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Authors: John Scalzi

La vieja guardia (8 page)

BOOK: La vieja guardia
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—Hablando de muertes —dijo Alan, volviéndose hacia mí—, he oído que has perdido a tu compañero de habitación esta mañana. ¿Te encuentras bien?

—Me encuentro bien —contesté—. Aunque es deprimente. Mi médico dijo que si hubiera conseguido llegar a la cita de esta mañana, probablemente habrían impedido su muerte. Le habrían puesto un eliminador de la placa o algo por el estilo. Siento que tendría que haberlo obligado a ir a desayunar. Eso lo habría mantenido lo suficientemente activo para llegar a su cita.

—No te sientas responsable —dijo Thomas—. No tenías modo de saberlo. La gente se muere.

—Claro, pero no cuando les falta nada para recibir una «puesta a punto general», como dijo mi médico.

—No es por ser insensible, pero… —intervino Harry.

—Preparémonos… —dijo Susan.

—… Pero cuando yo iba a la universidad —continuó Harry, lanzándole un trozo de pan a Susan—, si tu compañero de habitación se moría, en general te permitían librarte de los exámenes finales de ese semestre. Ya sabes, por el trauma.

—Y, extrañamente, tu compañero de habitación se libraba también —dijo Susan—. Por el mismo motivo.

—Nunca lo había visto de esa forma —dijo Harry—. De todos modos, ¿crees que te dejarían librarte de las evaluaciones programadas para hoy?

—Lo dudo —dije—. Y aunque lo hicieran, no aceptaría la oferta. ¿Qué otra cosa iba a hacer, sentado en mi camarote todo el día? Eso sí que sería deprimente. Alguien se ha muerto allí, ¿sabes?

—Siempre puedes mudarte —dijo Jesse—. Tal vez también haya muerto el compañero de cuarto de otro.

—Qué idea tan morbosa. Y además, no quiero mudarme. Lamento que Leon haya muerto, desde luego. Pero ahora tengo un camarote para mí solo.

—Parece que el proceso de curación ha empezado —dijo Alan.

—Sólo estoy intentando dejar atrás el dolor —dije.

—No hablas demasiado, ¿no? —le dijo de pronto Susan a Maggie.

—No —respondió Maggie.

—Eh, ¿qué tenéis los demás a continuación en vuestro horario? —preguntó Jesse.

Todos echaron mano a sus PDA, luego se detuvieron, sintiéndose culpables.

—Consideremos que ha sido una reacción típica de chicos de instituto —dijo Susan.

—Bueno, qué demonios —exclamó Harry, y sacó su PDA de todas formas—. Ya que hemos formado una pandilla para el comedor, bien podemos seguir con el resto.

* * *

Resultó que Harry y yo tuvimos juntos nuestra primera sesión de evaluación. Nos acompañaron a una sala de conferencias en la que habían colocado sillas con mesas.

—Santo cielo —susurró Harry mientras nos sentábamos—. Es verdad que hemos vuelto al instituto.

Esa impresión quedó reforzada cuando nuestra colonial entró en la sala.

—Ahora se examinarán de lenguaje básico y habilidades matemáticas —dijo—. Su primera prueba está siendo descargada en sus PDA. Es de elección múltiple. Por favor, respondan a tantas preguntas como puedan dentro del límite de treinta minutos de tiempo. Si terminan antes de que se consuman sus treinta minutos, quédense sentados en silencio o repasen sus respuestas. Por favor, no hablen con los otros examinados. Por favor, comiencen ahora.

Miré mi PDA. Había una pregunta de analogía de palabras.

—Tienen que estar bromeando —comenté.

Otras personas de la sala también estaban riéndose. Harry levantó la mano.

—¡Señorita! —llamó—. ¿Qué puntuación necesito para entrar en Harvard?

—Ésa ya la he oído antes —respondió la colonial—. Por favor, pónganse todos a trabajar en sus pruebas.

—Llevo sesenta años esperando mejorar mi puntuación en matemáticas —dijo Harry—. A ver cómo me sale ahora.

* * *

Nuestra segunda prueba fue aún peor.

—Por favor, sigan el cuadrado blanco. Usen sólo los ojos, no la cabeza.

La colonial apagó las luces de la sala. Sesenta pares de ojos enfocaron un cuadrado blanco en la pared. Éste, empezó a moverse lentamente.

—No puedo creer que haya venido al espacio para esto —dijo Harry.

—Tal vez las cosas mejoren —contesté—. Si tenemos suerte, nos darán otro cuadrado blanco que mirar.

Un segundo cuadrado blanco apareció en la pared.

—Tú has estado aquí antes, ¿verdad? —dijo Harry.

* * *

Más tarde, Harry y yo nos separamos, e hice algunas actividades solo.

La primera sala a la que entré, estaba decorada con un colonial y una pila de bloques.

—Construya una casa con estos bloques, por favor —dijo el colonial.

—Sólo si me dan un bote de zumo extra —contesté yo.

—Veré qué puedo hacer —prometió el colonial. Hice una casa con los bloques y luego pasé a la siguiente sala, donde el colonial que había dentro sacó una hoja de papel y un bolígrafo.

—Empezando desde el centro del laberinto, intente ver si puede llegar al borde exterior.

—Jesucristo —dije—, una rata drogada podría hacerlo.

—Esperemos que sí. Con todo, inténtelo de todas formas.

Lo hice. En la siguiente sala, el colonial quiso que fuera diciendo números y letras. Aprendí a dejar de preguntarme por qué e hice lo que me pedían.

* * *

Poco más tarde, me cabreé.

—He estado leyendo su archivo —dijo el colonial, un joven delgado que parecía capaz de echar a volar como una cometa si soplara un viento fuerte.

—Muy bien.

—Dice que estuvo usted casado.

—Lo estuve.

—¿Le gustó? Estar casado.

—Claro. Es mejor que la alternativa.

Él sonrió.

—Entonces ¿qué sucedió? ¿Divorcio? ¿Un folleteo de más?

La poca gracia que tenía el tipo se estaba agotando rápidamente.

—Ella está muerta —dije.

—¿Sí? ¿Cómo sucedió?

—Tuvo una embolia.

—Una embolia tiene que ser cojonuda —dijo él—. Bam, y el cerebro se te convierte en mantequilla; así de fácil. Menos mal que no sobrevivió. Ahora sería un vegetal en cama, ¿sabe? Tendría que darle de comer con una pajita o algo parecido. —Hizo un sonido de succión.

Yo no dije nada. Una parte de mi cerebro estaba intentando descubrir a qué velocidad podía moverme para partirle el cuello, pero el resto de mi persona estaba allí sentado, lleno de sorpresa e ira ciega. Simplemente, no podía creer lo que estaba oyendo.

En el fondo de mi cerebro, alguien me decía que empezara a respirar de nuevo pronto, o iba a desmayarme.

El PDA del colonial trinó de repente.

—Muy bien —dijo, y se levantó rápidamente—. Hemos terminado. Señor Perry, permítame pedirle disculpas por los comentarios que he hecho referidos a la muerte de su esposa. Mi trabajo consiste en generar una respuesta airada de los reclutas lo
más
deprisa posible. Nuestros modelos psicológicos mostraron que respondería usted más negativamente a comentarios como los que acabo de hacer. Por favor, entienda que por mí mismo yo nunca habría hecho esos comentarios sobre su difunta esposa.

Parpadeé estúpidamente durante unos segundos. Entonces rugí.

—¿Qué clase de prueba retorcida y gilipollas es ÉSA?

—Reconozco que es una prueba en extremo desagradable, y una vez más le pido disculpas. Estoy haciendo mi trabajo, tal como se me ordenó, nada más.

—¡Santo Dios! —dije—. ¿Tiene idea de lo cerca que ha estado de que le partiera el puñetero cuello?

—La verdad es que sí —contestó el hombre con una voz calmada y controlada que indicaba que, en efecto, la tenía—. Mi PDA, que estaba siguiendo su estado mental, sonó justo antes de que usted saltara. Pero aunque no hubiera sido así, lo habría sabido. Sé lo que cabe esperar.

Yo todavía estaba intentando dominar mi furia.

—¿Le hace esto a todos los reclutas? —pregunté—. ¿Cómo es que sigue vivo?

—En cuanto a eso —contestó el hombre—, de hecho, me eligieron para
este
trabajo porque mi pequeña constitución da al recluta la impresión de que puede darme una paliza. Soy un «pequeño cabroncete» muy bueno. Sin embargo, soy capaz de contener a un recluta si es necesario. Aunque normalmente no tengo que llegar a tanto. Como decía, hago esto muy a menudo.

—No es un trabajo muy agradable —comenté. Por fin había conseguido recuperar un estado racional.

—«Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo» —citó el hombre—. Lo encuentro interesante, en tanto cada recluta tiene algo distinto que lo hace estallar. Pero tiene usted razón. Es un trabajo lleno de tensión. No es para todo el mundo.

—Apuesto a que es muy popular en los bares.

—La verdad es que dicen que soy muy simpático. Cuando no estoy jodiendo intencionadamente a la gente, quiero decir. Señor Perry, hemos terminado aquí. Si quiere entrar por esa puerta a su derecha, empezará su siguiente evaluación.

—No van a fastidiarme otra vez, ¿no?

—Puede que se fastidie, pero si lo hace, será cosa suya. Sólo hacemos esta prueba una vez.

Me dirigí a la puerta, entonces me detuve.

—Sé que estaba haciendo su trabajo —dije—. Pero de todas formas quiero que lo sepa: mi esposa era una persona maravillosa. Se merece algo mejor que ser utilizada de esta forma.

—Lo sé, señor Perry —convino el hombre—. Lo sé.

Atravesé la puerta.

En la siguiente habitación, una joven muy atractiva, que daba la casualidad de que estaba completamente desnuda, quiso que le contara todo lo que pudiera recordar de la fiesta que celebramos cuando cumplí siete años.

* * *

—No puedo creer que nos pasaran esa película justo antes de cenar —dijo Jesse.

—No fue justo antes de cenar —dijo Thomas—. Luego vinieron los dibujos animados de Bugs Bunny. Además, no estuvo tan mal.

—Sí, bueno, tal vez a ti no te repugne una película sobre una operación de intestino, señor doctor, pero a los demás nos pareció bastante asquerosa.

—¿Significa eso que no quieres tus chuletas? —preguntó Thomas, señalando su plato.

—¿A alguien más le tocó la mujer desnuda que preguntaba por la infancia? —pregunté.

—A mí me tocó un hombre —dijo Susan.

—Una mujer —dijo Harry.

—Un hombre —dijo Jesse.

—Una mujer —dijo Thomas.

—Un hombre —dijo Alan.

Todos lo miramos.

—¿Qué? —preguntó Alan—. Soy gay.

—¿Qué sentido tiene? —quise saber—. Lo de la persona desnuda, quiero decir, no que Alan sea gay.

—Gracias —replicó éste escuetamente.

—Están intentando provocar respuestas concretas, eso es todo —dijo Harry—. Todas las pruebas de hoy han sido sobre respuestas emocionales o intelectuales básicas, la base de emociones y habilidades intelectuales más complejas y sutiles. Están intentando calcular cómo pensamos y reaccionamos a nivel primario. La persona desnuda estaba obviamente tratando de evaluaros sexualmente.

—Pero lo que estoy diciendo es qué tiene eso que ver con preguntar por la infancia.

Harry se encogió de hombros.

—¿Qué es el sexo sin un poco de culpa?

—Lo que me jodió fue el tipo que intentó joderme —dijo Thomas—. Juro que estuve a punto de machacarlo. Dijo que los Cubs deberían haber sido descendidos a las ligas menores después de dos siglos sin ganar un campeonato mundial.

—A mí me parece razonable —dijo Susan.

—No empieces tú también —contestó Thomas—. Tíos, os lo advierto: no os metáis con los Cubs.

* * *

Si el primer día fue sobre hazañas del intelecto, el segundo era sobre hazañas de fuerza, o de su falta.

—Aquí tiene una pelota —me dijo un examinador—. Hágala botar.

Lo hice. Me dijo que me fuera.

Caminé por una pequeña pista de atletismo. Me pidieron que corriera una distancia corta. Hice algunos ejercicios ligeros. Jugué a un videojuego. Me pidieron que le disparara a un blanco en la pared con una pistola de luz. Nadé (me gustó esa parte; me gusta mucho nadar, siempre que mi cabeza esté sobre el agua). Durante dos horas, me dejaron en una sala de recuperación con varias docenas de personas más y me dijeron que hiciera lo que se me antojara. Jugué un poco al billar y una partida de ping-pong. Y, Dios me ayude, también jugué a la petanca.

En ningún momento sudé siquiera.

—¿Qué puñetas de ejército es éste? —le pregunté al resto de los Vejestorios en el almuerzo.

—Tiene sentido —respondió Harry—. Ayer nos dedicamos al intelecto y la emoción. Hoy ha sido movimiento físico básico. Parecen interesados en las bases de actividades superiores.

—No me parece que el ping-pong sea base de ninguna actividad física superior —dije.

—Coordinación mano-ojo —replicó Harry—. Tiempo. Precisión.

—Y nunca sabes cuándo vas a tener que darle un revés a una granada —intervino Alan.

—Exactamente —convino Harry—. Además, ¿qué queréis que hagan? ¿Que nos obliguen a correr una maratón? Todos nos caeríamos muertos antes de cubrir el primer kilómetro.

—Habla por ti, chavalote —dijo Thomas.

—Rectifico. Nuestro amigo Thomas llegaría al kilómetro cinco antes de que le explotara el corazón. Si no le daba primero un calambre.

—No seas tonto —le espetó Thomas—. Todo el mundo sabe que hay que aumentar la dieta de hidratos de carbono antes de una carrera. Así que voy a por más fettucini.

—No vas a correr una maratón, Thomas —dijo Susan.

—El día es joven —respondió él.

—Lo cierto es que mi horario de actividades está vacío —dijo Jesse—. No tengo nada planeado para el resto del día. Y mañana, lo único que hay es «Concluir las mejoras físicas» desde las 0600 a las 1200 y una asamblea general de reclutas a las 2000, después de la cena.

—Mi horario ha terminado también hasta mañana —intervine yo. Una rápida mirada a la mesa mostró que todos los demás también habían terminado con sus obligaciones—. Bien, ¿qué vamos a hacer para divertirnos?

—Siempre podemos seguir jugando a la petanca —propuso Susan.

—Tengo una idea mejor —intervino Harry—. ¿Alguien tiene planes para las 1500?

Todos negamos con la cabeza.

—Cojonudo —dijo Harry—. Entonces reuníos conmigo aquí. Los Vejestorios vamos a ir de excursión.

* * *

—¿Podemos estar aquí? —preguntó Jesse.

—Claro —respondió Harry—. ¿Por qué no? Y aunque no podamos, ¿qué van a hacer? Todavía no somos militares. No pueden someternos a una corte marcial.

—No, pero pueden lanzarnos por una escotilla.

—No seas tonta. Eso sería una pérdida de aire perfectamente bueno —zanjó él.

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