cubierto tras la procesadora.

—¡Joder! —dijo Chase, ahogadamente.

Las balas resonaron contra la maquinaria pesada, justo detrás de él. Nina y Sophia estaban encorvadas, pegadas a la trituradora, unos metros más allá.

—¡Os quieren vivas! —les gritó.

—¿Y a ti? —le preguntó Nina.

—¡No tanto!

Sacó la cabeza con cuidado por la esquina de la procesadora, durante una fracción de segundo. Ese breve vistazo le bastó para mostrarle lo que necesitaba saber. Fang estaba corriendo por la pasarela hacia el otro lado de la trituradora, mientras que el otro hombre, agachado con la MP-5, apuntaba a su escondrijo. Esperaba que su mirada atrajese una ráfaga de tiros, y no se equivocó. Las balas perforaron el revestimiento de acero de la maquinaria…

El fuego cesó.

Chase había contado los disparos casi de forma inconsciente desde que había oído el primero. El cargador de la MP-5 tenía treinta balas y se habían acabado, por lo que había que recargarla.

No lo permitió. Se puso al descubierto y disparó un único tiro que penetró justo en el centro del pecho del tirador, que buscaba otro cargador. El hombre se cayó hacia atrás, muerto.

—¡Eddie!

Se giró y vio a uno de los trabajadores de la mina rodeando la trituradora y agarrando a Nina con fuerza. Ella luchó y le dio patadas, revolviéndose contra su captor… Lo que quería decir que Chase no se podía arriesgar a dispararle…

Sophia golpeó al hombre en la nuca con una gran llave inglesa. El crac del hueso se escuchó incluso por encima del ruido de la trituradora. El hombre se desplomó al instante, pero se llevó a Nina consigo, que quedó atrapada bajo él.

—¡Sophia! —la advirtió Chase.

Otro hombre corrió bajo la cinta y se lanzó a por ella… aunque se cayó de espaldas cuando Chase le disparó. Sophia le obsequió con una rápida mirada de agradecimiento.

Después sus ojos se movieron velozmente hacia arriba, hacia algo que se movía sobre él…

Chase quedó aplastado contra el suelo cuando un hombre saltó desde la pasarela de la procesadora hacia él, haciendo que soltara la Wildey.

Sophia sacó a rastras el cuerpo inmóvil del minero de encima de Nina y la ayudó a levantarse, al tiempo que otros dos hombres se agachaban para pasar bajo la cinta transportadora e iban hacia ellas. Con Chase desarmado, los otros dos mineros que habían llegado en el camión se habían envalentonado y corrían hacia ellas desde la otra dirección.

Chase avistó la rodilla de su atacante dirigiéndose a su ingle y apenas pudo girar la cadera a tiempo para convertir un golpe que le habría incapacitado en uno solo doloroso.

—¡Hijo de puta! —le escupió, asestándole una patada.

Lo alcanzó en la espinilla e hizo que su pie perdiera firmeza y se cayera de bruces contra el suelo. Chase lo golpeó con el codo en la nuca y obtuvo el satisfactorio resultado de un charco de sangre y dientes.

Buscó con la mirada a Nina y a Sophia y las divisó subiendo unos escalones hasta la pasarela del primer nivel. Un momento después, los cuatro hombres que las perseguían se reunieron bajo la escalera. Dos de ellos las siguieron… el otro par cargó contra él.

No tenía tiempo de buscar su pistola. El primer hombre estaba desarmado y el segundo blandía una tubería de acero. Chase se puso de pie de un salto para enfrentarse a ellos con los puños levantados.

Los hombres se apartaron de él para atacarle desde dos direcciones al mismo tiempo. El que llevaba la tubería efectuó el primer movimiento, tratando de golpearle salvajemente con ella a la altura del pecho y forzándolo a dar un salto hacia atrás… poniéndolo así al alcance de su compañero, que agarró a Chase por detrás e intentó sujetarle los brazos bajados, a los lados, mientras la tubería cogía impulso, preparándose para asestar otro golpe…

Nina corrió por la pasarela… y derrapó hasta pararse cuando vio a un hombre llegando desde el otro lado, cruzando por la parte de abajo de la cinta transportadora elevada.

—¡Oh, mierda!

Los dos hombres que las perseguían ya estaban en la pasarela. El primero extendió las manos para agarrar a Sophia. Ella levantó un brazo en un aparentemente fútil intento de bloquearlo.

El minero se lo agarró… pero ella se liberó retorciéndolo y asió el suyo. Antes de que el sorprendido hombre pudiese reaccionar, Sophia efectuó un cuarto de giro rápido hacia la izquierda para acercarlo a su cuerpo y, con una fuerza asombrosa, lo golpeó con el brazo derecho justo bajo el codo. Se escuchó un crujido terrible cuando el brazo del hombre se dobló abruptamente y de forma incorrecta por la articulación.

Su chillido de dolor fue suficiente para frenar a los otros dos hombres que las seguían en la pasarela. Sophia lo soltó y después se sirvió de las barandillas como si fuesen barras paralelas para impulsarse y golpear el pecho del quejumbroso hombre, que salió disparado hacia atrás, tropezó con el minero que había tras él, e hizo que ambos se tambaleasen.

Nina la miró, boquiabierta.

—¡Eddie me lo enseñó! —dijo Sophia, acortando las explicaciones.

—¡A mí eso no me lo enseñó!

A Chase no le estaba yendo tan bien como a sus alumnas. El hombre que le apresaba los brazos era fuerte y no podía liberarse. La tubería se acercó… al tiempo que Chase se inclinaba hacia delante, levantando a su captor sobre la espalda. La tubería le golpeó al hombre en la cabeza. Pese a la protección del casco, se escuchó un sonoro crujido.

Chase rodó y tiró el cuerpo flácido del minero al suelo. Paralizado por lo que acababa de hacerle a su colega, el segundo hombre no tuvo tiempo de reaccionar y Chase lo placó contra el suelo y le asestó tres puñetazos brutales que le dejaron la cara destrozada.

Sophia apartó a Nina y cogió un pequeño extintor que había colgado de un gancho, en una escalerilla. Avanzó hacia el hombre de delante, utilizando el extintor de garrote. Él dudó un momento y después se acercó a ella con cuidado.

—¿Qué estás haciendo? —gimió Nina.

El hombre del brazo roto seguía gritando, pero el otro ya estaba recuperando el resuello y levantándose.

—¡Vete! Yo puedo ocuparme de él —le respondió Sophia, sin apartar los ojos del minero, que cada vez estaba más cerca.

—¡Pero yo no puedo ocuparme de este! —dijo Nina, mirando a su alrededor, desesperada.

No había nada que pudiese usar como arma y el minero que se había recuperado se encontraba entre ella y las escaleras. No tenía forma de bajar…

Y eso quería decir que su única ruta de escape era hacia arriba.

Subió por la escalerilla y los peldaños polvorientos resonaron bajo sus pies. Arriba había una plataforma de inspección, sobre la cinta transportadora, desde la que se podía ver la trituradora… y otra escalerilla más del otro lado que bajaba.

La escalerilla tembló. El hombre subía tras ella. Aterrorizada, empezó a ir más deprisa.

Chase se levantó y buscó a las dos mujeres.

—Oh, mierda —murmuró al ver a Sophia enfrentándose a un hombre cerca del final de una pasarela, y a Nina subiendo por la escalerilla de la cinta transportadora, con un segundo hombre tras ella.

No le gustaba nada la situación.

Localizó su pistola bajo la estructura metálica sobre la que se apoyaba la procesadora y corrió a por ella.

Sophia ya solo estaba a unos centímetros de su adversario. El hombre observaba sus movimientos con precaución, tratando de anticipar el siguiente. Ella agarró con más fuerza el extintor, esperando el momento adecuado.

Nina ya casi estaba arriba del todo de la escalerilla. El temblor aumentó a medida que su perseguidor se le acercaba.

Chase se estiró hacia la pistola y la recogió del suelo. Después volvió a salir al descubierto y apuntó hacia arriba, hacia el hombre que subía por la escalerilla…

Se escuchó un nuevo ruido resonando en la sala, profundo, fiero, retumbante. Columnas gemelas de un humo grasiento de combustión salieron a chorros como cuernos demoníacos de la máquina perforadora del centro de la habitación cuando el rugiente motor se puso en marcha. Con un crujido de sus engranajes, se arrastró sobre sus cadenas y se movió rápido, demasiado rápido…

BOOK: La tumba de Hércules
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