Tiempos de gloria (69 page)

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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Tiempos de gloria
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En la oscuridad, permanecieron juntos y abrazados para darse calor, escuchando subir la marea. Mientras yacía con la cabeza apoyada en el hombro de Brod, Maia se preocupaba por Renna. ¿Qué iban a hacer con él las saqueadoras? ¿Qué propósito tenían en mente para el Hombre de las Estrellas?

Baltha y su grupo tenían claramente motivos para hacer causa común con las radicales de Kiel cuando Renna languidecía en manos Perkinitas. El Perkinismo predicaba llevar la vida en Stratos mucho más allá de la senda diseñada por Lysos, hacia un mundo casi carente de variedad, completamente dedicado a la autoclonación y la estabilidad. A ambos grupos de vars les convenía combatir eso.

Las rads querían lo contrario, una
.moderación
del Plan: que las clónicas no dominaran completamente la vida política y económica, y que hombres y vars fueran más fuertes, aunque nunca tan dominantes como en el antiguo y poco recomendable Phylum. Su idea era sacrificar cierta estabilidad en aras de la diversidad y la oportunidad.

Eso hacía que el programa radical fuera tan herético como el Perkinismo, si no más.

Irónicamente, la banda de cortagargantas saqueadoras de Baltha tenía un objetivo de menos envergadura, más enfocado hacia el interés propio. Como habían dado a entender a bordo del
.Manitú
, Baltha y su grupo no querían cambiar la forma de vida que Lysos había ordenado, sólo sacudir un poco las cosas.

Maia recordó la novela de aventuras de basura-var que había leído en prisión, donde un mundo daba la vuelta y los clanes poderosos caían al derrumbarse las condiciones estables en las que se basaba su supervivencia, lo que abría nuevos nichos a ocupar por variantes en alza. También recordó los comentarios de Renna sobre la biología de Lysos, inspirada en ciertos lagartos e insectos de la Vieja Tierra:
.«La clonación os permite conservar la perfección. ¿Pero perfección para qué? Mira los áfidos. En un entorno sin cambios, se reproducen copiándose a sí mismos. Pero cuando llega una sequía, o la nieve, o la enfermedad, de repente se lanzan a un frenesí sexual, mezclando genes en busca de nuevas combinaciones con las que afrontar nuevos desafío».
.

Baltha y las saqueadoras querían crear el caos suficiente para derribar a algunos antiguos clanes, pero sólo para ocupar ellas su lugar. El suyo era un planteamiento más clásicamente lysiano que los dogmas Perkinitas o radicales.
.Las Fundadoras incluyeron en su plan a las vars como yo porque una nunca puede estar segura de que la estabilidad vaya a durar. Debieron de saber que eso implicaba que algunas vars ayudarían a la naturaleza a seguir adelante
.

De hecho, era algo que debía de suceder más a menudo de lo que imaginaba. Cada vez que un plan tenía éxito, se le quitaba importancia. ¡No tenía sentido animar a otras vars a intentar lo mismo! Si Baltha conseguía fundar una gran casa, sus herederas no dirían que era una pirata. Eso hizo que Maia pusiera en duda aquellos relatos en los que se glorificaba a la Lamai original. ¿Fue, en realidad, una ladrona? ¿Una confabuladora? Tal vez Leie había acertado eligiendo sus compañías. Si la gemela de Maia había encontrado el aspecto implacable de su naturaleza conjunta, ¿había que aplaudirla en vez de reprochárselo?

.¿Cómo encaja Renna en todo esto?, se preguntó Maia.
.¿Planean las saqueadoras provocar algún tipo de lucha entre las facciones del Consejo Reinante? ¿O quizá cobrar rescate de las estrellas? Eso sacudiría las cosas, desde luego. Tal vez más de lo que creen
.

Se preocupó.
.¿Qué estará haciendo Renna ahora mismo?

Antes, con la llegada del crepúsculo, Maia le había contado a Brod sus preocupaciones. Él era un buen oyente, para ser hombre, y parecía comprenderla sinceramente. Maia se sentía agradecida por su compañía y su amistad.

Sin embargo, al cabo de un rato se quedó sin fuerzas. En la oscuridad, acabó por guardar silencio, dejando que el calor corporal de Brod paliara un tanto el frío de la noche. Maia se quedó dormida respirando su aroma masculino, mientras una extraña sensación de bienestar la inundaba dentro del círculo de sus brazos. Medio en sueños, dejó que las imágenes se deslizaran por su mente: imágenes de auroras, corrientes esmeralda y telones de cielo azul-dorado sobre los glaciares de casa. Y la Estrella Wengel, más brillante que la luz del santuario-faro, y la bocana del puerto. Esos temas veraniegos se mezclaron con su recuerdo predilecto del otoño, cuando los hombres regresaban del exilio, cantando alegremente entre remolinos de hojas multicolores recién caídas.

Las estaciones se confundieron en la fantasía de Maia. Aún dormida, las aletas de su nariz se hincharon con un súbito recuerdo involuntario… un aroma distante de escarcha.

Despertó, parpadeando rápidamente, sabiendo que había pasado demasiado poco tiempo para que hubiera amanecido ya. Sin embargo, podía ver un poco. La luz de la luna brillaba a través de las rendijas de la entrada de la cueva. El blanco de los ojos de Brod era visible.

—Estabas temblando. ¿Algo va mal?

Ella se sentó, avergonzada, aunque no sabía por qué. Por dentro sentía una extraña agitación, un vacío que nada tenía que ver con el hambre.

—Yo… estaba soñando con casa.

Él asintió.

—Yo también. Toda esta charla acerca de herejes, rads y reyes me ha hecho pensar en una familia que conocí, allá en Joannaborg. Seguían el camino Yeown.

—¿Yeown? —Maia frunció el ceño, desconcertada—. Oh, he oído hablar de ellas. ¿No son ésas las que… aquéllas cuyas hijas
.clónicas
salen a buscar nichos mientras que las vars se quedan?

—Eso es. Algunas de las ciudades que hay a lo largo de la costa de Méchant tenían barrios enteros dedicados a enclaves Yeown, rodeados por murallas Getta. He visto láminas. La mayoría de los chicos no salían al mar, sino que se quedaban y aprendían alguna habilidad junto con sus hermanas del verano; y se casaban dentro de otros clanes Yeown. Es un poco difícil de imaginar, pero en cierto modo la idea es agradable.

Maia comprendía el punto de vista de Brod. Esa forma de vida ofrecía más opciones a un chico… y a las muchachas del verano que se quedaban donde nacían, viviendo con sus madres…

Y
.padres
, supuso, algo que le costó trabajo imaginar.

Sin sus recientes estudios, Maia no habría podido entender que, por desgracia, el modo de vida Yeown iba en contra de las tendencias de la biología de Stratos. Había razones genéticas básicas por las que el tiempo reforzaba la tendencia a necesitar primero nacimientos de invierno, o hacer que las madres sintieran una devoción más intensa hacia sus hijas clónicas que hacia sus retoños var. Las humanas eran criaturas flexibles, y el fervor ideológico podría vencer esas tendencias durante una generación, o durante varias, pero no era sorprendente que herejías como la Yeown siguieran siendo raras.

—Me puse a pensar en ellas porque, bueno, mencionaste ese libro sobre la forma en que vivía la gente en mundo Florentina —continuó Brod—. Ya sabes, donde aún sigue habiend
.matrimonios
. Pero puedo decirte que no era así en el hogar Yeown que conocí. Los maridos… —Pronunció la palabra con evidente rubor—, los maridos no hacían mucho ruido ni alborotaban. No se hablaba entre las vecinas de violencia, ni siquiera en verano.

Naturalmente, los hombres eran aún una minoría frente a sus esposas e hijas, así que no era exactamente como un mundo del Phylum. Con todo el mundo mirando, se comportaban con total discreción, para no dar a las agitadoras Perkie ninguna excusa…

Brod divagaba, y a Maia le resultó difícil ver adónde quería ir a parar. ¿Tenía el muchacho sus propias simpatías herejes? ¿Soñaba con vivir en un hogar todo el año, en mantener un contacto duradero con compañeras e hijos, experimentando menos continuidad que una madre, pero mucho más de lo que los hombres conocían normalmente en Stratos? Podía sonar bien en teoría, ¿pero cómo conseguían los dos sexos no atacarse mutuamente los nervios? Estaba claro que el pobre Brod era un idealista de primera clase.

Maia recordó al único hombre que había tenido cerca mientras crecía. Un clan ortodoxo como Lamatia nunca permitiría que se diera una situación como la que Brod describía de una comuna Yeown, pero ofrecía, según la tradición, refugio puntual a los retirados como el viejo Bennett.

Maia sintió un escalofrío al recordar la última vez que miró los ojos acuosos de Bennett. Las hojas caídas giraban en ciclones otoñales, como en la imagen de su reciente sueño… como si inconscientemente ya hubiera estado pensando en el viejo.
.Me preguntaba entonces si sería el único hombre que llegaría a conocer más que de pasada. Pero Renna, y ahora Brod, me han hecho pensar cosas curiosas. Sigue así, y te convertirás en una hereje militante, tú también
.

Esto se volvía demasiado intenso. Intentó devolver las cosas a un plano abstracto.

—Imagino que las Yeown se llevarían bien con Kiel y sus radicales.

Brod se encogió de hombros.

—No creo que las pocas Yeown que quedan se arriesgaran a correr riesgos tomando partido en política. Ya tienen suficientes problemas hoy en día. Con la tasa de nacimientos veraniegos creciendo en toda Stratos, poniendo nervioso a todo el mundo, las Perkinitas siempre andan buscando chivos expiatorios entre las amantes de las vars.

De algún modo, debieron conocer un secreto para conseguirlo.

Maia no estaba convencida del todo.

—Si es así, no duró. Tras la Defensa, llegaron los reyes.

—Sí —admitió él—. Más tarde se corrompió y cayó en el patriarcado. Pero todo se convirtió en un caos después de la guerra. ¡Nuestra breve aberración, no importa lo terrible que fuera, no es excusa para que el Consejo haya enterrado la historia de este lugar! Durante siglos o quizá más, hombres y mujeres debieron de trabajar juntos aquí, cuando era uno de los enclaves más importantes de Stratos.

La tentación de discutir era fuerte, pero Maia se abstuvo de echar agua fría sobre la entusiasta teoría de su amigo. Renna le había enseñado a mirar a través de una lupa, uno o dos mil años atrás, y sabía lo engañosa que podía ser esa lente. Quizá, teniendo acceso a la Gran Biblioteca de Caria, la especulación de Brod condujera a algo. Sin embargo, ahora mismo, el pobre muchacho parecía obsesionado con aquel mundo, basado más en la esperanza que en los datos, donde mujeres y hombres conseguían de algún modo permanecer juntos. ¿Imaginaba algún antiguo paraíso entre aquellas afiladas islas, en la difusa época antes de que el egoísmo de los reyes chocara con los Grandes Clanes? Parecía un derroche de energía mental.

Maia sintió una abrumadora modorra subir por sus cansados brazos y piernas. Cuando Brod empezó a hablar de nuevo, le dio una palmadita en la mano.

—Es suficiente por ahora, ¿de acuerdo? Hablaremos más tarde. Hasta mañana, amigo.

El joven hizo una pausa, entonces la rodeó con su brazo y ella bajó la cabeza una vez más.

—Sí. Que descanses bien, Maia.

—Mm.

Esta vez le resultó más fácil cerrar los ojos, y durmió bien, durante un rato.

Entonces tuvo más sueños. Una imagen mental de la cercana puerta de metal sangriento titilaba ante ella, espectral, superpuesta sobre el acertijo de piedra, mucho más pequeño, de la Casa Lamatia. Emblemas y mecanismos totalmente diferentes, aunque una voz en su interior sugirió:
.La verdadera elegancia es la sencillez
.

Siguieron ilusiones aún más vívidas. Desde aquellas catacumbas de Puerto Sanger, su espíritu pareció alzarse sobre capas rocosas, dejando atrás las cocinas Lamai, para atravesar grandes salones y dormitorios, y seguir hasta las altas almenas donde, dentro de una torre situada en una esquina, el clan conservaba su magnífico telescopio.

Como la pared de hexágonos, era un instrumento de metal pulido cuyas engrasadas juntas parecían moverse casi con tanta suavidad como las placas. Por encima del sueño de Maia se extendía un vasto universo de estrellas. Un reino de limpia física y honrada geometría. Un terreno lleno de esperanza que aprender de memoria.

La enorme mano de Bennett se posó sobre la suya, pequeña. Una presencia cálida y reconfortante que la guiaba, ayudándola a marcar las principales estrellas guía, las nebulosas iridiscentes, los parpadeantes satélites de navegación.

De repente fue un año después… y allí estaba. Según la lógica de los sueños, tenía que estarlo. Cruzando el cielo como un brillante planeta, sin serlo, se movía con voluntad propia, situándose en órbita tras venir de muy lejos. Una nueva estrella.
.Una nave
, erigida para viajar a las estrellas.

Asombrada por esta nueva visión, deseando poder compartirla con alguien, esta Maia mayor fue a buscar a su viejo amigo, guió sus frágiles pasos por las escaleras hacia el brillante instrumento de bronce. Ahora lento y torpe, el anciano tardó algún tiempo en comprender aquella anomalía en los cielos. Entonces, para desazón de Maia, su hirsuta cabeza se echó atrás, y gritó hacia la noche…

Maia se incorporó de un salto, el corazón acelerado por la alarma hormonal. Brod roncaba cerca, sobre el frío suelo de piedra. La luz del amanecer se internaba por las grietas de la pared demolida. Sin embargo, ella permaneció mirando al frente durante muchos latidos, sin ver, deseando poder calmarse sin olvidar.

Finalmente, Maia cerró los ojos.

Sabiendo por fin por qué le habían parecido tan familiares, pronunció en voz alta dos palabras:

—Faro Jellicoe…

Un contexto compartido. Estaba segura de que sería muy sencillo. Algo transmitido de maestro a aprendiz a lo largo de generaciones, incluso dentro de la paupérrima continuidad del mundo de los hombres. ¡Lo que nunca había imaginado era que la suerte jugaría un papel importante en ello!

Oh, sin duda existía la posibilidad de que Brod y ella lo hubieran descubierto por su cuenta, antes de morir de hambre. Pero el viejo Bennett había pronunciado aquellas palabras, farfulladas entre algún resquicio de memoria dominada por la emoción, la última vez que lo oyó hablar. Y las frases se habían almacenado en su subconsciente desde entonces.

¿El anciano había sido miembro de alguna antigua conspiración? ¿Una conspiración que aún seguía en marcha, tantos siglos después de la desaparición de los reyes? Lo más probable era que hubiera empezado como tal, pero que ahora no fuese más que un resto disperso. Un culto o logia, una de tantas, con frases rituales que sus miembros se enseñaban unos a otros, sin que tuvieran ya más significado que algún vago sentido de portento.

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