The Unknown University (19 page)

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Authors: Roberto Bolaño

Tags: #Poetry, #General, #Caribbean & Latin American

BOOK: The Unknown University
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CLEANING UTENSILS

All praise to the highways and to these moments.
Umbrellas abandoned by
bums in shopping plazas with white supermarkets rising at the far ends.
It’s summer
and the policemen are drinking at the back of the bar.
Next to the jukebox a girl
listens to the latest hits.
Around the same time, someone is walking, far from here,
away from here, with no plans to come back.
A naked boy sitting outside his tent in
the woods?
The girl stumbled into the bathroom and began to vomit.
When you think
about it, we’re not allotted much time here on earth to make lives for ourselves: I
mean, to scrape something together, get married, wait for death.
Her eyes in the
mirror like letters fanned out in a dark room; the huddled breathing shape burrowed
into bed with her.
The men talk about dead small-time crooks, the price of houses on
the coast, extra paychecks.
One day I’ll die of cancer.
Cleaning utensils begin to
levitate in her head.
She says: I could go on and on.
The kid came into the room and
grabbed her by the shoulders.
The two of them wept like characters from different
movies projected on the same screen.
Red scene of bodies turning on the gas.
The
bony beautiful hand turned the knob.
Choose just one of these phrases: “I escaped
torture” .
.
.
“an unknown hotel” .
.
.
“no more roads” .
.
.

 

UN MONO

Enumerar es alabar, dijo la muchacha (18, poeta, pelo largo).
En la hora
de la ambulancia detenida en el callejón.
El camillero aplastó la colilla con el
zapato, luego avanzó como un oso.
Me gustaría que apagaran las luces de las ventanas
y que esos desgraciados se fueran a dormir.
¿Quién fue el primer ser humano que se
asomó a una ventana?
(Aplausos.) La gente está cansada, no me asombraría que un día
de éstos nos recibieran a balazos.
Supongo que un mono.
No puedo hilar lo que digo.
No puedo expresarme con coherencia ni escribir lo que pienso.
Probablemente debería
dejarlo todo y marcharme, ¿no lo hizo así Teresa de Ávila?
(Aplausos y risas.) Un
mono asomado en una ventana purulenta viendo declinar el día, como una estatua
pulsátil.
El camillero se acercó a donde estaba fumando el sargento; apenas se
saludaron con un movimiento de hombros sin llegar a mirarse en ningún momento.
A
simple vista uno podía notar que no había muerto de un ataque cardiaco.
Estaba
bocabajo y en la espalda, sobre el suéter marrón, se apreciaban varios agujeros de
bala.
Le descargaron una ametralladora entera, dijo un enano que estaba en el lado
izquierdo del sargento y que el enfermero no había tenido tiempo de ver.
A lo lejos
escucharon el murmullo de una manifestación.
Será mejor que nos vayamos antes de que
tapen la avenida, dijo el enano.
El sargento parecía no escucharle, embebido en la
contemplación de las ventanas con gente que miraba el espectáculo.
Vámonos rápido.
¿Pero adónde?
No hay comisarías.
Enumerar es alabar y se rió la muchacha.
La misma
pasión, hasta el infinito.
Coches detenidos entre baches y tarros de basura.
Puertas
que se abren y luego se cierran sin motivo aparente.
Motores, faros, la ambulancia
sale en marcha atrás.
La hora se infla, revienta.
Supongo que fue un mono en la copa
de un bendito árbol.

 

A MONKEY

To name is to praise, said the girl (18, a poet, long hair).
The hour of
the ambulance parked in the alley.
The medic stubbed out his cigarette on his shoe,
then lumbered forward like a bear.
I wish those miserable people in the windows
would turn out the lights and go to sleep.
Who was the first human being to look out
a window?
(Applause.) People are tired, it wouldn’t surprise me if one of these days
they greeted us with a hail of bullets.
I guess a monkey.
I can’t string two words
together.
I can’t express myself coherently or write what I want.
I should probably
give up everything and go away, isn’t that what Teresa of Avila did?
(Applause and
laughter.) A monkey looking out a putrid window, watching the daylight fade, like a
pulsing statue.
The medic came over to where the sergeant was smoking; they greeted
each other with a slight shrug without ever making eye contact.
It was clear at a
glance that he hadn’t died of a heart attack.
He was face down and you could see the
bullet holes in his back, in his brown sweater.
They emptied a machine gun into him,
said a dwarf who was standing to the left of the sergeant and who the medic had not
yet seen.
In the distance they heard the hum of a protest march.
We’d better go
before they block the street, said the dwarf.
The sergeant didn’t seem to hear him,
absorbed in contemplation of the windows from which people were watching the
spectacle.
Let’s hurry.
But where do we go?
There aren’t any police stations.
To
name is to praise and the girl laughed.
The same passion, taken to infinity.
Cars
stop between potholes and garbage cans.
Doors that open and then close for no
apparent reason.
Engines, streetlights, the ambulance reverses away.
The hour
swells, bursts.
I guess it was a monkey at the top of a damned tree.

 

NO HABÍA NADA

No hay comisarías no hay hospitales no hay nada.
Al menos no hay nada
que puedas conseguir con dinero.
«Nos movemos por impulsos instantáneos» .
.
.
«Algo
así destruirá el inconsciente y quedaremos en el aire» .
.
.
«¿Recuerdas ese chiste
del torero que salía a la arena y no había toro no había arena no había nada?» .
.
.
Los policías bebieron brisas anárquicas.
Alguien se puso a aplaudir.

 

THERE WAS NOTHING

There are no police stations no hospitals no nothing.
At least there’s
nothing money can buy.
“We act on instantaneous impulses” .
.
.
“This is the kind of
thing that destroys the unconscious, and then we’ll be left hanging” .
.
.
“Remember
that joke about the bullfighter who comes out into the ring and there’s no bull no
ring no nothing?”
.
.
.
The policemen drank anarchic breezes.
Someone started to
clap.

 

ENTRE LOS CABALLOS

Soñé con una mujer sin boca, dice el tipo en la cama.
No pude reprimir
una sonrisa.
Las imágenes son empujadas nuevamente por el émbolo.
Mira, le dije,
conozco una historia tan triste como ésa.
Es un escritor que vive en las afueras de
la ciudad.
Se gana la vida trabajando en un picadero.
Nunca ha pedido gran cosa de
la vida, le basta con tener un cuarto y tiempo libre para leer.
Pero un día conoce a
una muchacha que vive en otra ciudad y se enamora.
Deciden casarse.
La muchacha
vendrá a vivir con él.
Se plantea el primer problema: conseguir una casa lo
suficientemente grande para los dos.
El segundo problema es de dónde sacar dinero
para pagar esa casa.
Después todo se encadena: un trabajo con ingresos fijos (en los
picaderos se gana a comisión, más cuarto, comida y una pequeña paga al mes),
legalizar sus papeles, seguro social, etc.
Por lo pronto necesita dinero para ir a
la ciudad de su prometida.
Un amigo le proporciona la posibilidad de escribir
artículos para una revista.
Él piensa que con los cuatro primeros puede pagar el
autobús de ida y vuelta y tal vez algunos días de alojamiento en una pensión barata.
Escribe a su chica anunciando el viaje.
Pero no puede redactar ningún artículo.
Pasa
las tardes sentado en una mesa de la terraza del picadero intentando escribir, pero
no puede.
No le sale nada, como vulgarmente se dice.
El tipo reconoce que está
acabado.
Sólo escribe breves textos policiales.
El viaje se aleja de su futuro, se
pierde, nunca jamás, y él permanece apático, quieto, trabajando de una manera
automática entre los caballos.

 

AMONG THE HORSES

I dreamed of a woman with no mouth, says the man in bed.
I couldn’t help
smiling.
The piston forces the images up again.
Look, he tells her, I know another
story that’s just as sad.
He’s a writer who lives on the edge of town.
He makes a
living working at a riding school.
He’s never asked for much, all he needs is a room
and time to read.
But one day he meets a girl who lives in another city and he falls
in love.
They decide to get married.
The girl will come to live with him.
The first
problem arises: finding a place big enough for the two of them.
The second problem
is where to get the money to pay for it.
Then one thing leads to another: a job with
a steady income (at the stables he works on commission, plus room, board, and a
small monthly stipend), getting his papers in order, registering with social
security, etc.
But for now, he needs money to get to the city where his fiancée
lives.
A friend suggests the possibility of writing articles for a magazine.
He
calculates that the first four would pay for the bus trip there and back and maybe a
few days at a cheap hotel.
He writes his girlfriend to tell her he’s coming.
But he
can’t finish a single article.
He spends the evenings sitting outdoors at the bar of
the riding school where he works, trying to write, but he can’t.
Nothing comes out,
as they say in common parlance.
The man realizes that he’s finished.
All he writes
are short crime stories.
The trip recedes from his future, is lost, never again, and
he remains listless, inert, going automatically about his work among the horses.

 

LAS INSTRUCCIONES

Salí de la ciudad con instrucciones dentro de un sobre.
No era mucho lo
que tenía que recorrer, tal vez 17 o 20 kilómetros hacia el sur, por la carretera de
la costa.
Debía comenzar las pesquisas en los alrededores de un pueblo turístico que
poco a poco había ido albergando en sus barrios suburbanos a trabajadores llegados
de otras partes.
Algunos tenían, en efecto, trabajos en la gran ciudad; otros no.
Los lugares que debía visitar eran los de siempre: un par de hoteles, el camping, la
estación de policía, la gasolinera y el restaurante.
Más tarde tal vez fueran
saliendo otros sitios.
El sol batía con fuerza las ventanillas de mi coche, bastante
poco común si se tiene en cuenta que era septiembre.
Pero el aire era frío y la
autopista estaba casi vacía.
Dejé atrás el primer cordón de fábricas.
Después un
cuartel de artillería por cuyos portones abiertos pude ver a un grupo de reclutas
fumando en actitudes poco marciales.
En el km 10 la carretera entraba en una especie
de bosque roto a tramos por chalets y edificios de apartamentos.
Estacioné el coche
detrás del camping.
Anduve un rato, mientras terminaba el cigarrillo, sin saber qué
haría.
A unos doscientos metros, justo frente a mí, apareció el tren.
Era un tren
azul y de cuatro vagones a lo sumo.
Iba casi vacío.
Toqué varias veces el claxon
pero nadie salió a abrirme la barrera.
Dejé el coche en el bordillo del camino de
entrada y pasé por debajo de la barrera.
El camino de entrada era de gravilla,
sombreado por altos pinos; a los lados había tiendas y roulottes camufladas por la
vegetación.
Recuerdo haber pensado en su similitud con la selva aunque yo nunca
había estado en la selva.
Al final del camino se movió algo, después apareció un
cubo de basura sobre una carretilla y un viejo empujándola.
Le hice una seña con la
mano.
Al principio aparentó no verme, después bajó hacia donde yo estaba sin soltar
la carretilla y con ademanes de resignación.
«Soy policía», dije.
Nunca había visto
a la persona que buscábamos.
¿Está seguro?, pregunté mientras le alargaba un
cigarrillo.
Dijo que estaba completamente seguro.
Más o menos ésa fue la respuesta
que me dieron todos.
El anochecer me encontró dentro del coche aparcado en el Paseo
Marítimo.
Saqué del sobre las instrucciones.
No tenía luces, así que tuve que
utilizar el encendedor para poder leerlas.
Eran un par de hojas escritas a máquina
con algunas correcciones hechas a mano.
En ninguna parte se decía lo que yo debía
hacer allí.
Junto a las hojas encontré algunas fotos en blanco y negro.
Las estudié
con cuidado: era el mismo tramo de Paseo Marítimo, tal vez con un poco más de luz.
«Nuestras historias son muy tristes, sargento, no intente comprenderlas» .
.
.
«Nunca hemos hecho mal a nadie» .
.
.
«No intente comprenderlas» .
.
.
«El mar» .
.
.
Arrugué las hojas y las arrojé por la ventanilla.
Por el espejo retrovisor creí
ver cómo el viento las arrastraba hasta desaparecer.
Encendí la radio, un programa
musical de la ciudad; la apagué.
Me puse a fumar.
Cerré la ventanilla sin dejar de
mirar, delante de mí, la calle solitaria y los chalets cerrados.
Me pasó por la
cabeza la idea de vivir en uno de ellos durante la temporada de invierno.
Seguramente serían más baratos, me dije sin poder evitar los temblores.

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