Junto a la campana de los sándwiches en sombra protectora, Lydia con su bronce y rosa, gracia de gran señora, daba y se reservaba: como en fresca y glauca
eau de Nil
, Mina a los dos jarros sus pináculos de oro.
Se cerraron los acordes en arpegio del preludio. Un acorde prolongado, esperando, arrastró una voz.
—
La primera vez que vi esa forma seductora
…
Richie se volvió.
—La voz de Sim Dedalus —dijo.
Los sesos excitados, las mejillas tocadas de llama, escucharon sintiendo esa corriente seductora corriente sobre piel miembros corazón humano alma espinazo. Bloom hizo una señal a Pat, el calvo Pat es un sirviente duro de oído, de dejar entreabierta la puerta del bar. La puerta del bar. Eso. Así está bien. Pat, atendiendo, atendía atento a oír pues era duro de oído, junto a la puerta.
—…
la tristeza pareció alejarse de mí
.
A través del acallamiento del aire una voz cantaba para ellos, baja, no lluvia, no hojas en murmullo, como ninguna voz de cuerdas de lengüetas o comosellamen, dulcémeres, tocando sus quietos oídos con palabras, quietos corazones de sus sendas vidas recordadas. Bueno, bueno de oír: la tristeza pareció alejarse de ambos la primera vez que oyeron. La primera vez que vieron, el perdido Richie, Poldy, misericordia de belleza, oída de una persona que no se habrían esperado en absoluto, su primera palabra misericordiosa suave de amor tantas veces amada.
Amor que canta: vieja y dulce canción de amor. Bloom desenvolvió lentamente la tira elástica del paquete. Dulce y vieja de amor
sonnez la
oro. Bloom enlazó una madeja en torno a cuatro dedos en tenedor, la estiró, la aflojó y la ató en torno a su turbado doble, cuádruple, en octava y los ató fuerte.
—
Lleno de esperanza y todo encantado
…
Los tenores consiguen mujeres a docenas. Les aumenta la emisión. Echarle una flor a sus pies ¿cuándo nos encontraremos? Me hierve la. Tintineo todo encantado. Él no puede cantar delante de las chisteras. Le hierve la cabeza a uno. Perfumada para él. ¿Qué perfume usa tu mujer? Quiero saberlo. Tinc. Se acabó. Llama a la puerta. Última mirada al espejo ella siempre antes de abrir la puerta. El vestíbulo. ¿Hola? ¿Cómo va? Muy bien. ¿Eh? ¿Qué? ¿O si no? Estuche de golosinas, confites de beso, en su bolso. ¿Sí? Él le buscaba con las manos sus opulentas.
¡Ay! La voz subió, suspirando, cambió: sonora, llena, brillante, soberbia.
—
Pero, ay, era un vano soñar
…
Tiene todavía un timbre espléndido. El aire de Cork es más dulce, también su dialecto. ¡Qué estúpido! Podría haber ganado el dinero a mares. Equivoca las palabras al cantar. Consumió a su mujer: ahora canta. Pero es difícil decir. Sólo ellos dos mismos. Si es que él no se deshace. Al galope al cementerio. Canta también con las manos y los pies. La bebida. Los nervios excitados. Se debe ser abstemio para cantar. Sopa Jenny Lind: caldo, salvia, huevos crudos, media pinta de crema. La crema de la elegancia.
Ternura rebosaba: lenta, creciente. A todo latir. Así es la cosa. ¡Ah, dale! ¡Toma! Late, un latir, un pulsar orgulloso erecto.
¿Palabras? ¿Música? No: es lo que hay detrás.
Bloom enlazaba, desenlazaba, anudaba, desanudaba.
Bloom. Inundación de caliente jaleojalea lámelotodo secreto fluía para fluir afuera en música, en deseo, flujo oscuro para lamer, invasor. Tocarla toparla tentarla tirarla. A tope. Poros a dilatar dilatándose. Top. El gozo el tocar el calor el. Top. Derramar sobre compuertas chorros derramados. Inundación, chorro, flujo, chorro de gozo, latido top-top. ¡Ahora! Lenguaje de amor.
—…
rayo de esperanza
…
Radiante. Lydia para Lidwell bisbiseo apenas oído tan señorial la musa avistar un rayo de esperanza.
Es Martha. Qué coincidencia. Precisamente iba a escribir. El aria de Lionel. Qué nombre tan bonito tienes. No puedo escribir. Acepta mi pequeño reg. Tocar las cuerdas del corazón cordones de la bolsa también. Es una. Te llamé niño malo. Sin embargo el nombre: Martha. ¡Qué extraño! Hoy.
La voz de Lionel volvió, débil pero incansable. Volvía a cantar para Richie Poldy Lydia Lidwell también cantaba para Pat boca abierta oído atento atendiendo. Cómo la primera vez que vio esa forma seductora, cómo la tristeza pareció alejarse de él, cómo la mirada, figura, palabra le encantaron a él Gould Lidwell, conquistaron el corazón de Pat Bloom.
Me gustaría verle la cara, sin embargo. Se entiende mejor. Por eso el barbero de Drago siempre me miraba a la cara cuando yo hablaba hacia su cara en el espejo. Sin embargo se oye mejor aquí que en el bar aunque más lejos.
—
Cada mirada graciosa
…
La primera noche que la vi en casa de Mat Dillon, en Terenure. Encajes amarillos, negros llevaba. Las sillas musicales. Nosotros dos los últimos. El destino. Detrás de ella. El destino. Vueltas y vueltas despacio. Vueltas deprisa. Nosotros dos. Todos miraron. Alto. Ella se sentó. Todos los que perdieron miraban. Labios rientes. Rodillas amarillas.
—
Encantaba mis ojos
…
Cantando. Ella cantó
Esperando
. Yo le pasaba las hojas. Voz llena con perfume de qué perfume usa tu lilas. El pecho le veía, los dos llenos, la garganta gorjeando. La primera vez que vi. Me dio las gracias. ¿Por qué ella a mí? El destino. Ojos españolescos. Bajo un peral a solas un patio a esta hora en el viejo Madrid un lado en sombra Dolores Elladolores. A mí. Atrayendo. Ah, atracción.
—
¡Martha! ¡Ah, Martha!
Abandonando toda languidez Lionel clamaba en su dolor, en grito de pasión dominante al amor para que regresara con más profundos pero con ascendentes acordes de armonía. En rugido de leonino lionel, para que ella supiera, Martha, lo tenía que sentir. Para ella sólo esperaba. ¿Dónde? Aquí allí probad allí aquí todos buscad dónde. En alguna parte.
—
Ven pe-erdida,
Ven que-erida
.
A solas. Un solo amor. Una sola esperanza. Un solo consuelo para mí. Martha, do de pecho, regresa.
—
¡Ven!
Se cernía, ave, sostenía su vuelo, un veloz grito puro, cerniéndose esfera de plata, saltaba sereno, acelerando, sostenido, para que viniera, no prolongarlo demasiado largo aliento él alentando larga vida, cerniéndose alto, alto resplandeciente, inflamado, coronado, alto en la efulgencia simbolística, alto, del seno etéreo, alto de la alta vasta irradiación por todas partes todo cerniéndose todo alrededor en torno al todo, el infinitonitonitonito…
—
¡A mí!
¡Simopold!
Consumido.
Ven. Bien cantado. Todos aplaudieron. Ella debería. Venir. A mí, a él, a ella, tú también, a mí, a nosotros.
—¡Bravo! Pla-pla. Estupendo, Simon. Plapiplaplá. ¡Bis! Pla-pli-pla. Como una campana. ¡Bravo, Simon! Pla-plo-pla. Bis, plip —dijeron, gritaron, aplaudieron todos, Ben Dollard, Lydia Douce, George Lidwell, Pat, Mina, dos caballeros con jarros de cerveza, Cowley, caballero primero con jarro, y bronce señorita Douce y oro señorita Mina.
Los elegantes zapatos claros de Blazes Boylan crujieron en el suelo del bar, como ya se dijo. Tintinear pasando ante monumentos de Sir John Gray, Horatio el manco Nelson, el Reverendo Padre Theobald Matthew, en calesín como se dijo hace un momento. Al trote, encelado, sentado abrasado.
Cloche. Sonnez la. Cloche. Sonnez la.
Más despacio, la jaca subió la cuesta ante la Rotunda, Rutland Square. Demasiado lenta para Boylan, playboylan, impacienboylan, trotaba la jaca.
Un resón de los acordes de Cowley se cerró, murió en el aire enriquecido.
Y Richie Goulding se bebió su Power y Leopold Bloom su sidra se bebió, Lidwell su Guinness, el caballero segundo dijo que tomarían otros dos jarros si no le era molestia. La señorita Kennedy sonrió rígida, biserviendo, labios de coral, al primero, al segundo. No le era molestia.
—Siete días en la cárcel —dijo Ben Dollard— a pan y agua. Entonces Simon, cantarías como un tordo.
Lionel Simon, cantante, se rió. Padre Bob Cowley tocó. Mina Kennedy sirvió. El caballero segundo pagó. Tom Kernan entró pavoneándose; Lydia, admirada, admiró. Pero Bloom cantaba mudo.
Admirando.
Richie, admirado, decantaba la espléndida voz de ese hombre. Recordaba una noche hacía mucho. Nunca olvidaría esa noche.
Sim cantó Fue la gloria y la fama
: en casa de Ned Lambert era. Dios mío, en toda su vida oyó una nota como esa él
nunca entonces traidor debemos separarnos
tan clara tan buendios él nunca oyó decir
porque el amor no vive
una voz retumbante pregunte a Lambert él también le puede contar.
Goulding, un rubor luchando en su pálido, contaba al señor Bloom, cara de la noche, Sim en casa de Ned Lambert, en casa de Dedalus, cantó
Fue la gloria y la fama
.
Él, el señor Bloom, escuchaba mientras él, Richie Goulding, le contaba al señor Bloom de la noche que él, Richie, le oyó a él, Sim Dedalus, cantar
Fue la gloria y la fama
en su casa, de Ned Lambert.
Cuñados: parientes. Nunca nos hablamos cuando nos pasamos al lado. Grieta en la armonía, me parece. Le trata con desprecio. Mira. Le admira aún más por eso. Las noches que cantó Sim. La voz humana, dos diminutas cuerdas sedosas. Prodigioso, más que todos los demás.
Esa voz era un lamento. Más tranquila ahora. Es en el silencio cuando notas que oyes. Vibraciones. Ahora aire silencioso.
Bloom desenlazó sus manos entrecruzadas y con flojos dedos pulsó la delgada cuerda de tripa de gato. Tiró y pulsó. Zumbó, vibró. Mientras Goulding hablaba de la emisión de voz de Barraclough, mientras Tom Kernan, volviendo a machacar sobre una especie de reordenación retrospectiva, hablaba al atento Padre Cowley, que tocaba una improvisación, que asentía mientras tocaba. Mientras el gran Ben, el Big Ben Dollard hablaba con Simon Dedalus que encendía la pipa, que asentía mientras fumaba, que fumaba.
Oh tú perdida. Todos los cantos sobre ese tema. Sin embargo aún más Bloom estiraba la cuerda. Cruel parece eso. Dejar que la gente se tome cariño: atraerles a ello. Luego separarles, arrancarles unos de otros. Muerte. Explos. Golpe en la cabeza. Aldemoniofueradeahí. La vida humana. Dignam. Uf, ¡la cola de esa rata retorciéndose! Cinco chelines dí.
Corpus paradisum
. Cuervo graznante, barriga como un cachorro envenenado. Se marchó. Ellos cantan. Olvidado. Yo también. Y un día ella con. La dejará: se cansará. Sufrir entonces. Lloriqueará. Grandes ojos españolescos mirando saltones al vacío. Su pelo ondulondulondulabundondulante sin pein: ’ar.
Sin embargo demasiada felicidad aburre. Estiró más, más. ¿No eres feliz en tu? Chanc. Se disparó.
Calesín tintineó en la calle Dorset.
La señorita Douce retiró su brazo de raso, reprochante, complacida.
—Ni la mitad de esas libertades —dijo— mientras no nos conozcamos más.
George Lidwell le decía que de veras y de verdad: pero ella no se lo creía.
El caballero primero le dijo a Mina que así era. Ella le preguntó si era así. Y el segundo jarro le dijo que sí. Que así era.
La señorita Douce, la señorita Lydia, no lo creía; la señorita Kennedy, Mina, no lo creía; George Lidwell, no; la señorita Dou no; el primero, el cab prim con jar: creer, no, no; no creía, la señ Kenn; Lidlydiawell; el jar.
Mejor escribir aquí. Las plumillas de la oficina de correos, masticadas y retorcidas.
El calvo Pat se acercó a una señal. Pluma y tinta. Se fue. Una carpeta. Se fue. Una carpeta con secante. Oyó, el sordo Pat.
—Sí —dijo el señor Bloom, atormentando la retorcida sutil tripa de gato—. Sí que es así. Unas pocas líneas bastarán. Mi regalito. Toda esa música italiana con florituras es. ¿Quién la escribió? Sabiendo el nombre se comprende mejor. Sacar hoja de papel, sobre: sin darle importancia. Es tan característica.
—El número más grandioso de toda la ópera —dijo Goulding.
—Sí que lo es —dijo Bloom.
Números es. Toda la música, si vamos a pensarlo. Dos multiplicado por dos dividido por la mitad es dos veces uno. Vibraciones: los acordes son eso. Uno más dos más seis es siete. Se hace lo que se quiera con cifras en juegos de manos. Siempre se encuentra que eso es igual a eso, simetría bajo una valla de cementerio. Él no ve que estoy de luto. Encallecido: todo para sus tripas. Musimatemáticas. Y te crees que escuchas las etéreas. Pero suponte que dijeras algo así como: Martha, siete por nueve menos
x
igual a treinta y cinco mil. Sería un fracaso. Es por causa de los sonidos, es lo que pasa.
Por ejemplo ahora está tocando ése. Improvisando. Podría ser lo que quisieras hasta que oyes las palabras. Hay que escuchar atentos. Oír bien. El comienzo muy bien; luego se oyen acordes un poco discordes; se siente uno un poco perdido. Entrando y saliendo de sacos, por encima de barriles, a través de alambradas, carrera de obstáculos. El tiempo hace la melodía. Es cuestión del estado de ánimo que tengas. Sin embargo siempre es bonito de oír. Excepto las escalas subiendo y bajando, las chicas aprendiendo. Dos juntas, vecinas de al lado. Deberían inventar pianos mudos para eso. El
Blumenlied
que le compré. El nombre. Tocarlo despacio, una chica, la noche que llegué a casa, la chica. La puerta de las cuadras cerca de la calle Cecilia.
El calvo sordo Pat trajo carpeta muy lisa tinta. Pat puso con tinta pluma carpeta muy lisa. Pat quitó plato fuente cuchillo tenedor. Pat se fue.
Era el único lenguaje, el señor Dedalus decía a Ben. Les oyó de niño en Ringabella, Crosshaven, Ringabella, cantando sus barcarolas. El puerto de Queenstown lleno de barcos italianos. Andando, sabes, Ben, a la luz de la luna con esos sombreros de matones. Mezclando las voces. Dios mío, qué música, Ben. La oyó de niño. Cross Ringabella Haven luncarolas.
Quitada la acre pipa extendió una pantalla de mano delante de los labios que arrullaron una llamada nocturna bajo la luna, clara desde cerca, una llamada desde lejos, contestando.
Bajando sobre el margen de su batuta de
Freeman
el otro ojo de Bloom escudriñaba en busca de dónde he visto yo eso. Callan, Coleman, Dignam Patrick. ¡Ay-oh! ¡Ay-oh! Fawcett. ¡Ah! Precisamente estaba mirando.
Espera que no esté mirando, cotilla como un ratón. Extendió desenrollado su
Freeman
. No veo ahora. Acuérdate de escribir con es griegas. Bloom mojó la pluma, Bloo murm: muy señor mío. El querido Henry escribió: querida Mady. Recibí tu car y flo. Demonios ¿dónde la he echado? En algún bol. Pero es abs impos. Subrayar
impos
. Escribir hoy.