The Unknown University (24 page)

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Authors: Roberto Bolaño

Tags: #Poetry, #General, #Caribbean & Latin American

BOOK: The Unknown University
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FOOTSTEPS ON THE STAIRS

We came softly forward.
The place in his memory that’s labeled
immediate past
is furnished with mattresses scarcely touched by light.
Gray mattresses with red or blue stripes in something that looks like a hallway or
an overly long waiting room.
In any case, his memory is frozen in that “immediate
past” like a faceless man in a dentist’s chair.
There are houses and streets that
run down to the sea, dirty windows and shadows on staircase landings.
We hear
someone say “a long time ago it was noon,” the light bounces off the center of that
“immediate past,” something that’s neither a screen nor attempts to offer images.
Memory slowly dictates soundless sentences.
We imagine that all of this has been
done to avoid confusion, a layer of white paint covers the film on the floor.
“Fleeing together” long ago became “living together” and thus the integrity of the
gesture was lost; the shine of that “immediate past.”
Are there really shadows on
the landings?
was there really a hunchback who wrote happy poems?
(Someone
applauds.) “I knew it was them when I heard their footsteps on the stairs” .
.
.
“I
closed my eyes, the image of the gun didn’t match the reality” .
.
.
“I didn’t
bother to open the door for them” .
.
.
“It was two in the morning and a blonde who
looked like a man came in” .
.
.
“Her eyes watched the moon through the curtain” .
.
.
“A stupid smile spread slowly across her face daubed with white” .
.
.
“The gun
was only a word” .
.
.
“My loneliness was only a word” .
.
.
“Close the door, I
said” .
.
.
“Shattering isn’t real.
It’s blackmail” .
.
.

 

27 AÑOS

La única escena posible es la del tipo corriendo por el sendero del
bosque.
Alguien parpadea un dormitorio azul.
Ahora tiene 27 años y sube al autobús.
Fuma, lleva el pelo corto, bluejeans, camiseta oscura, chaqueta con capucha, botas,
lentes negros.
Está sentado del lado de la ventana, junto a él un obrero que regresa
a Andalucía.
Se sube a un tren en la estación de Zaragoza, mira hacia atrás, la
neblina cubre hasta las rodillas a un inspector de ferrocarriles.
Fuma, tose, pega
la frente contra la ventanilla, abre los ojos.
Fundido en negro y la siguiente
escena nos muestra a un tipo con la frente apoyada contra la ventanilla del autobús.
Ahora camina por una ciudad desconocida, en la mano lleva un bolso azul, tiene
levantado el cuello de la chaqueta, hace frío, cada vez que respira expele una
bocanada de humo.
El obrero duerme con la cabeza apoyada sobre su hombro.
Enciende
un cigarrillo, mira la llanura, cierra los ojos.
La siguiente escena es amarilla y
fría y en la banda sonora revolotean algunos pájaros.
(Como chiste privado, él dice:
soy una jaula.
Luego compra cigarrillos.
Se aleja de la cámara.) Está sentado en una
estación de trenes al atardecer, llena un crucigrama, lee las noticias
internacionales, sigue el vuelo de un avión, se humedece los labios con la lengua.
Alguien tose, fundido en negro, una mañana clara y fría desde la ventana de un
hotel, él tose.
Sale a la calle, levanta el cuello de su chaqueta azul, abotona
todos los botones menos el último.
Compra una caja de cigarrillos, saca uno, se
detiene en la vereda junto al escaparate de una joyería, enciende un cigarrillo.
Lleva el pelo corto.
Camina con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta y
el cigarrillo colgando de los labios.
La escena es un primer plano del tipo con la
frente apoyada en la ventanilla.
El vidrio está empañado.
Ahora tiene 27 años y baja
del autobús.
Avanza por una calle solitaria.

 

27 YEARS OLD

The only possible scene is the one with the man running on the path
through the woods.
Someone blinks a blue bedroom.
Now he’s 27 and he gets on a bus.
He’s smoking a cigarette, has short hair, is wearing jeans, a dark shirt, a hooded
jacket, boots, dark glasses.
He’s sitting next to the window, beside him a workman
on his way back from Andalusia.
He gets on a train at the station in Zaragoza, he
looks back, the mist has risen to the knees of a track worker.
He smokes, coughs,
rests his forehead on the window, opens his eyes.
Fade to black and the next scene
presents us with a man, forehead pressed against the bus window.
Now he’s walking
around a strange city, a blue bag in his hand, his hood pulled up, it’s cold, with
each breath he lets out a puff of smoke.
The workman sleeps with his head resting on
his shoulder.
He lights a cigarette, glances at the plains, closes his eyes.
The
next scene is yellow and cold and on the soundtrack birds beat their wings.
(He
says: I’m a cage — it’s a private joke.
Then he buys cigarettes.
He walks away from
the camera.) He’s sitting in a train station at dusk, he does a crossword puzzle, he
reads the international news, he tracks the flight of a plane, he moistens his lips
with his tongue.
Someone coughs, fade to black, a cold clear morning from the window
of a hotel; he coughs.
He goes out to the street, pulls up the hood of his blue
jacket, buttons all the buttons except the top one.
He buys a pack of cigarettes,
takes one, stops on the sidewalk by the window of a jewelry shop, lights a
cigarette.
He has short hair.
He walks with his hands in the pockets of his jacket
and the cigarette dangling from his lips.
The scene is a close-up of the man with
his forehead resting on the window.
The glass is foggy.
Now he’s 27 and he gets off
the bus.
He heads down a deserted street.

 

UN SILENCIO EXTRA

Las imágenes borrosas del jorobadito y el policía empiezan a alejarse en
direcciones opuestas.
La escena es negra y líquida.
Por el medio, en el espacio que
van vaciando las primeras imágenes, comienza a deslizarse hacia el primer plano la
figura de un tipo con el pelo corto y la barba recién afeitada.
Destaca su palidez y
su lentitud.
En off, una voz dice que el sudamericano no murió.
(Es de suponer que
la figura que reemplaza al vapor-jorobadito y al vapor-policía es la del
sudamericano.) Lleva puesta una chaqueta azul marino que nos induce a creer que
estamos en el final del otoño.
Sin duda ha estado enfermo, su palidez y el rostro
demacrado así nos lo sugieren.
La pantalla se rasga por la mitad, verticalmente.
El
sudamericano camina por una calle solitaria.
Ha reconocido al autor y siguió de
largo.
La pantalla se recompone como si acabara de llover.
Aparecen edificios grises
tocados por el sol en una tarde vacía y familiar.
El macadam de las calles es limpio
y gris.
Viento en avenidas de árboles rojos.
Las nubes se reflejan, brillantes, en
los ventanales de oficinas donde no hay nadie.
Alguien ha creado un silencio extra.
Por el final de la calle se desliza el monte.
Casitas de tejados bermejos
desperdigadas por la ladera; de algunas chimeneas escapan tenues espirales de humo.
Arriba está la represa, una barraca de camineros, unos rústicos servicios de baño.
A
lo lejos un labriego se inclina sobre la tierra negra.
Lleva un bulto envuelto en
amarillentos papeles de periódico.
Desaparecen las cabezas borrosas del jorobadito y
el policía.
«El sudamericano abrió la puerta» .
.
.
«Vale, llévenselo» .
.
.
«No sé
si podré entrar» .
.
.

 

AN EXTRA SILENCE

The fuzzy images of the hunchback and the policeman begin to retreat in
opposite directions.
The scene is black and liquid.
In the middle, in the space
vacated by the first images, a freshly shaven man with short hair starts gliding
toward the foreground.
His pallor and slowness are notable.
A voiceover says that
the South American didn’t die.
(It’s to be assumed that the figure who replaces the
mist-hunchback and the mist-policeman is the South American.) He’s wearing a navy
blue jacket that calls to mind the last days of fall.
Clearly he’s been sick, his
pallor and haggard face suggest as much.
The screen splits down the middle,
vertically.
The South American walks along a deserted street.
He has recognized the
author and kept walking.
The screen recomposes itself as if it’s just stopped
raining.
Sun-dappled gray buildings appear on an empty, familiar afternoon.
The
asphalt of the streets is clean and gray.
The wind sweeps down avenues of red trees.
Bright clouds are reflected in the windows of offices where no one is at work.
Someone has created an extra silence.
The mountain swoops at the end of the street.
Little red-roofed houses scattered along the slope; thin spirals of smoke rise from
some chimneys.
Above is the reservoir, a lot for trucks, some crude latrines.
In the
distance a farmworker bends over the black earth.
He’s carrying a package wrapped in
yellowed newspaper.
The blurry heads of the hunchback and the policeman disappear.
“The South American opened the door” .
.
.
“All right, take him away” .
.
.
“I don’t
know whether I’ll be able to get in” .
.
.

 

A VECES TEMBLABA

La desconocida se abrió de piernas debajo de las sábanas.
Un policía
puede mirar como quiera, todos los
riesgos
de la mirada
ya han sido traspuestos por él.
Quiero decir que en la gaveta hay miedo y fotos y
tipos a los que es imposible encontrar, además de papeles.
Así que el poli apagó la
luz y se bajó la bragueta.
La muchacha cerró los ojos cuando él la puso bocabajo.
Sintió la presión de sus pantalones contra las nalgas y el frío metálico de la
hebilla del cinturón.
«Hubo una vez una palabra» .
.
.
(Toses) .
.
.
«Una palabra
para designar todo esto» .
.
.
«Ahora sólo puedo decir: no temas» .
.
.
Imágenes
empujadas por el émbolo.
Sus dedos se hundieron entre los glúteos y ella no dijo
nada, ni siquiera un suspiro.
El tipo estaba de lado pero ella siguió con la cabeza
hundida entre las sábanas.
Los dedos índice y medio entraron en su culo, relajó el
esfínter y abrió la boca, pero sin articular sonido alguno.
(Soñé un pasillo repleto
de gente sin boca, dijo él, y el viejo le contestó: no temas.) Metió los dedos hasta
el fondo, la chica gimió y alzó la grupa, sintió que sus yemas palpaban algo que
instantáneamente nombró con la palabra estalagmita.
Después pensó que podía ser
mierda, sin embargo el color del cuerpo que tocaba siguió fulgurando en verde y
blanco, como la primera impresión.
La muchacha gimió roncamente.
Pensó en la frase
«la desconocida se perdió en el metro» y sacó los dedos hasta la primera
articulación.
Luego los volvió a hundir y con la mano libre tocó la frente de la
muchacha.
Sacó y metió los dedos.
Apretó las sienes de la muchacha mientras pensaba
que los dedos entraban y salían sin ningún adorno, sin ninguna figura literaria que
les diera otra dimensión distinta a un par de dedos gruesos incrustados en el culo
de una muchacha desconocida.
Las palabras se detuvieron en el centro de una estación
de metro.
No había nadie.
El policía parpadeó.
Supongo que el riesgo de la mirada
era algo superado por su profesión.
La muchacha sudaba profusamente y movía las
piernas con sumo cuidado.
Tenía el culo mojado y a veces temblaba.
Más tarde se
acercó a mirar por la ventana y se pasó la lengua por los dientes.
(Muchas palabras
«dientes» se deslizaron por el cristal.
El viejo tosió después de decir no temas.)
El pelo de ella estaba desparramado sobre la almohada.
Se subió encima, dio la
impresión de decirle algo al oído antes de ensartarla.
Supimos que lo había hecho
por el grito de la desconocida.
Las imágenes viajan en ralentí.
Pone agua a
calentar.
Cierra la puerta del baño.
La luz del baño desaparece suavemente.
Ella
está sentada en la cocina, los codos apoyados en las rodillas.
Fuma un cigarrillo
rubio.
El policía, la impostura que es el policía, aparece con un pijama verde.
Desde el pasillo la llama, la invita a ir con él.
Ella vuelve la cabeza hacia la
puerta.
No hay nadie.
Abre un cajón de la cocina.
Algo fulgura.
Cierra la
puerta.

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