Read Muere la esperanza Online

Authors: Jude Watson

Muere la esperanza (5 page)

BOOK: Muere la esperanza
3.68Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

***

El retraso que provocaron los daños del deslizador les hizo aumentar todavía más el ritmo. Las nuevas coordenadas que trajo la sonda robot les sirvieron de incentivo. A la mañana siguiente ya habían llegado a las enormes canteras de piedra de Nuevo Ápsolon, de donde se había extraído toda la roca grisácea empleada para construir la mayoría de los edificios de la capital.

Era un paisaje agreste con vastos picos, desfiladeros y profundas grietas, algunas de ellas llenas de agua.
Un buen lugar para esconderse,
pensó Qui-Gon. Quizás estuvieran acercándose al destino de Balog.

Obi-Wan había permanecido callado durante horas, con el rostro demacrado. Qui-Gon sabía que su padawan se seguía sintiendo fatal por el retraso. Pero ya no le quedaban palabras de consuelo que ofrecerle. Obi-Wan tendría que seguir adelante, como un Jedi. Su padawan sabía que estaba ansioso por encontrar a Tahl, pero lo más probable es que achacara todo el esfuerzo a la larga amistad que le unía con la Jedi. No tenía ni idea de lo unido que estaba el espíritu de Qui-Gon con la seguridad de Tahl. No podía saber lo lleno que tenía el corazón, y lo difícil que le resultaba hablar de ello.

Todo irá bien cuando la encuentre,
se dijo Qui-Gon.
Cuando la vea. Cuando sepa que está bien...

Qui-Gon intentó apartar su mente del futuro. Le preocupaba la frecuencia con la que sus pensamientos regresaban a su reunión con Tahl. Probablemente era por su necesidad de verla sana y salva, pero era peligroso para él recrearse en el futuro, y lo sabía. Balog seguía llevándoles la delantera. Y sólo debía pensar en eso. Su atención debía centrarse en el presente. Estaba distraído y podía perderse algún detalle sobre la marcha. No estaba pensando como un Jedi. ¿Cómo iba a enseñar a su padawan, si él mismo no podía encontrar su centro de paz?

Qui-Gon examinó cuidadosamente el entorno. Sus manos permanecieron fijas en el volante del deslizador. No dejó de avanzar, pero desvió su concentración de la conducción y la proyectó en el paisaje que le rodeaba, con la Fuerza vibrando a su alrededor, presente, como siempre; guiándole, como siempre.

Y entonces lo percibió. Un parpadeo de algo... Peligro, quizá. Quizá llevaba un tiempo percibiéndolo. Quizás estuviera al acecho bajo la superficie de sus preocupaciones. Era una preocupación distinta a la de su angustia por Tahl. Y se centró en ella por completo, examinándola en su mente. Era una perturbación en la Fuerza, una corriente secundaria, una advertencia. Había una energía diferente tras ellos.

Alguien les estaba siguiendo.

No dijo nada a Obi-Wan. Centró toda su atención en la retaguardia, buscando cualquier pista. Siguieron avanzando.

***

Al amanecer estuvo seguro. Ya estaban acercándose a Balog. El último informe de la sonda les confirmó que su capacidad de viajar durante largos periodos sin dormir había resultado muy útil. Balog se había detenido dos veces. La distancia se acortaba. Esta vez, Qui-Gon lo creía porque podía sentirlo.

Pero el hecho de que tenían a alguien siguiéndoles podía impedir su avance. Percibió que les ganaban terreno. Ya estaba cada vez más cerca. Si les alcanzaban y les atacaban, podrían perder un tiempo precioso.

Era hora de decírselo a Obi-Wan.

—Hay alguien detrás de nosotros, siguiéndonos —dijo Qui-Gon cuando volvieron a detenerse para comprobar su posición—. Creo que lo mejor sería dar un rodeo hacia atrás y sorprenderles antes de que ellos nos sorprendan a nosotros. No me gusta tener que retrasarnos, pero a largo plazo va a ser mejor que resolvamos esto.

—Yo no he percibido nada —dijo Obi-Wan, descontento.

—Ha sido un indicio, nada más. Muy débil, pero está aumentando. No te preocupes por el retraso, Obi-Wan. Mira hacia delante. Esto está siendo una lección. Aun en la persecución, tu concentración debe ser como un amplio círculo, que abarque todo lo que tengas alrededor.

Obi-Wan asintió.

—¿Se te ocurre quién podría ser?

Qui-Gon negó con la cabeza.

—No tengo ni idea.

—Podría ser Irini —dijo Obi-Wan—. Parecía muy ansiosa por obtener esa lista.

—También podría ser un compinche de Balog —dijo Qui-Gon—. Si Balog sabe que estamos persiguiéndole, quizás haya pedido ayuda. No quiero emplear la sonda robot para rastrear a nuestro perseguidor. Vamos a tener que hacerlo nosotros mismos.

—Yo estoy listo —asintió Obi-Wan.

Dieron la vuelta, dando un gran rodeo para evitar ser vistos. Qui-Gon señaló hacia delante, a un conjunto de colinas de roca sólida, y le indicó con gestos que tenían que rodearlas. Recordó que ellos habían atravesado aquella zona por la parte central, donde había un desfiladero excavado en la piedra. Tenía el presentimiento de que su perseguidor estaba escondido en esa garganta. Era un buen lugar para tender una emboscada a quien quiera que fuese.

Se deslizaron alrededor del macizo rocoso y se metieron por el pasillo, avanzando a toda velocidad. Ante ellos, Qui-Gon vio las reverberaciones de un veloz deslizador. Hizo un gesto a Obi-Wan, que tiró de su deslizador para elevarlo en el aire. Qui-Gon aceleró todavía más, mientras Obi-Wan le seguía por el aire. A los pocos segundos se encontraban encima del otro transporte.

Su perseguidor miró hacia atrás, sorprendido. Una trenza rubia ondeaba en el viento, chocando contra su mejilla.

Era una de las gemelas, pero, a tanta velocidad, Qui-Gon no sabía cuál de las dos.

La gemela detuvo su deslizador y saltó a tierra. Qui-Gon disminuyó la velocidad. Obi-Wan aterrizó. Mientras ella avanzaba hacia ellos, se dio cuenta de que era Eritha. Se quedó atónito. Alani había sido la más enérgica de las dos. Eritha solía quedarse en un segundo plano. ¿Por qué habría emprendido un viaje tan agitado?

—¡Menos mal que os encuentro! —exclamó—. Llevo días viajando. No sabía cómo alcanzaros. He averiguado quién respalda a Balog. Sé quién es vuestro enemigo.

—¿Quién? —preguntó Qui-Gon.

Eritha titubeó un instante. Apretó los labios en una fina línea, como si no quisiera decir aquellas palabras.

—Mi hermana —dijo.

Capítulo 8

—Alani está en contacto con Balog —continuó Eritha. Las palabras le salían a borbotones—. Escuché una conversación entre ambos por el intercomunicador. No me enteré de dónde se encuentra él, o hacia dónde se dirigía. Tahl está viva, pero él la tiene retenida en ese horrible dispositivo.

Tahl está viva.
Obi-Wan vio el alivio transformando el rostro de Qui-Gon, antes de que su Maestro volviera a centrar toda la atención en Eritha.

—¿Os dais cuenta de lo que significa esto? —gritó Eritha. Se retorció las manos—. ¡Alani me ha estado mintiendo durante todo este tiempo! Me convenció de que Roan estaba detrás de la muerte de nuestro padre. Y estoy segura de que fue ella quien planeó nuestro propio secuestro —prosiguió ella, enfadada—. Por eso se mostró tan fuerte durante aquel mal trago. Cuando nos liberaron, a mí me daba miedo que nos siguieran para matarnos. Y ella no paraba de decirme que no tuviera miedo, que no me preocupara... —la voz de Eritha sonaba disgustada—. Yo pensé que era muy valiente. Y Roan... ¿pudo ser ella la que tramara el asesinato de Roan? ¡No puedo creerlo! Fue tan amable con nosotros. ¡Era el mejor amigo de nuestro padre!

—¿Pero qué persigue? —preguntó Obi-Wan.

—Poder. Quiere gobernar Nuevo Ápsolon —Eritha negó con la cabeza—. Al menos eso creo yo. Balog la respaldará a la cabeza de los Absolutos. No puedo ni creer lo que digo. No puedo creer que no conociera a mi propia hermana. Me siento avergonzada.

—Pero tú no has hecho nada malo —dijo Obi-Wan.

—¿No lo entendéis? Ella es parte de mí. Y yo debería haberlo sabido —la mirada de Eritha era desoladora.

—¿Estás segura de que no oíste nada que delatara la posición de Balog? —le preguntó Qui-Gon con apremio.

Eritha suspiró con tristeza.

—Lo siento. Escuché la conversación por casualidad, pero no mencionaron dónde estaba.

—Gracias por venir a contárnoslo —dijo Qui-Gon—. Has arriesgado mucho. Ahora debes regresar.

—No pienso volver —Eritha apretó la mandíbula con decisión, eliminando la suavidad que la distinguía de su más dinámica y energética hermana.

—Lo siento —dijo Qui-Gon con firmeza—, pero tienes que irte. Obi-Wan y yo vamos a seguir adelante. Y será peligroso.

—No me importa. Mi hermana ha avergonzado a mi planeta. Tengo que restaurar el honor de mi familia. Ella es una Obrera y ha traicionado a los Obreros al formar una alianza con los Absolutos. ¿Os dais cuenta de lo que eso significa? Piensa que por ser hija de quien es, los Obreros la aceptarán sin cuestionarse nada. Mientras estamos aquí hablando, ella intriga para que la Legislatura Unida la nombre Gobernadora Suprema. Y yo sé cómo lo está haciendo... La conozco. No preguntará, ni hará sugerencias. Se mostrará dulce y humilde. Y, de alguna manera, las altas esferas de la Legislatura pensarán que la idea fue suya. Igual que me convenció a mí en su momento de que Roan estaba involucrado en la muerte de Ewane. Por supuesto, los Obreros la apoyarán; para ellos es una heroína por haber sobrevivido a la muerte de nuestro padre.

—Y una vez nombrada, volverá a implantar a los Absolutos y restaurará el antiguo Gobierno. Los Obreros se sentirán pisoteados. No —Eritha se cruzó de brazos—. No regresaré. El espíritu de mi padre está aquí conmigo. Y él sacrificó mucho. Voy con vosotros.

—Eritha, probablemente Balog vaya al lugar donde se encuentran sus seguidores. Y tú no estás preparada para la batalla —dijo Obi-Wan.

—Pues claro que sí —Eritha se echó hacia atrás la capa, dejando ver las pistolas láser y los dispositivos explosivos que llevaba en el cinto—. Tengo una puntería excelente.

—Admiro tu dedicación —dijo Qui-Gon—. Pero...

—Tahl fue una gran amiga para mí cuando la necesité —dijo Eritha, mirando fijamente a Qui-Gon—. No puedo abandonarla ahora. Y te olvidas de que yo he pasado por lo mismo. Fui atrapada en ese dispositivo y sé cómo puede afectarte. Tengo que hacer esto, Qui-Gon.

Qui-Gon abrió la boca para responder, pero, de repente, una explosión hizo saltar las rocas que había a su lado. Los añicos volaron hacia ellos. Tanto Obi-Wan como Qui-Gon saltaron hacia delante para proteger a Eritha. Qui-Gon hizo de escudo con su cuerpo, mientras saltaban al otro lado del deslizador.

—No subáis la cabeza —ordenó Qui-Gon con firmeza—. Me parece que la batalla ha venido hasta nosotros.

Capítulo 9

Su atacante no era Balog. Cuando se disipó el polvo, Qui-Gon y Obi-Wan vieron a un grupo de seres que se mezclaban con el color de las rocas y el barro. Llevaban unimonos grises y tenían la piel del mismo color ceniciento. Iban de roca en roca, intentando acercarse a los Jedi.

Obi-Wan vio un fino rayo de luz atravesando el aire sobre sus cabezas, hacia la pared del desfiladero.

—¡Atrás! —gritó a Qui-Gon y a Eritha.

Saltaron hacia atrás justo segundos antes de que un gran pedazo de roca se precipitara contra el suelo, justo en el sitio donde habían estado ellos.

—Emplean un taladro de vigas para crear aludes de rocas —dijo Obi-Wan.

Qui-Gon miró hacia atrás.

—Lo más probable es que quieran llevarnos a una emboscada.

—¿Qué hacemos? —preguntó Eritha. Tenía el rostro tenso y los ojos abiertos de par en par por el miedo.

Otro rayo chocó contra la pared de roca, y los tres volvieron a saltar, justo a tiempo para evitar otra estremecedora explosión rocosa. Los fragmentos volaron hacia ellos, que se cubrieron las cabezas hasta que el polvo volvió a disiparse.

—Tenemos que elevarnos por encima del alcance del taladro —dijo Qui-Gon, examinando la pared del cañón—. Si podemos subir a la cima, no podrán seguirnos.

—Nuestros lanzacables no alcanzan tanta altura —dijo Obi-Wan—. Tendremos que lanzarlos una y otra vez.

—Y mientras tanto ellos seguirán utilizando el taladro láser —dijo Eritha.

—Creo que es nuestra única oportunidad —decidió Qui-Gon—. No te apartes de mí —advirtió a Eritha.

Ella tembló.

—No te preocupes.

—¡Qui-Gon! ¡Viene nuestra sonda robot! —exclamó Obi-Wan.

—¡Necesitamos un sitio donde ponernos a cubierto! —gritó Eritha, dominada por el pánico. Echó a correr de repente, mientras el taladro láser alcanzaba un punto por encima de sus cabezas.

Las rocas comenzaron a caer, y Qui-Gon saltó hacia Eritha para ponerla a salvo. Obi-Wan les siguió, activando el sable láser para rechazar las rocas que iban hacia la sonda robot.

Qui-Gon agarró a Eritha y se puso a salvo detrás de una pila de escombros. Obi-Wan no tuvo tanta suerte. Llegó pocos segundos tarde y no pudo salvar a la sonda. Una gran roca la aplastó, haciéndola añicos. Obi-Wan apenas tuvo tiempo de darse cuenta de lo que había pasado, antes de ver que una lluvia de piedras se dirigía hacia él. Giró en pleno salto, pero un gran canto le dio en la pierna. Cayó al suelo, volcando todo su peso sobre la pierna.

—¡Quédate aquí! —rugió Qui-Gon a Eritha, cubriendo la cabeza de ella. Corrió hacia Obi-Wan, lo cogió en brazos y, dando un poderoso salto, aterrizó en la seguridad de una nueva pila de escombros creada por el ataque.

—Maestro..., la sonda..., lo siento —Obi-Wan apenas podía respirar. La pierna le latía con fuerza.

Qui-Gon se la acarició con suavidad.

—No está rota. Cuando recuperes el aliento podrás levantarte. Si ves que no puedes, yo te llevaré.

Obi-Wan asintió. Se concentró para aceptar el dolor, para abrirse a la Fuerza y comenzar a curarse.

Ya casi habían llegado al final del desfiladero. Obi-Wan sabía que no iba a poder utilizar el lanzacables para salir del alcance del taladro de vigas. Por la expresión sombría de Qui-Gon, supo que su Maestro ya se había dado cuenta de ello, y que estaba maquinando un nuevo plan.

De repente hubo dos explosiones al fondo del estrecho pasadizo, y un alud de piedras mayor que los anteriores se precipitó hacia ellos. Qui-Gon y Obi-Wan se taparon la cabeza.

Cuando pudieron ver algo a través del asfixiante polvo, comprobaron que el final del cañón estaba bloqueado por una enorme torre de rocas.

—Estamos atrapados —dijo Obi-Wan.

Qui-Gon activó el sable láser.

—Todavía tienen que venir a por nosotros. Y tenemos la protección de las rocas que ellos mismos han creado.

Escucharon un ruido estridente, y una excavadora apareció en el otro extremo del desfiladero. El vehículo se arrastraba hacia ellos lentamente.

BOOK: Muere la esperanza
3.68Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Welcome to Paradise by Carol Grace
Before the Throne by Mahfouz, Naguib
Corrupting Cinderella by Autumn Jones Lake
Los pueblos que el tiempo olvido by Edgar Rice Burroughs
Favors and Lies by Mark Gilleo
The Methuselah Gene by Jonathan Lowe