Los tebanos estaban listos para la guerra y la oportunidad se les presentó en 506 a. C. Cleómenes, enconado por el triste papel que había hecho en el Ática el año anterior, decidió aplastar totalmente a los atenienses. Reunió a sus aliados del Peloponeso y marchó sobre el Ática desde el Sur, mientras Tebas atacó desde el Norte. Calcis, deseosa de destruir a un rival comercial, se unió a los tebanos.
Atenas parecía condenada a la destrucción, pero Corinto se detuvo a pensar en esta posibilidad. Su rival comercial desde los días de Periandro, un siglo antes, era Egina. Sin duda, destruir Atenas era sencillamente hacerle el juego a Egina, pues Atenas era una vieja enemiga de ésta.
Por consiguiente, Corinto de pronto se negó a marchar con Esparta. Para no romper la alianza del Peloponeso, Cleómenes, otra vez frustrado, se volvió a su patria sin descargar un solo golpe.
Los atenienses se volvieron entonces contra los tebanos, que habían sido dejados en la estacada por sus aliados espartanos. Los primeros derrotaron a los tebanos y confirmaron la independencia de Platea. Los hoscos tebanos no iban a olvidar esto y mantendrían una enconada enemistad con Platea y con Atenas durante todo el siglo siguiente.
Los atenienses derrotaron a los calcidios aún más rotundamente y obligaron a Calcis a cederle una franja de tierra en la isla de Eubea, del otro lado del estrecho del norte del Ática. Esas tierras fueron ocupadas por atenienses y convertidas en parte del Ática; los colonos tenían todos los derechos de los ciudadanos atenienses.
Pero los peligros que había superado Atenas bajo Clístenes eran pequeños en comparación con los que la amenazarían luego, desde fuera del mundo griego.
Durante 500 años —desde la invasión doria— los griegos habían tenido la fortuna de no tener que enfrentarse con ningún imperio importante. Los egipcios, debilitados, y los asirios, extendidos por un territorio demasiado grande, no eran ninguna amenaza, mientras que los fenicios y los cartagineses sólo rondaban por las afueras.
Pero durante toda la época de los tiranos, grandes sucesos conmovieron el Este, y en tiempos de Clístenes un reino gigantesco observaba fijamente a Grecia desde el horizonte oriental; toda Grecia parecía estar a su merced.
Para ver cómo ocurrió esto, volvamos al Este.
Frigia
En tiempos micénicos, un grupo de individuos llamados frigios se desplazó a la parte noroeste del Asia Menor. Estaban allí en la época del sitio de Troya, pues en
La Iliada
se les menciona como aliados de Troya.
Su poder creció durante los desórdenes que siguieron a la invasión doria. En verdad, quizá los frígios se contaran entre los Pueblos del Mar y probablemente fueron ellos quienes causaron la destrucción del Imperio Hitita. Por el 1000 a. C. los frigios habían extendido su dominación sobre casi toda la mitad occidental del Asia Menor. Pero no obstaculizaron seriamente la colonización griega de la costa egea. Por el contrario, parecían sentirse atraídos por la cultura griega y cultivaban la amistad de los griegos, Sus reyes posteriores hasta figuraron en las leyendas griegas.
Los griegos decían que en un campesino frigio llamado Gordias se sorprendió cierta vez de ver un águila posarse sobre su carreta de bueyes. Se le dijo que era un augurio cuyo significado era que llegaría a ser rey. Por supuesto, el viejo rey acababa de morir y un oráculo señaló a Gordias como sucesor.
Gordias dedicó su carreta a Zeus y unió una parte de ella con otra mediante un nudo muy intrincado, que recibió durante siglos el nombre de «nudo gordiano». Quien desatara el nudo, decía la leyenda, conquistaría toda Asia. (Más adelante volveremos a referirnos a este nudo.)
Gordias fundó una nueva capital, Gordion, a unos 500 kilómetros tierra adentro del mar Egeo, y bajo sus descendientes Frigia siguió prosperando. El último rey importante de Frigia era llamado Midas por los griegos. Gobernó de 738 a 695 a. C. y figura en la conocida leyenda del «toque de oro». Se le concedió el poder de convertir en oro todo lo que tocaba, poder del que pronto se arrepintió cuando se transformaron en oro sus alimentos, el agua y su misma hija (a la que abrazó imprudentemente). Esta leyenda probablemente refleja la prosperidad de Frigia en tiempo de Midas.
En los últimos siglos del poder frilgio se formó el reino aún mayor de los asirios en el sudeste de Asia Menor. Pero la garra asiría sólo débilmente llegó a Asia Menor. A Frigia, mediante el pago de un tributo, se la dejó en paz.
Pero se avecinaba una tormenta en el Norte, del otro lado del mar Negro. En las llanuras de lo que ahora es Ucrania, vivía en tiempos micénicos un pueblo a cuyos miembros Homero llamaba los cimerios. Su nombre perdura hasta hoy en el mapa, pues la península ahora llamada Crimea quizá tenga este nombre por esa antigua tribu.
Los cimerios podían haber permanecido pacíficamente en sus llanuras, pero por el 700 a. C. el Asia Central arrojó otra oleada humana como la que había lanzado (quizá) cinco siglos antes, cuando se produjeron las invasiones dorias. Esta vez, tribus de jinetes a quienes los griegos llamaban escitas se abalanzaron hacia el Oeste, a Cimeria, y los cimerios huyeron ante ellos. Luego, durante siglos la llanura que está al norte del mar Negro fue llamada Escitia.
Al huir de los escitas, los cimerios se lanzaron a través y alrededor del mar Negro. Invadieron el Asia Menor y destruyeron para siempre el poder frigio. Se dice que Midas, según la leyenda, se suicidó después de una desastrosa derrota.
Lidia
Contra los invasores cimerios, se unieron miembros de una tribu llamados lidios, que hasta entonces habían estado bajo la dominación de los frigios. Bajo la férula de un vigoroso líder, Giges, se creó un reino lidio en el 687 a. C. que llevó adelante la lucha contra los cimerios.
Giges mantuvo una larga guerra contra los invasores cimerios y con el tiempo tuvo que buscar ayuda externa. Apeló al socorro del Imperio Asirio.
En 669 a. C. subió al trono el último gran rey de Asiria, Asurbanipal. El Imperio Asirio estaba desgarrado por rebeliones constantes; en 660 a. C., el Egipto Saíta logró liberarse. Sin embargo, Asurbanipal aceptó el reto cimerio.
Se libró una gran batalla en la cual los cimerios fueron derrotados y su poder destruido, en lo esencial. Sin embargo, continuaron las escaramuzas, y en una de ellas, en 652 a. C., perdió la vida Giges. Por entonces, el Reino Lidio se hallaba bien afirmado y los descendientes de Giges permanecieron en el trono.
El nieto de Giges fue Aliates, que llegó al trono en 617 a. C. Este acabó con los cimerios, y en 600 a. C. estos nómadas desaparecen de la historia. En la lucha contra los cimerios, Aliates llegó a ocupar toda el Asia Menor al oeste del río Halis, que corre hacia el norte y divide el Asia Menor en dos partes casi iguales. La capital de Lidia fue establecida en Sardes, a sólo 80 kilómetros del mar Egeo hacia el interior.
El hecho de que la capital lidia estuviese más cerca del mar que la vieja capital frigia era un indicio de que Lidia estaba más interesada en la costa que Frigia. En verdad, ya Giges había tenido algunas actitudes hostiles hacia las ciudades griegas de ella, pero las luchas con los cimerios le habían impedido adoptar una posición demasiado fuerte. Aliates se hallaba en una situación mucho mejor, y por ende se desplazó hacia el Oeste.
Tales de Míleto previno a las ciudades jónicas que sólo podían abrigar la esperanza de resistir a los ejércitos lidios uniéndose en un «Concejo Pan-Jónico» que dirigiera a Jonía en una defensa unificada contra los lidios. Fue este consejo el que le valió su inclusión en la lista de los Siete Sabios.
Pero las ciudades jónicas no siguieron el consejo de Tales y, como resultado de ello, cayeron bajo la dominación lidia una por una. Fue la primera vez que ciudades griegas estuvieron sometidas a la dominación «bárbara». Una ciudad jónica, Esmirna, fue destruida por Aliates y convertida en un puerto lidio. Sólo Mileto logró conservar su independencia.
Con la paz y el tributo que le pagaban las ciudades griegas, Lidia, como antes Frigía, se enriqueció y prosperó. Fue en Lidia donde se inventó la acuñación de monedas.
Afortunadamente para las ciudades griegas, el yugo lidio era ligero. A la muerte de Aliates en 560 a. C., le sucedió un hijo, Creso, que sentía una total simpatía por los griegos y hasta era casi un griego en su manera de pensar.
Creso síerripre consultaba los oráculos griegos, sobre todo el de Delfos. Enviaba ricos presentes a Delfos; más valiosos, en verdad, que los que podía enviar cualquier ciudad griega. La fama de su riqueza se difundió tanto por Grecia que hasta el día de hoy decimos de un hombre muy rico que «es tan rico como Creso».
Al igual que Midas dos siglos antes, Creso parecía convertir en oro todo lo que tocaba; y, como Midas, estaba destinado a no terminar su reinado en paz. Nuevamente se preparaban tormentas, esta vez provenientes del Este.
Media y Caldea
El esfuerzo que debió hacer Asiria para derrotar a los cimerios consumió casi todas sus fuerzas. Babilonia, la más rica posesión de Asiria, aprovechó la ocasión para rebelarse. Había sido el centro de imperios grandes y de brillante civilización desde el 2000 a. C. y nunca pudo resignarse a la dominación de los toscos asirios del Norte.
Pero sus rebeliones siempre fueron sofocadas sangrientamente. Con considerable esfuerzo, Asurbanipal logró someter a Babilonia por última vez en 648 a. C.
Asurbanipal mantuvo unida a Asiria mientras vivió. Pero murió en 625 a. C., y sus débiles sucesores no tenían posibilidades. Se levantaron contra los asirios los medos (tribus que habitaban las regiones montañosas del este de Asiría) bajo la conducción de su gobernante nativo Ciaxares, que acababa de ocupar el poder.
También Babilonia se rebeló nuevamente. Se hallaba bajo el dominio de una tribu, de origen árabe, cuyos miembros se llamaban caldeos, y a su frente estaba un líder caldeo, Nabopolasar.
Asiria se hundía bajo las embestidas de los invasores escitas del Norte, y la rebelión aunada de medos y caldeos fue para ella el último golpe. En 612 a. C., Nínive fue tomada y totalmente destruida, y en 605 a, C. desaparecieron los últimos restos de las fuerzas asirias, de modo que el cruel y odiado imperio fue borrado para siempre de la faz de la tierra.
Asiria se desmembró tan rápidamente después de la muerte de Asurbanipal que los remotos griegos, a quienes sólo llegaron oscuros rumores de la caída, creían que Asurbanipal todavía era rey por entonces (o quizá lo confundieron con un hermano). Los griegos le llamaban Sardanápalo y le describían como un rey débil y amante del lujo que había incendiado su palacio y perecido en las llamas cuando su ciudad fue tomada.
A la desaparición de Asiria, Nabopolasar y Ciaxares se dividieron el botín. Nabopolasar se hizo con la parte principal del Imperio —Babilonia, Siria y Fenicia—, mientras Ciaxares se apoderó de las tierras más extensas pero relativamente atrasadas del Norte y el Este.
Sólo después de la creación del Imperio Caldeo de Nabopolasar los griegos llegaron a conocer Babilonia. Se cree que hombres como Tales y Pitágoras visitaron esas tierras y llevaron de vuelta el saber babilonio en materia de astronomía. Por esta razón, la palabra «caldeo» llegó a significar astrólogo o mago.
El Imperio Caldeo llegó a su mayor esplendor bajo el hijo de Nabopolasar, Nabucodonosor. Le sucedió en el trono en 605 a. C. y gobernó durante más de cuarenta años.
Se lo conoce sobre todo por dos acciones. En primer lugar, destruyó el Reino de Judá y llevó a los judíos al «cautiverio babilonio». En segundo término, trató de alegrar a su mujer, una princesa meda que añoraba (en las planicies de Babilonia) las colinas de su tierra natal. Para ello, Nebuchadrezzar hizo una serie de jardines en terrazas para crear la apariencia de las colinas, y ellos fueron los famosos «jardines colgantes de Babilonia», Más tarde los griegos los incluyeron entre las Siete Maravillas del Mundo.
En cuanto a Ciaxares, el gobernante del Imperio Medio, extendió cautamente su reino hacia el Oeste, hasta llegar primero al mar Negro y luego al río Halis. Del otro lado del Halis estaba Lidia, donde Aliates era rey a la sazón.
La guerra entre los dos reinos por la supremacía en Asia Menor era inevitable y duró varios años, El punto culminante llegó una generación después de la caída de Nínive, cuando los medos luchaban con los lidios en una de las más extrañas batallas de la historia. Mientras los ejércitos combatían, se produjo un eclipse (el mismo que Tales había predicho. En la antigüedad, sólo unos pocos astrónomos tenían alguna idea de la causa natural de los eclipses; para la gente común era un signo del descontento de los dioses y uno de los más terribles presagios de desastre.
Los ejércitos quedaron tan impresionados por el eclipse que la batalla terminó inmediatamente. Se convino la paz y los ejércitos volvieron a sus patrias; los lidios y los medos nunca volvieron a luchar entre sí.
Ahora los astrónomos conocen los movimientos de los cuerpos celestes con la precisión suficiente para hacer cálculos retrospectivos y determinar exactamente cuándo hubo un eclipse de sol en Asia Menor por la época de esa batalla entre lidios y medos. Así, han establecido que el eclipse se produjo el 28 de mayo de 585 a. C. Esta batalla, pues, es el primer suceso de la historia que puede ser fechado en el día exacto con toda certidumbre.
Poco después de la batalla, Ciaxares murió, y en 584 a. C, le sucedió su hijo Astiages. Fue una generación de paz, pues mientras reinaba Astiages, Pisístrato gobernaba Atenas y Creso llegaba al poder en Lidia.
Pero la paz fue ilusoria. Un nuevo conquistador entró en la escena.
Persia
A unos 800 kilómetros al sudoeste de Media hay una región llamada Fars, que los griegos llamaron Persis y nosotros Persia. Por su lengua y su cultura, los persas se hallaban estrechamente emparentados con los medos.
En 600 a. C., o aproximadamente, el jefe de una tribu persa tuvo un hijo. Fue llamado «Kurush» (que significa «sol»), pero es más conocido por nosotros como Ciro, derivado de la forma latina de la versión griega del nombre. Una leyenda posterior hacía de él un nieto de Astiages, pero quizá esto no fuera verdad.
Ciro sucedió a su padre en el gobierno de Persia en 558 a. C., y en 550 a. C. inició una rebelión contra el rey medo que fue coronada por el éxito. Derrocó a Astíages y se convirtió en el gobernante absoluto de lo que ya podríamos llamar el Imperio Persa.