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Authors: Jack Vance

Tags: #Ciencia ficción

Rhialto el prodigioso (20 page)

BOOK: Rhialto el prodigioso
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Um-Foad hizo la señal para que todos volvieran a su trabajo.

—¡Todos a sus palas; que el trabajo se reanude con redoblado esfuerzo! ¡Atended bien a las palabras de Rhialto!

Un momento más tarde Um-Foad llevó a Rhialto a un lado.

—Puesto que se ha suscitado el tema, puedes pagarme ahora un anticipo de diez zikkos de oro por los gastos habidos hasta el presente, más otros cinco zikkos por el permiso de excavación. Digamos veinte zikkos de oro en total.

—Cinco bastarán.

Um-Foad aceptó al fin las monedas.

—Una de tus frases me ha sorprendido. Hablaste a los trabajadores de «un zikko de oro, en auténtica moneda». ¿Qué quisiste dar a entender empleando la palabra «auténtica»?

Rhialto hizo un gesto negligente.

—Sólo era una forma de hablar; una especie de hipérbole si lo prefieres…, para expresar nuestra reverencia a esa moneda de oro.

—Un interesante uso —dijo Um-Foad—. Claro y recomendable… ¡Hey! ¿Quién es ese extraño personaje que se pasea por mi propiedad con la misma tranquilidad que Pululias, el Amigo de los Robles?

Rhialto miró a su alrededor y vio a un hombre alto y apuesto de rizos castaños y graciosos modales inspeccionando de forma casual la excavación.

—Conozco ligeramente a ese caballero —dijo—; probablemente ha venido a presentar sus respetos. ¡Hache-Moncour! ¿No estás un poco lejos de tu territorio habitual?

—Sí, en cierto modo. —Hache-Moncour se apartó del agujero y se acercó—. El excelente Sarsem mencionó que estabas pasando el rato por estos parajes, y puesto que me pillaban de camino en unos asuntos que debo resolver decidí hacer una parada para presentarte mis respetos. Has cavado un magnífico agujero ahí, aunque no puedo adivinar su finalidad en este desolado paisaje.

—Rhialto es un famoso sabio y recolector de antigüedades —dijo secamente Um-Foad—; y este terreno, que estás utilizando de una forma tan liberal, es de mi propiedad.

—Debes disculparme la invasión. ¡Te envidio una propiedad tan notable! Rhialto es efectivamente un estudioso de gran fama…, ahora debo irme. Ha sido una agradable charla.

Hache-Moncour se dirigió hacia la parte de atrás de la casita de Osherl y desapareció de la vista.

—¡Un tipo de lo más curioso! —declaró Um-Foad—. ¿De veras no formas parte de su círculo de amistades íntimas?

—Sólo es un conocido.

Desde detrás de los shairo que flanqueaban la casita de Osherl flotó una burbuja casi invisible. Rhialto la observó con el ceño fruncido mientras derivaba hasta situarse sobre el agujero y se inmovilizaba encima.

—De todos modos —dijo Rhialto, Hache-Moncour es un hombre de sensibles percepciones y muy extraordinarios talentos.

—Sus pies fueron notablemente rápidos cuando apunté la posibilidad de pagar por haber invadido mi propiedad. Sí, ¿qué tenemos aquí?

Uno de los excavadores se había acercado con un bol de tierra cocida.

—¡Rhialto, aquí está la linterna! Reclamo tu recompensa.

Rhialto examinó el objeto.

—Esto no es una linterna; es un bol infantil para gachas, sin duda arrojado por la borda de un barco en el transcurso de una rabieta. Observa las ingenuas escenas pintadas en la base del bol. Aquí tenemos a un flantic volando hacia su guarida con un bebé aferrado entre sus garras. Aquí un langomir devora a un niño algo más crecido, mientras en ese lado, a bordo de esa otra nave, una niñita es arrastrada por encima de la borda por un monstruo marino con cabeza de papagayo. Un hallazgo interesante, pero que no es ni la linterna ni un fragmento del rayo de hielo azul.

Rhialto tendió el bol a Um-Foad, luego miró casualmente a su alrededor y observó que la burbuja había derivado hasta situarse directamente sobre sus cabezas.

Una hora después del anochecer, con una leve franja color caqui colgando todavía en el horizonte, Rhialto llevó a Osherl a un lado.

—¿Quién está observando desde la burbuja flotante? ¿Es Sarsem?

—Sólo es un madling, con un ojo iluminando una sección de la visión de Hache-Moncour, de modo que éste pueda ver todo lo que transpira.

—Atrápalo con una red y mételo en una caja, para que Hache-Moncour pueda disfrutar de una merecida noche de descanso.

—Como quieras… Ya está hecho.

—¿Y quién nos vigila ahora, y quién nos escucha?

—Nadie. Estamos solos.

—Osherl, me pregunto por qué persistes en tus engaños.

—¿Qué ocurre esta vez? —murmuró Osherl con tono sobresaltado.

—Hoy fue extraído un bol del agujero. Fue arrojado al mar Santune en una época anterior a aquella en que fue perdido el Perciplex: eso al menos deduzco por el estilo de la nave pintada en él y por la forma, así como por las especies animales reflejadas en sus decoraciones. En consecuencia, hemos rebasado ya el estrato que debía con tener el Perciplex. ¡Pese a lo cual el Perciplex no ha aparecido! ¿Cómo explicas eso?

—Admito que es una curiosa situación —dijo Osherl con tono sincero—. Vayamos a examinar el agujero.

—Trae una luz.

Osherl y Rhialto se dirigieron a la excavación y miraron por el borde, con sus luces iluminando el fondo.

—¿Ves ahí? —dijo Osherl, señalando con un rayo de luz una zona lateral, cerca de la circunferencia, que había sido cavada al menos medio metro más profundo que la zona central—. Ese es el lugar donde fue hallado el bol: en una sección más honda del agujero. ¿Estás satisfecho ahora?

—Todavía no. Si ese nivel es anterior al Perciplex, y todos los demás niveles no han dado nada, entonces el Perciplex tiene que hallarse en ese pequeño montículo de tierra en el centro mismo del agujero.

—Así parece.

—Bien; entonces, ¿a qué estás esperando, Osherl? Baja al agujero, toma una pala y cava, mientras yo sostengo la luz.

Una figura brotó rápidamente de la oscuridad.

—¿Osherl? ¿Rhialto? ¿Por qué estáis iluminando mi agujero? ¿No es éste un acto poco acorde con nuestro contrato? ¿Por qué esta noche precisamente actuáis de esta forma?

—Una noche es parecida a cualquier otra —dijo Rhialto—. ¿Te molesta que salgamos a pasear en la oscuridad para respirar un poco de aire fresco?

—¡Por supuesto que no! De todos modos, ¿por qué vais equipados con luces potentes?

—Obviamente para no caer en agujeros y excavaciones. Y, como puedes observar, las luces nos han servido bien. ¡Cuidado aquí, Osherl! ¡Ilumina hacia atrás con tu luz! ¡Estás a punto de tropezar con un arbusto espinoso!

—Hay que ir con mucho cuidado —dijo Osherl—. Rhialto, ¿ya has tomado suficiente aire fresco por hoy?

—Sí. Buenas noches, Um-Foad.

—¡Un momento! Quiero que me pagues otro adelanto a cuenta de nuestra deuda.

—Um-Foad, ¿siempre trabajas con unos márgenes tan angostos? Aquí tienes cinco zikkos de oro. Conténtate por un tiempo.

Por la mañana, Rhialto estuvo desde primera hora junto al cedazo, inspeccionando con sumo cuidado cada palada de tierra extraída del agujero. Um-Foad se dio cuenta de la atención de Rhialto y empezó a moverse incesantemente de una a otra parte, apartando a menudo a un lado a Rhialto para poder ser él el primero en examinar una nueva palada. Los trabajadores se dieron cuenta de la distracción de Um-Foad y relajaron sus esfuerzos hasta el punto que la tierra empezó a llegar al cedazo a intervalos cada vez más largos. Finalmente Um-Foad se dio cuenta de la situación: corrió al borde del agujero y arregló el asunto. Los trabajadores, sin embargo, habían perdido parte de su celo. Yaa-Yimpe, quejándose a la vez de escalofríos y de espasmos lumbares, se negó a trabajar bajo lo que consideraba condiciones inaceptables de Rhialto. Salió del agujero y regresó al poblado.

Algo más tarde, un joven llegó corriendo del poblado y se acercó a Rhialto.

—Yaa-Yimpe está algo sordo; no entendió que ofrecías buenas monedas de oro a cambio de un fragmento del rayo de hielo azul. Ahora quiere informarte que hoy encontró un trozo de esa materia. Puedes pagarme a mí la recompensa: soy su nieto. Yaa-Yimpe está demasiado cansado para venir personalmente, y además está preparando una fiesta. —El joven, nervioso por la ansiedad, tendió la mano, con unos brillantes ojos redondos y una sonrisa dentona.

—Primero debo inspeccionar el fragmento de rayo de hielo azul, para comprobar su calidad —dijo crispadamente Rhialto—. Llévame con Yaa-Yimpe.

El joven frunció el ceño.

—No desea ser molestado con detalles; dame ahora las monedas de oro, junto con mi gratificación.

—¡Ni una palabra más! —retumbó Rhialto—. ¡Al poblado, ahora mismo!

El joven condujo hoscamente a Rhialto a una casa donde ya se estaban preparando las celebraciones en honor de Yaa-Yimpe con ocasión de su recompensa. Grandes trozos de carne giraban en el espetón, y habían sido descorchadas algunas botellas de vino. Sobre una plataforma, a un lado, seis músicos tocaban tankles, gigas y tirenas para los invitados.

Mientras se acercaban, Yaa-Yimpe en persona, llevando solamente unos amplios pantalones cortos, salió de la casa. La concurrencia se puso a aplaudir y los músicos emprendieron un aire rítmicamente alegre. Yaa-Yimpe se puso a bailar un saltarello, alzando mucho las piernas, dando un salto hacia delante, otro hacia atrás, mientras su oronda barriga se agitaba al ritmo de la música.

En su fervor, Yaa-Yimpe saltó sobre una mesa para bailar una endiablada danza folklórica agitando mucho los brazos y dando grandes golpes en la mesa con los pies. El Perciplex colgaba de su cuello, atado por su parte central con una cuerda. Yaa-Yimpe se dio cuenta de pronto de la presencia de Rhialto, saltó al suelo.

—Me alegra descubrir que tus dolencias han desaparecido —dijo educadamente Rhialto.

—¡Cierto! ¡Observa el rayo de hielo azul! Puedes darme ahora los veinte zikkos de oro.

Rhialto tendió la mano.

—Inmediatamente, pero déjame examinar primero el prisma.

Hache-Moncour dio unos pasos desde un lado.

—¡Un momento! ¡Es más apropiado que yo me haga cargo de la custodia de este objeto! ¡Aquí tienes, señor. ¡Tus veinte zikkos de oro! —Hache-Moncour depositó las monedas sobre la mano tendida de Yaa-Yimpe, agarró el Perciplex y volvió a retirarse a un lado.

Rhialto hizo un convulsivo movimiento hacia delante, pero Hache-Moncour exclamó:

—¡Retrocede, Rhialto! ¡Debo examinar la autenticidad de este objeto! —Alzó el prisma a la luz—. Como esperaba: ¡una desvergonzada imitación! Rhialto, hemos sido engañados! —Hache-Moncour arrojó el prisma al suelo, apuntó con su dedo; el objeto estalló en un centenar de gotas de fuego azul y desapareció.

Rhialto se quedó contemplando, desconcertado, el chamuscado suelo. Hache-Moncour dijo con voz suave:

—Busca en otro lado, Rhialto, si lo crees conveniente; ¡tu trabajo es realmente útil! Si descubres otra flagrante falsificación, o si sospechas algo, no dudes en volver a llamarme solicitando mi consejo. Buenos días. —Hache-Moncour desapareció tan rápido como había venido, dejando a Yaa-Yimpe y sus invitados mirando con las bocas abiertas.

Rhialto regresó lentamente a la excavación. Osherl estaba de pie frente a su casita, contemplando pensativo el cielo. Shalukhe la Nadadora permanecía sentada con las piernas cruzadas sobre una alfombra ante el pabellón, comiendo uvas. Um-Foad se acercó a la carrera desde la excavación.

—Rhialto, ¿qué son todos esos rumores?

—No tengo tiempo para rumores —dijo Rhialto—. De todos modos, puedes interrumpir la excavación.

—¿Tan pronto? ¿Qué hay de la linterna del rey de las Nubes?

—Empiezo a pensar que se trata de un mito. Debo regresar a estudiar mis referencias.

—En ese caso, exijo la liquidación de lo que me debes.

—Por supuesto —dijo Rhialto—. ¿A cuánto asciende?

—No he preparado ningún documento formal. La cantidad, sin embargo, es de cincuenta y dos zikkos de oro.

—¡Absolutamente exorbitante! —exclamó Rhialto—. ¿No has calculado mal?

—Incluyo el uso y disfrute de mis tierras, de día y de noche; el coste del trabajo, tanto de cavar como de volver a llenar el agujero; volver a dejar el lugar en condiciones y replantarlo; mis propios honorarios como supervisor y consultor; los honorarios de algunos funcionarios civiles; impuestos y…

Rhialto alzó una mano.

—Ya has dicho más de lo que quería oír. Por mi parte sólo deseo el bol para gachas, como recuerdo.

El bigote de Um-Foad se tensó.

—¿Lo dices en serio? ¡Es una valiosa antigüedad, vale al menos diez zikkos!

—Lo que tú digas.

Um-Foad fue en busca del bol para gachas y se lo tendió a Rhialto.

—Ahora mi dinero, y que no haya errores en la cuenta. Rhialto le tendió un saquito. Um-Foad contó satisfecho el contenido. Se puso en pie.

—¿Debo suponer que abandonas el lugar?

—Tan pronto como pueda.

—A partir de medianoche, si sigues aquí, deberás volver a pagar —dijo Um-Foad. Hizo un seco signo de despedida, luego se dirigió al agujero y llamó a los trabajadores, y el grupo regresó al poblado.

El sol color rojo geranio flotaba bajo en el cielo occidental. Con el cese de actividades el lugar parecía anormalmente tranquilo. Rhialto se detuvo contemplando el agujero. Shalukhe la Nadadora reposaba en la alfombra delante del pabellón. Osherl se detuvo a la entrada de su casita, contemplando el paisaje con una expresión ligeramente soñadora.

Rhialto lanzó un profundo suspiro y se volvió a Osherl.

—Bien, estoy esperando lo que tengas que decir.

Los ojos de Osherl se desenfocaron.

—Oh, sí… Me alegra oír que Yaa-Yimpe ha recobrado la salud.

—¿Eso es todo? Te muestras curiosamente tranquilo. ¿No tienes nada que decir acerca del Perciplex?

Osherl se rascó la mejilla.

—¿No llegaste a un acuerdo con Yaa-Yimpe?

—¿Por qué debería molestarme, cuando tenía en su poder una versión del Perciplex patentemente falsa?

—¿De veras? ¿Cómo puede Rhialto hacer una afirmación tan categórica, cuando nunca hasta ahora ha puesto sus manos sobre el objeto?

Rhialto agitó tristemente la cabeza.

—Mi querido amigo, tú mismo certificaste el objeto como una falsificación cuando permitiste que fuera encontrado en el mismo estrato que el bol para gachas.

—¡En absoluto! Tú mismo viste como la zona del bol para gachas estaba mucho más profunda que el montículo central que contenía el Perciplex.

—Exacto: el mismo nivel, cuando hubieran debido estar separados como mínimo por dos metros.

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