Prácticamente, todo lo que le quedó al Imperio Romano de Oriente fue la Grecia continental, Sicilia y una franja de la costa africana. Fue como si Jerjes hubiese renacido y Grecia se encontrase de nuevo a su merced.
En 610, Heraclio ocupó el trono del Imperio. Hizo preparativos durante diez años y luego descargó el golpe. Adoptó la audaz decisión de llevar la guerra a territorio enemigo. Con su flota (los persas no tenían flota), Heraclio llevó un ejército a Isos en 622. Durante los cinco años siguientes fue como un nuevo Alejandro, y atravesó el corazón de Persia derrotando a sus ejércitos. Las provincias perdidas fueron recuperadas en 630.
Pero esas enconadas guerras debilitaron fatalmente a ambas partes. Mientras éstas continuaban, un nuevo profeta, Mahoma, creaba una nueva religión, el Islam, en la península arábiga. Mahoma murió en 632, y los árabes, que hasta entonces no habían desempeñado ningún papel importante en la historia, iniciaron desde su península una serie de conquistas.
Derrotaron a las fuerzas del Imperio Romano de Oriente en Yarmuk, tributario del Jordán, en 636. El Imperio, desgastado, y Heraclio, desalentado, no pudieron hacer frente a este nuevo desafío.
Después de dedicar la década siguiente a derrotar y conquistar el Imperio Sasánida, los árabes se dirigieron a Africa. En 642 tomaron Alejandría y, si algo quedaba de la gran Biblioteca, fue destruido. Por el 670 habían tomado el resto de Africa del Norte.
La conquista árabe borró la capa de cultura griega que se había extendido por Siria y Egipto. El Islam reemplazó en esas regiones al cristianismo, y el árabe a la lengua griega.
Pero la cultura griega no murió. Los árabes experimentaron su fascinación, como había sucedido con los romanos. Los árabes adoptaron la khemeia griega y le dieron el nombre de «alquimia». Tradujeron las obras de Aristóteles, Euclides, Galeno y Tolomeo al árabe, las estudiaron e hicieron sus propios comentarios sobre ellas. Conservaron el saber griego en una época en que casi había sido olvidado en la Europa Occidental bárbara.
En verdad, cuando el saber revivió en Europa Occidental, después del 1000, fue estimulado principalmente por esos mismos libros de la sabiduría griega, que fueron entonces traducidos del árabe al latín.
Lo que quedó del Imperio Romano de Oriente después de la conquista árabe consistía principalmente en la península balcánica, el Asia Menor y Sicilia, Aún se le llamó el «Imperio Romano»; de hecho, así se le llamó hasta su fin, pero su tradición era totalmente griega y, en tiempos de Heraclio, el griego se convirtió en su lengua oficial en lugar del latín.
Los europeos occidentales, durante toda la Edad Media, llamaron al reino gobernado por Constantinopla el «Imperio Griego», justificadamente, Historiadores posteriores comenzaron a llamar al Imperio Romano de Oriente de la época de Heraclio y posteriores el «Imperio Bizantino», de Bizancio, el antiguo nombre de Constantinopla, y éste es el nombre por el que se lo conoce hoy más comúnmente.
El Imperio Bizantino resistió los ataques árabes contra su centro. En 673, los árabes pusieron sitio a Constantinopla y durante cinco años la bloquearon por tierra y por mar, Nuevamente, como en el sitio de Siracusa por romanos, casi cinco siglos antes, fue la lucha de la inteligencía griega contra el valor no griego. El nuevo Arquímedes, según la tradición, era un alquimista llamado Calínico, un refugiado de Siria o Egipto. Inventó una mezcla inflamable que, una vez encendida, seguía ardiendo aunque se la sumergiera en agua. No se conoce la composición exacta de ella, pero es probable que contuviese un líquido inflamable como la nafta, con nitrato de potasio que le proporcionara oxígeno y cal viva, que, al calentarse en contacto con el agua, mantiene la mezcla ardiendo pese a la presencia del agua.
Esta vez, la inteligencia derrotó a la bravura. El fuego griego incendió los barcos árabes y, finalmente, éstos se vieron obligados a levantar el sitio. Los ejércitos bizantinos recuperaron Asia Menor, pero Siria, Egipto y el norte de Africa se perdieron para siempre.
La guerra entre griegos y árabes prosiguió durante cuatro siglos más, pero fue una guerra fronteriza, sin victorias importantes de ninguna de ambas partes, Las únicas pérdidas importantes del mundo griego fueron algunas islas, Por ejemplo, Sicilia fue tomada por fuerzas islámicas procedentes de Africa en 825. La cultura griega llegó a su fin en la isla y en el sur de Italia, después de haber predominado en ellas durante quince siglos (aun bajo los romanos). Posteriormente, Sicilia fue recuperada para la cristiandad, pero por fuerzas provenientes de Europa Occidental, y desde entonces su cultura ha sido la occidental.
Un nuevo peligro surgió en el Norte. Poco después del 700, tribus de habla eslava empezaron a invadir la península balcánica y se establecieron en Tracia y Macedonia. Hubo constantes luchas entre ellas y el Imperio Bizantino. Finalmente fueron derrotados totalmente en 1014, por el emperador bizantino Basilio II. Pueblos eslavos permanecieron en las regiones situadas al norte de Grecia (hasta hoy, de hecho), pero aceptaron la versíón griega del cristianismo y la cultura oriental.
Bajo Basilio II el Imperio Bizantino llegó a la cúspide de su poder, pero, por desgracia, esto no iba a durar mucho.
Las Cruzadas
Alrededor del 1000, un nuevo grupo de nómadas se lanzó hacia el Sur desde Asia Central. Eran los turcos. La tribu particular de turcos que primero se llegó a destacar se consideraba descendiente de un antepasado llamado Selytik, por lo que son conocidos como los turcos selyúcidas. Hicieron estragos en las tierras islámicas, pero adoptaron el Islam como religión.
Con la furia de los conversos, se volvieron sobre el Imperio Bizantino. El emperador de la época era Romano IV. Derrotó a los turcos selyúcidas varias veces, pero en 1071 trabó combate con ellos en las fronteras orientales de su reino y sufrió una desastrosa derrota. Los turcos se volcaron hacia el Oeste y ocuparon el interior de Asia Menor, reduciendo la dominación griega a la costa.
Este fue el comienzo del proceso que barrería la cultura griega en Asia Menor para siempre, convirtiéndola hasta hoy en territorio turco. En efecto, después de 1071, el mundo griego quedó reducido a lo que había sido en los inicios de la Era de la Colonización, dieciocho siglos antes. (Los turcos, dicho sea de paso, llamaron a sus dominios de Asia Menor «Rum», que era su manera de decir «Roma», pues consideraban que habían conquistado el Imperio Romano.)
El Imperio Bizantino se encontró, entonces, en serias dificultades y tuvo que buscar ayuda entre las naciones de Occidente. Lo hizo con gran renuencia, pues los bizantinos consideraban bárbaros y heréticos a los occidentales,
Los occidentales tenían una opinión igualmente mala de los bizantinos y en modo alguno les interesaba salvarlos. Pero les preocupaban los turcos selyúcidas, pues éstos habían arrancado Siria a los tolerantes árabes y maltrataban a los cristianos occidentales que realízaban peregrinaciones a Jerusalén. Por ello, los occidentales estaban dispuestos a responder al llamado bizantino.
El resultado de ello fue un período de doscientos años, a partir de 1096, durante el cual ejércitos occidentales periódicamente marchaban o navegaban hacia el Este para luchar contra los turcos. Estos movimientos son llamados las «Cruzadas», de la palabra latina que significa «cruz», pues los occidentales luchaban por la cruz, esto es, por el cristianismo.
En forma creciente, el Imperio Bizantino (o lo que quedaba de él) cayó bajo la influencia de guerreros occidentales y, más aún, de los comerciantes occidentales, en particular, los mercaderes de Venecia y Génova.
Después del 1000, una cantidad de regiones de Grecia recibieron nuevos nombres de esos mercaderes italianos, y los nombres italianos se hicieron comunes en Occidente. Algunos subsisten aún. El Peloponeso, por ejemplo se convirtió en Morea, de una palabra latina que significa «hoja de mora», porque éste es el aspecto que parece tener el irregular perfil de la península.
Naupacta, la ciudad de la costa septentrional del golfo de Corinto, donde Atenas había antaño establecido ilotas espartanos, fue llamada Lepanto; por consiguiente, el golfo de Corinto se convirtió en el golfo de Lepanto. Asimismo, una ciudad de Creta que llevaba el nombre griego de Herakleion fue rebautizada «Candia» por los comerciantes venecianos, y luego el nombre se aplicó a toda la isla de Creta. Corcira se transformó en Corfú, etc.
Pero los cruzados, aunque ayudaron a los bizantinos a derrotar a los turcos, provocaron un gran desastre para el pueblo griego.
Esto ocurrió porque una banda de cruzados (que constituían lo que ahora se llama la «Cuarta Cruzada») fueron persuadidos por los venecianos (cuyos barcos usaban) a que atacasen Constantinopla, en vez de proseguir hacia Siria. Sin barcos venecianos los cruzados no podían ir a ninguna parte, y después de un poco de reflexión, empezaron a pensar en el botín que podían obtener y manifestaron su acuerdo.
El emperador bizantino de aquel entonces era un hombre sin carácter llamado Alejo IV, que pensaba poder usar a los cruzados en sus querellas privadas. Sencillamente preparó el camino hacia la ruina, y mediante la violencia, el engaño y la traición, los cruzados capturaron la gran capital en 1204.
La tragedia principal fue la siguiente:
Actualmente, la imprenta ha hecho posible que existan miles de ejemplares de cada libro. En los días anteriores a la imprenta, en cambio, aun los libros más importantes existían en unos pocos centenares de copias, pues cada copia debía ser hecha laboriosamente a mano.
Gradualmente, en los desórdenes que siguieron a la decadencia del Imperio Romano, los pocos ejemplares de los libros en los que estaban depositados el saber y la literatura griegos se perdieron. Las muchedumbres cristianas destruyeron una cantidad de ellos. Los bárbaros que se apoderaron del Imperio Occidental destruyeron lo que había quedado de éste. Los ejércitos islámicos barrieron las bibliotecas en lugares corno Alejandría, Antioquía y Cartago, aunque salvaron algunos de los libros científicos más importantes.
En resumen, por 1204 el único lugar donde existía el cuerpo total del saber griego aún intacto era Constantinopla. Pero, como resultado de su conquista por los cruzados, Constantinopla fue saqueada y destruida implacablemente y se perdió para siempre casi todo el gran tesoro del antiguo saber griego. Es a causa de este saqueo, por ejemplo, por lo que sólo tenemos siete obras de las más de cien que escribió Sófocles.
La tragedia de 1204 nunca podrá ser reparada; del maravilloso mundo griego, nunca podremos conocer más que unos pocos fragmentos.
La caída de Constantinopla
Durante dos generaciones, Grecia estuvo dominada por occidentales, que crearon el llamado «Imperio Latino». Al estilo feudal occidental, los caciques importantes se repartieron el territorio. La Grecia del noroeste se convirtíó en el Reino de Tesalónica (cuya capital era la ciudad de Casandro, fundada quince siglos antes). El Peloponeso se transformó en el Principado de Acaya, mientras que el Atica, Beocia y Fócida formaron el Ducado de Atenas.
Pero los griegos no se encontraron totalmente bajo la dominación occidental. Un miembro de la vieja familia real dominaba la Grecia del noroeste y llamó a su dominio el Despotado de Epiro (con una reminiscencia de Pirro).
Un pariente por matrimonio de la familia real creó un reino en el Asia Menor occidental, en tierras reconquistadas a los turcos en el período de las Cruzadas. Su capital fue Nicea, y se lo llamó el Imperio de Nicea. Su territorio fue como una resurección de la antigua Bitinia.
Finalmente, a lo largo de la costa sudeste del mar Negro había una delgada franja de tierra griega, en la que estaban las ciudades de Sinope y Trapezonte, además de unas pocas ciudades griegas que aún sobrevivían en la península de Crimea, al norte del mar Negro. La ciudad de Trapezonte se había convertido en Trebisonda, de modo que el reino fue llamado el Imperio de Trebisonda.
El Imperio Latino nunca fue muy sólido y se encontró en creciente peligro frente a los capaces gobernantes de Epiro. En 1222, el déspota de Epiro conquistó el Reino de Tesalónica, por ejemplo.
Sin embargo, Constantinopla fue de Nicea, no de Epiro. Miguel Paleólogo se hizo emperador de Nicea en 1259. Se alió con los búlgaros y los genoveses y esperó el momento en que la flota veneciana (que custodiaba la Constantinopla latina) estuviera ausente. Entonces, en un golpe de sorpresa, se apoderó de Constantinopla en 1261.
Se convirtió en Miguel VIII, y el Imperio Bizantino fue gobernado nuevamente por griegos. Durante los dos siglos restantes de su historia, todos los emperadores bizantinos fueron descendientes de Miguel.
Pero el Imperio Bizantino sólo era una triste sombra de lo que había sido antes. Epiro y Trebisonda se hallaban bajo gobiernos independientes, mientras Venecia conservaba Creta, las islas egeas, el Ducado de Atenas y buena parte del Peloponeso.
En verdad, Atenas nunca volvió a ser bizantina. Poco después de 1300, una banda de aventureros sin escrúpulos llegó a Grecia desde Occidente. Muchos de ellos provenían de una región de España oriental llamada Cataluña, Por lo que se conoce a dicha banda como la Gran Compañía Catalana. En 1311 lograron apoderarse del Ducado de Atenas, que entonces permaneció bajo la férula de una u otra fracción occidental hasta la derrota final de los cristianos por los turcos.
Por el 1290 había adquirido importancia un nuevo grupo de turcos. Su primer líder destacado fue Osmán, o, en árabe, Otmán. Por ello, sus secuaces fueron llamados turcos osmanlíes o turcos otomanos.
Para 1338, los turcos otomanos se habían apoderado de casi toda Asia Menor, arrasando el territorio que había sido antes el Imperio de Nicea. En 1345, los turcos otomanos fueron llamados a Europa por el emperador bizantino Juan VI, quien buscaba su ayuda contra un rival. Esto resultó ser un colosal error. Por el 1354, los turcos se habían establecido permanentemente en Europa (y aún dominan una pequeña parte del Continente en la actualidad).
Rápidamente, los turcos empezaron a extenderse por la península balcánica. A la sazón, el pueblo predominante de la península eran los servios de habla eslava. Habían construido un Estado fuerte al norte de Grecia, bajo Esteban Dusan, quien comenzó su reinado en 1331. Había conquistado Epiro, Macedonia y Tesalia, y hasta se estaba preparando para atacar Constantinopla.