Polícrates atendió al consejo, tomó un valioso anillo y lo arrojó al mar. Algunos días más tarde, se llevó a palacio un pescado para la mesa del tirano y, al ser abierto, se encontró el anillo en él. Al oír esto, Amosis comprendió que Polícrates estaba condenado y rompió la alianza. Alrededor del 522 a. C., Polícrates cayó en una emboscada en tierra firme jónica, fue capturado por un enemigo y recibió una cruel muerte. (Amosis no se enteró de esto, pues había muerto tres años antes.)
El reinado de Polícrates tuvo una consecuencia importante para la historia de la ciencia. Cuando se convirtió en tirano, el filósofo Pitágoras (según una tradición) sintió que ya no podía permanecer en su isla natal, pues era un oligarca por sus simpatías. Abandonó Samos en 529 a. C. y emigró a la ciudad de Crotona, en el Sur de Italia. Llevó consigo la tradición científica de los jonios, y allí, en el occidente griego, echó raíces, aunque Pitágoras rompió con la completa y sencilla claridad de Tales y fundó, en cambio, un culto caracterizado por el secreto, el ascetismo y el misticismo.
Con todo, Pitágoras y sus seguidores lograron realizar importantes avances científicos. Fueron los primeros en estudiar la «teoría de números»; investigaron las relaciones entre los números y demostraron, por ejemplo, que la raíz cuadrada de 2 no puede ser representada mediante una fracción exacta.
Luego iniciaron el estudio del sonido. Demostraron que las cuerdas de los instrumentos musicales dan sonidos de altura cada vez mayor cuando más cortas son y que las notas producidas por dos cuerdas son particularmente armoniosas si las longitudes están relacionadas entre sí de ciertas maneras muy simples.
También estudiaron astronomía y fueron los primeros en sostener que la Tierra es una esfera. Hasta especularon que podría desplazarse por los cielos. También se supone que Pitágoras descubrió el famoso teorema según el cual la suma de los cuadrados de los catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa.
Pero el movimiento pitagórico no se limitó a la ciencia y la matemática. Logró un importante poder político y ejerció una influencia favorable a la oligarquía. Cuando se expulsó a los oligarcas de Crotona, también Pitágoras fue exiliado. El pitagorismo perduró dos siglos más como movimiento político, pero se debilitó continuamente.
En este período de la historia griega, las tiranías no duraban mucho, entre otras razones porque, mientras un rey recibía el sustento de la ley, la tradición y la religión, el tirano no podía apelar a nada de esto. Había alcanzado el poder por la fuerza y podía ser expulsado por la fuerza. Por ello, los tiranos debían estar siempre vigilantes y ser recelosos, y con frecuencia gobernaban con gran dureza y crueldad. (Esta es la razón de que la palabra «tirano» haya llegado a designar hoy a un gobernante particularmente malvado.)
Asimismo, Esparta, el Estado militarmente más poderoso de Grecia, se opuso firmemente a las tiranías. Esparta había sido y siguió siendo oligárquica, y era hostil a todo debilitamiento de las oligarquías en cualquier parte. Fue la influencia espartana lo que ayudó a poner fin a las tiranías en Corinto y Megara.
Esparta también causó el fin de una tiranía en Atenas. Este suceso resultó ser de la mayor importancia en la historia de Grecia y, en verdad, del mundo, y a él volveremos más adelante.
Los comienzos
En tiempos muy antiguos, Atenas o el Ática —la península triangular en la que se hallaba emplazada la ciudad— no tenía nada particularmente distinto. Se la menciona en
La Iliada
, pero no era una ciudad destacada entre las fuerzas griegas. Su líder, Menesteo, era de secundaria importancia.
En los siglos posteriores a la Guerra de Troya, el Ática logró sobrevivir a la invasión dórica y a los desórdenes que siguieron. Fue la única parte de la Grecia continental que siguió siendo jónica.
Lentamente, a lo largo de esos remotos siglos, toda el Ática se unió. Esto no se debió a que Atenas lograse la dominación absoluta sobre la otra ciudad del Ática, como la había alcanzado Esparta sobre las otras ciudades de Laconia. Tampoco encabezó una Confederación Ática, como Tebas encabezó la Confederación Beocia. En cambio, Atenas ensayó algo único, que puso los cimientos de su futura grandeza. Se expandió hasta convertirse en una gran ciudad que abarcaba toda la Ática. Una persona nacida en cualquier parte del Ática era considerada tan ateniense como si hubiera nacido en la ciudad misma.
Según las leyendas atenienses, ése había sido el logro del héroe micénico Teseo, padre del Menesteo de la Guerra Troyana. Sin embargo, es muy improbable que la unión del Ática fuese obra de un solo hombre en un momento determinado. Es mucho más verosímil que se produjera gradualmente, a lo largo de generaciones. Sea como fuere, en el 700 a. C. el Ática estaba unificada.
La última parte del Ática que se incorporó a la unión fue Eleusis, situada en la parte noroeste de la península, a unos 22 kilómetros de la ciudad de Atenas.
En Eleusis se practicaban ciertos ritos religiosos que luego pasaron al Ática y al mundo griego. Este tipo de ritual fue realmente más importante para los griegos que la religión olímpica de Homero y Hesíodo. Los dioses olímpicos representaban la religión oficial, pero era la descrita por los poetas y literatos. En realidad, no ofrecía un ritual emotivo ni ninguna promesa de futuro. En
La Odisea
, cuando Ulises visita el Hades, la sombra de Aquiles dice lúgubremente que es mucho mejor ser un esclavo en la tierra que un príncipe en el reino de los muertos. Esto no era un consuelo para los individuos cuya vida en la tierra era como la de los esclavos. Querían la promesa de algo mejor, al menos después de la muerte.
Los ritos eleusinos (y otros del mismo género) tenían por fin acercar al creyente a ciertos dioses agrícolas, como Deméter o Dioniso, o a héroes legendarios, como Orfeo. Los ritos se basaban en los cambios estacionales, en la manera en que el grano moría en otoño, pero, dejaba una simiente que crecía de nuevo en la primavera. Era un drama de la muerte y la resurrección; como el grano, Dioniso y Orfeo morían y renacían, mientras la hija de Deméter, Perséfone, descendía al Hades en el otoño y retornaba en la primavera.
Originalmente, tales ritos quizá fueran una «magia simpática» destinada a asegurar que el suelo fuera fértil
y la cosecha abundante. Más tarde se los aplicó a los seres humanos, quienes, al participar en tales ritos, se aseguraban de que pasarían por el mismo ciclo, de que renacerían en el otro mundo después de la muerte.
Los detalles de los ritos debían ser mantenidos en secreto, so pena de muerte. La palabra griega que significa secreto es mystes. Por consiguiente, esos ritos fueron llamados «misterios» o «religiones de misterios». Los «misterios eleusinos» fueron los más famosos del mundo griego y los más secretos. Aunque perduraron durante más de mil años, los no iniciados nunca descubrieron los detalles de los ritos.
Las religiones de misterios dejaron su huella en el mundo moderno. Siglos más tarde, el cristianismo, cuando llegó a dominar el mundo occidental, contenía muchos. caracteres de las religiones de misterios.
Durante los siglos oscuros que siguieron a la invasión doria, Atenas, como la mayor parte de las otras ciudades de Grecia, cambió sus reyes por una oligarquía.
Según la tradición ateniense, fue en 1068 a. C. cuando la realeza llegó a su fin. El último rey, Codro, luchó desesperadamente contra una invasión doria procedente del Peloponeso. Un oráculo había declarado que vencería aquel ejército cuyo rey muriese primero. Codro se hizo matar deliberadamente para que Atenas siguiera siendo jónica. Un rey tan bueno, decidieron los atenienses, no debía tener sucesor, pues ninguno estaría a su altura. (Casi con seguridad, esta historia no es más que una novela.)
Los atenienses también decían que, en tiempos posteriores a Codro, tenía el poder un arconte, voz que significa «gobernante», en vez de un rey. Al principio, el arconte era vitalicio y el cargo pasaba de padre a hijo entre los descendientes de Codro, de modo que difería sólo en el nombre del cargo de rey.
Más tarde, el período del arcontado se fijó en un lapso de diez años, y no pasaba necesariamente de padre a hijo, aunque estaba limitado a los miembros de la familia real. Luego, fue accesible a las restantes familias nobles.
Finalmente, en 683 a. C., Atenas se convirtió en una oligarquía total. Fue gobernada por un cuerpo de nueve hombres, elegidos cada año entre los nobles. Uno de ellos era el arconte, pero no recibía honras especiales, aparte de dar su nombre al año. Otro era el polemarca, que tenía el mando supremo del ejército.
Los nobles también poseían el dominio completo del Areópago, nombre que significaba «la colina de Ares» (el dios de la guerra), por el lugar donde se reunía. Era el concejo que actuaba como tribunal supremo en cuestiones políticas, religiosas y legales.
Dracón y Solón
Pero después del 700 a. C. Atenas tomó parte en el renacimiento comercial y la oligarquía fue cada vez más impopular. Los ejemplos de los tiranos de otras ciudades estaban ante los ojos de los atenienses. Megara, vecina de Atenas, en el sudoeste de ella, prosperó bajo la dominación de Teágenes.
Un noble ateniense llamado Cilón estaba casado con la hija de Teágenes. Pensó que, si se movía con suficiente audacia, podía hacerse tirano de Atenas, particularmente contando con la ayuda de su suegro, el tirano megarense. Cierto día festivo del 632 a. C., mientras los atenienses estaban atareados en sus celebraciones, Cilón, con algunos otros nobles y una banda de soldados megarenses, se apoderó de la Acrópolis.
La Acrópolis (la colina de la ciudad) era la fortaleza central de Atenas. Como indica su nombre, estaba en un cerro y, en tiempos primitivos, había sido el primer asentamiento de Atenas, pues podía ser fácilmente defendída por hombres decididos contra cualquier enemigo, que debía trepar penosamente por sus laderas.
De ordinario, quien poseyera la Acrópolis estaba en fuerte posición, pero Cilón se halló sin partidarios. Los soldados megarenses le enajenaron el apoyo del pueblo. La oligarquía era impopular, pero el pueblo no estaba muy dispuesto a liberarse de ella al precio de someterse a la dominación extranjera.
Las fuerzas atenienses rodearon la Acrópolis. No hicieron ningún intento de tomarla por asalto; sencillamente esperaron que el grupo de hombres que la ocupaba se rindiera por hambre. Cilón logró escapar, pero los restantes finalmente se vieron obligados a rendirse, con la promesa de que se respetarían sus vidas.
Ese año el arconte de Atenas era Megacles, miembro de una de las más poderosas familias de la ciudad, los Alcmeónidas. Megacles pensó que era más prudente matar a los cautivos y desembarazarse de los traidores, pese a la promesa, y persuadió a los ateníenses a que lo hicieran.
Una vez ejecutada la acción, los atenienses fueron presa de creciente preocupación: habían roto una promesa solemnemente formulada ante los dioses. Para evitar que cayera una maldición sobre la ciudad entera, Megacles y otros miembros de su familia fueron juzgados por sacrilegio y expulsados de la ciudad. Suele llamarse a esto la «maldición de los Alcmónidas», e iba a tener importantes consecuencias en la posterior historia ateniense.
La destrucción de la banda de Cilón tampoco fue una victoria definitiva. Arrastró a Atenas a una guerra con Megara; ésta, bajo la firme conducción de Teágenes, prosperó mientras Atenas hallaba crecientes dificultades.
La insatisfacción fue en aumento. Un gobierno que fracasa en la guerra no puede ser popular. Además, el pueblo común estaba convencido de que los nobles, los únicos que dominaban el Areópago, eran injustos en su administración de las leyes tradicionales. Esas leyes no estaban escritas y, mientras no lo estuvieran, era difícil demostrar que una decisión determinada era contraría a la tradición. Por ello, se levantó el clamor en pro de un código legal escrito, que ofreciera un fundamento definido sobre el cual basarse.
El primer código legal de Atenas fue elaborado por un noble, Dracón, en 621 a. C. Su nombre significa «dragón» y su poseedor hizo honor a él, pues, en efecto, el código que redactó era muy severo y unilateralmente favorable a los oligarcas.
El acreedor podía apoderarse del deudor y esclavizarlo, si éste no pagaba su deuda. Se estableció la pena de muerte para una serie de delitos contra la propiedad, aun pequeños. Por ejemplo, robar una col acarreaba la muerte, y cuando alguien, horrorizado, preguntó por qué, se dice que Dracón respondió: «Porque no puedo concebir un castigo más severo.»
Se afirmaba que las leyes de Dracón estaban escritas con sangre, no con tinta. Esta es la razón de que la palabra «draconiano» haya llegado a significar «inhumanamente duro y severo».
Con todo, el mero hecho de que las leyes fueran escritas constituyó un avance, pues una vez hecho eso, podían ser estudiadas y hacer manifiesta su severidad e injusticia. Así, surgió una tendencia a modificarlas y mejorarlas.
A medida que la nueva economía comercial perturbaba cada vez más la vida ateniense y aumentaba en forma creciente la cantidad de agricultores esclavizados, la situación se hizo cada vez más peligrosa. Estaba presente el ejemplo de Corinto, donde Periandro acababa de heredar la tiranía de su padre, gobernaba con mano de hierro y estaba destruyendo a las casas nobiliarias.