El señor Bloom llegó a la calle Kildare. Primero tengo que. Biblioteca.
Sombrero de paja a la luz del sol. Zapatos claros. Pantalones con vuelta. Es. Es.
Su corazón se aceleró suavemente. A la derecha. El museo. Diosas. Se desvió a la derecha.
¿Es? Casi seguro. No voy a mirar. El vino en mi cara. ¿Por qué lo tomé? Demasiado fuerte. Sí, sí que es. Los andares. No ver. No ver. Tirar adelante.
Dirigiéndose a la puerta del museo con largas zancadas airosas levantó los ojos. Bonito edificio. Lo proyectó Sir Thomas Deane. ¿No me sigue?
Quizá no me vio. Le daba la luz en los ojos.
El sofoco de su aliento salía en cortos suspiros. Deprisa. Estatuas frías: tranquilo aquí. A salvo en un momento.
No, no me vio. Más de las dos. En la puerta mismo.
¡Mi corazón!
Sus ojos latiendo miraban fijamente curvas cremosas de piedra. De Sir Thomas Deane fue la arquitectura griega.
Buscando algo que yo.
Su mano apresurada entró deprisa en un bolsillo, sacó, leyó desplegado Agendath Netaim. ¿Dónde he?
Atareado buscando.
Volvió a meter deprisa Agendath. Por la tarde dijo ella.
Lo estoy buscando. Sí, eso. Probar en todos los bolsillos. Pañue.
Freeman
. ¿Dónde lo he? Ah, sí. Pantalones. Patata. Portamonedas. ¿Dónde lo he?
Deprisa. Andar tranquilamente. Un momento más.
Mi corazón.
Su mano buscando el dónde lo he puesto encontró en el bolsillo de atrás jabón loción tengo que recoger tibio papel pegado. Ah, el jabón ahí yo sí. La verja.
¡A salvo!
Bien educado, para hacerles sentirse a gusto, el bibliotecario cuáquero ronroneó:
—Y tenemos, ¿no es verdad?, aquellas inestimables páginas del
Wilhelm Meister
. Un gran poeta sobre un gran poeta hermano. Un alma vacilante tomando armas contra un mar de dificultades, desgarrado por dudas contradictorias, tal como uno lo ve en la vida real.
Avanzó un paso en paso de danza sobre crujiente cuero de vaca y retrocedió un paso en paso de danza sobre el solemne enmaderado.
Un auxiliar sin ruido, abriendo la puerta muy ligeramente, le hizo una señal sin ruido.
—En seguida —dijo, crujiendo en su marcha, aunque demorándose—. El bello soñador ineficaz que llega a estrellarse contra la dura realidad. Uno siempre tiene la impresión de que los juicios de Goethe son tan verdaderos. Verdaderos en un análisis muy amplio.
Dosvecescrujiendo análisis, desapareció a paso de
courante
. Calvo, muy celoso, junto a la puerta prestó sus grandes oídos a las palabras del auxiliar; las oyó; y se marchó.
Dos quedaron.
—Monsieur de la Palisse —se burló Stephen— estaba vivo quince minutos antes de su muerte.
—¿Ha encontrado a esos seis valientes estudiantes de medicina —preguntó John Eglinton con bilis de anciano— para dictarles el
Paraíso perdido
?
Las penas de Satán
lo llama él.
Sonríe. Sonríe la sonrisa de Cranly.
Primero le hizo cosquillas, luego le dio golpecitos, luego le metió la sonda femenina porque estudiaba medicina un pícaro estu… |
—Tengo la impresión de que usted necesitaría uno más para el
Hamlet
. El siete es caro a la mente mística. Los fúlgidos siete, los llama W. B.
Con ojos destellantes, el cráneo rojizo cerca de su lámpara de mesa con casquete verde, barbado entre sombra más verdeoscura, un sagrado bardo, ojos sagrados. Se reía por lo bajo; una risa de becario de Trinity; no respondida.
El orquestal Satán lloró un buen trecho lágrimas tales como llora un ángel. Ed egli avea del cul fatto trombetta. |
Tiene mis locuras en rehenes.
Los once de Cranly, fieles hombres de Wicklow para liberar su tierra padre. La mellada Kathleen, sus cuatro hermosos campos verdes, el forastero en su casa. Y una más para saludarle;
ave, rabbi
; los doce de Tinahely. En la sombra del barranco él les llama con grito de paloma. La juventud de mi alma le di a él, noche tras noche. Vete con Dios. Buena caza.
Mulligan ha recibido mi telegrama.
Locura. Persistir.
—Nuestros jóvenes bardos irlandeses —censuró John Eglinton— todavía no han creado una figura que el mundo ponga junto al Hamlet del sajón Shakespeare, aunque yo le admire, como el viejo Ben, sin llegar a la idolatría.
—Todas esas cuestiones son puramente académicas —oraculeó Russell desde su sombra—. Quiero decir, si Hamlet es Shakespeare o Jacobo I o Essex. Discusiones de clérigos sobre la historicidad de Jesús. El arte tiene que revelarnos ideas, esencias espirituales sin forma. La cuestión suprema sobre una obra de arte es desde qué profundidad de vida emerge. La pintura de Gustave Moreau es la pintura de ideas. La más profunda poesía de Shelley, las palabras de Hamlet ponen a nuestra mente en contacto con la sabiduría eterna, el mundo de las ideas de Platón. Todo lo demás es la especulación de escolares para escolares.
A. E. le ha contado a algún entrevistador yanqui. ¡Vaya, que el diablo me lleve!
—Los escolásticos fueron primero escolares —dijo Stephen supercortésmente—. Aristóteles fue un tiempo escolar de Platón.
—Y no ha dejado de serlo, cabría esperar —dijo reposadamente John Eglinton—. Se le ve, un escolar modelo con el diploma bajo el brazo.
Se volvió a reír hacia la cara barbuda ahora sonriente.
Espirituales sin forma. Padre, Hijo y Aliento Santo. Padre universal, el hombre celestial. Hiesos Kristos, mago de lo bello, el Logos que sufre en nosotros en cada momento. Esto en verdad es aquello. Yo soy el fuego sobre el altar. Yo soy la manteca sacrificial.
Dunlop, Juez, el más noble romano de todos ellos, A. E., Arval, el Nombre Inefable, en lo alto del cielo, K. H., el maestro de ellos, cuya identidad no es ningún secreto para los adeptos. Hermanos de la gran logia blanca siempre observando a ver si pueden ayudar. El Cristo con la hermanaesposa, esperma de luz, nacido de una virgen enalmada,
sophia
arrepentida, partida hacia el plano de los
buddhi
. La vida esotérica no es para la persona común. O. P. debe primero trabajar para quitarse de encima el mal
karma
. La señora Cooper Oakley una vez vio un atisbo de lo elemental de nuestra ilustrísima hermana H. P. B.
¡Ah, qué vergüenza! ¡Fuera con eso!
Pfuiteufel!
No está bien mirar, señora mía, no está bien, cuando una dama enseña su elemental.
Entró el señor Best, alto, joven, suave, ligero. Llevaba en la mano con gracia un cuaderno, nuevo, grande, limpio, claro.
—Ese escolar modelo —dijo Stephen— encontraría las cavilaciones de Hamlet sobre la vida futura de su alma principesca, ese inverosímil, insignificante y nada dramático monólogo, tan superficiales como las de Platón.
John Eglinton, frunciendo el ceño, dijo con enojo:
—Palabra de honor que me hierve la sangre cuando oigo a alguien comparar a Aristóteles con Platón.
—¿Cuál de los dos —preguntó Stephen— me habría desterrado de su república?
Desenvaina tus definiciones-puñales. La caballidad es la quiddidad del caballo universal. Corrientes de tendencia y eones es lo que ellos adoran. Dios; ruido en la calle; muy peripatético. Espacio: todo eso maldito sea que hay que ver. A través de espacios más pequeños que glóbulos rojos de sangre humana se deslizarrastran tras las nalgas de Blake penetrando en la eternidad de que este vegetal mundo no es sino una sombra. Agárrate al ahora, al aquí, a través de lo cual todo futuro se zambulle en el pasado.
El señor Best se adelantó, amigable, hacia su colega.
—Haines se ha ido —dijo.
—¿Ah sí?
—Le estaba enseñando el libro de Jubainville. Está entusiasmado, sabe, con los
Cantos de amor de Connacht
, de Hyde. No le pude hacer entrar aquí a oír la discusión. Se ha ido a Gill a comprarlo.
Obrilla mía, deja ya mi mano: ve a saludar al público inhumano. Te escribí, aunque en verdad bien que me pesa, en la triste y acerba lengua inglesa. |
—El humo de turba se le está subiendo a la cabeza —opinó John Eglinton.
Tenemos la impresión en Inglaterra. Ladrón arrepentido. Se fue. Fumé su mataquintos. Piedra verde centelleante. Una esmeralda engastada en el anillo del mar.
—La gente no sabe qué peligrosas pueden ser las canciones de amor —avisó ocultamente el huevo áureo de Russell—. Los movimientos que producen revoluciones en el mundo nacen de los sueños y visiones en el corazón de un campesino en la ladera. Para ellos la tierra no es un terreno explotable sino la madre viva. El aire enrarecido de la academia y del terreno de competición producen la novela de seis chelines, la canción de café cantante, Francia produce la más bella flor de corrupción en Mallarmé pero la vida deseable se les revela sólo a los pobres de corazón, la vida de los feacios de Homero.
A partir de estas palabras, el señor Best volvió a Stephen una cara sin ofensa.
—Mallarmé, sabe —dijo—, ha escrito esos maravillosos poemas en prosa que me solía leer Stephen MacKenna en París. Aquel sobre Hamlet. Dice:
il se promène, lisant au livre de lui-même
, sabe,
leyendo el libro de sí mismo
. Describe el Hamlet dado en una ciudad francesa, sabe, una ciudad de provincia. Lo anunciaron.
Su mano libre escribió con gracia diminutos signos en el aire.
HAMLET
ou
LE DISTRAIT
Pièce de Shakespeare
Repitió hacia el ceño nuevamente fruncido de John Eglinton:
—
Pièce de Shakespeare
, sabe. Es tan francés, el punto de vista francés.
Hamlet ou
…
—El mendigo distraído —terminó Stephen.
John Eglinton se rió.
—Sí, supongo que eso sería —dijo—. Gente excelente, sin duda, pero lamentablemente miopes en algunas cuestiones.
Suntuosa y detenida exageración del asesinato.
—Un verdugo del alma, le llamó Robert Greene —dijo Stephen—. No por nada era hijo de un matarife que manejaba el hacha de sacrificar escupiéndose en la palma de la mano. Nueve vidas se quitan por la de su padre. Padre Nuestro que estás en el purgatorio. Los Hamlets de caqui no vacilan en disparar. El matadero desbordante de sangre en el quinto acto es un presagio del campo de concentración por el señor Swinburne.
Cranly, y yo su mudo ordenanza, siguiendo batallas desde lejos.
Madres y cachorros de sanguinarios enemigos a quienes sólo nosotros habríamos dejado a salvo… |
Entre la sonrisa sajona y el ladrido americano. La espada y la pared.
—Se empeña en que Hamlet es un cuento de fantasmas —dijo John Eglinton para beneficio del señor Best . Como el muchacho gordo en Pickwick, quiere ponernos carne de gallina.
¡Escucha! ¡Escucha! ¡Escucha!
Mi carne le oye: erizándose, oye.
Si alguna vez…
—¿Qué es un fantasma? —dijo Stephen con vibrante energía—. Uno que se ha desvanecido en impalpabilidad a través de la muerte, a través de la ausencia, a través de un cambio de modos. El Londres elisabetiano estaba tan lejos de Stratford como el corrompido París lo está de la virginal Dublín. ¿Quién es el fantasma que viene del
limbo patrum
, regresando al mundo que le ha olvidado? ¿Quién es el rey Hamlet?
John Eglinton desplazó su delgado cuerpo, echándose atrás para juzgar.
Elevado.
—Es a esta hora del día en mitad de junio —dijo Stephen, rogando con una rápida ojeada que le oyeran—. La bandera está izada en el teatro junto a la orilla del río. El oso Sackerson ruge en la arena de al lado, el teatro Paris. Lobos de mar que navegaron con Drake mascan sus salchichas entre los espectadores del patio.
Color local. Mete ahí todo lo que sabes. Hazles cómplices.
—Shakespeare ha salido de la casa del hugonote en la calle Silver y va andando por la orilla del río, junto a los recintos de los cisnes. Pero no se detiene a echar de comer a la hembra que antecoge a sus patitos hacia los juncos. El cisne de Avon tiene otras cosas en qué pensar.
Composición de lugar. ¡Ignacio de Loyola, corre en mi ayuda!
—Empieza la representación. Avanza un actor en la sombra, vestido con la cota que dejó un elegante de la corte, un hombre bien plantado con voz de bajo. Es el fantasma, el rey, rey y no rey, y el actor es Shakespeare que ha estudiado
Hamlet
todos los años de su vida que no fueron vanidad, para representar el papel del fantasma. Dice sus palabras a Burbage, el joven actor que está delante de él, más allá de la tela encerada, llamándole por su nombre:
Hamlet, soy el fantasma de tu padre,
mandándole prestar atención. A un hijo habla, el hijo de su alma, el príncipe, el joven Hamlet y al hijo de su cuerpo, Hamnet Shakespeare, que ha muerto en Stratford para que su homónimo viva para siempre.
—¿Es posible que ese actor Shakespeare, fantasma por ausencia, y con las ropas del sepultado rey de Dinamarca, fantasma por muerte, diciendo sus propias palabras al nombre de su propio hijo (si hubiera vivido Hamnet Shakespeare habría sido mellizo del príncipe Hamlet), es posible, quiero saber, o probable, que no sacara ni previera la conclusión lógica de esas premisas; tú eres el hijo desposeído; yo soy el padre asesinado; tu madre es la reina culpable, Ann Shakespeare, de soltera Hathaway?
—Pero ese hurgar en la vida familiar de un gran hombre —empezó Russell con impaciencia.
¿Estás ahí, buena pieza?
—Es interesante sólo para el funcionario del registro. Quiero decir, tenemos las obras. Quiero decir, cuando leemos la poesía de
Rey Lear
¿qué nos importa cómo vivió el poeta? En cuanto a vivir, nuestros criados pueden hacerlo por nosotros, dijo Villiers de l’Isle. Curioseando y hurgando en los comadreos entre bastidores de aquel tiempo, que si bebía el poeta, que si tenía deudas. Tenemos el
Rey Lear
: y es inmortal.
La cara del señor Best, apelada, asintió.
Fluye sobre ellos con tus olas y tus aguas, Mananaan, Mananaan MacLir… |
Pardiez, mozo, ¿y esa libra que os prestó cuando teníais hambre? A fe mía, la había menester.
Tomad vos este doblón.
¡Andad allá! Gastasteis la mayor parte de ella en el lecho de Georgina Johnson, hija de un clérigo.
Agenbite of inwit
, remordimiento de conciencia.