Los robots del amanecer (41 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Los robots del amanecer
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Cicis enrojeció.

—No se atreverá usted a hacer algo semejante.

—¿De veras? ¿Qué puedo perder con ello? Por otro lado, ¿cómo tomaría eso la opinión pública? Después de todo, los auroranos saben perfectamente que el doctor Amadiro es el segundo experto en robótica después del propio doctor Fastolfe y, si Fastolfe no es responsable del roboticidio... ¿es preciso que continúe?

—Ya sabrá, terrícola, que las leyes de Aurora contra la difamación son muy estrictas.

—Indudablemente, pero si el doctor Amadiro es realmente víctima de una difamación, su castigo será probablemente mayor que el mío. Escuche, ¿por qué no se limita a entregar ese mensaje ahora mismo? Después, si él puede explicar unos cuantos puntos de menor importancia, quizás evitemos todo eso de la difamación, la acusación y demás.

Cicis frunció el ceño y dijo con voz agitada:

—Transmitiré su mensaje al doctor Amadiro y le aconsejaré con todo vigor que se niegue a verle.

La imagen desapareció. De nuevo, Baley aguardó con paciencia mientras Gremionis gesticulaba exageradamente y decía:

—¡No puede hacer eso, Baley! ¡No puede hacerlo!

Baley le hizo un gesto para que se callara. Al cabo de unos cinco minutos (que a Baley le parecieron mucho más), Cicis reapareció con aspecto de estar enormemente irritado.

—El doctor Amadiro ocupará mi lugar dentro de unos minutos y hablará con usted. ¡Aguarde!

Baley respondió al instante:

—No tiene objeto que espere. Pasaré personalmente por el despacho del doctor Amadiro y me entrevistaré con él allí.

Se apartó del círculo gris e hizo un gesto enérgico a Daneel, quien rápidamente interrumpió la comunicación.

Con una especie de gemido ahogado, Gremionis protestó:

—¡No puede hablar de esta manera a los ayudantes del doctor Amadiro, terrícola!

—Pues acabo de hacerlo.

—Hará que le expulsen del planeta en menos de doce horas.

—Si no hago algún progreso en la resolución de este lío, seré expulsado de todos modos del planeta en ese plazo, así que...

—Compañero Elijah —intervino Daneel—, me temo que la alarma del señor Gremionis está justificada. La Asamblea Legislativa Mundial de Aurora no puede más que expulsarte del planeta, ya que no eres ciudadano de Aurora. Sin embargo, las autoridades de aquí pueden insistir en que seas castigado severamente en la Tierra, y allí sin duda accederían. En este caso, no podrían oponerse a la petición de Aurora. Y a mí no me gustaría que te sucediera nada semejante, compañero Elijah.

—Yo tampoco deseo que me castiguen, Daneel —respondió Baley con aire grave—. Sin embargo, debo correr ese riesgo. Señor Gremionis, lamento haber tenido que decirle a ese hombre que llamaba desde su establecimiento. Tenía que hacer algo para convencer a Amadiro de que me recibiera y he considerado que quizá le diera importancia a ese detalle. Después de todo, lo que le he dicho no es más que la verdad.

Gremionis meneó la cabeza antes de responder:

—Si hubiera sabido lo que se disponía a hacer, señor Baley, no le habría permitido llamar desde mi establecimiento. Estoy seguro de que voy a perder mi posición aquí, y —añadió con amargura— ¿cómo va a compensarme usted si eso sucede?

—Señor Gremionis, haré cuanto esté en mi mano para que no pierda su posición. Confío en que no tendrá usted ningún problema. No obstante, si no lo consigo, es usted libre de tacharme de loco, o de decir que le lancé tremendas acusaciones y que le atemoricé con amenazas de difamación hasta tal punto que se vio obligado a dejarme utilizar su aparato de triménsico. Estoy seguro de que el doctor Amadiro le creerá. Después de todo, ya le ha enviado usted un informe quejándose de que le he difamado, ¿no es cierto?

Tras decir estas palabras, Baley levantó la mano en señal de despedida.

—Adiós, señor Gremionis. Gracias de nuevo. No se preocupe y... recuerde lo que le he dicho acerca de Gladia.

Baley salió del establecimiento de Gremionis entre Giskard y Daneel, uno delante y el otro detrás. Apenas advirtió que, una vez más, estaba saliendo al Exterior.

53

De nuevo en el Exterior, las cosas cambiaron. Baley se detuvo y dirigió la mirada hacia lo alto.

—Qué extraño —dijo—. No creía que hubiese transcurrido tanto tiempo, incluso teniendo en cuenta que el día de Aurora es un poco más corto que el normal.

—¿A qué te refieres, compañero Elijah? —preguntó Daneel, solícito como siempre.

—El sol se ha puesto ya. Pensaba que era más temprano.

—No, señor. Todavía no se ha puesto —intervino Giskard—. Faltan casi dos horas para el crepúsculo.

—Es una tormenta que se está formando, compañero Elijah. Las nubes se están espesando, pero la tormenta no se desatará hasta dentro de un rato.

Baley se estremeció. La oscuridad por sí sola no le molestaba. De hecho, en el Exterior, la noche y su apariencia de recinto cerrado resultaba mucho más tranquilizadora que el día, que ensanchaba el horizonte y los espacios abiertos en todas direcciones.

El problema consistía en que ahora no era ni de día ni de noche.

Nuevamente, intentó recordar cómo había sido la otra ocasión en que había visto llover estando en el Exterior.

De pronto, se le pasó por la cabeza que nunca había estado al aire libre bajo una nevada, y que ni siquiera estaba seguro de cómo era una lluvia de agua sólida en forma de cristales. Las descripciones a base de palabras resultaban seguramente insuficientes. Los chiquillos salían a veces a patinar, o a jugar con trineos o cosas parecidas, y regresaban gritando de excitación. Sin embargo, siempre se alegraban de refugiarse nuevamente entre los muros de la ciudad. Ben había intentado cierta vez hacer un par de esquíes siguiendo las directrices del algún libro antiguo, y al final había terminado medio enterrado en el blanco manto. E incluso la descripción que Ben había hecho del aspecto y el tacto de la nieve resultaba inquietantemente vaga e insatisfactoria.

Tampoco en aquella ocasión había nadie en el Exterior mientras caía la nieve, cosa muy distinta a encontrar los copos ya en el suelo, formando una capa. Baley se dijo, al llegar a aquel punto, que el único dato en que todo el mundo estaba de acuerdo era que sólo nevaba cuando hacía mucho frío. Ahora no hacía mucho frío, sólo hacía fresco. La presencia de aquellas nubes no significaba que fuera a nevar. De todos modos, eso sólo le proporcionó un mínimo consuelo.

Aquello no era como los días nublados que Baley había visto algunas veces en la Tierra. En su planeta las nubes eran más ligeras, pensó. Y su color era blanco grisáceo, incluso cuando cubrían todo el firmamento. En Aurora, en cambio, la luz —o lo que quedaba de ella— tenía un tono bilioso, un terrible color amarillento pizarra.

Quizá se debía a que el sol de Aurora era más anaranjado que el de la Tierra.

—¿No es un poco... raro el color del cielo?

Daneel levantó la mirada hacia las nubes y respondió:

—No, compañero Elijah. Es la tormenta que se acerca.

—¿Son habituales estas tormentas?

—En esta época del año, sí. Se producen algunas tormentas eléctricas. El pronóstico meteorológico de ayer, y también el de esta mañana ya la anunciaban, así que no viene de sorpresa. Mañana por la mañana ya habrá pasado y los campos aprovecharán el agua caída. Últimamente el promedio de precipitaciones ha estado un poco por debajo de lo normal.

—¿Y el frío? ¿También es normal?

—Sí, claro... Pero entremos en el planeador, compañero Elijah. Ahí disponemos de calefacción.

Baley asintió y se encaminó hacia el planeador, que estaba posado sobre la hierba en el mismo lugar donde había tomado tierra antes del almuerzo. Antes de subir, Baley se detuvo.

—Un momento. Me he olvidado de preguntarle a Gremionis la dirección del establecimiento de Amadiro. O quizás es su despacho, lo ignoro.

—No es necesario, compañero Elijah —contestó al instante Daneel, poniendo su mano en el codo de Baley y empujándole suave pero inequívocamente hacia adelante—. El amigo Giskard tiene en su memoria un plano detallado del Instituto y nos llevará al edificio de Administración. Es muy probable que el doctor Amadiro tenga su despacho allí.

—Mis informaciones son, en efecto, que el despacho del doctor Amadiro está en el edificio de Administración —asintió Giskard—. Y si, por casualidad, el doctor no está allí sino en su establecimiento, no hay problema porque queda muy cerca.

Baley se encontró nuevamente apretado en el asiento delantero entre los dos robots. Agradeció especialmente la proximidad de Daneel, con su calor corporal semejante al de los seres humanos. Aunque la cubierta exterior de Giskard, confeccionada con un material parecido a la tela, era aislante y no resultaba tan fría al tacto como el metal desnudo, resultaba menos atractiva que la de Daneel, dado lo muy aterido que Baley se encontraba.

Estuvo a punto de pasar un brazo por los hombros del robot humaniforme, buscando un poco más de calor acurrucándose junto a él. Algo confuso, dejó caer el brazo al costado.

—No me gusta nada el aspecto de ahí fuera —comentó.

Daneel, esforzándose quizá por apartar la atención de Baley del Exterior que se veía al otro lado de los cristales, preguntó:

—Compañero Elijah, ¿cómo sabías que la doctora Vasilia había inducido a Gremionis a interesarse por la señorita Gladia? No he visto que tuvieras ninguna prueba al respecto...

—En efecto, no la tenía —contestó Baley—, pero estaba tan desesperado que he decidido echarme un farol o, mejor, apostar por una posibilidad poco probable. Gladia me había dicho que Gremionis era la única persona que estaba lo bastante interesada en ella como para ofrecérsele repetidamente, y he pensado que él podía haber matado a Jander por celos. No creía posible que Gremionis supiera lo suficiente de robótica para hacerlo, pero a continuación me he enterado de que Vasilia, la hija de Fastolfe, también era roboticista y que, además, se parecía físicamente a Gladia. Entonces me he preguntado si Gremionis, a quien sabía fascinado por Gladia, no se habría sentido igualmente fascinado por Vasilia con anterioridad... y si el asesinato no podría ser el resultado de una conspiración ideada por ambos. Ha sido precisamente una referencia indirecta a la existencia de tal conspiración lo que me ha permitido convencer a Vasilia de que me recibiera.

—Pero la conspiración de que hablas no existió, compañero Elijah —replicó Daneel—. Al menos, por lo que se refiere a la desactivación de Jander. Vasilia y Gremionis no hubieran podido llevarla a cabo, aun en el caso de haber trabajado juntos.

—Es cierto pero, a pesar de ello, Vasilia se ha mostrado muy nerviosa ante la sugerencia de que existiese una relación entre ella y Gremionis. ¿Por qué razón? Cuando Gremionis ha reconocido que primero se había sentido atraído por Vasilia, y luego por Gladia, me he preguntado si la relación entre Vasilia y Gremionis no sería más indirecta, si Vasilia no le habría incitado a trasladar sus sentimientos a Gladia por alguna razón relacionada más indirectamente, pero relacionada de todos modos, con la muerte de Jander. Después de todo, tenía que haber alguna relación entre Vasilia y Gremionis: la reacción de Vasilia ante mi primera sugerencia en ese sentido lo demostraba.

»Mis sospechas eran acertadas. Vasilia había hecho que Gremionis pasara de una mujer a la otra. Gremionis se ha quedado asombrado de que yo lo supiera y eso también me ha sido muy útil pues, si esa relación fuera completamente inocente, no habría razón alguna para mantenerla en secreto, y es evidente que en secreto la mantenían. Recordarás que Vasilia no ha hecho la menor mención a haber impulsado a Gremionis a volcar sus sentimientos en Gladia. Y cuando yo he afirmado que Gremionis se había ofrecido a Gladia, Vasilia ha reaccionado como si fuera la primera vez que oyera hablar de ello.

—Pero, compañero Elijah, ¿qué importancia tiene eso?

—Ya lo descubriremos. Me ha parecido que ni Gremionis ni Vasilia le han dado demasiada. Por lo tanto, si la tiene, puede que haya una tercera persona involucrada. Y si el asunto guarda relación con la muerte de Jander, entonces debe de tratarse de un roboticista más experto incluso que Vasilia. Y esa persona puede ser Amadiro. Por eso, cuando le he llamado, he dejado entrever que conocía la existencia de una conspiración señalando deliberadamente que acababa de interro-gar a Gremionis y que estaba llamando desde su establecimiento. Y como habrás podido ver, mi treta ha dado resultado.

—Sin embargo, sigo sin comprender qué significa todo eso, compañero Elijah.

—Yo tampoco lo comprendo, pero he hecho algunas conjeturas. Quizá saquemos algo en claro de Amadiro. Nuestra situación es tan mala que no tenemos nada que perder aventurándonos y dejándonos llevar por intuiciones.

Durante este diálogo, el planeador se había elevado gracias a sus turbinas y había alcanzado una altura considerable. Tras salvar una barrera de arbustos, el aparato aceleró ahora sobre la zona cubierta de césped y de senderos empedrados. Baley advirtió que, en las zonas donde la hierba era más alta, el césped se inclinaba hacia un lado por efecto del viento, como si por encima de él estuviera pasando un planeador invisible y mucho mayor que el suyo.

—Giskard —preguntó Baley—, supongo que habrás grabado las conversaciones que han tenido lugar en tu presencia, ¿verdad?

—Sí, señor.

—¿Y puedes reproducirlas a voluntad?

—Sí, señor.

—¿Puedes localizar y reproducir fácilmente una frase en concreto, pronunciada por una persona determinada?

—En efecto, señor. No es necesario que escuche toda la grabación.

—Y si te necesitara, ¿podrías actuar de testigo en un tribunal?

—¿Yo, señor? No, señor —Giskard mantenía la mirada fija en el suelo—. Dado que se puede hacer mentir a un robot, programándole una orden con la suficiente habilidad, y dado que ni todas las exhortaciones o amenazas de un juez pueden impedirlo, la ley considera muy acertadamente que un robot no es un testigo competente.

—Pero entonces, ¿para qué sirven esas grabaciones?

—Eso, señor, es otra cosa distinta. Una grabación, una vez efectuada, no puede ser alterada mediante una simple orden, aunque puede ser borrada. Por lo tanto, la grabación sí puede admitirse como prueba. No obstante, no existen antecedentes sólidos al respecto y su admisión o rechazo como prueba en un juicio depende de cada caso y de cada juez en particular.

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