Read Loa Anarquistas Expropiadores Online

Authors: Osvaldo Bayer

Tags: #Ensayo

Loa Anarquistas Expropiadores (22 page)

BOOK: Loa Anarquistas Expropiadores
5.19Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

En el periodo que abarca la última década del siglo XIX y los primeros años del presente lapso en que se conforma definitivamente la organización del movimiento obrero argentino— debe tenerse en cuenta este aspecto emocional de las masas de obreros inmigrantes en un país que realizaba una tremenda y rápida transformación. Y es aquí donde vamos a encontrar las primeras respuestas al porqué de la difusión del anarquismo en la Argentina con preponderancia sobre el socialismo.

A todas esas masas inmigrantes, el socialismo les proponía obtener carta de ciudadanía argentina para poder votar y elegir a sus representantes; el anarquismo, en cambio, predicaba la acción directa, la negación de un Estado —reservado a los hijos del país en cargos electivos y basado en el fraude y el caudillismo parroquial —, y la defensa de sus intereses en lucha directa contra el patrón con las tres armas básicas: la huelga, el sabotaje y el boicot. El partido Socialista le ofrecía una interpretación científica y determinista a largo plazo; el anarquismo no aceptaba discutir con el Estado, pero sí con el patrón que lo explotaba. En tanto el Estado con sus instituciones todavía no se había desarrollado lo suficiente para tomar a su cargo las relaciones laborales, la solución anarquista aparecía como la ideal para toda una masa insegura, apresurada para obtener los frutos de su trabajo. Nada iban a lograr por el largo camino de las elecciones y el parlamento esos hombres sin voto, en un país gobernado por la oligarquía. Si bien los socialistas obtendrán en 1904 la primera banca socialista de América en el Congreso y precisamente ese diputado representaba al barrio genovés de la Boca— la decepción fue muy rápida: ¿Qué podía hacer ese único representante frente a todo un aparato al servicio de los intereses de la clase alta?

El otro aspecto del anarquismo argentino en esos años es su popularismo: el proletariado y de este sus capas más bajas— entienden su idioma directo. Varios autores socialistas que vivieron esa época han detallado casi con asco el aspecto de las masas anarquistas que concurrían a las concentraciones del 1º de mayo o alas asambleas. Lo mismo que ridiculizan a los oradores anarquistas. Ese fenómeno se reproducirá luego con el peronismo: los socialistas volverán a emplear las mismas palabras de arrogante censura para juzgar comportamientos del nuevo proletariado argentino que surgía en 1946.

No por nada el origen del socialismo en la Argentina se debe en mayor medida a los socialdemócratas alemanes exiliados a raíz de la ley antisocialista de Bismarck. Fueron los primeros en enseñar las teorías marxistas, en organizarse con local propio y en editar un vocero, el Vorwärts (“¡Adelante!”). En este aspecto hay una diferencia notable: mientras los periódicos anarquistas italianos a los pocos números ya traían páginas en español y por su parte, “La Protesta Humana” órgano de los anarquistas organizacionistas locales, traía un suplemento en idioma italiano, mostrando a las claras el espíritu de integración y de entendimiento entre los diferentes pueblos de esa Babel del Plata que era Buenos Aires, los alemanes socialdemócratas prosiguieron durante muchos años su vocero exclusivamente en alemán. No quiere decir esto que los alemanes no buscaran la discusión y el intercambio de ideas; lo hicieron y con mucha paciencia, pero no pasaron de ser reuniones académicas y un tanto eruditas para la masa trabajadora que buscaba febrilmente reivindicaciones ya y un mudo más justo. (Es notable leer en el “Vorwärts” repetidas quejas contra la falta de disciplina de los “pueblos románicos”, palabras para designar como denominador común a italianos, españoles, portugueses y a los argentinos descendientes de europeos meridionales). Se les atribuía una mentalidad incapaz de comprender un cambio organizado de la sociedad. Los desesperados socialdemócratas alemanes cayeron más de una vez en un no deseado racismo ante los repetidos incidentes con los anarquistas italianos, españoles y argentinos. Pero no sólo los socialdemócratas alemanes sino también los primeros socialistas argentinos, como Juan B. Justo, miraban con nostalgia modelos de desarrollo como Australia, Nueva Zelandia y Sudáfrica, con corrientes migratorias sajonas y no románicas.

En cambio, el anarquismo parecía ser, con su espontaneismo y su negación de la autoridad, el que interpretaba cabalmente la idiosincrasia de los denominados “pueblos románicos”. A estas características hay que agregar el especial sentido misional que tuvo en parte— el movimiento anarquista, su total desprecio por cargos públicos y títulos en contraposición con el jerarquismo que tuvo el socialismo “autoritario”, mismo en su aspecto organizativo. En las organizaciones anarquistas tanto en las políticas como en las sindicales, al no haber cargos ni rentados ni ad honorem— llevó a facilitar el plano solidario de considerarse “todos iguales”, sin distinción de grados de inteligencia, habla, raza u oficio. Les bastaba un mero secretario de actas, o administrativo o un “responsable”. Con todas las ventajas que acarreaba la democracia de base, este sistema comenzó a flaquear en cuanto se complicó la sociedad, se acentuó el intervencionismo estatal y aumentó la represión, que necesitaba rápidas respuestas y no largos debates.

El sentido de la “solidaridad”, casi en un concepto evangélico, fue realmente notable en las organizaciones bonaerenses de trabajadores agrícolas. Las “sociedad de resistencia” anarquistas crecieron como hongos en los pequeños pueblos de la extensa pampa. Fueron organizaciones ejemplares donde además de lo gremial se hizo una amplia vida educacional y cultural, con conjuntos filodramáticos, con cursos nocturnos para aprender a leer y escribir, con conferencias de esclarecimiento científico. El trabajador “golondrina” de nuestros campos fue italiano en su mayor parte. Venían a recoger la cosecha para volver a Italia y regresar al año siguiente. Este trabajador vendía su fuerza de trabajo al mejor postor. Y debió afrontar problemas difíciles de resolver por sí mismo ante actitudes patronales. Es explicable que recurriera entonces a quien pudiera aconsejarlo, aunque ese consejero estuviera rotulado como “agitador anarquista”. En la pampa argentina surgió un personaje típico, el llamado “linyera”. Y no por nada esa palabra es de origen italiano. Según algunos autores proviene de “linghera”, el bolso donde estos vagabundos políticos llevaban todos sus enseres, principalmente volantes y periódicos anarquistas. Eran figuras tolstoianas que viajaban en los trenes de carga, trabajaban en el campo y enseñaban las ideologías de la rebelión social.

Malatesta llega al Plata con los antecedentes de su actuación revolucionaria en Benevento, en 1874, y por su posición junto con Cafiero— en el Congreso de Rimini, durante el cual la Federación Italiana de la Asociación Internacional de Trabajadores se volcará al ala bakuninista. Un año antes de la llegada de Malatesta, 17 obreros italianos entre ellos el panadero Marino Garbaccio, el ebanista Michele Fazzi y el grabador Marzoratti— constituyeron el círculo Comunista Anarquista, representante de la Asociación Internacional de Trabajadores. Recibían y distribuían “La Questione Sociale”, que publicaba Malatesta en Firenze; “Il Paria”, de Ancona, y “La Révolte” de París.

Ettore Mattei escribía lo siguiente sobre el arribo de Malatesta al Río del Plata: “
La propaganda del comunismo y la anarquía fue más intensa después de dos o tres meses de la llegada a Buenos Aires (en febrero de 1885) del camarada Malatesta, se constituyó con gran entusiasmo un Círculo de Estudios Sociales, situado en la calle Bartolomé Mitre 1375, en el cual éste y otros camaradas dieron las primeras conferencias públicas comunistas anarquistas publicándose entonces en italiano 'La Questione Sociale'

Todo esto hace el núcleo principal de la actividad de Malatesta en lo político. Lo fundamental es que cumple lo que ya se había propuesto en Firenze: la fundación de grupos afines para la actividad ideológica y propagandística, con publicaciones, conferencias y polémicas con representantes de otras ideologías. Para concretar, suscribimos el párrafo de Gonzalo Zaragoza Ruvira, quien señala: “
El italiano (Malatesta) insistía en dos puntos esenciales: unidad de la familia anarquista y acercamiento al ala socialista, y fomento del movimiento huelguístico. Decía que en la Argentina, debido al escaso número de trabajadores, las huelgas habían terminado victoriosamente; de ahí que éstas debían continuar, y el obrero, por la práctica, debía irse formando una conciencia revolucionaria
”.

Tanto Malatesta como después Pietro Gori propugnaron siempre la idea de la unidad, la humildad de la discusión con otras ideologías y despreciar el sectarismo. La visita de Malatesta también por eso es importante: porque ya ausente de la Argentina permanece constante su personalidad humana a través del relato de quienes lo conocieron en ese lapso de pocos años y así se explica que hasta su muerte la prensa anarquista argentina haya publicado casi absolutamente todo lo que escribió este combatiente durante su estancia en Italia y en el exilio. Su constante fue la temperancia. No hay nada mejor que lo retrate que estas palabras escritas cuarenta años después en “
Pensiero e Volontá
” del 1º de abril de 1926: “
Entre los anarquistas hay los revolucionarios que creen que es necesario abatir por la fuerza a la fuerza que mantiene el orden presente, para crear el ambiente en el cual sea posible la libre evolución de los individuos y de las colectividades, y hay educacionistas que piensan que sólo se puede llegar a la transformación social modificando antes a los individuos por medio de la educación y la propaganda.

Existen partidarios de la no violencia, o de la resistencia pasiva, que rehuyen la violencia aunque sea para rechazar la violencia, los cuales se dividen a su vez, en lo que respecta a la naturaleza, alcances y límites de la violencia lícita. Además, hay discordancia respecto de la actitud de los anarquistas frente al movimiento sindical, disenso sobre la organización o no organización propia de los anarquistas, diferencias permanentes u ocasionales sobre las relaciones entre los anarquistas y los otros partidos subversivos. Justamente son estas y otras cuestiones semejantes las que requieren que tratemos de entendernos; o si, según parece el entendimiento no es posible, hay que aprender a tolerarse, trabajar juntos cuando se está de acuerdo, y cuando no, dejar que cada uno haga lo que le parezca sin obstaculizarse unos a otros. Porque, en verdad, si se toman en cuanta todos los factores, nadie siempre tiene razón.

Además del aspecto organizativo de los sindicatos combatientes, dos aspectos encararon en su propaganda los periódicos anarquistas de Buenos Aires, Rosario y Bahía Blanca en lengua italiana: la emancipación de la mujer y el antimilitarismo. Con respecto al primer tema se insistió en la organización femenina en pro de sus reivindicaciones, campaña iniciada principalmente por “La Questione Sociale”.

Malatesta y el sindicalismo revolucionario

El primer periodo histórico del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta la Revolución Rusa de Octubre estuvo caracterizado en sus comienzos por dos movimientos ideológicos: uno mayoritario, anarquista; el otro, socialista. Pero a éstos iba a agregarse bien pronto el denominado “sindicalismo revolucionario” o “sindicalismo puro”, inspirado en las teorías de Georges Sorel y del italiano Arturo Labriola. El “sindicalismo puro” en la Argentina curiosamente surgió de las filas socialistas tuvo una influencia tal que deterioró el avance tanto del movimiento anarco-comunista como del socialismo. De minoría pasará a ser poco a poco mayoría. Los anarquistas se resistieron siempre a aceptar la unidad sindical con ellos, a pesar que los unían muchos puntos comunes. La central anarquista, la FORA del V Congreso, perseguía según su preámbulo la consecución del comunismo anárquico. En este punto tenemos que regresar al pensamiento malatestiano. En la célebre polémica del pensador italiano con Pierre Monatte, en el Congreso de Amsterdam, en 1907, aquél rechazó la teoría sindicalista de que el “sindicalismo se basta a sí mismo” para hacer la revolución. Malatesta comenzará claramente diciendo que el “
movimiento obrero es una realidad que nadie puede ignorar
” mientras que “
el sindicalismo (revolucionario) es una teoría, un sistema y tenemos que cuidarnos mucho de confundir una cosa con la otra
”. “
El movimiento obrero
añadirá—
ha tenido en mí un defensor decidido pero de ninguna manera ciego. Vi en él un campo de actuación que era especialmente apropiado para nuestra propaganda revolucionaria y al mismo tiempo un punto de contacto entre las masas y nosotros
”. “
Deseo hoy tanto como ayer que los anarquistas participen en el movimiento obrero. Sigo siendo un sindicalista en el sentido de que soy partidario de los sindicatos. No exijo sindicatos anarquistas ya que legitimarían los sindicatos socialdemócratas, republicanos, realistas o como se llamen y así dividirían más que nunca a la clase trabajadora. No quiero los sindicatos rojos porque no quiero los sindicatos amarillos. Deseo más bien organizaciones que estén abiertas a todos los obreros, sin posibles reparos a diferencias políticas. Es decir: sindicatos totalmente neutrales. (…) Pero represento ante todo los intereses de nuestra propaganda que así ampliaría en gran medida su campo de acción. Esa participación no significa de ninguna manera renunciar a nuestros caros ideales. En los sindicatos debemos permanecer anarquistas, en toda la extensión y profundidad de ese concepto. El movimiento obrero es para mí sólo un medio, pero el mejor de los medios de que disponemos.

Como ya dijimos, los escritos de Malatesta siguieron ejerciendo gran influencia en el anarquismo rioplatense. De ahí que muchos buscaron una y otra vez formar una central obrera conjunta con socialistas y sindicalistas. No se logró jamás esa unidad salvo pequeños periodos— no sólo por culpa de socialistas y sindicalistas sino también de los libertarios, que considerándose mayoría siguieron insistiendo que la FORA tuviera en los estatutos como basamento ideológico el comunismo anárquico.

Ese abandono del pensamiento malatestiano y cierto acercamiento al modelo español llevó al movimiento obrero anarquista argentino a ir perdiendo su carácter multitudinario del principio encerrándose en el camino sin salida del sectarismo. De esto último se mostraron siempre orgullosos los dos más conspicuos representantes del anarquismo argentino de la década del veinte: López Arango y Diego Abad de Santillán, los dos españoles. En su libro “
El anarquismo en el movimiento obrero
” remarcaron la necesidad de mantener una federación obrera exclusivamente anarquista independiente de las otras tendencias obreras: “
Lo que tenemos
dicen—
bueno o malo, vale tanto o más que lo que nos puedan ofrecer otros. Porque este movimiento es hijo de nuestras ideas y el producto de múltiples esfuerzos y tiene un largo proceso de gestación y de desarrollo tras sí. ¿Qué nuestra posesión en el movimiento obrero y nuestras actividades revolucionarias en relación con la acción del proletariado no se ajustan a los métodos que pasan por los clásicos en el anarquismo europeo? ¿Qué nuestra concepción del sindicalismo no es la de los compañeros de Italia, de Francia, de Portugal? ¿Y qué? Ese hecho no significa otra cosa que la confirmación de nuestra propia personalidad y la existencia de un movimiento característico, tan lógico como el que más, puesto que tiene más de un tercio de siglo de existencia real y no es la obra de un hombre ni la consecuencia de un capricho pasajero
”.

BOOK: Loa Anarquistas Expropiadores
5.19Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

One Dom at a Time by Holly Roberts
Protecting What's His by Tessa Bailey
The Rebirth of Wonder by Lawrence Watt-Evans
Burying the Sun by Gloria Whelan
The Last Twilight by Marjorie M. Liu
In the Name of Love by Smith, Patrick
Doors Open by Ian Rankin
Ariah by B.R. Sanders