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Authors: Jude Watson
"Yo me entrego a ti, Tahl" "Yo me entrego a ti, Qui-Gon"
Con estas palabras, dos Jedi reconocieron que los lazos que les unían habían pasado de la amistad al amor.
Pero Tahl fue atraída a una trampa, y Qui-Gon piensa que debería haberlo previsto. Abrumado por visiones oscuras y perturbadoras, Qui-Gon, ayudado por su joven padawan, hará todo lo que esté en su poder para rescatarla antes de que sea demasiado tarde. Pero eso no será fácil en un mundo en el que no se puede confiar en nadie, y todos tienen algo que ocultar.
Jude Watson
Muere la esperanza
Aprendiz de Jedi 15
ePUB v1.0
LittleAngel01.11.11
Título Original:
Jedi Apprentice: The Dangerous Rescue
Año de publicación: 2004
Editorial: Alberto Santos Editor
Traducción: Virginia de la Cruz Nevado
ISBN: 84-95070-15-4
Obi-Wan no dejó de mirar a su Maestro, Qui-Gon Jinn. No le gustaba romper su concentración, pero estaba impaciente por saber lo que le rondaba por la mente.
Estaban sentados en una sala de espera elegante, no muy grande, en la residencia del Gobernador Supremo de Nuevo Ápsolon. Un sable láser yacía en la mesa auxiliar junto a Qui-Gon, que lo miraba fijamente. Cada pocos minutos cogía la empuñadura y la sostenía en la mano. En algún momento llegó a activarla, perdiéndose en el resplandor zafiro. Luego la desactivaba y, aún empuñando la espada, se levantaba para pasear por la sala. Al cabo de un momento se daba la vuelta de repente, volvía a dejar el sable, dando un golpe en la mesa, y se sentaba de nuevo.
El proceso se había repetido ya unas cuantas veces.
Obi-Wan estaba seguro de que su Maestro estaba formulando un plan. La Jedi Tahl había sido secuestrada. Ellos sabían por quién...: Balog, el Controlador en Jefe de Seguridad de Nuevo Ápsolon, pero no sabían por qué, ni adonde se la había llevado. Tahl no había dejado ninguna pista.
Obi-Wan también estaba intentando pensar en cuál era la mejor forma de actuar, pero no había avanzado mucho. Ambos dudaban de que Balog estuviera actuando en solitario, pero no sabían quién podía estar asociado con él. Con aire tranquilo, Obi-Wan esperaba a que Qui-Gon terminara su sesión estratégica interior. Ya lo había experimentado otras veces. Su Maestro se daría la vuelta y le miraría a los ojos. Su mirada sería fija y centrada. Y describiría sucintamente la mejor forma de proceder.
Qui-Gon se giró por fin.
—Debería haber ido a la reunión con ella —dijo tristemente.
Sorprendido, Obi-Wan sólo pudo negar con la cabeza. Qui-Gon jamás perdía el tiempo con lo que "deberían" haber hecho.
—Pero Balog nos dijo que sólo podía asistir un Jedi.
—Debería haberla obligado a abandonar el planeta cuando nos dimos cuenta de que su identidad había sido descubierta.
Tahl había actuado en la clandestinidad, haciéndose pasar por una de los Absolutos, la policía secreta de Nuevo Ápsolon, que ahora se había ilegalizado. Aun así, no se habían disuelto y habían seguido reuniéndose en secreto, acumulando más poder con el paso de los años.
—Pero ella jamás se hubiera ido —Obi-Wan habló pacientemente. No estaba diciendo a Qui-Gon nada que su Maestro no supiera—. Tenemos que contactar con el Templo. Enviarán ayuda.
—De momento no —el tono de Qui-Gon era firme—. Ahora sabemos que hay muchos que odian a los Jedi y desconfían de ellos. Si vienen más Jedi nos resultará más difícil encontrar contactos que nos ayuden. Sobre todo entre los Obreros.
—Pero hay una Jedi desaparecida —dijo Obi-Wan—. Es nuestro deber informar al Consejo.
—Y así lo haremos —le dijo Qui-Gon—, pero primero necesitamos veinticuatro horas. La encontraremos, Obi-Wan. Puedo "sentirla". Sé que está viva. Y sé que encontrará la forma de ayudarnos cuando encontremos su rastro —Qui-Gon volvió a caminar de un lado a otro—. Deberíamos volver a hablar con el ayudante de Balog.
—Ya hemos hablado dos veces con él —le dijo Obi-Wan lentamente—. Ambos sabemos que no tiene nada más que decir.
Sería un poco raro decir a su Maestro que se centrara, porque era algo que Qui-Gon solía decirle a él. Pero a Obi-Wan le dio la impresión de que Qui-Gon tenía que tomárselo con calma. Los pensamientos de su Maestro daban vueltas en torno a algo que no le llevaría a ninguna parte. Obi-Wan podía verlo claramente, porque el propio Qui-Gon le había enseñado a pensar con calma en mitad del pánico, a encontrar la salida.
Y Qui-Gon lo sabía. ¿Por qué no lo ponía en práctica?
Obi-Wan veía la angustia y la desesperación en el rostro de su Maestro, y también algo que le costó un momento reconocer: indecisión. Obi-Wan, sorprendido, se dio cuenta de que Qui-Gon no sabía qué hacer. Y Qui-Gon siempre sabía lo que había que hacer.
Obi-Wan decidió emplear el método de Qui-Gon para ayudar a concentrarse.
Si no sabes hacia dónde ir, repasa lo que sabes.
—Esto es lo que sabemos —comenzó Obi-Wan, aunque sabía que Qui-Gon sólo le escuchaba a medias. Empezaba a preocuparse por su Maestro, y eso distraía su atención de la tarea que les ocupaba—. Hay dos facciones luchando por el poder en Nuevo Ápsolon: los Obreros y los Civilizados. El Gobierno está fragmentado. Antes de que llegáramos a Nuevo Ápsolon, el Gobernador Supremo, Ewane, fue asesinado. Él era un Obrero que estuvo encarcelado durante varios años por los Absolutos. Después de su muerte, su fiel aliado, Roan, fue elegido. Aunque Roan era un Civilizado, había luchado por los Obreros para que tuvieran derechos completos como ciudadanos de Nuevo Ápsolon. Acogió a las gemelas de Ewane, Alani y Eritha; pero ellas seguían temiendo por sus vidas y contactaron con los Jedi para poder salir del planeta.
Qui-Gon se agitó, impaciente.
—Todo eso ya lo sabemos, Obi-Wan.
Obi-Wan siempre se mostraba impaciente cuando Qui-Gon le repetía las cosas. Pero Qui-Gon siempre ignoraba su impaciencia y continuaba hablando. Y ahora le tocaba a Obi-Wan continuar.
—Tahl llegó sola al planeta y se infiltró en los Absolutos disueltos, que seguían realizando operaciones clandestinas. Cuando llegamos, Alani y Eritha habían sido secuestradas. Roan desapareció para pagar la recompensa y fue asesinado. Poco después, las gemelas fueron liberadas, lo que nos hizo pensar que Roan había sido el verdadero objetivo durante todo ese tiempo. La identidad Jedi de Tahl fue descubierta, pero consiguió escapar. Acudió a una reunión organizada por Balog para negociar la paz entre Obreros y Civilizados. Sólo sabemos que dicha reunión no se ha celebrado. Balog mintió para poder secuestrar a Tahl. La pregunta es por qué. Balog era un Obrero. No me parece lógico que secuestre a una Jedi.
—En este planeta puede pasar cualquier cosa —dijo Qui-Gon, sombrío y metiéndose el sable láser de Tahl en el cinto.
—Otra pregunta es si el secuestro de Tahl está relacionado con el de las gemelas —prosiguió Obi-Wan—. ¿Fue Balog responsable de ambos? Si así fuera, es bastante probable que también lo fuera del asesinato de Roan. Irini nos dijo que los Obreros pensaban que la persona detrás del secuestro de las gemelas pertenecía al círculo próximo al Gobernador Supremo. Pero ¿por qué Balog?
La mirada de Qui-Gon era clara.
—No conocemos la respuesta a ninguna de estas preguntas —dijo—. Pero lo que está claro es que todo está relacionado. El asesinato de Ewane, el asesinato de Roan, el secuestro de las gemelas... Y ese alguien, o la organización que sea, está detrás de esto. Quieren poder.
—¿Y el secuestro de Tahl es para ellos una forma de obtener poder? ¿Cómo?
—Descubrir las respuestas nos llevará más de un día, y es un tiempo que no tenemos. Tenemos que encontrar a Tahl antes —Qui-Gon se volvió hacia Obi-Wan—. ¿Qué método utilizaban habitualmente los Absolutos para mantener a raya a los Obreros?
—Las sondas robot —respondió Obi-Wan al cabo de un momento—. Las sondas de Nuevo Ápsolon están tecnológicamente muy avanzadas. Podrían realizar un seguimiento del sujeto y dejar inconsciente o matar a la víctima. La información vital de todos los Obreros está archivada, y, con esa información, una sonda robot podría ser programada para buscar a una persona específica... —Obi-Wan se levantó lentamente—. Claro. Balog es un Obrero. Si pudiéramos encontrar su ficha...
—Y una sonda robot —terminó Qui-Gon.
Una voz suave se oyó tras ellos.
—Pero ahora son ilegales.
Era Alani. La delgada chica de dieciséis años estaba de pie en la puerta, vestida con una sencilla túnica y con el pelo dorado trenzado y prendido alrededor de la cabeza. Tenía unas ojeras enormes. Las gemelas se habían quedado despiertas, llorando a Roan, y la noticia de la desaparición de Tahl había sido devastadora para ellas. Tahl y las gemelas tenían una relación especial.
Entró en la habitación.
—No pretendía fisgonear. Quería saber si os puedo traer algo de comer.
—Casi mejor preferimos una sonda robot —dijo Qui-Gon.
—Quizá pueda ayudaros con eso también —dijo Alani—. Al menos conozco a alguien que puede encontrar una. Lenz.
—Lenz —dijo Obi-Wan, repitiendo el nombre. Lenz había estado entre los Obreros en una reunión secreta en la que Qui-Gon y él estuvieron espiando.
—Él es líder de los Obreros —dijo Alani—. Os dirá que no sabe cómo conseguirlo, pero es mentira. Decidle que vais de mi parte.
—¿Lo conoces bien? —preguntó Qui-Gon.
—Lenz nos acogió cuando nuestro padre fue encarcelado —dijo Alani—. Así que sí, le conozco bien. Ya no estamos en contacto, pero os ayudará si yo se lo pido. El problema va a ser encontrarlo. Está en constante movimiento.
—No tenemos tiempo que perder —dijo Obi-Wan con frutración. ¿También necesitarían una sonda robot para encontrar a Lenz?
Alani frunció el ceño, pensativa.
—Irini sabrá cómo encontrarlo. Ahora mismo estará en su trabajo, en el Museo de los Absolutos.
Los Jedi conocían a Irini. Pero eso no significaba que estuviera dispuesta a ayudarlos. Era una líder importante del movimiento Obrero, y dejó claro que no consideraba a los Jedi sus aliados. Ellos sospechaban que ella había intentado matarles cuando llegaron a Nuevo Ápsolon, pero no podían recurrir a nadie más.
Había sido una época de gran confusión para Qui-Gon. Como si la temperatura de su cuerpo hubiese aumentado, como si tuviera una fiebre constante. Había estado inquieto e irritable. La meditación profunda había sido difícil de mantener. Cansado de esperar una misión que le distrajera, se había llevado a Obi-Wan a una excursión de supervivencia a Ragoon-6, esperando que la disciplina calmara su cuerpo y su mente. Pero no fue así.
Tuvo la primera visión en Ragoon-6. Vio a Tahl en apuros. En su visión, él la cogía en brazos. Su cuerpo era sumamente frágil. Y él sentía impotencia y miedo.
Cuando regresó al Templo, ansioso por reencontrarse con ella, descubrió que Tahl estaba a punto de marchar en misión a Nuevo Ápsolon. Qui-Gon no podía interferir. Pero cuando ella se fue, él volvió a tener aquella inquietante visión. Y supo que ella corría peligro, que le necesitaría. Y sabía que ella se resistiría a pedir ayuda.
Y Qui-Gon no necesitaba que Yoda le dijera que las visiones no podían servir como orientación para actuar. No escuchó al Consejo cuando le advirtieron que esperara. Fue a Nuevo Ápsolon, arrastrado por un impulso que no podía entender. Tenía que seguirla.
Pero lo más importante no había quedado claro. ¿Por qué habían llegado a él las visiones de Tahl en peligro? ¿Por qué le habían perseguido, le habían arrastrado? ¿Por qué, de repente, la visión de ella le resultaba a la vez irritante y tranquilizadora?
Entonces, en un momento cegador, recibió la respuesta. Sintió una impresión tan profunda que fue como si su cuerpo no la pudiera contener. Se dio cuenta de que no sólo era un Jedi, sino un hombre. Y aquella fiebre constante era Tahl.
El valor era algo en lo que un Jedi no pensaba. Era simplemente la voluntad de hacer las cosas bien. Era la disciplina de seguir adelante. Qui-Gon nunca tuvo que hacerlo como un esfuerzo consciente: siempre había estado ahí, listo para él. Pero le abandonó cuando pidió hablar con Tahl a solas.
Y abrió su corazón como sólo un hombre tranquilo sabe hacerlo. Empleó pocas palabras. El tiempo que ella tardó en responder pareció interminable. Entonces dio un paso adelante, le tomó de la mano y le juró su amor. Tendrían una única vida, juntos, dijo ella.