Sangre en el diván (16 page)

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Authors: Ibéyise Pacheco

Tags: #Ensayo, Intriga

BOOK: Sangre en el diván
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Todavía era rector cuando el gobierno de Lusinchi. Muy desacreditado Lusinchi por los tragos y por Blanca Ibáñez. En una oportunidad me llamó para ofrecerme el Ministerio de Educación. Él había quedado impresionado con mi actuación en las reuniones del Consejo Nacional de Universidades. Después lo veía, no tanto como psiquiatra, pero de alguna manera lo ayudaba con los tragos, de llamarlo, o intervenir en una reunión más de una vez, y decir, no le sirva más whisky a ese hombre.

Y empezaron de todos lados a pedirme que me lanzara a la presidencia. Me lo pidió Escovar Salom, Uslar Pietri, Luis Beltrán Prieto Figueroa, la gente del MAS que estaba con Teodoro y conmigo, me dio como vergüenza decirles que no. Les pedí que contrataran una encuesta a Gallup, la de mayor prestigio de la época, y dupliqué al siguiente candidato. En Valencia, Maracaibo, Caracas, ¿qué iba a hacer pues? No era que tuviera un entusiasmo especial por eso. Yo hubiese deseado no ganar la encuesta, te lo confieso, pero ya tenía un compromiso. Los que me propusieron, me financiaron. Yo despachaba desde las oficinas de Reinaldo Cervini. Para mí fue doblemente interesante porque yo no conocía a Venezuela y la conocí, a su gente, y lo segundo, conocer las direcciones de los partidos políticos.

Andrés Velásquez siempre andaba muy sólito, y yo en cambio con un montón de gente. Yo intentaba ayudarlo. Fuimos candidatos contra Carlos Andrés Pérez y Eduardo Fernández. También fue candidato Teodoro, quien me pidió que me retirara. Y nos encontramos más de una vez en los aviones, en los aeropuertos. Una vez en Acarigua, había como 400 invitados y estábamos tres para debatir, Carlos Andrés Pérez, Eduardo Fernández y yo. Les di una clase de Edafología, el estudio de los suelos, una cátedra fundamental de la Facultad de Agronomía y Veterinaria. Recuerdo que les expliqué a todos lo que era Edafología. Hubo un break donde los asistentes hacían preguntas, me paro al baño, y me encuentro a CAP y Eduardo que me dicen: «Chirinos aquí vinimos a buscar votos y plata». Eduardo un poco más educado. La varilla que les eché, es que apenas salí del baño, se lo conté al público. Les dije, no sé cómo estos tipos que están aquí pueden ser candidatos presidenciales. Los 400 invitados me sacaron en hombros.

No me acuerdo del resultado electoral finalmente, pero yo sabía que ganaba, lo que sucede es que el acta mata voto era lo más frecuente. Te cuento lo siguiente, una vez en Caripe en una cena durante la campaña, se me acerca un dirigente de Acción Democrática y me dice, «mire doctor Chirinos yo lamento que usted esté en esto porque quien debería ser el presidente de Venezuela es usted, pero lamentablemente aquí todos los votos por instrucciones nuestras, tenemos que dárselos a Pérez». Abrió la maleta del carro y tenía un poco de billetes. Yo sí gané. No denuncié fraude porque a quién le iba a reclamar, ¿al Consejo Supremo Electoral? Mi campaña fue muy frontal, y AD y Copei me habían presionado para que retirara mi candidatura. Tenían miedo de que el acta mata voto no funcionara. Yo había renunciado al rectorado para ser candidato. Esperé que mi período terminara y mi discurso fue muy lindo. Fue en el 88, dije, bueno señores, de aquí yo salgo para la candidatura presidencial porque me lo han impuesto personajes importantes. Y entonces el jefe de audio de la universidad me ha puesto en el parlante mi discurso a Rómulo Gallegos cuando le dimos el
Honoris Causa.
Esa vez tuve que improvisar, yo tan ocupado con 20 mil casos. Los oradores éramos Mariano Picón Salas, Gallegos y yo, y De Venanzi, por supuesto. Siempre he tenido muy buena memoria, sí. A partir de allí, Gallegos se convirtió en mi admirador. Me insistió en que yo tenía que escribir, publicar, me corrigió textos que yo nunca publiqué.

Otra experiencia interesante es cuando yo creo la escuela Razzetti. Pablo Neruda era íntimo amigo de Mata, De Gregorio y llegaba a la casa de Mata, y como yo siempre he tenido vocación por la literatura y me sabía de memoria los poemas de Neruda, se los recitaba y él entusiasmado, me insistía en que escribiera. Yo tuve dos grandes estimulantes para escribir, Pablo Neruda y Rómulo Gallegos. Tuve ese par de maestros que me incitaban a la pluma.

Todo me fue creando un escepticismo hacia la política. Los políticos no son honestos, son muy manipuladores. Después de mi candidatura me sobraron ofertas de todo tipo y nunca quise aceptar ninguna. De embajador, hasta ministro de la época ésa, de Carlos Andrés Pérez; ni le respondía la llamada. Como no le contesto a Chávez, pues. A cada rato me llama y yo ni le atiendo, ni le respondo. Pero no quiero hablar de política.

En el 98 acepto reunirme con Chávez cuando Miquilena me dice que él estaba interesado en conocerme. Entre el 88 y el 98 yo estaba dedicado a ser profesor, a mi consulta, mi escritura, lectura. Yo fundé El Cedral en Altamira cuando era rector. Con el psiquiatra Franzel Delgado tuve un pleito serio. Hoy por cierto revisando los cajones encontré una carta dirigida a Franzel muy dura porque yo siempre he criticado a los psiquiatras que hablan mal del presidente en lo que respecta a su personalidad. Eso de que, «él tiene una lesión en el temporal izquierdo», bueno, otra cosa es que digan que Chávez es impulsivo, o lo que sea que es, emocional, inestable, narcisista, que lo es, calificativos que el vulgo en general podría hacer, pero un diagnóstico técnico, eso no.

Vuelvo a la política entonces, cuando Miquilena y la gente que todavía era de izquierda, porque yo nunca dejé de serlo, me llaman, y Chávez me dice, «yo lo admiro, es el hombre que yo necesito, un gran intelectual». Era un Chávez modesto, bastante modesto, no el Chávez de ahora. No sé si te conté que yo traje a Fidel a Venezuela y lo estimulé para que hablara con Betancourt. Fidel le dijo, «encabece la revolución en América y yo soy su segundo». Yo seguía esa militancia ideológica. Y Chávez es La Habana. Me ha invitado a reuniones de él con Fidel y no he querido ir. Te advierto una cosa, que yo fui a una reunión donde estaban Fidel, Allende, el Che Guevara y Fabricio Ojeda. Estábamos en Palacio, en Chile, y Allende dice a Chávez, mire mi comandante yo le voy a decir algo, había perdido antes y venían las otras elecciones y era muy probable que ganara, y le dice, «mire comandante, yo le voy a demostrar a usted que es posible llegar al poder por la vía electoral porque voy a ser presidente de Chile», y la clase brillante de Fidel, excepcional, muy superior a Chávez y dice, «el problema no está en llegar al poder, sino en ejercerlo y para eso, usted necesita el aparato militar. Si no lo tiene, enseguida lo derrocan. En cambio en Venezuela una guerrilla en la montaña, es un embrión de Estado».

Entonces me incorporo a la campaña de Chávez. Buenas relaciones con él y Marisabel. Muchas veces vinieron aquí, y lo que más me entusiasmó es que me dijo, «yo voy a elaborar una Constitución, voy a llamar a una Asamblea Constituyente». Entonces me pareció un tipo democrático. Un hombre con muy buenas intenciones y un hombre cercano a Fidel.

En La Habana muchas veces por petición de Fidel, íbamos Allende y el Che a hablar con los grupos de prostitutas y marginales a ver cómo los incorporábamos a la revolución. ¿Te acuerdas que la Constituyente se eligió por parejas? Para colmo, Chávez me pide que me elijan con su mujer. Yo fui electo con Marisabel. Sé que gané así, de calle. Por presión de todos los constituyentes acepté a presidir la Comisión de Cultura, Ciencia y Deporte. Todos los artículos sobre eso, son autoría mía. Todo eso lo escribí yo. El hombre más admirado para mí era Hermann Escarrá, por cierto que desde la infancia tiene problemas con su hermano. A él todo el mundo le prestaba atención porque de la Constitución sabe. Se hizo muy amigo mío. El otro fue Maza Zavala.

Acerca de mis hijos. La primera hija nació porque una vez salgo del Colegio de Ingenieros en Los Caobos y una dama egresada de la escuela de Psicología me dice, «¿profesor usted va hacia el este?», y le dije que sí. «¿Me puede dar la cola?», «¡como no!». Te confieso que en esa época no había sida, no había VPH, entonces uno podía tener sexo sin problemas. Me dijo, «yo vivo en la urbanización El Bosque», me paro y me invita a tomarme un trago, sexo. Para mí, no quiero calumniarla, pero fue una cosa planificada por ella, porque estaba ovulando y me escogió a mí como papá. Esa es mi hipótesis. Porque tú comprenderás que a los nueve meses… No, nunca he tenido demanda de paternidad. Los dos hijos que he tenido los he reconocido de inmediato. Entonces me llama una amiga de ella y me dice, «doctor necesito hablar con usted». La recibo y me suelta esto: «Esta es la cuenta de la clínica, usted acaba de tener una hija». Le dije, mire, ¿cuánto es la cuenta?, pero dígale a esa señora que yo no tengo ninguna responsabilidad con esa niña, que yo no me siento su papá. Además, la madre no era ninguna niña, era una mujer de 40 años. Entonces empezó a llamarme por teléfono. Quería una relación y plata. Ella me decía, «es que si tú la conoces, te va a encantar por la fuerza de la sangre». Yo le respondía, no creo en eso. Me acuerdo que la primera vez que la vi fue en el parque El Tolón. Una niña muy cariñosa. Me pareció normal. «Vamos a hacer una cosa», le dije, «si yo no siento la fuerza de la sangre, y tú aceptas que yo pague su educación, yo te hago los cheques». Pues la mujer, ¡hasta se ha hecho paciente de la psicóloga que trabajaba conmigo para que me convenciera! Y le riposté, «a mí no me convence nadie, y de eso, menos. Ya tú conseguiste lo que querías, y más de eso no te vas a llevar». Así nació la primera niña. Desde entonces nunca he faltado. Yo no he querido que venga a verme en esta situación. Ella no reclama nada. Más allá del acuerdo, ella sabe la verdad. Se llama Karen Chirinos.

El varón se llama Francisco, ese sí es consecuencia de la campaña presidencial, y a diferencia de la hija, la madre era jefe de mi comando de campaña de occidente del MEP. Una mujer a todo nivel, farmaceuta, profesora de la Universidad de los Andes, y en dos oportunidades en Maracaibo tuvimos sexo. Por supuesto, ella tenía una gran pasión y admiración por mí. Fue tan sabia que esperó dos años para contármelo. Pasado ese tiempo me dijo, «quiero que sepas que si algún día necesitas un hijo, tienes uno aquí en Mérida, nadie sabe quién es el papá». Yo soy tan consecuente que le dije, «mándame enseguida la planilla que yo lo reconozco». A él lo he visto más que a la hija. Ahora cumple l9 En una oportunidad viajé con los dos, estuvimos los tres en Mérida, ahí se conocieron. No soy muy paternal. Francisco es experto en Ingeniería de sistemas. Ella se graduó de odontóloga y con gesto de dignidad que me gustó mucho de ella, quiso entrar a la universidad por mérito propio, no con mi privilegio de profesor. Ella trabaja y está muy bien. Una chama preciosa. El chamo maneja la computadora, él me hizo, ¿cómo es que se llama eso?, la página web. A él le compré una farmacia y un terreno en Mérida. La farmacia es la mejor de la zona, la mamá es farmaceuta. Nunca me han pedido un centavo, pero yo plata les he dado.

No, no tengo dinero, bueno, el normal. No heredé un céntimo de nadie. ¿Todas esas propiedades? ¿Apartamentos? La clínica Clineuci la compré. Siempre he sido un ahorrador de esfuerzo. La hacienda que le compré al Che en Machurucuto, bueno, la casa en Margarita, los apartamentos, todo es trabajo.

Nadie me ha dicho nunca nada que objete mi ejercicio profesional. A mí me llamaron varias veces, estuve una vez en la Comisión de Ética del Colegio Metropolitano de Médicos. Tampoco me interesó mucho el gremialismo. Las cosas que han dicho de mí son anónimos de Internet, es gente que no se identifica. Supe de una dama, no recuerdo, y que llevó el
bloomer
con semen. ¿Qué es eso? Además dice que después que hicimos el amor nos tomamos un café y pagamos la consulta. ¡Cómo será, que la gente, los fiscales, la policía no tomaron en cuenta eso!

Ciertamente sí he tenido relaciones con mis pacientes, pero después que han sido mis amigas. Mantengo una relación porque soy muy afectivo. Incluso lo hago con la décima parte de las que me lo proponen. Algunas van a una consulta ligera, ocasional. Ningún psiquiatra ha hecho alguna observación que diga que acostarse con una paciente se riñe con la ética profesional. Ninguno. Por el contrario, me llaman. El presidente de la Asociación Venezolana de Psiquiatría y el segundo de a bordo, me han mandado emails, como Augusto Hernández, que estuvo conmigo en Londres.

Sobre las fotos de las mujeres hechas en mi consultorio, bueno sí, es que yo amo las fotografías, incluso las de mis amantes. Si las pacientes quieren, yo les tomo fotos desnudas. No pueden decir que hay fotos de mujeres desnudas sedadas. Nadie puede decir eso, ¡no existen fotos en ningún expediente! No lo haría jamás. Todas son voluntarias. Hombres, mujeres, niños.

Es verdad que de Roxana había fotos, incluso para demostrarle a ella su gordura, su sobrepeso. Desnuda, pero sin sexo. Esa es una falsedad total de ella. A lo que me he referido con Roxana, es a la transferencia que se plantea con una buena comunicación. La transferencia fue introducida por Freud desde la época del psicoanálisis para decir que no había psicoterapia, sino transferencia. Para que haya psicoterapia tiene que haber una simpatía recíproca entre el terapeuta y el paciente. Eso vale para el hombre, para todos. No tiene que haber sexo. Transferencia es la relación de afinidad que se produce entre un paciente y un terapeuta. No tuve sexo con Roxana. Jamás! ¡Jamás! Nunca. ¿No viste lo gorda que era? Lo que pasa es que ella, yo le puse como condición al final, ¡pero es que era un obsesión de esa muchacha conmigo!, que llamaba por teléfono, y llamaba por teléfono. Obsesión de ella hacia mí, e inventó por su problema de autoestima, inventó, y después es que me entero porque se armó un escándalo, que ella le decía a amigas de la universidad que había sexo. Y a la mamá. Yo no sabía que ella decía eso.

La carta que me encontraron en la computadora dirigida a la mamá de Roxana, bueno, había dos cartas. Las hice yo. Son mías. ¿Por qué las escribí? La intención mía es… ¿Cómo es que la mamá no me denunció si ella pensaba que yo abusaba de su hija? ¡Ah, pero sí me fue a pedir una certificación para Radio Caracas! Un justificativo. ¡Una mamá que cree que el médico está abusando de su hija, va e insulta al médico! Y eso nunca pasó. Lo hace esa noche, que es la única llamada que hay de ella, es a las tres de la madrugada que es cuando yo he regresado. Le dije que se fue a las ocho de la noche de mi consultorio. No, yo no le dije que tenía tiempo sin verla. Ella iba clandestinamente, pero yo nunca he negado que la he visto. A todo el mundo que me preguntó dije solamente la verdad, que ella se había ido del consultorio a las ocho. Y a las nueve, ya estoy en Los Manolos. La carta que hice, fue escrita para convencerla de que no venga más a consulta. Para que la persuada de que se alejara. Se la escribo yo, a la mamá.

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