Sangre en el diván (18 page)

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Authors: Ibéyise Pacheco

Tags: #Ensayo, Intriga

BOOK: Sangre en el diván
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Nunca me he visto con un psiquiatra, valga la inmodestia. Yo te confieso que si viera algún síntoma, si yo fuera ansioso, estás hablando con alguien encerrado en su casa hace muchos meses, siendo inocente, con dos policías en la puerta, y eso no me ha alterado para nada emocionalmente. Filosóficamente sí. Porque mi proyecto, el primero que sigo amando, es mi ejercicio profesional. A mí me complace ver a pacientes, y nunca he tenido alteración alguna.

Yo sé que estoy bien.

CAPÍTULO 5
EL DIAGNÓSTICO

RÓMULO LANDER
*

A juzgar por lo que ha trascendido a los medios de comunicación sobre el expediente policial de Edmundo Chirinos, quisiera hacer un comentario, sobre lo que es el ejercicio de la profesión y la personalidad de un psiquiatra. Conozco a Chirinos desde cuando yo era muy joven en 1959, siendo yo interno en el Hospital Psiquiátrico de Caracas. En esa época el Hospital Psiquiátrico ofrecía el único curso de postgrado de Psiquiatría Clínica que había en Caracas. Con Chirinos, tenía contacto en relación con pacientes que había que ingresar, historias que discutir, cosas profesionales, muy puntuales. No compartía con Chirinos su postgrado porque yo todavía estudiaba Medicina. Después él sigue su camino profesional y yo el mío. Él tenía una orientación diferente. En esa época, digamos 1960, el psicoanálisis no existía en Venezuela. No había ninguna sociedad de psicoanálisis, ni grupos de psicoanalistas. Lo que había eran grupos de psiquiatras biologicistas que pensaban que la enfermedad mental debía ser enfocada desde un punto de vista biológico, por lo tanto el tratamiento era biológico, y a lo más, una cosa que llamaban rehabilitación social, que tenía que ver con habilitación en algún tipo de trabajo. Como en el Hospital Psiquiátrico había una fábrica de colchones, y una carpintería, los pacientes trabajaban allí. Se rehabilitaban entonces desde el punto de vista laboral, pero no había nada psicoanalítico. Eso enfrentaba las ideas de Sigmund Freud, con la propuesta de que en el aparato mental hay un inconsciente llamado el inconsciente freudiano. La otra tendencia decía que eso era un invento, que eso no existía, que era una fabricación de la poesía. Chirinos entre ellos. Entonces lo que hacían era el diagnóstico de las enfermedades a través de los síntomas, y el tratamiento de acuerdo al diagnóstico. El tratamiento eran pastillas, electroshock —shock de insulina—, aislamiento social a través de la hospitalización, etc.

Esto te lo digo porque en el curso de los años, entre 1960 y el 2000 —son 40 años— Chirinos tiene todo su desarrollo profesional, todo su desarrollo académico, en la universidad. Y todo este desarrollo es desde el punto de vista personal de él, por lo que todo lo que él enseñaba en su cátedra de Psicología de la UCV, donde fue decano, pasaba por su convicción de pavloviano, en donde pensaba que el ser humano estaba como ordenado según una capacidad de respuesta, un condicionamiento social político, como los perros de Pavlov. Por lo tanto, promovió la idea sobre algo que se llama la corriente reflexológica de Pavlov, ese ruso del fin del siglo XIX y comienzos del XX, que experimentó con los perros que eran entrenados mostrándole comida, fabricando los jugos gástricos para procesarla, y luego, al enseñarle la comida sin dársela, igual procesaban los jugos gástricos. Lo llamaron reflejo condicionado, y eso, lo transportaron a la vida social.

Ellos lo ven igual a nivel de relaciones de Estado, con el pueblo. Como con los perros, creen en un condicionamiento operante reflexológico. Quienes seguían esa corriente, hicieron una práctica y una teoría apoyadas completamente en contra del psicoanálisis. Para darle posición a esta teoría reflexológica, era necesario tratar de destruir las enseñanzas de Sigmund Freud, quien plantea que el drama del ser humano no es por el condicionamiento reflexológico, sino que el drama del ser humano es que pasa toda la vida dividido entre unas cosas que piensa, que se propone con su voluntad, y otras que dice la parte de la mente que no controla, que aparece en los sueños, en los síntomas, en los delirios, que son producto del inconsciente porque esa parte no la controla el ser humano.

Ese es el drama del ser humano. Vivir dividido entre un consciente y un inconsciente. Yo soy psicoanalista. He dedicado mi vida entera a eso y veo a Chirinos del lado de allá, enemigo del psicoanálisis, que ha pasado su vida proponiendo ideas diferentes, cosa que respeto. No estoy en contra de nadie. Ellos sí están en contra del psicoanálisis.

Eso hace que en mi vida profesional nunca me haya topado con Edmundo Chirinos. No le he visto la cara más allá de las fotografías del periódico, cuando estaba de decano, rector, en su actuación política, etc. Nunca he tenido con él problemas de ningún tipo. Para mí es un político más, que opina del país según su criterio y sus ideas.

Cuando apareció en la prensa el problema de Roxana Vargas, me sorprendí. Me pareció poco creíble que una persona académica, culta, pudiera estar metida en un crimen con una paciente. Un asesinato, y además, esconder un cadáver. Mi reacción inicial fue no creer esto, un poco distorsionado quizás por algunas cosas policiales. Me parecía increíble, totalmente fuera de lo común.

Me da lástima con él si es inocente, pero también me la da, si es culpable, porque mostraría el deterioro mental de un hombre que fue muy brillante, muy activo.

Los psiquiatras son diferentes a los psicoanalistas. Nosotros para ejercer, necesitamos hacer un psicoanálisis personal. El mío duró dieciséis años. Los primeros nueve años fueron cinco veces por semana, después se redujo a tres veces por semana. Luego uno sigue si quiere. A mí me parece una maravilla poder tener una persona con quien uno habla libremente sin ser juzgado; un diálogo donde uno va a tratar de entender lo que hace y por qué lo hace, y qué es lo que habita en la mente de uno. Eso ayuda mucho al ejercicio profesional, que es muy antihigiénico porque uno pasa diez, doce horas al día, oyendo locuras y eso es peligroso para la salud mental de un analista. Oír tanta locura día tras día, tratando de mantener una neutralidad, tratando de mantenerse sin prejuicio para poder entender lo que le pasa al otro, y que el otro entienda lo que le pasa.

Prefiero el diálogo a las pastillas. No creo que las pastillas produzcan inteligencia, ni conocimiento, ni manera de entender lo que a la persona le pasa. Eso sólo viene con el diálogo.

Los psiquiatras no tienen eso. Casi todos consideran que no necesitan tratamiento para la mente porque se sienten sanos. Pero nadie es sano. Nadie en este mundo no nació de mujer. Nadie está exceptuado de tener recuerdos difíciles, traumas, desilusiones, traiciones, la vida misma. Entonces es absurdo pensar, allí están los enfermos y aquí estamos los sanos. En un hospital los que tienen la llave, que son los doctores con una bata blanca, esos son los sanos, los que están del lado de allá de la puerta son los que están enfermos. Esa división es totalmente absurda.

Chirinos es un hombre que ha ejercido durante 40 años o más. Lo que puede ocurrir es lo siguiente: la persona mantiene una especie de cordura, de sentido común, es capaz de mantener su lugar profesional como psiquiatra y atender correctamente a las personas que buscan su ayuda, pero él como yo, como cualquier persona, está en peligro de que a lo largo del ejercicio profesional, su capacidad de sentido común, de percibir la realidad correctamente, de discriminación, se pierda, por razones variadas, bien sea por la historia de su infancia, o del deterioro de sus arterias cerebrales por la edad. Puede ser por distintas causas, o por circunstancias de su vida, porque ha perdido su dinero, o no tiene quien lo quiera. Entiendo que vive solo, que no ha tenido compañera; puede que algo de eso lo afecte. El peligro, es que sus capacidades mentales pueden haberse deteriorado. Y si él sufre una pérdida de sus capacidades mentales, él puede comenzar a cometer locuras.

Las fotografías de pacientes semidesnudas, o videos donde él hace sexo con pacientes, para mí entran en el capítulo de la locura. Eso es absurdo, insólito. Es más que un problema ético. Es una total pérdida de la realidad del profesional psiquiatra. Uno puede decir, ese señor está loco. Comenzó a actuar de manera inescrupulosa, delictiva, no ética, y hasta psicótica.

Lo otro posible es que él haya venido actuando así desde hace mucho tiempo, en relación a que en el expediente hay fotos de hasta décadas atrás. Entonces estamos ante otro problema: el de un psiquiatra que tiene una doble personalidad, dos caras, una es la de un decano, un rector de la universidad, un político de izquierda que defiende la igualdad social o la igualdad de oportunidades, y por otro lado tiene una práctica psiquiátrica donde las relaciones profesionales con sus pacientes desvían hacia una vinculación sexual. Es como si él dijera que el tratamiento psiquiátrico de las pacientes es tener relaciones sexuales con ellas. Por lo menos estamos hablando de mujeres, quizás de hombres también, eso no lo sabemos. Eso sería una doble realidad.

Desde el punto de vista del psicoanálisis, es posible que una persona tenga una escisión vertical de la personalidad que es distinta a la escisión horizontal. La horizontal prefiere la represión donde la persona tiene reprimidas o desconocidas partes de su mente, pero que desde donde están, en el inconciente reprimido, producen efectos, que son los síntomas. Pero en el caso de Chirinos, es vertical; una parte de la personalidad es conciente, sabe lo que hace, tiene que ver con su vida sexual delictiva, antiética, disparatada con los pacientes, y una vida con su personalidad que no tiene nada que ver con la sexualidad, sino tiene que ver con el sentido común, el buen juicio.

Cuando uno utiliza ese enfoque, no se necesita una etiqueta diagnóstica, porque no ayuda nada. Decir que Chirinos sólo es un psicópata, es una etiqueta de acuerdo a una conducta, en la cual la incorrecta es la psicopática. Nosotros enfocamos la cosa de manera distinta. Tratamos de entender los mecanismos mentales que hacen que la persona funcione de esa manera.

Chirinos de siempre, ha sido un seductor exagerado patológico.

Esa división de la personalidad, esta escisión, no es tan definida porque su actitud indiscriminada no sólo funciona dentro de un lado de su personalidad; en la otra también está. Entonces esa división no es tan marcada. Las divisiones de la mente no son entre blanco y negro. Puede que de repente, ejerciendo su función de profesor, tendría que tener una limitación ética en relación a sus alumnas, porque tiene una relación de superioridad con ellas que es limitada por la ética, de no poder abusar de esa posición de poder. Pero él también viola y seduce a sus alumnas.

Lo hace sin remordimiento. Esto ya es territorio mitológico, porque, ¿cómo sé yo que él no tiene remordimiento? ¿O cómo lo sabe alguien? Pero como uno ve lo repetido del asunto, la forma como vive, la naturalidad con que hace las cosas, el orgullo de tener éxito de seductor, todo eso hace pensar que hay poco sentimiento de culpa. Ese argumento se sostiene por una lógica, aunque quien sabe es él, uno opina, se aproxima. El hecho de que él tenga poco sentimiento de culpabilidad habla, además de esta escisión de su personalidad, de otro problema: es una función ética de censura de lo que Freud llamara el súper yo, que Chirinos la tiene atrofiada, o la tiene yo diría, cómodamente adaptada a sus deseos. Porque no es posible decir que él carece de súper yo.

Llama la atención que él tiene posiciones políticas que aprueban unas cosas y otras no. Allí hay una función de juicio.

Pero el súper yo tiene características de deficiencia en lo que es su vida sexual. Entonces, en la vida sexual, Chirinos no tiene problemas en tener relaciones con quien sea, porque a él le parece bien. Sin restricciones. Una de las cosas que aparece más común en un ser humano, son las restricciones de su vida sexual, que se construyen en los primeros tres, cuatro años de la vida. Lo que nosotros llamamos el complejo de Edipo, donde un niño sale adelante cuando tiene cinco, seis años, con una serie de ideas claras de lo que es el bien y el mal, y sabe en tanto varón, que no debe tocar ni a su mamá ni a sus hermanas, desde el punto de vista sexual. Pero hay niños que no tienen eso, y pueden tener relaciones con su hermano y estar muy orgullosos. Eso ocurre porque en ese período del complejo de Edipo hubo una deficiencia de la formación de ese súper yo, que se sigue configurando con base en otras ideas. Pero en lo sexual quedó así. Puede que en su infancia este súper yo no se formó, y él queda en una especie de autopermiso de hacer lo que le dé la gana.

El deseo sexual es lo que lleva a una persona a actos sexuales, justamente porque hay presencia del deseo. En una forma ordinaria común, ese deseo sexual comienza a estar limitado, como ordenado a lo que permiten los ideales que van a hacer posible una relación sexual de determinada manera; entonces el deseo está como canalizado. Cuando Chirinos no tiene la canalización de ese deseo sexual, es como espontáneo, sin limitaciones, salvaje. Uno puede decir que el epílogo de ese deseo sexual, es la conquista de ese objeto sexual. El orgasmo es obtenerlo. ¿Cómo entra el poder en esto? La manera como yo lo veo es que él está ubicado en una posición de poder que le permite tener éxito, pudiendo tomar los objetos sexuales que él desea, sin limitaciones, sean sus pupilas, estudiantes, camaradas de partido o sus pacientes. Desde la posición privilegiada que le da ser psiquiatra, ser el profesor, ser el rector, ser el jefe. Esa posición del amo, lo coloca en la posición de poder, y estar allí, es lo que le permite tener éxito en su seducción y en la expresión de su deseo sexual. En ese sentido es que encuentro relación entre el poder y el deseo.

La otra parte es que las mujeres se sienten utilizadas, desvalorizadas y despreciadas. Yo veo ese epílogo como inevitable porque la mujer que es deseada a su vez desea, es decir es una relación mutua. Esa relación con Chirinos está condenada desde el principio porque él no tiene interés en que esa relación tenga futuro; para él es un encuentro de una semana. Después de un
round,
no la quiere ver más. Puede ser un asunto de diez días, pero lo seguro es que descalifica cualquier proyecto futuro, porque no está programado para convivir. Eso no está en él. La relación está condenada a concluir en breve. ¿Cómo se va a sentir esa mujer, cuando después no la quiera ni llamar? Se va a sentir utilizada y no valorada, lo cual está cerca de la idea de despreciada. Eso es inevitable. Es decir, quedan desengañadas. Creyeron algo que no existió. Una, tras otra, tras otra. Es una historia trágica.

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