Los griegos (6 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

BOOK: Los griegos
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Las gigantescas tumbas construidas por los primeros monarcas egipcios fueron llamadas pi-mar por los egipcios, pero los griegos cambiaron la palabra por «pirámides», de sonido más griego. Los griegos sentían, con toda razón, la más profunda admiración por esas gigantescas estructuras, y más tarde las registraron como la primera de las siete estructuras hechas por el hombre más maravillosas del mundo. (Habitualmente se las llama «las siete maravillas del mundo».)

Cerca de las pirámides hay una enorme estructura con cuerpo de león y cabeza de hombre. Los griegos contaban entre sus monstruos míticos ciertos leones con cabeza de mujer, a los que llamaban «esfinges». Aplicaron este nombre a esa estructura egipcia, que desde entonces ha sido llamada la «Gran Esfinge».

Los egipcios también erigían altas y esbeltas estructuras en las que inscribían el elogio de sus monarcas victoriosos. Las más importantes fueron elevadas alrededor del 1450 a. C., cuando el Imperio Egipcio estaba en su cúspide. Los griegos las llamaban jocosamente «pequeños asadores» (obeliskós). Por consiguiente, aún los llamamos «obeliscos».

Las inscripciones de los obeliscos y otros monumentos estaban escritas en la antigua escritura pictográfica de los egipcios. Para los griegos, que no podían leerlas, esos signos tenían una significación religiosa tal vez misteriosa y llena de poder. Los llamaban la escritura jeroglífica (escritura sagrada), y lo mismo hacemos hoy.

Fenicia

Los egipcios nunca fueron un pueblo navegante. Defendían sus tierras, pero no competían con los griegos en el mar ni enviaban colonizadores al exterior.

Pero no ocurría lo mismo con otro pueblo mediterráneo. Las tierras bañadas por la parte más oriental del mar estaban habitadas por descendientes del pueblo que en la Biblia recibe el nombre de cananeos. Tenían una antigua experiencia en la navegación y sus barcos penetraban en lo desconocido aún más audazmente que los de los griegos.

En tiempo de los griegos, la ciudad principal de esas costas orientales era llamada «Sur» (roca) por sus habitantes, porque había sido construida originalmente, por el 1450 a. C.. en una isla rocosa cercana a la costa. La forma griega de ese nombre nos ha llegado como «Tiro», La mayor fuente de prosperidad de Tiro la constituían sus tinturas. Obtenían una tintura rojo-purpúrea de un marisco de sus costas mediante un procedimiento que mantuvieron secreto. En aquellos días, las buenas tinturas, que no se desleían o borraban, eran muy escasas, y esta «púrpura tiria», como aún se le llama, era muy codiciada. Los mercaderes tirios pedían buenos precios por ella y prosperaban.

Cuando los griegos encontraron por primera vez a los mercaderes y navegantes de Tiro, quedaron impresionados por las coloridas ropas que usaban. Por ello, los llamaron «fenicios», voz derivada de una palabra que significaba «rojo sangre», y a la tierra de los tirios la llamaron «Fenicia».

Los fenicios figuran en las leyendas griegas. Según esas leyendas, el antiguo rey de Creta, Minos, era hijo de la princesa fenicia Europa. Se creía que el hermano de Europa, Cadmo, había llegado a las tierras continentales de Grecia y había fundado la ciudad de Tebas.

Esto bien podría ser el eco de incursiones fenicias en tiempos micénicos. Los fenicios se establecieron en la isla de Chipre, que está a sólo 320 kilómetros al noroeste de Tiro, durante el agitado período que siguió a las invasiones dorias. Los griegos ya se habían establecido allí en época micénica, y durante todos los tiempos helenicos hubo en Chipre ciudades griegas y fenicias (a menudo en conflicto unas con otras).

Los fenicios no sólo cerraron el extremo oriental del Mediterráneo a la colonización griega, sino también el extremo occidental.

Ya antes de que comenzara la gran oleada de colonización griega, los colonizadores fenicios habían desembarcado en la costa sur del Mediterráneo, a unos 1.500 kilómetros al oeste del Nilo. Fundaron dos ciudades, la primera de las cuales era conocida por los romanos de siglos posteriores como Útica y la segunda, fundada en 814 a. C., como Cartago.

Cartago prosperó. Se hizo soberana de toda la costa y, en verdad, llegó a ser mucho más poderosa que Tiro. Durante un largo período, fue la ciudad más grande y más rica del Mediterráneo occidental y ningún barco podía entrar en esa parte del mar sin permiso de Cartago.

Más aún, Cartago comenzó a establecer zonas de dominación, en competencia directa con los griegos. La ciudad está separada del extremo occidental de Sicilia por sólo 150 kilómetros de mar. No cabe sorprenderse, pues, de que los cartagineses se desplazaron a Sicilia occidental, como los griegos habían ocupado la parte oriental de la isla.

A lo largo de todos los tiempos helénicos, los cartagineses y los griegos se combatieron hasta llegar a un estancamiento. Ninguno de los pueblos pudo nunca expulsar totalmente de la isla al otro, aunque uno y otro estuvieron a punto de conseguirlo a veces.

La expansión griega hacia el noroeste de la península Itálica también se detuvo y no pasó de Cumas, la primera colonia que fundaron. Al noroeste de Cumas estaban los etruscos.

Muy poco es lo que se sabe de los etruscos. Tal vez llegaron a Italia desde Asia Menor, pero también esto es incierto. No comprendemos su lengua, y su cultura ha dejado escasos restos que podamos estudiar. Más tarde fueron absorbidos por los romanos, tan completamente que casi no queda nada de ellos.

Pero cuando los griegos estaban asentándose en Italia, los etruscos aún eran poderosos. Y opusieron resistencia cuando los griegos trataron de llegar a las grandes islas de Cerdeña y Córcega, que están entre Italia y el asentamiento griego de Massalia.

Los focenses, que se habían establecido en Massalia, tomaron la delantera en el intento de colonizar las islas, por el 550 a. C. Pero alrededor del 540 a. C., los etruscos, en alianza con los cartagineses, derrotaron a la flota focense en una batalla naval que se libró cerca de Cerdeña. Fue un desastre para los colonizadores griegos, quienes fueron muertos o expulsados de la isla. Cartago se apoderó de Cerdeña, mientras que Córcega cayó en manos de los etruscos.

Esa batalla marcó el fin de la Edad de la Colonización griega. Las zonas disponibles para la colonización habían sido ocupadas y los griegos ya no pudieron seguir expandiéndose.

Aunque al respecto los fenicios y sus colonizadores frustraron a los griegos, en otro respecto les hicieron —e hicieron a todo el mundo— un gran favor. Inventaron el sistema de escribir palabras mediante unos pocos símbolos diferentes.

Las civilizaciones anteriores, por ejemplo, la de los egipcios, habían inventado la escritura, pero usaban cientos o hasta miles de símbolos diferentes, uno para cada palabra diferente o al menos para cada sílaba diferente. (Es lo que hacen los chinos hasta el día de hoy.)

Los fenicios fueron los primeros en percatarse de que era totalmente posible hacer que cada símbolo representase sólo a una consonante y que bastaban dos docenas de «letras». Cada palabra sería una combinación de varias letras.

La invención fenicia tal vez fue la única de esta especie. Todos los otros grupos humanos que han aprendido a escribir de esta manera parecen haber tomado las letras fenicias, aunque a veces de un modo muy indirecto.

Los griegos tomaron sus letras de las fenicias, y lo admitieron en sus leyendas. Fue Cadmo, el príncipe fenicio fundador de Tebas, quien según la leyenda enseñó a los griegos el sistema de escritura con letras.

Pero los griegos introdujeron un cambio. Hicieron que algunas de las letras representasen vocales, dando más sencillez y claridad al sistema, al permitir distinguir «masa», «mesa», «misa», «musa» y «amasa». [Por supuesto, hemos adaptado el ejemplo inglés del original al castellano. (N. del T.)].

El ascenso de Esparta

Laconia

La mayor parte del esfuerzo de la colonización griega fue realizado, con mucho, por los pueblos jonios de las islas del Egeo y de Asia Menor. De las ciudades dóricas, sólo Corinto participó intensamente en la colonización.

Pero Corínto estaba situada en el istmo, tanto frente al Este a Asia Menor, como al Oeste, a Sicilia. Estaba bien ubicada para el comercio, y durante todos los tiempos helénicos y aún después fue una ciudad próspera que, a veces, poseyó una gran flota.

Otra cosa ocurría con las demás ciudades dorias del Peloponeso. Estas conservaban la tradición de la conquista territorial y no se inclinaban a lanzarse al mar. Y de todas ellas, la que tenía mayor propensión a combatir bien en tierra y mal en el mar era Esparta.

Esparta, también llamada Lacedemonia, según el nombre de un fundador mítico, estaba a orillas del río Eurotas, a unos 40 kilómetros del mar. Por ende, es una ciudad del interior.

En tiempos micénicos había sido una ciudad importante, pero después de ser tomada por los dorios, aproximadamente en el 1100 a. C., cayó en la oscuridad durante un tiempo. En los tres siglos siguientes se recuperó gradualmente y aún extendió su influencia sobre ciudades vecinas; por el 800 a. C., Esparta era la soberana de todo el valle del Eurotas, una región llamada Laconia.

Los conquistadores dorios eran los únicos ciudadanos de Esparta y de las zonas que llegaba a dominar. Eran los únicos que intervenían en el gobierno. Los espartanos propiamente dichos eran esta clase dominante, y cuando en este libro hablemos de los espartanos, habitualmente nos referimos a ella. Fueron siempre una minoría de la población total de las regiones dominadas por Esparta, y en tiempos posteriores no pasaron de constituir el 5 por 100 de la población o aún menos.

Las únicas actividades que los espartanos consideraban honorables eran la guerra y el gobierno. Pero alguien debía tener a su cargo el comercio y la industria, y estas actividades estuvieron en manos de otro pequeño grupo, el de los periecos. Estos eran hombres libres, pero sin ningún poder político. Probablemente descendían de los habitantes predorios de Esparta, que se habían aliado a tiempo, prudentemente, con los invasores.

Pero la masa de la población de los territorios espartanos estaba formada por pueblos conquistados que habían cometido el error de resistir. Fueron derrotados y luego brutalmente esclavizados. Una de las primeras cíudades que sufrió este destino fue Helo, cuyos infortunados habitantes fueron esclavizados en masa.

Con el tiempo, el término ilota llegó a designar a cualquíer esclavo espartano, fuese o no descendiente del pueblo de Helo. Ocasionalmente, un ilota podía ser manumitido por sus buenos servicios a Esparta y se le permitía incorporarse a las filas de los periecos. Pero en conjunto los ilotas eran tratados como seres sin derechos humanos y estaban sometidos a un tratamiento más cruel que el de otros esclavos del mundo griego.

Los espartanos, que eran los más conservadores de los griegos y los menos inclinados al cambio, conservaron sus reyes mientras la ciudad gozó de alguna forma de autonomía. Más aún, su realeza era poco común, pues Esparta difería de la mayoría de los gobiernos, griegos o no, en que tenía dos reyes. En otras palabras, era una diarquía.

La causa de esto, probablemente, fue que dos tribus separadas de los dorios se unieron para conquistar y ocupar Esparta, y convinieron en que las familias de cada jefe gobernaran conjuntamente sobre las fuerzas aliadas. Los mismos espartanos explicaban el hecho diciendo que los reyes descendían de los hermanos gemelos de uno de sus más antiguos monarcas.

Pero con el tiempo el poder de los reyes espartanos fue severamente limitado. Su función principal consistía en conducir los ejércitos. Eran principalmente generales, y sólo tenían poder fuera de las fronteras de Esparta.

Internamente, el gobierno se hallaba bajo el férreo control de una oligarquía de treinta hombres. Los dos reyes formaban parte de ella, pero sólo representaban dos votos sobre treinta. Los otros veintiocho eran elegidos entre los espartanos que habían llegado a la edad de sesenta años. Formaban la gerusía, de una palabra griega que significa «viejo».

Había también cinco éforos que hacían las veces de magistrados. Eran los ejecutivos encargados de que se cumplieran las decisiones de la gerusía. Internamente y en tiempo de paz, los éforos tenían más poder que los reyes y podían multarlos o castigarlos por cualquier acción contraria a la ley.

En conjunto, este ineficaz modo de gobernar la ciudad mediante dos reyes. y un grupo de oligarcas contribuyó a hacer de Esparta un Estado tradicionalmente inmovilista; hasta su fin, nunca hizo intento alguno de modernizar su gobierno.

Argos y Mesenia

Durante los siglos oscuros, mientras Esparta se hacía dueña del valle del Eurotas, la ciudad más poderosa del Peloponeso era Argos. Esta dominación era suficientemente acentuada como para hacer que Homero llamase argivos a todos los griegos del Peloponeso.

Argos era similar a Esparta, pero menos rígida. Tenía reyes, pero los suprimió en una época en que Esparta aún los conservaba. Tenía un sistema de castas, pero no tan estricto como el de Esparta.

Argos llegó a la cumbre de su poder bajo Fidón, quien gobernó por el 750 a. C. Bajo su reinado, Argos llegó a dominar la Argólida, además de las costas orientales del Peloponeso y la isla de Citera, frente al extremo sudoriental del Peloponeso. Hasta logró ejercer una importante influencia sobre el Peloponeso occidental. Por ejemplo, en 748 a. C. arrancó a Élide el control de los juegos Olímpicos y presidió los mismos juegos.

Los elianos pidieron ayuda a Esparta, y éste fue el comienzo de una larga y enconada rivalidad entre Esparta y Argos que perduró por siglos. Muy poco se sabe en detalle de lo que siguió, pero Esparta debe de haber ganado, pues los elianos recuperaron su primacía en los juegos Olímpicos y eliminaron de los registros aquel que había presidido Fidón.

Después de la muerte de Fidón, Argos se debilitó y Esparta pudo apoderarse de Citera y de la costa oriental del Peloponeso. Argos quedó limitada a la Argólida y allí vegetó. Los argivos nunca olvidaron que habían tenido la supremacía en el Peloponeso ni perdonaron nunca a los espartanos el haberlos derrotado. Durante siglos, sólo tuvieron una meta: derrotar a Esparta. Se unieron a todos los posibles enemigos de Esparta y jamás tomaron parte en ninguna actividad en la que la conductora fuese Esparta.

A la par que Esparta se expandía hacia el Este, en dirección al mar, también lo hacía hacia el Oeste, quizá, por el estímulo de su ayuda a Élide.

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